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Guillermo Burdisso: la lucha y los miedos de un guerrero que quiere volver al fútbol
Lleva puesta ropa cómoda, el día lo pide: es una jornada de mucho calor en Buenos Aires. Guillermo Burdisso es el anfitrión en la zona norte de Buenos Aires. La imagen del televisor devuelve un canal de golf. El defensor tiene 31 años y una buena trayectoria como futbolista. Tal vez por su bajo perfil pocos recordarán que jugó en Boca, Roma, Galatasaray e Independiente, entre otros. Si hasta jugó un partido en el seleccionado argentino que dirigía Diego Maradona y marcó un gol. En toda su carrera, el marcador central de Altos de Chipión, hermano de Nicolás Burdisso, secretario deportivo de Boca, tuvo desafíos muy complicados, pero hoy le toca el más duro: el 24 de julio pasado le detectaron una arritmia y su vida cambió. "Es de moderada a grave; de dos latidos, de cinco latidos", le cuenta a LA NACION. Su voz brinda seguridad, en plena etapa de estudios y recuperación.
Ceba mates. Pero no en cualquier mate: uno en el que tiene tallado los nombres de quienes integran su familia: Sofi, su esposa, Emma y Fran, sus hijos. Se acomoda en su silla y comienza el relato. Recuerda que recibió la noticia la recibió justo siete años después de haberse consagrado campeón con Arsenal, uno de los títulos que más recuerda de su carrera. "Ese día nos felicitaban a todos por aquél campeonato". De su mirada solo se desprende optimismo. No oculta sus miedos y transmite los aprendizajes que le va dejando la enfermedad que le toca atravesar.
–¿Cómo te descubren la arritmia?
–Sale en la revisión con San Lorenzo. Después, el club me dijo que fuéramos con otro especialista. Ellos me acompañaron. Los médicos me hicieron todos los estudios de nuevo y descubrieron que la arritmia era más grande. Le agradecí a San Lorenzo. Los llamé a Matías Lammens y a Juan Antonio Pizzi para agradecerles, y el resto lo seguí yo por mi cuenta. De todos modos, no había mucho más por ver porque ya estaba la arritmia.
–¿Cómo se portaron con vos desde el club?
–Lammens me llamó, primero, para decirme que me quería, luego para negociar porque había otros clubes que me querían. Después me manifestó que se había enterado de mi problema, que no iba a poder estar en el club por una cuestión obvia, y totalmente razonable, pero me dijo que el club estaba a disposición para lo que necesitara: cuestiones deportivas, médicos, ir a ver partidos, lo que fuera. Entonces, en ese momento le agradecí, lo mismo hice con Juan (Pizzi) que me llamó también porque me quería en el club. Ellos hicieron todo lo que tenían que hacer.
–Te habían dicho que tenías para tres meses de inactividad, ¿qué novedades tenés sobre la evolución?
–Se cumplieron los tres meses y ahora es una serie de estudios que tienen que ir saliendo bien para continuar con otros. Ya me hice dos exámenes que salieron bien, no salieron perfectos, pero sí bien dentro de las posibilidades; entonces, hay que hacer una o dos evoluciones más que si dan bien voy a tener luz verde para arrancar a reacondicionar mi cuerpo. Ahora no estoy haciendo nada de entrenamiento, entonces tengo que arrancar por ahí y después conseguir un club para volver a jugar.
–¿Qué tratamiento estás haciendo?
–El que me indicaron los dos cardiólogos con los que estoy es cero invasivo. Sólo tengo que descansar, relajar el corazón y desestresarme. Llevar una vida normal, pero sin el estrés del fútbol ni del alto rendimiento, ni el alto entrenamiento, ni de la intensidad. Entonces es lo que se buscó en estos tres meses para después volver a probar y ver si esa arritmia baja o desaparece, o si el corazón toma el tamaño normal de una persona común y no el de un deportista que está más atrofiado.
–Ya manifestaste que no estabas preparado para recibir la noticia, ¿cómo fue el proceso para asimilarla?
