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Gabriel Arias atajó los goles que no se vieron, pero que en Racing valieron como los 17 de Licha López
Acaso la manera más sencilla de explicar por qué Racing manda en la tabla de posiciones de la Superliga hace más de 200 días sea recordar que es el equipo que más goles gritó (41) y al que menos le convirtieron (14). Detrás de esos números, hay nombres. Se sabe: Lisandro López es el goleador del campeonato con 17 gritos. La figura del arquero Gabriel Arias no tiene las mismas luces, pero también se volvió vital para esta campaña: jugó 16 partidos y en nueve mantuvo la valla invicta. Las atajadas de Arias no se festejaron como los 17 tantos de Licha pero tienen una importancia similar a lo largo del torneo.
Antes de llegar a la Academia en el currículum del neuquino figuraban Olimpo, Defensa y Justicia y Unión La Calera, de Chile. La chance de ocupar el arco de un equipo grande le llegó recién a los 30 años. Las dudas que se generaron en la mitad celeste y blanca de Avellaneda cuando se supo que era el elegido de Eduardo Coudet para reemplazar a Juan Musso se disiparon en su primera presentación, en agosto del año pasado, por la ida de los octavos de final de la Libertadores ante River. Calló con buenas actuaciones las suspicacias por ser representado por Christian Bragarnik y los interrogantes por su poca experiencia, más allá de atajar en la selección chilena.
El N° 1 viene a cuestionar aquello de que se juega como si vive. En su caso, se ataja como se vive. Lo sobrio que es debajo de los tres palos también lo replica en sus declaraciones e incluso en su vida privada. Admirador del italiano Gianluigi Buffon, Arias es un convencido que un buen arquero tiene que pasar inadvertido. En un equipo que en las últimas presentaciones empezó a cristalizar los nervios y las tensiones que acumula a lo largo de todos estos meses como líder, Arias parece el futbolista más relajado, que no ha variado su nivel ni su estilo. En los momentos más calientes, no duda en ir a cortar un centro lejos o a salir del área para achicar detrás de los centrales y así evitar una jugada de gol del rival.
"Me acomodé rápido a lo que significa el arco de un club grande. Como la mayoría de los equipos nos esperan, tengo que estar preparado para esas dos o tres veces que nos llegan. Por suerte lo vengo haciendo bien", explica el Neuquino, que empezó a atajar a los diez años, a escondidas de sus padres que recién se enteraron cuando tuvieron que pagar la cuota del club. El mayor aporte de Arias son las atajadas que salvaron algunos partidos, pero además es un termómetro anímico para sus compañeros y también una herramienta más de confianza para salir jugando desde el fondo: Leonardo Sigali y Alejandro Donatti lo remarcan siempre.
Según las estadísticas de Superliga Innova, Arias ataja un 76,7% de los remates que van al arco y promedia 3,1 tapadas por partido. La Academia es de los equipos que menos permiten a sus rivales patear al arco pero el N° 1 es de los arqueros que más pelotas contienen por partido. Más allá de su partido consagratorio ante Independiente, con muy buenas atajadas ante Martín Benítez, Pablo Hernández y Cecilio Domínguez, también tuvo otras intervenciones clave a lo largo de la temporada para salvar el arco del puntero cuando solo tenían un gol de ventaja. En la 2° fecha, ante Vélez, evitó en la raya lo que hubiera sido el empate del Fortín. Al partido siguiente, ante Patronato, se lució con una atajada a Gabriel Carabajal. En la 5° fecha voló para descolgarle del ángulo un remate al juvenil Pedro De La Vega, de Lanús. Ya recuperado de la fractura en el cuarto metacarpiano de la mano derecha, en este 2019 le tapó un bombazo al Morro Gracía, de Godoy Cruz. Ahí, cinco meses después de su presentación, le llegó su primera ovación como arquero de la Academia. "No llegué con los pergaminos que requiere un club grande, no había ganado títulos y venía de clubes chicos. Pero yo confiaba en que iba a responder", define Arias. Coudet, siempre irónico, pide que no se hable tanto de él "para no agrandarlo": "Además, para eso lo trajimos: para que ataje". El Chacho fue el primero en insistir por él y tuvo el visto bueno de la secretaría técnica.
Obsesivo para corregir errores
Arias fue el primer integrante del plantel en comenzar la última pretemporada, en diciembre, recién pasada la Navidad. Junto al entrenador de arqueros Fernando Gayoso empezó a practicar para recuperar el ritmo que había perdido por la lesión que sufrió en octubre pasado durante una gira con Chile. El arquero es un obsesivo de la preparación: desde su época en Olimpo tiene un hobby en el que edita sus propios videos para corregir errores. También aprovecha los datos que le pasa el cuerpo técnico para estudiar a los delanteros rivales y a los pateadores de pelota parada. También es habitual ver que durante el partido se mande una corrida hasta el banco de suplentes para hablar cuestiones tácticas con Coudet o con su ayudante, Ariel Broggi.
Los elogios a Arias incluso trascendieron el mundo académico. En una entrevista con la Tercera de Chile el que lo alabó fue César Luis Menotti: "Arias me gusta. Está entre los mejores arqueros de Argentina. A mí los futbolistas me sorprenden por la seguridad con la que entienden el juego. En los arqueros, cuándo sale, cuándo no, cuándo usa los pies, cuándo no. Y él lo hace muy bien, es para tenerlo en cuenta". Otro de los entrenadores que habló bien del arquero fue Sebastián Beccacece, el DT de Defensa y Justicia, el competidor de Racing en esta Superliga. "Sebastián es el mejor técnico que he tenido por cómo me hizo sentir, por la confianza que me generó y cómo manejaba el grupo. Todo el tiempo con él fue de aprendizaje", devolvió la pared el neuquino.
La noche del triunfo más resonante de la Academia en este campeonato –la victoria a domicilio en el clásico de Avellaneda–, Arias fue la gran figura. Cuando Néstor Pitana marcó el final, mientras sus compañeros ya se agrupaban en ronda en la mitad de la cancha y saltaban a modo de festejo, el arquero agarró la toalla que dejó sobre el palo izquierdo, saludó al alcanzapelotas y salió caminando con calma. Es una escena que lo describe: el arquero de perfil bajo que sostiene al puntero.
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