Gustavo Alfaro y un discurso “presidencial” al pueblo de Ecuador, con voz ronca y arenga de batalla: “¡A ganar!”

Gustavo Alfaro es un tipo moderado cuando tiene ante sí un micrófono. Ideas correctamente enlazadas, palabras bonitas que dicen cosas, buenos modales y tonos mesurados. Siempre fue así el rafaelino de 59 años. Salvo una noche. La noche del festejo de la clasificación de Ecuador para el Mundial Qatar 2022. Conseguida cinco días antes, pero celebrada en casa tras un 1-1 con la Argentina en la última fecha de la eliminatoria sudamericana.

Alfaro no perdió las ideas ricas, ni las palabras bonitas, ni las formas atildadas. Sí los tonos. Los convirtió en un racimo de rugidos emocionales, de voz distorsionada. Una arenga de batalla y un mensaje casi de asunción presidencial para motivar a su pueblo.

El discurso de Alfaro

“¡Buenas noches, Ecuador!”, gritó Lechuga, con una energía más cárnica que vegetal, ante quienes quedaban en las tribunas del estadio de Barcelona, de Guayaquil, sede del empate que le garantizó a la tricolor el cuarto puesto de Sudamérica. “¡Graciaaaas!”, bramó el director técnico, con un bramido que recordó a algunos cierres de discurso de Mauricio Macri en su época de candidato. E hizo un barrido con el brazo izquierdo para derivar la ovación hacia sus dirigidos, reunidos frente a él.

Ya con tono más Alfaro, habló de sí, de los suyos. “Estoy viviendo uno de los momentos más felices de mi vida. Éstos [los jugadores] saben que a mí me cuesta festejar. Tengo a mi familia por ahí, en alguna parte del estadio. Vino de Argentina a apoyar, como lo ha hecho a lo largo de 30 años”, destacó, sin dejar afuera a ese pueblo anfitrión al que se dirigía con matices discursivos de político en campaña. “Gracias, Ecuador, por la calidez, y por la calidad del trato desde el 6 de septiembre, cuando llegamos acá”, agregó.

Y, como todo líder que logra un éxito, enfatizó en su tropa. “Gracias a ellos”, dijo, señalando a los futbolistas. “Ellos son los verdaderos artífices de todo. Porque fueron capaces de creer. Porque tomaron la posta de muchos equipos que habían hecho historia en Ecuador, y les brindamos el tributo en la pared de la casa de la selección, donde están retratados los que hicieron historia grande de este fútbol”. El volumen y el tono de la voz del santafesino fueron subiendo. “El desafío era una pared negra, donde ellos tenían que colgar su cuadro en la historia. Para eso tenían que creer. Ellos creyeron desde el primer día. Se encolumnaron. Fueron pacientes. Fueron perseverantes. Pero fueron cazadores de utopías imposibles”, subrayó Alfaro. Y soltó más y más pasión declarativa: “¡Porque nadie creía en Ecuador, y hoy Ecuador está de pie! ¡Hoy Ecuador dice «presente» al mundo!”, clamó épico, en un clímax con los hinchas.

Su alocución se volvió más nacional, más patriótica. Un mensaje al pueblo, de parte de un Alfaro ecuatoriano con acento argentino. “Y como bien decían ellos, es el inicio de algo muy importante. El desafío es de 17.000.000 de personas. Nosotros somos los que van a llevar adelante la voluntad y los sueños de un país. Vamos a luchar por hacerlos felices, y si no podemos conseguir lo que el país quiere, vamos a dejar la vida para que sientan la dignidad de un grupo que se siente identificado con un bandera, con un escudo y con un himno nacional”, afirmó el ex entrenador de Boca, al borde del éxtasis.

Y cerró con un diálogo con sus muchachos, a la vista de miles en las gradas y millones en las pantallas.

–Como dicen ustedes en el vestuario: ¿quiénes somos?

–¡Ecuador!.

–¿Y a qué venimos?

–¡A ganar!

–¡A ganar, Ecuador!

La voz de Gustavo Alfaro ya estaba totalmente distorsionada, quebrada. Sus convicciones, en absoluto. La euforia no le obnubiló al DT las palabras, ni las ideas, ni los modales.

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