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Gabriel Milito: “Los futbolistas se prostituyen detrás de ciertas conductas”
El técnico y el hombre se entrecruzan en esta charla con LA NACION, donde revela miedos, distingue valores y habla de su salud
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Suena el celular. La característica es de España, pero el número es desconocido y Gabriel Milito no responde en Buenos Aires. Corre agosto de 2008 y la maldita rodilla derecha lo mantiene rehén de infinitas sesiones de kinesiología. Vuelve a sonar el celular. “…Vaya a saber por qué, pero atendí. Era Pep. Faltaban tres horas para su debut oficial en Barcelona, en un partido de pre-Champions contra Wisla Cracovia, y quería decirme algo: ‘Hoy arrancamos la Champions que tú vas a jugar. Te echamos de menos y pronto estarás aquí’. Guardiola estaba a un paso de abrir su carrera como entrenador, con todos los ojos encima, y se acordaba de mí que estaba a 11 mil kilómetros en medio de una recuperación que nadie sabía si me iba a permitir ser futbolista de nuevo. Ese tipo de gestos lo definen. A mí me ayudó mucho para superar todo lo que me pasó… Es muy importante que los entrenadores sepamos manejar el factor humano. No hay que perder nunca de vista una obviedad: el futbolista es una persona, antes que nada. Si vos no le llegás a su corazón, no vas a conseguir mucho de él. Y la mejor manera de entrar en su corazón no es la ‘palmoterapia’, sino decirle la verdad. Lo que quiere escuchar y lo que no quiere escuchar, y de la manera más sincera. Y ahí es donde el jugador se entrega. Aparte del trabajo de campo, el conocimiento… aspectos que ya deben darse por descontados”. Huidizo, contracultural, profundo. Viajar a la dimensión ‘Gabriel Milito’ propone escuchar, invita a pensar.
Milito elige mostrarse poco. Ese perfil subterráneo le permite llevarse bien con la altísima consideración que le reserva el ambiente del fútbol y sus vitrinas vacías como entrenador. Nada de deudas internas… “Sé muy bien de qué va el fútbol, que es como la vida. Si el ego te domina, uhhh, estás complicado. Porque tarde o temprano, la vida o el fútbol te colocan en tu lugar. Hago todo para que me vaya bien, para obtener un buen resultado, para ganar. Pero también sé que muy pocas veces se gana. Ganan pocos, es dificilísimo ganar. Entonces prestigio el proceso, el camino, y lo disfruto. Tampoco creo que ganar un campeonato vaya a modificar mi manera de pensar ni me va a cambiar el estatus. Está bueno, sí, pero ya lo viví como jugador profesional, cuando gané y cuando perdí, y perdí un montón, muchas más veces de las que gané... y acá estoy. Quiero ganar, pero no para satisfacer mi ego, quiero ganar porque significará que habremos generado alegrías en los demás. ¿Pero en mí? No me va a hacer mejor entrenador ganar algo. Quizás para afuera sí, y me vean con otros ojos, pero para mí, no. En mi último proceso en Argentinos no ganamos, pero para mí fue hermosísimo: crecí como persona y como profesional por cómo desarrollamos el camino. Y eso me dejó muy satisfecho. Y eso no es un hecho menor. Porque además, si algún día llego a ganar, quiero que sea a mi manera.
-¿Eso es innegociable? ¿No concederías correrte nada de tus ideas por un título?
-Es muy complicado eso, muy complicado. ¿Sabés por qué? Porque yo relaciono el acto de ganar con el convencimiento, y es muy difícil convencer a un grupo si vos no estás convencido. Vos convencés a través de la pasión, y las cosas que te apasionan son las que sentís: las genuinas. Las que te generan una emoción. Después, que algún día o en un partido tengamos que renunciar a las cosas que pensamos…, porque el fútbol no es lineal. Hay días que vos querés desarrollar algo y no te sale, o el rival te controla bien o te domina. Bueno, ese día intentaremos sacar el partido adelante de la mejor manera que podamos. De la manera que más convenga. Si el partido demuestra que en la antesala al juego estábamos equivocados, bueno, hay que tener alternativas. Eso sí, y ahí no veo una traición.
