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Futbolistas argentinos en Ucrania: cómo es jugar y vivir bajo la amenaza de una guerra
Fabricio Alvarenga y Claudio Spinelli hablan de “tranquilidad” pese al conflicto entre Rusia y la OTAN y no piensan en emigrar
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En las últimas semanas no hay día en el que los medios internacionales dejen de informar sobre una posible invasión a Ucrania por parte de Rusia y de una respuesta inmediata de las fuerzas de la OTAN. Las tropas rusas se despliegan sobre la frontera de lo que fue una república de la desaparecida Unión Soviética. El presidente Vladimir Putin recela de las aspiraciones occidentales de Ucrania. Mientras se suceden las negociaciones diplomáticas en el nivel global, la amenaza de una guerra no se disuelve.
No son nuevas las convulsiones en ese país de Europa del Este. En 2014, una guerra civil entre prorrusos y proeuropeos ucranianos llevó a Alejandro “Papu” Gómez y otros jugadores argentinos a huir de Metalist, de Kharkiv, o Járkov, según su nombre en español. Rusia sumó tensión con la anexión de Crimea.
Un nuevo enfrentamiento bélico se cierne sobre un territorio que en este momento tiene a tres futbolistas argentinos en la Premier League (primera categoría) de Ucrania. Claudio Paul Spinelli, delantero surgido en Tigre; de paso goleador por San Martín, de San Juan, y con una experiencia inolvidable en el Gimnasia de Diego Maradona, juega en Oleksandriya. El atacante misionero Fabricio Alvarenga lo hace en Rukh, de Lviv, o Leópolis, tras un paso por Olimpik Donetsk, al que llegó desde Deportivo Morón y con el pase en su poder que le dio Vélez, en el que se formó desde la séptima división hasta asomar en la primera con Miguel Ángel Russo. Francisco Di Franco debutó en Boca en 2013, con Carlos Bianchi en el banco y Juan Román Riquelme como compañero. Ahora es mediocampista de Dnipro.
¿Tienen miedo? ¿Dudan entre seguir y buscar nuevos horizontes? ¿Creen que su seguridad y la de sus familias están en riesgo? ¿A qué dan prioridad? LA NACION se puso en contacto telefónico con Spinelli y Alvarenga, de 25 años ambos. Están terminando la pretemporada en Antalya, Turquía, donde los equipos van a buscar temperaturas más benignas que las del crudo invierno ucraniano. Tanto Spinelli como Alvarenga no se hacen eco del drama que puede desatarse de un momento a otro. Di Franco, que lleva cuatro años y medio en el fútbol ucraniano, se disculpó al recibir el llamado de este diario: “El club [Dnipro] no me permite dar entrevistas sobre el tema”.
A Spinelli se le ocurre un paralelismo: “Así como en la Argentina estamos acostumbrados a la inflación y las devaluaciones, ellos lo están a las amenazas de guerra. Desde hace años están con ese tema. Se lo toman de manera muy natural, están muy tranquilos. Mis compañeros también; me dicen que me quede tranquilo. Obviamente uno no está acostumbrado a esto, yo siento que en cualquier momento puede llegar a pasar algo, pero ellos dicen que todos los años hay una amenaza de guerra que queda en movimientos políticos”.
Alvarenga, por ahora, no advierte motivos como para alarmarse: “La gente habla, pero donde yo estoy viviendo [Lviv, cerca de la frontera con Polonia] está supertranquilo. La gente no tiene ningún temor. No pasa nada. No hay ningún despliegue militar por las calles. La verdad es que mi familia y yo no estamos preocupados. Nos sentimos tranquilos”.
Spinelli no descarta que deba adoptar un plan B: “No tengo miedo de que me pase algo. A mí, lo único que me ata es el torneo, que se sigue jugando. Si llega a suspenderse, me voy, pero por ahora se reanuda normalmente [el 25 de febrero]. En Ucrania el ritmo de vida no se alteró; si no, acá estarían todos enloquecidos. Son demasiado tranquilos; si en la Argentina supiera que puede haber una guerra yo estaría como loco. Son más las especulaciones que venden internacionalmente con las noticias que lo que realmente pasa”.
Desde los clubes no les impartieron medidas de seguridad especiales. “No recibimos ninguna recomendación en cuanto a cuestiones de seguridad. No nos dijeron nada. Después de la guerra del Donbás de 2014, cuando Rusia anexó Crimea, mucha gente está acostumbrada a las amenazas. Las toma como algo normal”, expresa Alvarenga, que explica que el nombre de su equipo se pronuncia “Ruj Liviv”. Spinelli añade que “desde Oleksandriya no hubo ninguna recomendación especial”. “Me dijeron que me quedara tranquilo. Obviamente, no van a darme una noticia para que me altere. No sé cómo se manejaría todo si llegara a pasar algo”, manifiesta.
