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Guillermo Barros Schelotto DT de Boca: qué tiene para ganar y qué para perder en caso de ser elegido y aceptar el desafío
Tanto Riquelme como el Mellizo parecen necesitarse; para Guillermo sería su regreso luego de su ciclo entre 2016 y 2018 y una eventual “revancha” contra Gallardo
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“Quiero irme en paz, no quiero tener razón”.
El 13 de diciembre de 2018, cuatro días después de la histórica final en Madrid, Guillermo Barros Schelotto decidía ponerle fin a su etapa como técnico de Boca. “En algún momento nos volveremos a cruzar. El tiempo dirá. Cuando me fui como jugador no sabía que iba a volver como entrenador”, prometió, al borde de las lágrimas, en una emotiva conferencia en la Bombonera. Seis años después, el Mellizo encabeza la lista de candidatos de Juan Román Riquelme para vestir nuevamente el buzo azul y oro.
Sin trabajo desde septiembre de 2023, está dispuesto a escuchar ofertas y no descarta volver a Boca a pesar del enorme desafío que implicaría para su carrera. Su relación con el hincha, el vínculo con Román y el Consejo de Fútbol, las características del plantel y la zanahoria del Mundial de Clubes 2025 son algunos de los aspectos que tendrá en cuenta Schelotto a la hora de tomar una determinación. Por lo pronto, aguarda el llamado desde Los Ángeles para conocer de primera mano las intenciones de la dirigencia.
Guillermo ya dirigió a Boca entre 2016 y 2018. Ganó dos ligas (2016/17 y 2017/18) y obtuvo el 62% de los puntos. Sin embargo, su ciclo quedó marcado a fuego por las finales perdidas con River, el rival al que más veces enfrentó durante su período como DT del Xeneize: cayó en la Supercopa 2018 en Mendoza y en el partido de todos los tiempos en el Bernabéu, una serie en la que Boca logró estar tres veces arriba en el marcador. Aquella dolorosa derrota con el Millonario aceleró su salida del club, pese a que llevaba ya tres años en el cargo y su idea era dar un paso al costado tras una eventual participación en el Mundial de Clubes. Las caídas ante el rival de toda la vida desgastaron su imagen ante los hinchas y el propio Schelotto entendió que era hora de tomar otros rumbos.
Dirigió a los Ángeles Galaxy entre 2019 y 2020 y luego al combinado guaraní entre 2021 y 2023, donde no cumplió los objetivos. El tiempo fue sanando las heridas y hoy Guillermo lidera las encuestas para calzarse el buzo de DT, por encima de Fernando Gago, Cristian González, Rodolfo Arruabarrena, Gustavo Quinteros y Eduardo Domínguez.
Las experiencias de Boca con Gustavo Alfaro, Miguel Russo, Sebastián Battaglia, Hugo Ibarra, Jorge Almirón y Diego Martínez revalorizaron el ciclo de Guillermo y lo ubicaron como el mejor entrenador de Boca en la última década. Aun así, habrá que ver si el Mellizo está dispuesto a poner en riesgo parte de la idolatría construida, sabiendo que las oportunidades en Boca son escasas y que, de acuerdo a los resultados, puede no haber una tercera vez. A su favor, con Marcelo Gallardo nuevamente en la vereda de enfrente, podría tomarse revancha de las eliminaciones coperas en un hipotético cruce de Libertadores o mismo en el Mundial de Clubes de 2025.
En varias ocasiones, Guillermo declinó ofertas de equipos argentinos y del exterior porque prefería no dirigir planteles armados por otros técnicos. La única excepción en su carrera fue justamente Boca, donde asumió en febrero de 2016 con dos clásicos por delante: Racing por Libertadores y River por el torneo local. Aquel Boca de Arruabarrena venía de caer 4-0 con San Lorenzo en la Supercopa Argentina y había sumado apenas dos victorias en el inicio de la temporada. Guillermo había finalizado su vínculo en Lanús y había vuelto a la Argentina tras un efímero paso por Palermo de Italia, donde duró solo un mes en el cargo por no contar con la habilitación pertinente.