-Ganar o perder, ¿es tan delgada la línea?
-Los que competimos jugamos para ganar. Después, uno elige de qué forma quiere ganar. El triunfo trae una felicidad muy grande en el momento, pero si te quedás enganchado mucho tiempo en ese lugar, el futuro va a ser una mierda. Entonces, viví el momento y salí rápido de ahí, en victoria o en derrota. Lo que sí se afecta es el estado de ánimo, claro. Mirá, volvamos a mi ego: ganar me provoca alegría, está bien, pero lo más difícil de manejar es la derrota. ¿Por qué? Entiendo que se gana y se pierde, mucho se pierde, pero yo entreno cada semana pensando que voy a ganar el próximo partido. Entonces pongo toda la energía ahí, y cuando no se consigue, eso me deja bastante mal. Si se logra, sí, me provoca alegría… pero fundamentalmente me trae paz, tranquilidad.
-¿Perder condiciona el resto de tu vida? Familia, hábitos…
-Me afecta mucho, pero lo estoy mejorando, estoy aprendiendo… Quizás, el paso del tiempo, la experiencia que uno va adquiriendo… Yo perdía en 9na y 8va división de Independiente y no iba a los cumpleaños de 15, lo mío viene desde chico. Hoy, con 43 años, de alguna manera me sigue pasando algo parecido, pero ya intento controlarlo mejor. Cuando pierdo, esa semana siguiente, internamente para mí no es lo mismo. Pero ante los jugadores sí soy el mismo, y hago el duelo y me saco esa sensación horrible del cuerpo dirigiendo y entrenando. Frente a ellos soy el mismo en la victoria y en la derrota, pero es cierto que la derrota te va curtiendo. La derrota es necesaria, es necesario sentir el dolor que te trae para después no volverte loco en la victoria. Aprendés que es cíclico, por eso lo mejor es el equilibrio. Hace un año ganamos el Mundial, algo fabuloso y deseado por todos los argentinos, y si algo me encantó fueron los niveles de discreción y tranquilidad con los que se manejó el cuerpo técnico. Su aplomo en el éxito ha sido extraordinario. La pasión es imprescindible, pero al mismo tiempo tenemos la obligación de ser racionales. Una persona que está tomando decisiones todo el tiempo no puede dejarse invadir solamente por la pasión. Yo no puedo dejar de pensar. Si no tenés ese punto de frialdad, en los momentos complejos, es imposible ser un buen entrenador.
-¿Te permitís, en alguna ocasión, llamar a Guardiola, a Menotti, a Bielsa, a Pekerman… alguno de tus técnicos?
-Me cuesta mucho llamar a esa gente enorme que me ha dirigido. Siento que ellos también tienen sus líos y siento que los voy a molestar o incomodar. Sí hablo con mi hermano [Diego], me apoyo mucho en mi cuerpo técnico… hablo mucho de fútbol con Masche, con el Gringo Heinze cuando podemos, pero principalmente trato de resolver los problemas con mi cuerpo técnico. Somos nosotros los que le tenemos que encontrar la vuelta. Y ahí está el crecimiento: ver en qué la cagué, para mejorar. Muchas veces la tendencia es culpar a los jugadores, pero yo después de cada partido que salió mal me encierro y me pregunto qué podría haber hecho mejor.
-¿Y te equivocás muchas veces?
-Muchas, muchas veces. Y cuando sucede, disfruto mucho ir al día siguiente y decirles a los chicos: “Muchachos, quédense tranquilos que la cagada fue mía”. Y explicar los por qué: por esto, por esto y por esto. No puedo mirar para el costado, el responsable soy yo y debo asumirlo. Porque también es marcarles que, no importa el rol de cada uno, todos nos podemos equivocar. Equivocarse, honestamente, sinceramente, no es un problema. Lo que no perdono, cuando las cosas no salen bien, es si detecto que el equipo dio dos marchas menos.
-¿La capacidad de interpretación del futbolista argentino ha decaído?
