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Gimnasia y su sentimiento por Maradona: un amor que quedó estampado en el club y guardado en los corazones
El Lobo, a Diego, lo siente propio; “fuimos su última casa y eso es para siempre”, repiten los hinchas triperos, sonrientes y orgullosos; un romance sin fecha de vencimiento
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LA PLATA.- “8 de septiembre de 2019 Diego Armando Maradona pisa por primera vez su templo definitivo”, sentencia un mural que se ubica en el estadio de Gimnasia. Uno de los tantos. Es que el Bosque se llenó de Maradonas. Están por todos lados: en el paredón externo, en la tribuna, adentro de la cancha, en la zona de los vestuarios...
Todo comenzó en 2019. Si bien la noticia se confirmó el 5 de septiembre, el día decisivo para este amorío se dio tres jornadas después cuando Diego fue presentado ante la gente. Los que estuvieron ahí enseguida percibieron algo: se necesitaban. Maradona precisaba ovaciones en castellano y al Lobo le urgía una alegría grande.
Resultó un pacto en el que las dos partes salieron ganando: Diego retornó a su país tras muchos años en el extranjero y para Gimnasia (herido deportiva e institucionalmente) representó una satisfacción fundamental para reaccionar. Un resurgir para ambos.
“Ese día la ciudad fue testigo de un despliegue popular callejero pocas veces visto. Hasta las estatuas cobraron vida, se pusieron el piluso desteñido y salieron corriendo a 60 y 118, para sumarse a la peregrinación de veinticinco mil almas que no querían perderse el regreso del mesías al césped verde, esperando que obre algunos de los milagros de otro tiempo”, describen Gisele Ferreyra y Julián Barbetti en el libro La última pasión de Dios, sobre aquel 8 de septiembre de 2019. Un día que para los triperos es todos los días.
“Viví muchas cosas hermosas, pero cuando salí a la cancha creí que el corazón se me iba a reventar”, confesó Maradona aquella tarde.
De ahí en adelante todo fue intenso. Vertiginoso. En 14 meses y medio pasó de todo: la mala racha inicial, las goleadas de visitante, su renuncia, la movilización de los hinchas para que cambiara de opinión, su vuelta, el apoyo a Gabriel Pellegrino en las elecciones del Lobo, sus llamados para reforzar el plantel, el triunfo agónico ante Independiente, su paso por la Bombonera, la pandemia que frenó todo, el alivio con la cancelación de los descensos, la renovación de su contrato, la desafortunada aparición en su cumpleaños 60, la internación, el hematoma subdural, los miedos, su fallecimiento. La síntesis no alcanza ni sirve para describir lo que vivieron los simpatizantes de Gimnasia.
Tampoco aporta demasiado la estadística de los 20 partidos que él dirigió: 7 victorias, 5 empates, 8 derrotas y una efectividad del 43,33 por ciento. Lo que dejó Diego fueron instantes. Instantes efímeros y eternos.
“Fue una alegría indescriptible. Yo pensaba que en el exterior estaba olvidado y que nos elija para su vuelta a la Argentina fue una felicidad inmensa. Al principio nadie lo creía y al final se dio. Son momentos que no se olvidan más. El domingo de su presentación, con las tribunas llenas para ver un entrenamiento, es un día inolvidable que siempre quedará en el recuerdo. Nadie va a poder quitar a Maradona del Lobo ni de su historia. La última vez que pisó una cancha fue la del Bosque, así que estoy agradecido de por vida”, expresa Facundo Bonetto, hincha y socio de Gimnasia.
El técnico –que era más que un técnico– enamoró a los simpatizantes y también modificó la escenografía de la institución. Tanto el estadio como el predio de entrenamiento lucen rostros del 10. La maradonización del club. El que más aportó a esta transformación fue Mauro Valenti, un artista tripero que realizó varios murales en la cancha. “Tenerlo con nosotros fue como estar en Disney con 8 años. Fue una cosa de locos y ahora es eternamente nuestro. Las últimas millones de fotos que le sacaron son con nuestro escudo y eso es algo que no se puede negar ni esconder. Lo tuvimos acá, lo tenemos acá y lo vamos a tener acá. Además, para mí fue todo ideal porque gracias a su llegada pude combinar mis pasiones: el fútbol, el Lobo, Diego y el arte”, le cuenta Mauro a LA NACIÓN.
Gimnasia es un club y Maradona fue un ser humano; trascendental, pero un ser humano. Sin embargo, aquel 8 de septiembre el Bosque pareció un templo y Diego se asemejó a un Dios venerado por sus fieles. Como una conexión pasional y espiritual.
Se eligieron en la necesidad y se quisieron de golpe. Se quisieron mucho. El hincha mimó al 10 y el 10 hizo feliz al hincha. Se hipnotizaron y el hechizo jamás se rompió. Es comprensible: para el club platense significó el reflote y para el ídolo, la posibilidad de volver a ser aclamado en su tierra. “Se volvió un homenaje permanente e itinerante del fútbol argentino para con nuestro prócer. Sillones, ovaciones, cuadros, banderas gigantes. Durante las previas de los partidos las camisetas quedaban de lado. No importaban los tres puntos. Lo importante era homenajear a Diego”, detalla Juan Stanisci en Crónicas Maradonianas, el libro del portal Lástima a nadie, maestro.
Por todo esto (que es pasado, presente y futuro) el aniversario de su fallecimiento, para el Lobo, es una absoluta falacia. La razón es simple: Maradona nunca se fue de Gimnasia. El amor quedó estampado en el club y guardado en los corazones.
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