Hoy su carrera viene en baja tras su etapa en una liga emergente como la MLS y su paso en falso por Paraguay (cuatro triunfos en 17 partidos), por lo que difícilmente encuentre un desafío más promisorio que volver al banco de la Bombonera. 2025 será además el año más importante de la gestión Riquelme, ya que el técnico conducirá al equipo en la Libertadores (en caso de clasificarse) y también en el Mundial de Clubes. Un reto exclusivo para entrenadores con espalda. La misión exige temple y muñeca sensible para reactivar un grupo de jugadores cuestionados.
Guillermo dirigió dos Libertadores en Boca y una vez llegó a la final. Fue eliminado en semifinales de 2016 por Independiente del Valle y cayó con River en Madrid. En nombres, el plantel actual es inferior al del inicio de su ciclo (Tevez, Gago, Orion, Fabra, Lodeiro, Pavón, Benedetto, Osvaldo) y al de la final en el Bernabéu (Tevez, Benedetto, Nández, Barrios, Andrada, Villa). Pero la exigencia es la misma y la coyuntura (cuándo no) exige resultados inmediatos. Aún sin fecha confirmada, el primer escollo para el nuevo DT será el cruce de la Copa Argentina con Gimnasia La Plata, una final en sí misma que puede acercar a Boca a la Libertadores 2025 o dejarlo prácticamente afuera del máximo torneo continental.
El Mellizo, se sabe, mantiene una relación “de respeto” con Riquelme, pero jamás fue amigo del 10 ni compartió momentos fuera del terreno de juego. Ladero de Martín Palermo, no fue invitado a la despedida de Román (sí asistió Gustavo) y casi no han tenido diálogo desde que ambos se retiraron del fútbol. Fueron compañeros entre 1997 y 2002 y luego tres partidos en 2007, antes de que Guillermo emigre a Estados Unidos. Y luego coincidieron en algún que otro evento. A diferencia del Titán, y a pesar de su estrecha relación con Mauricio Macri, el Mellizo se mantuvo al margen de la interna política y no jugó activamente de las elecciones en el club. Sin embargo, Guillermo continúa identificado con la figura del expresidente (hasta lo ha visitado en la Casa Rosada) y eso podría restarle puntos en la carrera hacia el banco. Habrá que ver, incluso, qué postura adoptaría Macri si Schelotto acepta negociar con Riquelme.
En su primera etapa como DT, Román supo ser muy crítico con el nivel del Boca de Schelotto: “A Guillermo lo aguantamos más por lo que fue como jugador. Si Arruabarrena pasaba por esta situación tal vez hoy ya no era más el técnico”, disparó en marzo de 2017. El ídolo, transita un difícil momento como presidente de Boca y Guillermo podría ser su salvavidas político de Román de cara a las elecciones de 2027, cosa que a Macri no le haría demasiada gracia.
Pero hay otra cuestión de fondo que pondría puntos suspensivos a un posible acuerdo con el Mellizo: el rol del Consejo de Fútbol. Guillermo rechazó históricamente la figura del manager y eligió vincularse de manera directa con los presidentes de los clubes. Juan Simón, quien era director deportivo de Boca durante la era de Rodolfo Arruabarrena, dejó el club pocos meses después de la llegada de Schelotto. “Lo mejor era dar un paso al costado. Al principio teníamos diálogo con Guillermo, después dejamos de tenerlo. Se puede ser manager hasta donde te permiten”, explicó el hoy comentarista deportivo. Nicolás Burdisso asumió en su lugar cinco días después de la despedida del Mellizo.
Guillermo no tiene mala relación con ninguno de los miembros del Consejo, con quienes compartió plantel en Boca en distintas etapas de su carrera (Raúl Cascini, Marcelo Delgado, Mauricio Serna y Jorge Bermúdez). Sin embargo, prefiere no compartir sus decisiones ni sus gustos futbolísticos con personas externas a su equipo de trabajo.
Exigencias de un técnico ganador que van mucho más allá de los números de un contrato.
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