Spinelli y aquel gol en la Bombonera
Ambos alejados de la capital, Kiev, viven el pulso del interior de Ucrania, más sereno. Cuenta Alvarenga: “No tengo miedo porque en Lviv la situación es supernormal. No hay de qué preocuparse en este momento. Si uno sale a caminar se encuentra con turistas de otros países consumiendo normalmente, sacándose fotos. Acá hay muchas ferias de embutidos y quesos. Divino como para pasear. Es más seguro que muchos lugares de Buenos Aires”. Agrega Spinelli: “Oleksandriya es más pueblo; yo estoy más acostumbrado a Buenos Aires. Esto es más tranquilo, está bueno. Yo me casé hace poco, y mi mujer tampoco tiene miedo. La ciudad está bastante lejos de una posible invasión. Si llega a pasar algo, hay margen para irse”.
En el fondo, Ucrania se debate en una crisis de identidad agravada por injerencias externas. Alvarenga da su percepción: “En Lviv es más fuerte el patriotismo ucraniano; no quieren saber nada con los rusos. Cuando jugaba en Kiev, la mayoría de la gente hablaba ruso. Yo terminé aprendiendo más el ruso que el ucranio. En Lviv, que está en el interior, hay más raíces ucranianas, no quieren que se hable ruso. Tuve que aprender el ucraniano. La diferencia entre los dos idiomas es como la que hay entre el español y el portugués. En todo el interior de Ucrania es más fuerte el sentido patriótico”. Spinelli aporta: “En la gente hay una grieta entre los que prefieren el capitalismo de Occidente y los nostálgicos de la época de la Unión Soviética. Hay muchos ucranianos que viven en Rusia; en Ucrania se habla más ruso que ucraniano. Mis compañeros se comunican en ruso entre ellos”.
Respecto a lo futbolístico, Alvarenga describe: “El fútbol ucraniano es muy diferente al nuestro. Es mucho más físico y de pelotazos, no se juega tanto a la pelota, si bien llegan muchos jugadores brasileños. Acá no tenemos el plus del aliento de la hinchada, como lo hay en Argentina”.
Spinelli, cuyo pase pertenece a Genoa, tiene otra visión: “Me gusta bastante el fútbol de Ucrania. Se juega lindo, los estadios son bonitos, hay buenos jugadores. No es nada fácil. Superó mis expectativas, me encontré con algo mejor que lo que pensaba. Ni hablar de lo que son Shakhtar y Dinamo Kiev, dos clubes impresionantes. Después hay otros cinco buenos equipos y otros cinco que son más flojos, pero no es fácil ganarles”. Lo que no le gusta al delantero es el clima. “En invierno, la nieve es lo de menos; lo peor es el frío, impresionante, con temperaturas de hasta 10 grados bajo cero. Pero llega la hora del partido y tenés que olvidarte de eso; si no, te vas del juego”, detalla. Y va un poco más allá: “Todos los clubes tienen unas instalaciones bárbaras. Después de pasar por Koper, de Eslovenia, tuve una oferta para ir a Chile, pero decidí venir a Ucrania para una revancha europea. Mi deuda pendiente es jugar en una primera liga de Europa, sea en Italia, España, Inglaterra o Francia”.
La infraestructura de Rukh tiene impresionado a Alvarenga. “Posee una de las mejores academias de Europa. Es de otro mundo, de no creer. No tengo palabras para describir lo que es el centro de entrenamiento, tanto para juveniles como para profesionales. El dueño de FC Ruhk Lviv es un empresario fuerte de la ciudad. Económicamente es muy poderoso”, se asombra el argentino.
Spinelli dice que en Ucrania nadie le hace referencia a otro Claudio Paul, Caniggia, por su nombre y su aspecto parecido. Su último club en Argentina fue Gimnasia, en el que fue dirigido por Maradona: “Tengo el mejor recuerdo. Me quedo con su alegría de cuando estaba con el plantel. En esos momentos se lo notaba feliz, cerca del fútbol, disfrutaba de estar con nosotros. Eso le hacía bien. Charlar con los jugadores en el día por día. Fue muy triste enterarme de su muerte, algo inesperado. Yo no estaba en el país”.
Spinelli tiene contrato hasta 2023, y Alvarenga, hasta 2024. “Pienso quedarme, por lo económico y por la seguridad. La tranquilidad con que se vive es fundamental para mí y para mi familia. Si me voy de Ucrania es por razones futbolísticas, no por el problema con Rusia”, remata Alvarenga.
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