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Gio Simeone, en la selección y con los pies en la tierra: "Hay un entorno que a los futbolistas nos quiere hacer creer que somos invencibles"
Nació en Buenos Aires, pero vivió muchos años de su infancia en Europa por el trabajo de su papá. Y le gusta la idiosincrasia italiana. Heredó de su padre la pasión para la pelota; de su tía, la curiosidad intelectual. No la esconde, como tampoco que pertenece a un sector privilegiado de la sociedad. Sin embargo, desde chico aprendió a borrar estereotipos. Giovanni Simeone (25) parece un puente entre dos mundos. "Cuando era chico mi tía me regalaba libros y cosas para leer. Me llevaba a teatros y a conocer museos. Y, ahora, cada vez que voy a una ciudad, me meto en algún museo. No sé mucho, pero me gusta", explica el delantero del Cagliari, hoy en la selección argentina, en diálogo con LA NACION.
El hijo del Cholo necesita agitar los pies, pero también la cabeza. "Más allá de la curiosidad que cada uno pueda tener, más allá de lo que significa aprender cosas nuevas, me parece que el hecho de estudiar, leer y conocer te hace crecer. Hace que siempre estés dándole de comer a tu cerebro", cuenta Gio Simeone. Un estilo de vida, una receta en la cancha. "En la previa de un partido, cuando te pasás tres días encerrado en la habitación, sin hacer nada, vas a jugar y tu cerebro está apagado. Y en la cancha tenés que tener la cabeza activa", reflexiona el 9. Y revela su fórmula: "La podés activarla jugando a la Play, pero como a mí no me gusta tanto, prefiero aprovechar ese tiempo para aprender otras cosas".
—Pertenecés a una generación que no mira partidos de fútbol.
—Sí. En el caso de los futbolistas, me cuesta entenderlo un poco más.
—¿Por qué creés que pasa eso?
—Tiene que ver con la tecnología. Todo es fácil con el teléfono. Y nos quedamos un poco como boludos con el teléfono, con la televisión y con la PlayStation… Me ha pasado de estar con compañeros y debatir entre mirar un partido y jugar a Play. Muchos prefieren la Play.
—¿Te molesta?
—No, no me molesta. Pero a mí me encanta ver partidos de fútbol. Me pasó de llegar a un entrenamiento y preguntar: "¿vieron tal partido?" Y que me contestaran: "No, ¿qué pasó?".
—¿Esa pasión la heredaste de tu viejo?
—Puede ser, mi viejo es terrible. Creo que cuando tenés una pasión así, en cualquier cosa no tiene porque ser el fútbol, te hace sobrepasar tus límites. No te afecta el sacrificio y lo más importante, no te afecta el peso de cuando las cosas van mal. Yo amo el fútbol. Y cuando algo no me sale bien, no puedo dejar de pensar en el fútbol. Entonces, cuando me despierto a la mañana ya tengo ganas de volver entrenar. Así todo el tiempo. Me levantan las ganas de jugar, las ganas de crecer.
—Sos un futbolista atípico. Por tus intereses, pero también por pertenecer a un determinado sector socio-económico. ¿Eso también puede llegar a ser difícil?
—Cuando era chico la pasé bastante mal. La situación económica de muchos chicos no era la misma que la mía y eso generaba una distancia. La sufrí mucho.
—¿Qué hiciste?
—Trataba de ser yo mismo y mostrarles a mis compañeros que las mismas ganas que tenían ellos las tenía yo. No importaba si yo llegaba de un lugar y ellos de otro. Pero también hay que saber adaptarse a todos los contextos. Yo no iba a los entrenamientos con ropa de Dolce & Gabbana. Iba vestido con ropa de entrenamiento. Lo hacía porque soy así, no me interesan esas cosas. Me gustan las personas, no me importa si tienen plata o no. Eso me ayudó porque mis compañeros entendieron que, en esencia, era como ellos. Es un mensaje muy bueno, para mí y para todos: somos todos iguales, no importa donde juegues ni lo que tengas.
—¿Con los entrenadores era complicada la situación porque tu viejo es quién es?
—No, para nada. No lo era antes y tampoco lo es ahora. Mi viejo ayuda en otras cosas. Me dice si me ve pesado o en buen o mal estado de forma. No es muy táctico. Busca mejorarme en un plano personal. Él piensa que es el técnico el que me tiene que decir lo que tengo que hacer. "Anda a preguntarle a tu entrenador. Para que te voy a poner cosas en la cabeza y después el técnico quiere otra", me dice. Nunca se metió y siempre me dijo que tengo que escuchar. Para crecer hay que escuchar.
—¿Pero hablan de fútbol?
—Claro. Por ejemplo, en la cuarentena no sabía que hacer y un día hablando con mi viejo le pedí que me pasara los vídeos de sus entrenamientos. Quería ver cómo se movían los delanteros del Atlético. Soy un tipo que en el afán de ayudar al equipo, a veces, puedo correr demasiado. Y quería ver como se movían sus delanteros. Y así fue. Aprendí un poco de sus jugadores.
—Según contaron Leo Messi y el Kun Agüero, cuando eran chicos para sus padres siempre jugaban mal. ¿Cómo era tu viejo con vos?
—Siempre positivo. Su personalidad es así. Puede perder 3-0 y siempre busca mirar lo bueno. Cuando pasa algún partido, haya jugado bien o mal, él siempre se focaliza en lo positivo. Siempre para adelante. Tener una persona así, sobre todo si es tu papá, ayuda. El que siente que tengo que mejorar soy yo.
