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Gritos en el silencio, padres "presos" y runners por la vereda: la noche más insípida de la historia del Monumental
"¡Eh! ¡Metela al área", le grita Rafael Borré a Enzo Pérez intentando conectar una pelota que nunca llegó. "¡Noooo!", se escucha desde el campo y se replica en el palco de prensa luego de que Ignacio Fernández desperdicia una oportunidad de gol increíble con el arco a su merced. "¡Nacho! ¡Nacho! ¡Nacho! El cinco, el cinco", le ordena Leonardo Ponzio al propio Fernández, mal parado en un contragolpe rival. "¡Se te está yendo el partido de las manos", le reprocha Franco Armani al árbitro venezolano Alexis Herrera en los minutos finales. Así, decenas de gritos se replican en un estadio Monumental vacío, triste, desconocido: "¡Dale, dale!", "¡Solo, solo", "¡Dale, che!", "¡Ey, vamos!", "¡Bueno, bueno!", "¡Bien, bien!", "¡Eh, eh, acá, acá!".
Fue una jornada tan extraña como única e indescriptible. Desde su inauguración en 1938, es la primera vez que el Estadio Monumental alberga un partido oficial de River a puertas cerradas, debido a la sanción que la Conmebol le impuso por dos encuentros -se repetirá con Alianza Lima el 11 de abril- tras el bochornoso 24 de noviembre con incidentes y desmanes en la fallida final ante Boca que se mudó a Madrid. Y la noche del 13 de marzo de 2019 en la que River y Palestino empataron 0-0 por la segunda fecha de la Copa Libertadores será recordada por siempre por sus tintes oscuros: el fútbol sin público no sabe a fútbol. El silencio no es su idioma.
Tan solo unos pocos privilegiados pudieron disfrutar de un partido desolado: 70 miembros de cada delegación (incluyendo jugadores, cuerpo técnico, personal médico, restantes oficiales y directivos), 20 directivos o miembros de la AFA, alrededor de 200 periodistas acreditados, los fotógrafos autorizados por ARGRA, el personal técnico encargado de la transmisión televisiva, 12 alcanzapelotas -entre los que se encontraba Matías Gallardo, el hijo más chico del DT Marcelo Gallardo, que volvió a ver todo desde un palco y cumplió su supensión-, personas que trabajaron en la infraestructura del estadio (iluminación, limpieza, etc.) y policías y empleados de seguridad (el operativo tuvo apenas 150 efectivos de la Policía Federal).
Según pudo saber LA NACION, solo ocho directivos de River -entre los que se encontraban el presidente Rodolfo D'Onofrio más los vicepresidentes Jorge Brito y Stéfano Di Carlo-, más el manager Enzo Francescoli, estuvieron presentes en el Palco de Honor para ver el partido, ya que priorizaron los cupos disponibles para la totalidad del plantel, cuerpo técnico y médico.
Afuera, las calles de Núñez que rodean al Monumental tenían hasta menos movimiento que un miércoles normal, ya que el estadio fue desalojado cinco horas antes del inicio del encuentro. Así, los colectivos 28, 42 y 109 tranitaron normalmente por la puerta de la cancha, ante la atónita mirada de muchos de los pasajeros que quizás intentaban comprender por qué estaban todas las luces prendidas si no había hinchas alrededor; los runners pasaban corriendo para cumplir con su actividad física sin desviar su camino ya que no hubo ni un solo corte, mientras del otro lado los futbolistas hacían la entrada en calor; y tan solo algunos patrulleros vigilaban una zona más que tranquila, con tan solo algunas camisetas o camperas que se paseaban por Udaondo y Avenida Libertador, lejos del ingreso ubicado al cruzar la esquina de Figueroa Alcorta.
Un día más, común y corriente, salvo en el anillo del Monumental, con un vacío absoluto que contrasta con lo que suele ser una tarde noche habitual. Así, en medio del silencio, los gritos de un grupo de niños irrumpieron la escena, potenciada por los padres que no querían perderse la posibilidad de retratar con una foto o video un momento único: eran los 22 pequeños que fueron sorteados por el banco auspiciante del torneo para acompañar a los jugadores en la salida al campo de juego.
"Estamos como presos, no podemos hacer nada. Solo esperar acá, ir al baño y nada más", dijo una madre mientras su hijo se divertía en el sector de cumpleaños para los más chicos que tiene el Monumental, con pelotero y diversos juegos incluidos. Ni siquiera ellos pudieron ver el partido: una vez que los niños cumplieron su tarea, se reencontraron con sus familias y emprendieron el regreso, ya que no tenían permitido quedarse en el estadio.
Cuando ambos planteles finalizaron la entrada en calor en el terreno de juego, en la que se se escuchó cada grito y cada golpe a la pelota, a las 21.20 aparecieron los 22 niños de la mano con su camiseta roja por la Puerta Maratón, ubicada debajo de la cabecera Sívori, y se posicionaron al costado de los bancos de suplentes para esperar su momento soñado. Dos minutos más tarde, el sonido de la voz del estadio rompió la calma de la noche para anunciar las formaciones de los equipos y la terna arbitral: "Bienvenidos al estadio Monumental. Hoy se enfrentan, por la fecha 2 de la Copa Libertadores, River Plate y Palestino de Chile".
Al terminar su labor, repleta de eco y sin estar acompañada por las imágenes ya que la pantalla gigante nunca estuvo prendida, apareció la música oficial de la Libertadores mientras ambos equipos salían por sus túneles correspondientes, con algunos aplausos aislados desde el palco oficial cuando apareció el Millonario. Saludo entre los futbolistas y los árbitros, fotos protocolares, sorteo con los capitanes y a pararse para jugar, con arenga previa de los jugadores chilenos. "¡Dale, dale, dale!", gritó el arquero Ignacio González antes de romper el círculo que habían formado abrazados.
Al minuto de juego, un tiro libre que cayó al área de River fue el presagio de lo que sería la noche: decenas de onomatopeyas al aire en una protesta por una supuesta mano. "¡Eh, eh!", gritaron al unísono todos los jugadores millonarios, a la espera del fallo del árbitro Herrera. Y así se fueron dando los 90 minutos, como si fuera una práctica en el predio de Ezeiza, pero relatada por las distintas radios que transmitieron en los pupitres al aire libre y le pusieron voz y color a una noche quieta. Es más, hasta algunos periodistas partidarios se animaron a gritar cada tanto para aprobar o reprobar algunas situaciones.
El empate final fue tan magro como el escenario. El Millonario no pudo hacer valer el agónico empate que consiguió ante Alianza Lima en su debut en Perú y sus hinchas no pudieron estar cerca, debiendo seguir todo por televisión. La situación se repetirá el próximo 11 de abril frente al equipo peruano por la cuarta fecha. Y el fútbol, por un rato, volverá a ser insípido.
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