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Gerd Müller: un "no" que pudo haber cambiado la historia del fútbol
La negativa del Bombardero a jugar en la liga española, en 1973, quizás haya traído consecuencias directas en los últimos 40 años, y hasta en el propio Leo Messi
Con un sí en lugar de un no, Gerd Muller pudo haber cambiado la historia del fútbol. Un sí del artillero alemán en una circunstancia muy particular probablemente pudo alterar el curso del deporte de los últimos 40 años y, en tren de especulaciones, hasta es probable que ni siquiera Lionel Messi fuera lo que es hoy.
Alemania quedó conmovida ayer con la noticia: El Bombardero Muller, uno de los mayores goleadores de la historia de los Mundiales, sufre desde febrero el mal del Alzheimer, un tipo de demencia que causa problemas con la memoria, el razonamiento y el comportamiento. Está bajo cuidados intensivos y no habrá celebraciones por su 70° cumpleaños. Su sufrimiento viene desde hace tiempo: cuatro años atrás desapareció en Trento (Italia), adónde había viajado como entrenador de un conjunto juvenil del Bayern Munich; fue encontrado casi un día después, caminando desorientado por el centro de la ciudad sin saben en dónde estaba.
Máximo goleador del Mundial de México en 1970, usó la camiseta número 13 porque quería emular a Just Fontaine, autor de 13 tantos en la Copa del Mundo de 1958. La cuenta se plantó en diez. Aquel fue el Mundial de Pelé.
Pero al señalar el gol del triunfo en aquella recordada final del Mundial de 1974, ante Holanda y en Munich, cuando estiró su pierna derecha hacia atrás, como un contorsionista, para recoger la pelota que había quedado rezagada, pasó a ser el máximo artillero de la Copa del Mundo, con 14 tantos. Un récord que duró 28 años, hasta que Ronaldo lo superó con 15 tantos en 2002. Miroslav Klose le devolvió la gloria a Alemania al llevar la cuenta a 16 en Brasil 2014.
Después de aquel gol renunció a su selección. "Ahora se juega distinto y cada vez se marcarán menos goles", premonizó. Cuarenta años después, tras Ronaldo y Klose, Messi le pulverizó el último récord que le quedaba en pie: en 2012 el rosarino superó con 91 goles la cuenta de 85 que el Torpedo de Nordlingen había conquistado a lo largo de 1972, alternando las casacas del Bayern y la Mannschaft.
"Muller era bajo, rechoncho, de aspecto torpe y no especialmente rápido, no se ajustaba a la idea convencional de un gran futbolista, pero tenía una aceleración letal en distancias cortas, un juego aéreo notable, un misterioso instinto de gol y el don de marcar en situaciones inverosímiles", lo sintetizó el escritor David Winner. Esos 85 tantos fueron el punto de partida de una situación en la que pudo haber cambiado el curso del fútbol mundial.
Sucedió cuando, seis meses más tarde, a mediados de 1973, España liberó la contratación de jugadores extranjeros y el Real Madrid conmovió al medio local al contratar al alemán Günter Netzer, del Borussia Moenchengladbach.
Para dar un golpe de efecto similar, el entonces gerente del Barcelona Armando Caraben voló a Munich con dos valijas llenas de dinero: una era para Wilhelm Neudecker, titular del Bayern; la otra, para el Bombardero.
Müller dijo sí y causó una revolución. Faltaba un solo año para el Mundial de 1974, en Alemania, y su partida al torneo español, se decía, podía causarle un daño irreparable al seleccionado que dirigía Helmut Schoen. Hoy parece inconcebible que un alemán no pudiera jugar en España para dedicarse a su selección. Pero entonces hubo hasta presiones de nivel ministerial sobre el jugador para que revocara su decisión.
Entonces Müller dijo no.
Por lo tanto, el Barcelona contrató a Johan Cruyff.
Es tan sencillo como fascinante imaginar o preguntarse qué podría haber sucedido si Muller –y no Cruyff- hubiera vestido la casaca azulgrana. En tren de especulaciones, es válido admitir que, en ese caso, el holandés no habría creado jamás un mito en el club catalán.
¿Hubiera llegado entonces, a fines de los ’80, a dirigir al equipo azulgrana? El estilo que Rinus Michels inculcó y que Cruyff interpretó también como entrenador en el Barca quizás no se habría impuesto en el Camp Nou. Es un interrogante cruel, también: ¿Habría el astro, por ejemplo, entrenado a Pep Guardiola, uno de los pilares de aquel primer Barcelona campeón de la Copa de Europa en 1992?
Sin la menta de Cruyff, ¿hubiera Guardiola generado el fabuloso Barcelona del período 2009-2013, para muchos la expresión futbolística más plena de todos los tiempos? Y en ese caso, ¿y qué habría sido de Messi sin la confianza de su más querido entrenador?
Quizás son demasiadas especulaciones. Pero no dejan de ser inquietantes. A su manera, Müller cambió la historia del fútbol de su país, haciendo crecer en las inferiores del Bayern Munich pichones de campeones mundiales. "El nos proporcionó jugadores como Philipp Lahm, Bastian Schweinsteiger y Thomas Müller, y le estamos muy agradecidos" recordó ayer Karl-Heinz Rummenigge, el titular del club bávaro.
Su estrella no fulguró porque en aquel Mundial de 1974, las grandes figuras fueron Franz Beckenbauer y el propio Cruyff, con el que se cruzaría en 1977 en la incipiente Liga Estadounidense, donde el holandés jugaba para el New York Cosmos y el germano para los Strikers de Fort Lauderdale. Fue aquella una oscura etapa en su vida, nublada por el alcoholismo del que solo se recuperó cuando comenzó a trabajar con los chicos del Bayern Munich gracias a una gestión de Beckenbauer, con el que nunca se había llevado del todo bien.
Convirtió en total 62 goles para su Selección, 398 para el Bayern, goles que ayudaron a ganar ligas, copas de Europa, títulos mundiales. "Para un centrodelantero, lo esencial es juzgar en una fracción de segundo la situación y reaccionar debidamente en la siguiente fracción", se autodefinía en 1974, cuando culminaba una temporada en la que llegó a jugar 106 partidos. "La acción del adversario, su colocación, todo ha de ser ‘fotografiado’. Además, no hay que pensar más que en el gol, evitar las dudas, avanzar, seguir avanzando. Créame, eso es lo más importante. Hay que tener también una moral a prueba de todo: el mínimo error, el menor titubeo, puede tener sus consecuencias, provocar una catástrofe. Un delantero centro, a los ojos del público y de sus compañeros, no tiene derecho a fallar".
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