-Tal vez un entrenador con una carrera de 30 años podría responderlo mejor… El fútbol, desde que yo lo jugaba, para acá, cambió mucho. Es otro fútbol. Hoy hay análisis muchos más profundos de los rivales, en mi época eran tres o cuatro conceptos y nada más. Y acá también hay que tener cuidado: hay jugadores que disfrutan que le des todos los datos desglosados de lo que puede ocurrir en el partido, y a otros les complicás la vida si hacés lo mismo. La información debe ir en su justa medida para que no altere su rendimiento para mal. Porque donde vos creés que vas a llevar una solución, le instalás un bloqueo. Yo creo que el jugador debe tener interpretación, pero también uno, previamente, le puede advertir con qué se va a encontrar. No quiere decir que todo lo que vos viste en lo previo después sucede, pero generalmente se da. Por eso, cuántos más jugadores inteligentes tengas, mejor. Jugadores que interpreten los momentos del partido son clave. Son tan importantes como los jugadores determinantes en el uno contra uno. Obvio, si el jugador piensa y sus ejecuciones son malas, no sirve. Todos queremos al jugador que técnicamente sea muy bueno, pero si no piensa y no entiende el juego... no, no. Yo prefiero al jugador con una gran mentalidad y comprensión del juego, resignando la técnica. Yo llegué a esa conclusión.
-El técnico diagrama y convence, y el jugador interpreta y ejecuta. ¿Qué porcentajes le cabe a cada uno en el resultado final?
-Hoy el aspecto táctico se volvió muy importante. Yo creo mucho en la mentalidad y en las condiciones del jugador, pero estos dos aspectos son potenciados si encontrás el funcionamiento colectivo. Cuando vos ves grandes equipos, desde luego que tienen futbolistas con capacidad y mentalidad, pero no serían tales sin funcionamiento colectivo. Pero, para alcanzar el funcionamiento, colectivo se necesita, indispensablemente, mucha calidad y mentalidad. Se retroalimentan. De lo contrario, nunca habrá un gran equipo ahí.
Gabriel Milito. La Pura Verdad. pic.twitter.com/elBuIyMUPj
— VarskySports (@VarskySports) December 17, 2023
-Cuando buscás un refuerzo, su técnica está a la vista de todos. Pero su mentalidad, su carácter…
-Averiguando… Igual, al jugador lo terminás de conocer cuando lo dirigís, y cuando empezás a proponerle tus ideas. Me ha pasado, antes de llegar a un club, que al analizar a todo el plantel dije: “Este jugador nos va a dar un montón”. Pero en el entrenamiento, le explicás lo que querés y no llega a agarrar la propuesta. Y me pasó lo contrario: “Con éste va a estar complicado que juegue porque no sé qué y no sé cuánto”. Y con los trabajos agarró todo, y en un mes tuve un jugador que ni sospechaba. Y se te invierten tus presunciones. Pasa poco, pero pasa.
-¿Averiguás sobre su entorno, también?
-Comportamiento, educación, modales, familia… todo eso cuenta, y cuenta mucho. Intentamos averiguar todo, yo quiero saber todo eso. Al jugador ya lo vi jugar, pero muchas veces es igual, o hasta más importante te diría, el comportamiento del jugador fuera del campo, fuera del club. Hoy en día, mientras vos no estás descansando, hay rivales que sí lo están haciendo. Y ya te están sacando ventaja. Y eso, en el fútbol de alta competencia, no lo podés permitir. Los jugadores son personas, muchas de ellas jóvenes, y tienen que disfrutar la vida, pero hay tiempo para todo. Y es muy importante saber elegir. ¿Querés ir a comer un asado con amigos? Claro que podés, pero si jugás el domingo no lo hagas el viernes por la noche, hacelo el martes o el miércoles. Y andate a dormir temprano, a las 12 de la noche, y no a las 3 de la mañana. Eso, a la larga lo pagás. Yo entiendo que un día un jugador no tenga un comportamiento profesional, y genero el espacio para que venga y me lo cuente, así ese día se entrena diferente y nos evitamos una lesión. Pero como excepcionalidad.
