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Gustavo Alfaro todavía no es el DT que fue a buscar Burdisso para Boca
Cuando Nicolás Burdisso pensó en Gustavo Alfaro para comandar futbolísticamente esta etapa difícil de Boca pretendía, más allá de su personalidad para el manejo de los grupos y tener en cuenta los contextos para tomar decisiones, que los hinchas en la Bombonera dejen de ver un equipo de delanteros y se empiecen a identificar con uno más sólido y combativo, un equipo de mediocampistas. Tras la derrota sufrida ante River en Madrid, el manager pretendía más equilibrio futbolístico para la nueva etapa. Menos vértigo, más trabajo táctico y menos fanatismo por el ataque, además de agregarle al xeneize más dedicación a la búsqueda de goles de pelota parada, otro de los factores determinantes con los que se resuelven los partidos.
El estilo de juego que se pensaba observar era simple. Alfaro es de los entrenadores que suelen planificar bien los encuentros en función de las fortalezas propias y las debilidades que encuentra en el adversario de turno, pero sobre todo también le gusta practicar hasta jugadas preparadas de laterales ofensivos, para crear una situación de riesgo con apenas tres toques de ser posible. Hoy poco de todo eso se ve. Más allá de potenciar los recursos para hacer goles de córners, como hicieron Lisandro López ante Belgrano y Emmanuel Mas frente a Lanús tras asistencias de Mauro Zárate (en apenas 5 partidos, el xeneize hizo la misma cantidad de goles a balón detenido que los 14 dirigidos por Guillermo Barros Schelotto), Boca ofrece muchísimas ventajas defensivas y por momentos juega sin elaboración, sin nexos: el ataque queda librado a las resoluciones individuales de futbolistas más individualistas que complementarios, como Zárate, Tevez, Benedetto y Ábila.
Se sabe que desde el primer día Alfaro estuvo trabajando en los retrocesos, que intenta jornada tras jornada ajustar tácticamente las acciones defensivas, pero Boca ofrece muchas grietas por los carriles externos y también por los internos. Pero ante Atlético Tucumán, sorpresivamente (y tras recibir varios llamados de atención de la forma de atacar del conjunto de Zielinski), siguió defendiendo mano a mano atrás (Lisandro López e Izquierdoz ante Matos y Leandro Díaz) y el equipo visitante generó chances de gol con un pelotazo o un centro. Hay muchos entrenadores que todavía le tienen terror a aplicar la línea de 3 (para que dos tomen marcas y un restante sobre), no lo hacen ni siquiera cuando el desarrollo del partido los está alertando sobre eso.
En la previa se pensaba otra cosa. Si el de Guillermo Barros Schelotto era "el Boca de los delanteros", todo indicaba que -con orden y pragmatismo-, el de Alfaro tendería a ser más "el Boca de los mediocampistas", no tanto porque le guste un juego de posesión, sino por la batalla que tenía en mente dar en la zona desde la presencia de los volantes. Pero no. Es cierto que con Marcone y Campuzano intentó encontrarle una renovación a una zona que venía vapuleada con las salidas de Pablo Pérez, Barrios y Gago, pero otra de las decisiones que sorprendieron ante Atlético Tucumán (teniendo en cuenta el propio diccionario con el que se movió Alfaro en sus más de 25 años de carrera como DT) es cuando decidió jugar sin medio campo.
Si en el arranque del partido Boca comenzó con un 4-3-1-2, con Nández, Marcone y Reynoso; Tevez más suelto, más Villa y Wanchope arriba, con la inclusión de Zárate por Reynoso Alfaro terminó de romper la línea de volantes, pasando a jugar 4-2-4: Buffarini, Lisandro López, Izquierdoz y Junior Alonso; Nández y Marcone; Villa, Ábila, Tevez y Zárate. El descontrol de Boca surgió mucho antes del ingreso de Pavón por Villa (ST, 26m). Y no solo fue posicional, también hay desconciertos en cuanto al reparto de roles. Por eso se lo vio más de una vez a Nández intentando desbordar hasta el fondo por derecha o izquierda o siendo el uruguayo quien lanzaba pelotazos para los N° 9.
Siguiendo con su línea de pensamiento (y cómo sostuvo al colombiano Roa en Huracán), cuesta entender por qué Alfaro le dio tan poca confianza y respaldo a un Emanuel Reynoso que el mismo DT había rescatado del ostracismo y que, por características, es el único de los volantes (además de Marcone) capaz de conectar líneas entre las salidas desde el fondo y los delanteros. Bebelo puede ser intermitente para entrar en juego y algo perezoso para colaborar con la marca, pero es el que mejor juega colectivamente en la zona que arranca a 30 metros del arco rival. El descontrol de Boca comenzó en el primer tiempo, cuando buscaba atacar a los ponchazos, con más empuje que plan de juego. Para Alfaro fueron los mejores minutos de su gestión, aunque el segundo tiempo con Lanús fue mejor desde lo colectivo. Con Atlético Tucumán Boca pudo haber convertido más de un gol en esos primeros 45 minutos, pero también pudo haber recibido tres del equipo de Zielinski.
Alfaro arrancó con el pie izquierdo cuando dijo que Carlos Tevez era su bandera y lo sacó ante la primera irregularidad. Eso al grupo le hace ruido, incluso hasta los mismos compañeros que pensaban que Tevez no estaba en condiciones de ser titular, tomando como referencia sus actuaciones en los últimos meses. ¿Puede un técnico cambiar de opinión? Sí, aunque actuó demasiado apresurado con un jugador con la trayectoria de Tevez. Además, en estos primeros partidos, parece más preocupado en dejar a todos los futbolistas contentos con el reparto de minutos y haciendo cambios puesto por puesto que por reaccionar en función de lo que los contextos que los partidos le están ofreciendo. No se ven, por ahora, soluciones tácticas. Puertas para adentro afirma que Nández será fundamental para su esquema, aunque todavía no se termina de definir en qué rol lo piensa. Lo mismo sucede en la búsqueda para la recuperación "del mejor Pavón". Ni que hablar en la convivencia del "doble 9" Benedetto-Wanchope o en la titularidad de Tevez o Zárate.
El sistema 4-2-3-1, al que le dio más rodaje con el doble 5 Marcone-Campuzano (y ubicando por delante a Pavón-Tevez o Zárate y Reynoso; Benedetto) también estuvo lejos de ser el "equipo corto" que pretende Alfaro. Junior Alonso, jugando de lateral izquierdo, se proyecta pero no es para los compañeros alternativa de descarga. Almendra no parece ser el indicado para jugar "por afuera", pegado a la raya en un 4-4-2: se siente limitado por la banda y tapona al lateral de ese lado. La rotación le da oportunidades a todos, pero impide que se afiance un equipo. Y en el arranque de un ciclo, todo entrenador necesita avanzar sobre (al menos) una columna vertebral firme.
El Boca de Alfaro hoy defiende mal y no ataca bien. Se había apuntado que la transición del Mellizo a Alfaro iba a demorar mucho más que la que, en su momento, sucedió entre el Vasco Arruabarrena y Guillermo Barros Schelotto. Ahora había condicionamientos anímicos y diferencias de concepto. Pero el tema es que Alfaro no está siendo Alfaro, no termina de tomar la dirección en función a la coherencia futbolística que supo demostrar durante sus 25 años de carrera como entrenador. Hoy, más allá de los resultados, desde la toma de decisiones en el armado del equipo, el estilo de juego y los cambios, no es el DT que fue a buscar Burdisso. Y no hay nada peor para un DT que no ser fiel a sí mismo.
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