Goles, pasión y la convivencia con Messi
A los 13 años, Gio Simeone se tatuó el logo de la Champions. "Cada tanto lo voy mirando", cuenta. Todavía no debutó en la Liga de Campeones, pero tiene a la Orejona entre ceja y ceja. "Me voy a besar el tatuaje cuando haga mi primer gol". Después de su paso por River (cuatro goles en 30 partidos) y Banfield (12 en 34), se fue al fútbol italiano. En su primera campaña, con la camiseta del Genova, firmó 14 tantos. Suficiente carta de presentación para que lo comprara la Fiorentina por 12 millones de euros. En la casa de Batistuta autografió 22 goles y repartió 8 asistencias en 80 duelos. En último mercado de invierno italiano, apareció el Cagliari con un proyecto ambicioso. No dudó y se mudó a la Cerdeña. Sin patear penales, cerró la pasada temporada con 12 goles. El máximo anotador argentino en la Serie A fue Lautaro Martínez (14, dos penales), Paulo Dybala firmó 11 (1). "Lautaro lo hizo bárbaro porque es un jugador bárbaro. Y de eso no hay ninguna duda. No es fácil hacer 14 goles como hizo Lautaro ni 12 como hice yo. Siento que estoy haciendo las cosas bien".
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—Maradona salió goleador de la Serie A con 15 tantos.
—En Italia no te regalan una. Mi viejo, cuando yo era chico, me decía que tenía que ir a Italia a aprender un año y que después, por mis cualidades, me tenía que ir a España o a Inglaterra. El fútbol acá es muy difícil. Un gol en Italia vale el doble que en cualquier otro lado. Pero a mí me encanta Italia. Me siento parte de toda esta cultura de la pasta, de la pizza… Mi novia es italiana. Los argentinos somos tanos, los gestos, los gritos en la mesa, la pasión, somos iguales…
—Me hablás de la pasión, ¿cómo es jugar sin público? Ahora les va a tocar una Bombonera vacía.
—La Bombonera vacía… Jugar sin gente es una sensación rara. Igual, cuando empieza el partido, no siento a la gente. Se convierte en algo entre la pelota y yo. No hay otro pensamiento. El juego no me lo permite. Me siento tan presente en el partido que no tengo otro margen para un pensamiento externo.
—Ese parece un comportamiento más típico de un defensor o de un volante que de un delantero que se suelen desconectar más.
—Sí, puede ser. Hay un montón de cosas que trabajo fuera del fútbol.
—¿Por ejemplo?
—Hago técnicas de respiración, visualización y meditación. Me ayuda mucho en el fútbol. Además, me sirve en la vida, para sentirme bien y equilibrado. Creo en las energías y si yo me siento bien, las cosas vienen bien. Trato de buscar esto.
—Entiendo que visualizás la selección, algo que seguramente también lo llevas en el ADN. Tu papá jugó 104 partidos y se desesperó por llegar al Mundial de Corea y Japón después de romperse la rodilla. Tu vieja le ponía las canciones de Rocky.
—Lo de las canciones de Rocky me lo estás contando vos y te juro que se me pone la piel de gallina. Desde chico escucho esas canciones y nunca había entendido por qué me gustaba tanto. Jugar en Argentina es único. Hablo con mis amigos y ellos me preguntan como es la sensación de estar en el entrenamiento. Pero para mí no es solo ir a entrenar. Es todo, es ya dormir con la camiseta de la selección. Bañarte y pensar en que sos jugador de selección. Eso de sentirte jugador de selección es un regalo. Es un premio que me gané. Y ahora es cuando tengo que dar todo. No existe ningún espacio para la no motivación.
—Ganaste el Sudamericano Sub 20 en Chile y jugaste el Mundial Sub 20 de Nueva Zelanda en 2015 y los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016, pero tu generación no se terminó de consolidar en la mayor.
—En el Sudamericano, que anduvimos muy bien, estaba Ángel Correa. Ahora no está convocado, pero en las últimas sí estuvo. En los Juegos estuve con Lo Celso. A casi todos los conozco de jugar en contra. Pero es verdad que no tuvimos tanta repercusión.
—¿Cómo es esta nueva generación?
—No la puedo comparar con la anterior porque no la conocí. Sí te puedo decir que este grupo es muy fuerte. Y es unido. Estamos siempre juntos, jugamos al truco, tomamos mate… Tengo la sensación, si lo comparo con otros equipos en los que estuve, que este grupo es muy fuerte. Creo que la virtud de este plantel es la calidad humana.
—¿Cuál es la responsabilidad Scaloni, Ayala y Samuel en que se haya generado esto?
—Toda. Influyen mucho en el grupo, buscan que estemos siempre unidos. Me da la sensación de que piensan mucho en cómo hacer grupo. Eso es muy importante, sobre todo en la selección.
—¿Y Messi? ¿Qué tal es?
Lo conocí este lunes. Me pareció una persona trasparente, tranquilo. Muy humilde. Se queda con nosotros. No sé… Es un tipo que, con lo grande que es, se comporta de una manera muy normal.
—Independientemente de Messi, que su caso es singular. ¿Se puede ser normal en el mundo del fútbol cuando ustedes transitan por escenarios anormales?
—Hay un entorno alrededor de los jugadores que a veces nos quiere hacer creer que somos invencibles. Me parece que esa humildad que tiene Messi habla muy bien de lo grande que es como persona. Eso es más importante que cualquier otra cosa. No creer tanto en lo que la gente te dice y mantener los pies en la tierra.
—¿Para qué está esta selección?
—No tiene límites. Es un grupo joven, con mucha proyección. Hay mucho para crecer y jugadores con mucha calidad. Además, hay algo más: hay pasión. Y eso hace la diferencia.
—¿Cómo ves las eliminatorias?
—Me parece que a Uruguay en estas eliminatorias le puede ir bastante bien. Tiene muchos jugadores jóvenes y buenos, que se conocen hace bastante. Y Brasil todos sabemos lo que es.
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