-¿Cómo te llevas con las redes?
-Yo no manejo redes, y es incontrolable su influencia. Es un tema muy complejo porque están muy instaladas. Bien utilizadas asumo que son una herramienta… Si vos dominás al teléfono es una cosa, pero si el teléfono te domina a vos, ahí está el problema. En su justa medida, sirve. Los desbordes dañan. Si un jugador es muy influenciable, afecta su rendimiento, entonces yo le digo “no leas nada”. Porque opina cualquiera, un anónimo, tal vez es un tipo que no entiende nada, pero no solo de fútbol, ¡de la vida no entiende nada…! Por lo tanto, ¿qué importancia tiene? Cero. Cero. Yo lo tomo así. Pero hay gente que se siente afectada y mucho. Y las redes pueden ser una cloaca. Mi recomendación es que no usen redes, pero tampoco puedo prohibirlas porque es la vida de cada uno. Intentamos con mi grupo de trabajo educarlos para que las utilicen lo menos posible, y bien. En el vestuario, no, ni antes ni después de los partidos, porque te distraen. Antes, en el micro, y después, hagan lo que quieran.
-¿Qué hacés si un chico de primer contrato, con 18 años, que hace seis meses fue promovido a Primera, aparece en la práctica con un auto de alta gama?
-Es un tema para prestarle mucha atención a todo lo que gira alrededor de los chicos de divisiones inferiores, reserva y los que empiezan a asomarse a Primera. Van consiguiendo pequeños objetivos, pero en realidad todavía no consiguieron nada, pero reciben un trato de parte de los representantes como si hubiesen conseguido mucho. Y yo no tengo nada contra los representantes y los empresarios, pero es un tema muy delicado: hoy el futbolista no elige a la persona que más le conviene, sino al que le da el mejor auto y le alquila el mejor departamento. Y no sabe cuál es la trayectoria detrás de esa persona, si lo va a beneficiar para su carrera o lo va a perjudicar. El jugador va detrás del auto que le puede dar y de cuánto dinero le puede pasar por mes. Y esto no puede ser, porque el jugador termina prostituyéndose detrás de estas conductas. El jugador debe elegir a la persona que más le convenga desde lo profesional, no desde lo económico, porque he visto futbolistas que sin haber jugado en Primera han venido a las prácticas en un Audi, y más adelante con un BMW porque había cambiado de representante. El nuevo representante lo conquistó porque le dio un BMW más nuevo que el Audi. Y esto es peligrosísimo, porque ese chico entra en una confusión tremenda con la que después tenemos que lidiar nosotros, los entrenadores, y los dirigentes. Y en muchos casos ya es muy difícil rescatar al futbolista. En Argentinos le había propuesto al presidente, a Cristian [Malaspina], a los directivos y al manager que los jugadores de reserva, 4ta y 5ta, todos aquellos que pudieran tener un auto, sus representantes tenían la obligación de darles un 206, un 207, o el auto que fuera de un rango similar, un auto que le permitiera evitar tomar trenes y colectivos y solo le sirviera para ir a trabajar. No para hacer ostentaciones, y después de la práctica ir a dar vueltas con la ilusión de que una chica los mire. Ahí nos desenfocamos. Ese representante, que está invirtiendo en el jugador, lo que no sabe es que le está haciendo mucho daño, pero sí sabe que si él no lo hace, aparece otro representante que lo hace por él. Y lo pierde al jugador. Entonces hay una contaminación peligrosísima, y yo creo que hay que hacer algo. Inmediatamente.
Los goles del “Mariscal”
-¿Cuál es la responsabilidad de los clubes?