–No estás preparado porque dentro de todas las malas noticias nunca esa. Menos a esta edad, entonces, que me lo hayan dicho en un momento tan bueno de mi carrera, cuando pasaba de un club grande a otro club grande, fue un palazo duro. Al principio fue un bajón, pero enseguida llegué a casa y el ánimo de la familia, de los amigos, de excompañeros, de exentrenadores, de muchas personas que se acercaron y me brindaron su apoyo, me cambió el modo de ver las cosas. Igual que mucha gente que no estaba al tanto y que me seguía llamando para que vaya a clubes. Un poco me reía y les decía que salió lo de San Lorenzo y también lo de la arritmia. "Bueno, llamame que cuando estés bien que nosotros te queremos", me decían. Esas cosas también me daban mucha esperanza. Mi objetivo es claro: sé que la lucha es larga y que puede ser que sea mañana cuando tenga luz verde; pero también sé que puede ser dentro de un año o dos. El tema es estar convencido de volver a jugar. No hay que bajar los brazos.
–¿Estás preparándote por si este problema puede llegar a ser definitivo?
–No pienso en que esto va a ser definitivo porque así me digan que hoy no puedo, o en tres meses, o en seis meses, yo voy a seguir esperando o buscaré otra alternativa. Por ejemplo, si no se puede con este tratamiento, que no es invasivo, me opero. ¿Me tengo que resetear? Lo hago. Si tengo que buscar la alternativa, siempre y cuando sea respetando la vida y no poniéndola en juego, que es lo más importante, la voy a buscar, así tenga 31 años, 32, 33 o 34, porque no hay un límite en el que diga "ya esperé tres años, no puedo volver". Esto es lo lindo de ser joven todavía. También va a ser una cuestión de mi cabeza y de una lucha conmigo mismo para no bajar los brazos. Voy a seguir peleando así me digan que no una, dos o tres veces.
–¿Alguna vez negaste lo que te estaba pasando?
–No negué nunca el problema. Desde el primer momento estuve positivo. Siempre me puse un poco ansioso y optimista. Las sensaciones fueron de la mano. Ansioso soy de por sí, pero optimista normalmente no soy, pero últimamente me puse a pensar en que las cosas, a veces, se atraen, entonces espero que ahora, la primera vez que me van a decir sí o no, responder bien y tener en claro algo que me repito todos los días, así me digan hoy que no, que el objetivo es uno: el objetivo es volver a jugar. El camino puede ser este, aquel que es más largo, el más doloroso, pero todos me van a conducir al mismo destino: volver a jugar. Ese es mi sueño. Despedirme dentro de una cancha y que mi hijo me vea jugar. Son muchas cosas las que se juntan y las que me hacen empujar todos los días.
–¿Qué hacés para suplir esta inactividad física? ¿Qué te ayuda a despejarte?
–Al principio me dijeron que no podía hacer nada. La verdad es que me siento muy bien y que no siento ningún dolor ni debilidad. Entonces, me dije: "Necesito hacer algo". Me negaron hacer bicicleta porque no puedo hacer cardio, pero hay algo que me gusta y que puedo hacer sin problema: jugar al golf. Me pusieron un holter y, como no salió nada malo, si tengo dos horas, me voy a jugar al golf. Si tengo seis horas, me voy a jugar al golf. Es mi cable a tierra porque es un lugar donde me siento como si me iría al club para entrenarme. Practico un deporte que me despeja la cabeza. Pienso en otra cosa que no sean los problemas, y después vuelvo y sigo con mi rutina. Después, mi otra pasión siempre fue el tema de los vinos. Antes, al practicar todos los días y jugar, era un gusto que me podía dar después de un partido. Ahora lo disfruto mirando fútbol, en un asado, más en el día a día. Me gusta mucho el vino argentino, el malbec, el cabernet, los blend. Me gusta mucho diferenciarlo. Me interesan la procedencia y la historia. Entonces, el de los vinos es un tema que me gusta y me distrae bastante también.
–¿Cómo es el abrupto contraste entre la rutina que vos tenías de deportista profesional a, de repente, tener que hacer una vida más sedentaria?
