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El neuquino que ataja en Racing y, por respeto, aprendió el himno de Chile: la historia de Gabriel Arias
El documento de Gabriel Arias ya decía 25 años, pero su planilla como arquero sólo marcaba ocho partidos en Olimpo de Bahía Blanca . Un llamado desde Florencio Varela del uruguayo Juan Andrés Tejera, ex compañero suyo en el aurinegro, le cambió la carrera. Le comentó que Defensa y Justicia buscaba arquero. En Bahía Blanca, Arias mandaba a comprar un DVD de los partidos y luego los editaba para corregir errores. Armó un compilado suyo y una especie de currículum. Y lo mandó a Florencio Varela. Así cambió el sur de la provincia de Buenos Aires por el sur del conurbano. De esa historia casi amateur a este 2019 en el que arrancará como el arquero del puntero de la Superliga y con el desafío de sostener su lugar en la selección de Chile y disputar la Copa América pasaron sólo seis años. Tal vez por eso Arias asegura que sigue siendo el mismo. "Ahora atajo para una selección y en un club grande. No me cambió –afirma el neuquino, de 31 años– pero me ve mucha más gente, es una responsabilidad muy grande representar a un país y a un club como Racing . Por suerte me llega en una edad en la que lo puedo disfrutar".
Esta pretemporada de Arias comenzó una semana antes que la del resto de sus compañeros. El arquero debía ganar ritmo para recuperarse de la rotura del cuarto metacarpiano de la mano derecha que sufrió en octubre pasado, durante una práctica con la selección de Chile, y empezó a entrenarse en el Cilindro durante los últimos días del 2018. "Hace dos meses estaba sin jugar y quería arrancar de la mejor forma. Van a ser tiempos muy cortos, necesitaba empezar antes. Por suerte la lesión quedó atrás", explica el arquero de la Academia.
–Tus antecedentes decían Olimpo, Defensa y Justicia y Unión La Calera. Había dudas de cómo te iba a quedar el buzo de Racing...
–No había ganado títulos, venía de clubes denominados chicos. No llegué con los pergaminos que requiere un club grande, pero yo confiaba en mis condiciones, sabía lo que podía dar y que iba a responder. Me acomodé bastante rápido a lo que significa el arco de un club grande, más allá de la lesión. Me han convertido poco y cuando me llegaron respondí bien, así que el balance es positivo.
–A veces aquello de "arquero de club grande" parece un lugar común. ¿Qué quiere decir?
–No es una frase vacía. La responsabilidad es distinta. Al club grande la mayoría de los equipos lo esperan, le ceden el protagonismo. Y en alguna contra o cuando te equivocás, te atacan. Y el arquero tiene que estar siempre para esas dos o tres veces que te llegan. Hay que responder y por suerte lo vengo haciendo. Hoy los grandes tienen muy buenos arqueros. El que más sobresale es Armani por la cantidad de partidos que estuvo con la valla en cero y el nivel que mantuvo durante todo el año.
–Cuándo llegaste, ¿nunca dudaste, no temiste que el arco de Racing te fuera a quedar grande?
–Con el correr de los años me fui acomodando. Antes quizá llegaba más nervioso a un partido, en algún momento me agarraban los nervios. Ahora lo se manejar. Ya no lo vivo con tanta ansiedad. Trato de hacer las cosas lo más simples posible. Partiendo de esa simpleza se puede resolver mejor. No hago cosas rebuscadas, trato de anticiparme. Con la simpleza generás confianza en vos, en tus compañeros y en la gente.
–Se dice que el fútbol es un estado de ánimo. ¿Y el arco, entonces?
–El arquero tiene que ser el más fuerte de la cabeza en todo sentido. Es el que está solo esperando que no le hagan goles, tiene que responder cuando le llegan, tiene la gente atrás, pegada, putéandolo constantemente. El arquero tiene que tener una mentalidad más fuerte que cualquier otro. Se escucha todo en el arco, sobre todo en las canchas que tienen la gente cerca. Si sos local, son aplausos; si sos visitante, te putean.
–¿Será difícil recuperar el nivel que tuviste antes de la lesión?
–Yo estoy confiado en que ese es mi nivel y que siempre se puede mejorar. Lo que demostró Javi [García] cuando le tocó atajar me exige a dar el máximo. Ojalá pueda recuperar la titularidad con un nivel que me deje conforme a mí y a los hinchas.
Arias encontró su mundo debajo de los tres palos casi por casualidad. A los 13, un vecino le contó que en su club faltaba un arquero. Se probó y le gustó. Sus padres recién se enteraron cuando tuvieron que ir a pagar la cuota social. Estar en Avellaneda no es algo nuevo para él. En 2004, pasó un año por las inferiores de Independiente, pero los coordinadores decidieron dejarlo libre. Desde ahí pasó a Olimpo y arrancó esta historia que se potenció gracias a un DVD. "Antes los tenía que comprar, ahora por suerte directamente me los pasan. Es una especie de hobby que tengo, para entretenerme y para mejorar. Me fijo lo que hago bien, mal o que puedo mejorar. Ahora se sabe más: del rival me pasan la pelota parada, los pateadores de penales y la tendencia para definir de los delanteros que vamos a enfrentar. Igual después cambia mucho, sigue siendo fútbol: puede tener una tendencia a definir al palo izquierdo pero ese día te patea al palo derecho y ya no hay nada que hacer".
–¿Es más fácil para un arquero estar en un equipo protagonista o es mejor atajar en uno que se cierra bien atrás?
–Es mejor una propuesta ofensiva. Es más vistoso que estar metidos los once atrás. A veces quedamos mano a mano, pero prefiero que sea así. Estamos en un equipo que va siempre para adelante. A veces quedan espacios y tengo que estar concentrado jugando algunos pasos más adelante para cortar los pelotazos largos a espalda de los defensores. Después viene todo lo demás. El juego con los pies es un complemento que te puede ayudar, nada más.
–Cuando llegaste a mediados de 2018, ¿ te imaginabas estar punteros toda la temporada?
–Cuando llegué vi el plantel que había y sin dudas era para pelear arriba. Estamos punteros, llevamos varios partidos ahí arriba, que es algo que no pasa siempre. Pero hay que mantenerse sin creérsela, no es que ya vamos a estar arriba hasta el final del torneo. Por ponernos la mochila de que somos candidatos no nos alcanza para serlo. Ahora todos nos van a querer ganar. Nos quedan diez finales, la primera es Aldosivi y no nos podemos desviar de ese camino.
Atajar en la roja, un sueño cumplido
"Aprendí el Himno por respeto"
Aunque haya nacido en Neuquén, Arias es uno de los tres chilenos de selección que tiene Racing. Con Claudio Bravo, el arquero del City recuperándose de la rotura del tendón de aquiles, el N°1 de Racing ocupa el arco de La Roja. Cumplió en sus tres actuaciones. "Lo estoy viviendo como un sueño que se me cumplió más rápido de lo que esperaba. Mi lesión fue una pena porque me agarró en un gran momento, pero espero hacer lo necesario para volver a la selección y jugar la Copa América", cuenta. Nunca dudó de representar a un país por el que siente pertenencia. Sus abuelos maternos viven en Temuco. Ya en su infancia era una costumbre cruzar la cordillera para visitar a la rama materna de su familia. "Por una cuestión re respeto, me aprendí bien el Himno de Chile", cuenta Arias, que no duda sobre el mejor DT que lo dirigió: Beccacece.
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