-Los clubes deben hacer algo, sí. Nosotros, durante un período, lo hicimos en Argentinos. Al jugador hay que educarlo, enseñarle que la carrera no se la hace tener un auto de alta gama hoy, ni vivir en un lugar de lujo, ni recibir un monto de dinero del representante, además del que le da el club. Eso es momentáneo y pierde de vista el objetivo: entrenar, mejorar, crecer como futbolista; seguir formándose como persona y como profesional; mirar y copiar a los más grandes; escuchar mucho y hablar poco, escuchar al entrenador; cuando le toca ser suplente, ser el mejor suplente del mundo; cuando le toca ingresar, darle lo mejor al equipo, y si al partido siguiente vuelve a ser suplente, tener la humildad suficiente para decir “no pasa nada y sigo creciendo”. Hoy los chicos quieren todo ya, de manera inmediata. Si en un partido jugaron, “qué bueno, el técnico me valora”. Pero si al siguiente no juegan, “el técnico no me valora”. Entonces hablan con el representante, o el representante habla con el club y dice “lo quiero sacar”. ¿Y dónde quedó ese espíritu de lucha que es el que te sirve para la vida, ya no para el fútbol? ¡Si la vida es una lucha constante! Todo esto hay que reverlo, hay que modificarlo, pero de manera urgente. En este aspecto estamos atravesando una crisis muy grande, hay un interés desmedido por captar a los jugadores… Hay familias que reciben dinero por uno de sus chicos que tiene 10 años para asegurárselos… Se altera todo. Y a los 14 o 15 pasan dos cosas: si el jugador no es lo que pensaban, el representante se aleja y lo deja; o lo contrario, si el jugador termina siendo mucho más de lo que esperaban, deja a ese representante que venía invirtiendo dinero en él porque lo contrata otro que le va a dar más dinero todavía. Las dos opciones son igual de perversas. Tanto la AFA como los clubes deberían imponer normas internas para evitar que esto sea mucho más pronunciado con el paso del tiempo. Porque esto no parará, será cada vez mucho más exagerado. Hay que impedir que los representantes les sigan facilitando las cosas a los chicos para que los elijan. Es perverso, muy perverso…
-¿Por qué no se escuchan discursos como el tuyo? ¿No le importa al ambiente del fútbol?
-… ¿Sabés cuándo les empieza a importar a todos? Cuando sos entrenador y te llegan esos chicos. Y ves esos comportamientos, y sabés que están en el camino equivocado. Pero su entorno les hace creer que están por el camino correcto. Y el tiempo, lamentablemente, en muchísimos casos me ha dado la razón: o corregían el camino, o su carrera era limitada. Pero esto que digo yo también lo puede decir cualquier persona que está en el fútbol porque se ve de manera cotidiana. Y se pierden grandes proyectos por falta de educación y por intereses desmedidos.
-¿Esta posición te puede cerrar las puertas de algunos clubes?
-El mayor interés que deben tener los clubes es que esos jugadores, por los que están invirtiendo tiempo y dinero, lleguen y permanezcan el mayor período posible en Primera. Y para que eso suceda tienen que tener hábitos saludables, deben estar bien rodeados y se les debe enseñar que las cosas se consiguen con esfuerzo. Y tenés que amar eso que hacés. Tu único objetivo tiene que ser crecer. Hoy, estar en el primer equipo; mañana, ir al banco; pasado, entrar un ratito; después, ser titular, y después, ser el mejor del equipo. Pero si durante el proceso le metemos un auto de alta gama, lo llevamos a vivir a Puerto Madero y a comer al mejor restaurante… lo confundimos. Y no piensa en nada de lo que acabo de describir. Porque ojo, el objetivo no es llegar, sino hacer una carrera. Bueno, para eso hay que esforzarse el doble. Llegar a Primera es apenas el primer paso, lo que sigue después es mucho más esfuerzo. Me lo inculcaron mis padres y José Pekerman, Hugo Tocalli, el profe Eduardo Urtasún…, que fueron lo mejor que me pasó en la vida. Ellos son los que me invitaron a no relajarme nunca para intentar superarme cada día. Uno hace la carrera que hace no solamente por sus condiciones, sino por su mentalidad. Leo Messi es un extraterrestre, pero no solamente por sus condiciones, porque si Leo no tuviera la cabeza que tiene, no habría ganado un Mundial a los 35 años jugando como lo jugó, ni habría ganado 8 Balones de Oro. Hubiera ganado dos o tres y se habría conformado, y hubiera estado espectacular también, pero no habría ganado 8 Balones de Oro. Sin embargo, él no para y quiso batir todos los récords. Imagino que ahora aflojará un poco… O no.