–Lo disfruto mucho. Me levanto temprano. Nos dividimos con mi mujer las tareas de la casa, quién lleva a los chicos al colegio... voy al banco, hago la fila como uno más, voy al supermercado, cocino. Es una vida normal que antes me hubiese encantado poder hacerla porque es hermoso, disfruto de llevar a los nenes al colegio, de bañarlos todos los días. Antes no podía por mi trabajo. Hoy trato de disfrutar todo más y pienso que lo que me pasa es algo pasajero, que se puede acabar dentro de un mes o seis meses. Cuando vuelva a jugar ya no podré llevar a los chicos al colegio, pero lo disfruté. Cuando todo vuelva la normalidad, ya no estaré tanto tiempo en casa, pero habré disfrutado de mi familia, de cocinar. Lo estoy tomando por ese lado, no lo hice durante 15 años porque la profesión no me dejó y quizá no lo vuelva a hacer por seis o siete años más. Por eso lo disfruto ahora, de esa forma se hace más llevadero, pero obviamente extraño la rutina de ir a entrenarme, de cansarme, de volver y decir "trabajé".
–¿Qué aprendiste en este tiempo sin llevar esa rutina?
–Leí bastante. Muchos libros de historia y de biografías. Aprendí a estar más tiempo con mis hijos, porque había tiempo que no compartía con ellos. Por ejemplo, nunca había ido a una reunión en el colegio. Ni a una. Uno lo que más aprende es a ser paciente, aunque la ansiedad siempre está. No hay día en el que no me pregunte cuándo voy a volver. Ahora digo "voy a hacer esto y lo voy a hacer bien porque quizá mañana no lo pueda volver a hacer". También recuperé vida social, algo que no tenía y que necesitaba. La vida social de un futbolista está en el club, en tomar mates con los compañeros, en la concentración, pero fuera del club se te achica mucho, y más si sos del interior; acá no tenés amigos y, entonces, empezás a hacer amistades nuevas. A conocer gente nueva. Te das cuenta de que no termina ni empieza la vida en un club. Hay mucha más vida y muchas más personas que, por más que no sean futbolistas, están ahí para ayudarte.
–A veces, en su inocencia, los chicos dicen cosas importantes, ¿qué te enseñaron tus hijos?
–Hablé con mi hijo apenas llegué de hacerme el estudio, y de que yo le explicara con las palabras más claras posibles que no iba a poder jugar al fútbol por un tiempo, que el doctor me dijo que no iba a poder jugar por el corazón. Obviamente, le dolió. Yo estaba hecho pedazos. Él me abrazó y lo sintió, pero, enseguida, de alguna manera, me dijo: "Bueno, ahora vamos a jugar porque vos seguís siendo mi papá. No vas a estar mal todo el día". Me puse a jugar y, al rato, vino la más chiquita porque quería comer. Ahí te das cuenta de que para ellos sos lo que realmente sos, el padre, una persona, y no un futbolista al que ven por la tele, y que realmente los hacés feliz por otras cosas. Con esta profesión es difícil darte cuenta de eso, ya que mucha gente te idolatra tanto solo por salir en la televisión. Que mis hijos me hayan demostrado eso diciéndoles que no iba a poder hacer lo que mi hijo hoy sueña ser, en verdad, me ayudó mucho a cambiar.
–¿Desde qué lado te apoya Nicolás en su papel de hermano?
–Nico estuvo siempre. Desde el primer día se interesó, desde que salió mal la revisión médica, desde el segundo estudio me acompañó, siempre estuvo para ayudarme y para acompañarme. Él me alentó desde el primer día. Es de esas personas que siempre tienen la palabra justa en el momento justo, capaz que no aparece una semana, pero cuando aparece, te dice dos cosas que te cambian, que te levantan de la nada, porque uno a veces no las ve. Él tiene muchísima claridad. La tiene para hablar, para su trabajo, para todo... y me ayudó mucho.
–¿Tenés miedo?
