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Gabriel Milito: vitrinas vacías y los debates internos con la traición
Sólo dos entrenadores argentinos ganaron la Libertadores en el exterior: Pumpido, con Olimpia en 2002, y Bauza, con Liga de Quito en 2008
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Ya le había dicho que no a Toluca, a Granada, a la selección de Perú, a un par de clubes del fútbol brasileño, a Talleres, a Vélez… Se había desvinculado de Argentinos tras quedar eliminado de la Copa Argentina contra San Martín, de San Juan, se acercaba fin de año y corrían los rumores sobre una enfermedad en Gabriel Milito. Esa mañana de diciembre de 2023, él rompía el silencio en LA NACION y desactivaba los rumores maliciosos: “diabetes tipo 1 por estrés. Controlada, no hay nada más. Mentalmente el fútbol argentino es agotador. Como jugador sabía que el fusible era el técnico, y ahora hace años que sé que yo soy el fusible”. Y enseguida aclaraba que su carrera pronto iba a continuar, pero seguía esperando la propuesta que lo atrapara: “El próximo proyecto tendré que sentirlo. Por supuesto que tengo ganas de trabajar, pero debe ser algo que realmente me conmueva. Puede ser en la Argentina o afuera”.
Y fue afuera: Belo Horizonte. Hacía allí viajó en marzo de este año, con ese perfil casi subterráneo que le permite llevarse bien con la altísima consideración que le reserva el ambiente del fútbol y sus vitrinas vacías como entrenador. No había ganado nada hasta entonces en su trayectoria como entrenador. “Hago todo para que me vaya bien, para obtener un buen resultado para ganar. Pero también sé que muy pocas veces se gana. Ganan pocos, es dificilísimo ganar. Entonces prestigio el proceso, el camino, y lo disfruto. Tampoco creo que ganar un campeonato me vaya a modificar mi manera de pensar ni me va a cambiar el estatus. Está bueno, sí, pero ya lo viví como jugador profesional, cuando gané y perdí un montón, un montón, muchas más veces de las que gané... y acá estoy”, aclaraba.
Un par de semanas más tarde, en abril de este año, era campeón del torneo estadual minero, tras ganarle la final en el clásico a Cruzeiro. Ya campeón, desde luego, siguió siendo el mismo: huidizo, contracultural y profundo. El próximo domingo disputará la ida por la final de la Copa de Brasil contra Flamengo, y el 30 de noviembre volverá al Monumental para intentar conquistar la Libertadores. Solo dos argentinos, Nery Pumpido con Olimpia (2002) y Edgardo Bauza con Liga de Quito (2008) alzaron el torneo más importante de América con un club extranjero. “Sé muy bien de que va el fútbol, que es como la vida. Si el ego te domina, uhhh, estás complicado. Porque tarde o temprano, la vida, o el fútbol, te colocan en tu lugar”, reflexionaba.
Milito había perdido como entrenador. Siempre, en Estudiantes, Independiente, O’Higgins y Argentinos Juniors. “La derrota te va curtiendo. La derrota es necesaria, es necesario sentir el dolor que te trae para después no volverte loco en la victoria. Aprendés que es cíclico, por eso lo mejor es el equilibrio. La pasión es imprescindible, pero al mismo tiempo tenemos la obligación de ser racionales. Una persona que está tomando decisiones todo el tiempo no puede dejarse invadir solamente por la pasión. Yo no puedo dejar de pensar. Si no tenés ese punto de frialdad, en los momentos complejos, es imposible ser un buen entrenador”. En Mineiro ya ganó y no se enloquece. Porque sabe que va a volver a perder, aunque hará hasta lo imposible para evitarlo.
Milito cree en el fútbol de ataque, la presión alta, el protagonismo y la secuencia de pases como vía de progreso. Pero nada de eso mostró Mineiro en la noche del martes en el Monumental… “Vos convencés a través de la pasión, y las cosas que te apasionan son las que sentís: las genuinas. Las que te generan una emoción. Después, algún día o en algún partido, quizás tengas que renunciar a cosas que pensás porque el fútbol no es lineal. Hay días que vos querés desarrollar algo y no te sale, o el rival te controla bien o te domina. Bueno, ese día intentaremos sacar el partido adelante de la mejor manera que podamos. De la manera que más convenga. Y ahí no veo una traición”, aclaraba Milito hace algunos meses. Como si ya estuviera jugando la vuelta de las semifinales contra River.
En definitiva, Milito no se engaña y siempre se corre de los elogios. “Soy un fanático de los equipos que, jueguen a lo que jueguen, lo hacen bien. Para mí es un gran equipo el que sabe a qué juega y lo hace bien. Después, hay sensibilidades y hay muchos modelos. Pasé por las manos de Guardiola en esos cuatro años en Barcelona, lo viví, lo disfruté y entendí que era el fútbol total y era maravilloso. Pero de Guardiola, al que le pusieron la etiqueta del tiki-taka, si tuviera que destacar un rasgo, diría que es un fanático de cómo defender. Hay que romper preconceptos”, avisa. Ahí está Milito, a 31 días del título más importante de su vida. Pero, como siempre, prefiere desconfiar: “El triunfo trae una felicidad muy grande en el momento, pero si te quedás enganchado mucho tiempo en ese lugar, el futuro va a ser una mierda. Entonces, viví el momento y salí rápido de ahí”. La hoguera del Monumental ya se apagó, es pasado.
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