-¿El mejor legado de Messi será ese inconformismo?
-Es la elite. La elite te enseña que trabajo, humildad y pasión son innegociables. Pasión, porque nadie te regala nada, y el lugar que vos ocupás lo quiere muchísima gente. Y si vos no lo cuidás, te lo quitan. Lo aprendí en la selección, y lo aprendí en ese Barcelona de Pep Guardiola, porque me lo enseñaron aquellos compañeros que eran ganadores, multimillonarios y recontra famosos, pero se entrenaban todos los días para seguir ganando. Cuanto más arriba llegás, convivís con mejor calidad de gente, con gente que tiene las ideas muy claras… Arriba no se llega solo por las condiciones, la elite no está integrada exclusivamente por los talentosos…, no. Llegan los talentosos, claro, pero siempre que tengan una gran mentalidad y amor por la profesión. Y ahí te encontrás con gente muy común, muy normal… Un equipo de época, con gente de todos los días.
-Y volvemos a Guardiola…
-Soy un fanático de los equipos que, jueguen a lo que jueguen, lo hacen bien. Para mí es un gran equipo el que sabe a qué juega y lo hace bien. Después, hay sensibilidades y hay muchos modelos. Pasé por las manos de Guardiola en esos cuatro años en Barcelona, lo viví, lo disfruté y entendí que era el fútbol total y era maravilloso. Pero a Guardiola, al que le pusieron la etiqueta del tiki-taka, si tuviera que destacar un rasgo, te diría que es un fanático de cómo defender. Hay que romper preconceptos. ¿Qué gana porque tiene billetera? Como la tienen todos los equipos del nivel del City, pero el que gana es Pep. El sello lo tiene él. Él es el mejor porque siempre va adelante de lo que te hace el rival. Desde su perspectiva, entiende como nadie el juego. Te va superando porque tiene capacidad de adaptación, pero no se aleja de lo que siente. Me río mucho cuando dicen que en la Argentina le iría mal… Si yo no lo conociera, tal vez diría lo mismo porque el fútbol argentino es de mucha disputa e intensidad, pero yo lo conozco. Si le das uno de los planteles top de acá, te gana todos los partidos. Todos.
De la diabetes por estrés, al “pícaro” de Scaloni
El tiempo parece suspendido, los ruidos de la mañana se pierden detrás del ventanal. Gabriel Milito está recostado sobre un sillón y la rueda de mates acompaña hace más de una hora. ¿El fútbol argentino enferma?, escucha. Abre su dimensión más íntima. “Depende de cómo te lo tomes. Jugando me lo tomaba de una manera, y entrenando lo hago con la misma pasión, pero es una tarea muy diferente. Ya no tenés el desgaste físico, pero sí el mental porque te la pasás pensando y decidiendo. Mentalmente es agotador. Como jugador sabía que el fusible era el técnico, y ahora hace años que sé que yo soy el fusible. Es mucho más estresante ser entrenador. Y tras dejar a Independiente como entrenador, en 2016, a los dos o tres meses no me sentía del todo bien, fui al médico, me hicieron análisis y saltó que era diabético, sin ningún antecedente. Fue una diabetes que apareció por estrés. Es una diabetes tipo 1, totalmente controlada. Después, estoy sano, sin problemas gracias a Dios, más allá de algunos rumores que estuvieron dando vueltas últimamente. No tengo ninguna enfermedad. Me fui de Argentinos por lo que expliqué: porque estaba muy cansado y sentía que los jugadores necesitaban otra persona adelante. Nada más.
-¿Tenés ganas de dirigir? Porque en las últimas semanas descartaste opciones de Toluca, Granada, Perú, del fútbol brasileño, Talleres, Vélez…
-Tengo ganas de trabajar, pero no tengo la obsesión por trabajar. Tiene que ser un proyecto, como nació lo de Argentinos. Tengo que sentirlo. Por supuesto que tengo ganas de trabajar, pero debe ser algo que realmente me conmueva. Puede ser en la Argentina o afuera, no pasa por ahí.