–Al principio tuve mucho cagazo (se ríe) porque no sabía la verdadera gravedad del problema. Pensé que era algo muy grave; que a lo mejor me iba a pasar algo durmiendo o que subiendo una escalera iba a tener problemas. Los doctores son muy fríos para hablar y no sabés cuánto creerle y cuánto no; entonces, al principio, pensé que me podría haber pasado el día anterior cuando estaba corriendo por mi cuenta. Los médicos fueron claros cuando les expuse esa preocupación. "No. Vos podrías jugar un partido tranquilo porque lo jugaste hace dos semanas, pero acá hay un estudio que salió mal y corrés un riesgo, pero quedate tranquilo que para la vida normal no corrés ningún riesgo. Sos alguien súper sano y, si tenés arritmia, es cuando tocas las 180 pulsaciones", me dijeron. Pero bueno, en ese momento de inconsciencia o de algo nuevo, me asusté y pasé dos días sin dormir.
–¿Qué significó el saludo de Diego Maradona?
–No me esperaba el saludo de Maradona, más allá de haber compartido con él en la selección, porque el Diego se expresa en los problemas más grandes, en la política, en los presidentes y que se haya tomado dos minutos para hacer un video y que hablara tan claro como habló... Dijo las palabras justas y me emocionó, algo difícil en mí. En ese momento estaba en mi pueblo, ya había pasado el torbellino, estaba todo más tranquilo. No te digo que se habían olvidado de mí, pero... de la nada aparece un personaje único, un ídolo, y salta con un video así... lo que hace es agregar una línea más de batería todos los días para seguir empujando. Ojalá algún día me lo vuelva a cruzar para agradecerle y decirle que su mensaje tuvo mucho que ver en el día a día.
Otros casos similares
Iker Casillas decide el futuro. Es uno de los casos más recientes de problemas cardíacos. El 1º de mayo de este año, durante un entrenamiento en Porto, el arquero español, de 38 años, sintió un fuerte dolor en el pecho. Luego se le detectó un infarto agudo de miocardio y se le realizó un cateterismo. Seis meses después regresó a los entrenamientos en la pretemporada del club portugués, pero recién en diciembre próximo decidirá si continúa jugando al fútbol. Por eso Porto contrató en el último mercado de pases al argentino Agustín Marchesín, procedente de América, de México.
Thuram debió retirarse en 2008. El defensor francés, campeón del mundo y de Europa con Francia, tuvo que abandonar el fútbol a los 36 años por una malformación cardíaca detectada antes de ser contratado por Paris Saint Germain, en junio de 2008. Luego de una de las tantas revisiones médicas, Thuram, por entonces en Barcelona, declaró: "No estoy enfermo, pero el corazón está dilatado".
Carvajal se recuperó. El actual futbolista de Real Madrid Dani Carvajal también pasó momentos complicados. A fines de septiembre de 2017 sufrió un proceso viral que le afectó el pericardio. Una inflamación de la pared cardíaca, derivada del mismo virus, lo obligó a dejar de jugar al fútbol por dos meses. Pudo volver a la actividad a principios de 2018. Sigue en el club merengue.
Ángel Correa, problema superado. El futbolista de Atlético de Madrid también tuvo que dejar de jugar en junio de 2014 por una afección cardíaca. Correa fue operado del corazón para quitarse un quiste que tenía en el ventrículo izquierdo. Todo salió bien y, seis meses después, volvió a entrenarse con los colchoneros.
Marcelo Bravo abandonó la actividad. Una hipertrofia cardiovascular le puso fin a su breve carrera profesional, con apenas 20 años. Bravo tuvo su despedida, sin saberlo, ante Gimnasia (LP), el sábado 20 de agosto de 2005, en un partido en el que Vélez ganó por 6 a 0. Bravo había sido figura esa noche, con un gol y dos asistencias. Días después le detectaron el problema cardíaco y nunca más volvió a jugar oficialmente. Hoy es entrenador de divisiones inferiores en el club de Liniers y ya consiguió un par de títulos. "Hasta el día de hoy me pregunto por qué", le diría a LA NACION diez años después del retiro.
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