-¿Con Boca no existió nada?
-No existió nada.
Milito tiene claro el diagnóstico. Tanto que lo abruma. “Caímos en la desesperación del resultado. Si bien es lo más importante, en los últimos años nos olvidamos del cómo. Y el cómo es muy importante, desde la escuela que quieras, eso es lo menos trascendente, lo fundamental es la convicción por una idea. Y eso se perdió. Pasa en Primera y en las inferiores, que están invadidas por la locura del resultado”, advierte. Y frunce el ceño.
-Entonces, ¿a qué se juega en la Argentina?
-Se ve de todo un poco, pero se juega con mucha intensidad y con mucho miedo a perder. Con vergüenza por perder. Hay equipos y jugadores como para jugar mejor si el contexto ayudara, pero hay una presión muy, muy grande. Ahora, miremos algo: tomemos los últimos diez años y veremos que los equipos que perdieron la categoría fueron los equipos que pensaron más en el arco propio que en el ajeno. Entonces, extremar los recaudos no garantiza nada… Es tan relativo eso de ‘primero defendamos y después veamos cómo ganamos. Vamos a sacar un puntito de acá, y si sumamos otro más allá...’ Si vos querés tener un equipo valiente, tenés que tener una propuesta valiente. Y la valentía es muy importante para ganar, te diría que fundamental. Vos no podés pedirles valentía a tus jugadores y estar 80 minutos cerca de tu área y apostando a una contra o a una pelota detenida. Es legítimo, pero no creo que ese sea el camino para alcanzar el éxito. Les propongo un ejercicio que hice con mi hijo: estábamos viendo un partido que iba 0-0, chato, malo, y le dije: “¿Sabés por qué no pasan cosas en el partido? Porque no están juntando pases. Vos contá en voz alta cuánto pases hace este equipo, y yo el otro”. Y no llegaron nunca a cinco pases seguidos, ninguno de los dos, durante todo el primer tiempo. Después, uno hizo un gol tras juntar 12 pases y terminó ganando 1-0. No digo que siempre hay que hacer 12 pases, pero quiero decir que es muy difícil hacer tres pases y convertir. Ojalá se pudiera: saca el arquero, centro, el 9 hace una chilena y gol. Pero eso no pasa como sistema, si como una contingencia, una excepcionalidad o un recurso extremo. Entonces hay que descartarlo.
-¿Al hincha se lo puede educar? El hincha no racionaliza, no tolera dos pases atrás, quiere ganar para vengar las penurias de su vida cotidiana...
-El hincha es pasional, se deja llevar por los resultados y su comportamiento cambia con los resultados. No es que no le guste el pase atrás, no es que no le guste juntar pases… Si vas ganando 2-0, vas encadenando fases de juego, el rival se nota sometido… y, las palmas le arden de aplaudir y saludan la propuesta. Ahora, si vas perdiendo y hacés lo mismo, pero el rival no te sale, te espera… Por eso, al juego hay que darle un sentido, a la posesión hay que darle un sentido: yo tengo la pelota para lastimarte. Todas las veces que podamos evitar el pase atrás hay que evitarlo, pero si por evitarlo vamos a tirar la pelota adelante sin sentido para perderla, yo prefiero el pase atrás para no perderla. Esto es lo que hay que explicar. A mí no me gusta jugar para atrás, pero a veces el posicionamiento del rival te obliga a no perderla e inteligentemente tenés que buscar un pase atrás. Jugar apurado te vuelve más impreciso, y cuando vos vas perdiendo necesitás jugar con ritmo, pero necesitás jugar bien, porque si jugás acelerado se interrumpen tus ataques y lo más probable es que en vez de perder 1-0, pierdas 3-0. ¿Por qué? Porque cada pérdida es un contragolpe y con tu equipo volcado en ataque, los avances de ellos son mortales. Se deforma el equipo, terminás perdiendo 3-0 por no haber jugado alguna para atrás y la gente te termina puteando igual.
-¿La AFA también arruina el juego con sus desprolijidades y cambios de reglamento?
-Todo tendría que estar claro desde el minuto 1 para evitar las suspicacias. Cuántos ascensos, cuántos descensos... se puede ser más claro, hay muchas cosas para mejorar. Somos el fútbol campeón del mundo, somos una vidriera impresionante… Se quitó el público visitante para evitar los incidentes y tenemos incidentes igual. Hay muchos puntos para corregir. Tenemos que hacer las cosas bien para darle un salto de calidad al producto ‘fútbol argentino’.
-No somos el fútbol campeón del mundo. La selección es la campeona del mundo...
-Lo que digo es que somos el fútbol de la selección campeona del mundo. El fútbol argentino debería dar un paso adelante y estar a la altura de una selección campeona del mundo. A eso voy. Si me preguntás a mí, o al taxista o al carnicero, te vamos a decir que somos campeones del mundo. Desde el sentimiento. Yo ya sé que no lo soy, Otamendi lo es, Ruggeri lo es. Yo jugué un Mundial y no fui campeón del mundo. Pero como argentino, me siento campeón del mundo y fui recontra feliz por Qatar. Ahora, un Mundial es un mes, es un penal que entra o sale, casi que es un instante que cambia la vida. Pero el fútbol argentino no lo cambiás en un mes. Vos podés cambiar las intenciones de la noche a la mañana, pero los resultados se obtienen con el tiempo. Yo lo que quiero es que se cambien las intenciones para ir viendo un fútbol argentino mejorado. Por ejemplo, el VAR vino para hacer justicia y hoy solo se sospecha del VAR. Como entrenador no lo entiendo: ¿por qué una mano sí y otra no, una roja sí y otra no según el peso de las camisetas, por qué en una cancha hay menos cámaras que en otra…? Yo ya no creo en el VAR. ¿Y este es el fútbol de la selección campeona del mundo? En eso quiero que mejoremos.
-¿Qué va a pasar cuando no juegue más Messi?
-Será jodido, difícil. Siempre que un jugador tan grande deja es imposible que inmediatamente todo sea natural. Seguramente habrá un vacío al que, poco a poco, nos iremos acostumbrado. Y poco a poco, la selección argentina seguirá adelante. Como se acabó la era de Diego, se acabará la era de Leo. Y habrá un vacío, y habrá que asumirlo. Y ojalá, lo más rápido posible, nazca otra era, porque vamos a seguir generando buenos jugadores. Más allá de todo, está demostrado que nuestra genética está a salvo.
-Fuiste compañero de Scaloni. ¿Quién es?
-Lo conozco desde juveniles, jugué con todo su cuerpo técnico. Lionel es un chico muy divertido, muy sano, recuerdo que en el Mundial de Alemania se cargaban con Lea Cufré sobre quién llegaba a jugar más minutos. Ya tenía muchas condiciones para ser entrenador, y otras características por las que decías “este ni en pedo va a ser entrenador”. Es muy claro para comunicar. Es simple. Genera mucha empatía con el otro, es muy amable. Es muy dado, muy dado. Y esa forma de ser le ha permitido llevar con naturalidad el cargo de seleccionador, pero no hoy que es campeón del mundo, sino desde el primer instante. Desdramatizó en la derrota y también en la victoria. Para su puesto, es fundamental el equilibrio, y él lo tiene. Es muy pillo, muy vivo, muy futbolero, muy astuto. Para bien. Cuando yo estaba en las inferiores de Independiente había dos carteles: “pícaro A” y “pícaro B”. El coordinador de juveniles, Américo Pérez, un señor muy serio y exigente, cuando hacíamos alguna cosa bien nos llevaba delante de esos carteles y nos decía: “Usted es pícaro A”. Y cuando hacías algo mal, te decía: “Por esta actitud, usted es pícaro B”. El pícaro B era el ventajero. Y él remarcaba: “Acá, en Independiente, siempre hay que ser pícaro A”. Y me quedó para siempre. Bueno, Lionel Scaloni es pícaro A.
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