Alrededor de un centenar de personas se apiñan en las pequeñas gradas de madera del gimnasio que San Lorenzo posee en su Ciudad Deportiva. Es domingo, hace frío y el sol acaba de ocultarse, pero ahí dentro se vive el calor de la competencia. En la entrada, un kiosco "made in casa", montado sobre un par de mesas, vende tortas, galletitas, té y mate cocido. Para terminar de darle un aspecto pueblerino a la tarde, Lula, una perra a la que todo el club conoce y quiere, se sienta en una butaca a mirar lo que pasa en la cancha.
El mundo del futsal femenino es así, reducido y modesto, pero no por eso menos apasionado. Sobre la pista, las chicas del equipo local y las de All Boys disputan su encuentro de cuarta división, la menor de las categorías que integran los torneos organizado por AFA.
—Perdón, ¿Eliana Medina?
—¿Eli? Es aquella de allá, la del buzo celeste, la entrenadora.
Bajita, pelo largo recogido con una cinta, voz suave, Eli camina sin aparente nerviosismo por la banda mientras sus pupilas buscan una victoria que las acomode en la tabla de posiciones, consulta cada tanto con su ayudante... y acaba maldiciendo cuando a las suyas les empatan en la última jugada. "Recién este año se armó el equipo de esta división, son chicas sin experiencia", explica a modo de disculpa.
Está por empezar el partido de tercera y tiene un rato de descanso. Más tarde se pondrá la ropa de jugadora y volverá a la cancha para ser la capitana y referente del equipo de Primera, vigente campeón, y desde su posición retrasada ser la conductora que marca el camino en cada jugada, la que pone la pausa en un conjunto eléctrico que tritura rivales mientras pelea palmo a palmo con Kimberley de Villa Devoto la punta del campeonato.
Eliana Medina, cordobesa de Marcos Juárez, 31 años de edad, no es una jugadora más. Llegó al club de Boedo en 2003, después de un paso breve por Independiente, no se fue más, y desde entonces fue acumulando títulos hasta transformarse en la número uno. No hay en San Lorenzo otra, ni otro, futbolista con tantos títulos en su catálogo. "Son 21, 19 en futsal y 2 en campo [es decir, fútbol grande, de 11, el de toda la vida]. A veces me preguntan si no me canso de dar vueltas olímpicas, y la verdad es que no. Las disfruto, y cada año busco un motivo para pelear por dar otra más. Me falta ganar una Copa Libertadores, hoy por hoy es mi mayor deseo".
Nadie, ni el Pipi Romagnoli, tiene semejante bagaje en su currículum, y sin embargo, nadie le pide un autógrafo ni la para por la calle -"Por suerte, porque no me gustan las cámaras", asegura- cuando cada día viaja de la Ciudad Deportiva a una de las sedes azulgranas en la Avenida La Plata para trabajar en el archivo general de la entidad.
Sí la conocen bien en la Ciudad Deportiva porque es donde vive, en la pensión femenina, junto a otras siete compañeras del interior del país. "Llegué a Buenos Aires cuando tenía 14 años, sola. Mis padres me dejaron venir porque pensaron que a los dos meses iba a volver. Y desde el primer día tuve que adaptarme a vivir en pensiones. Al principio, en Independiente, en una que estaba a la vuelta del shopping de Avellaneda; y en San Lorenzo, acá en la Ciudad Deportiva".
Las pensiones de futbolistas, que tanto han dado que hablar en los últimos tiempos, poseen su dinámica particular, y también sus diferencias de género. "No tiene comparación nuestra vida con la de los chicos de la pensión masculina. Ellos tienen más control para salir y entrar, nosotras estamos más liberadas, nos tienen más confianza", cuenta con cierto placer.
Ocho compañeras de los equipos de fútbol femenino habitan la pensión de San Lorenzo. Eliana, claro, es "la jefa", por una cuestión de edad, experiencia y liderazgo: "Manejo un poco quién puede quedarse a dormir, cuándo se puede salir, vamos arreglando todo para que ninguna sienta que está en una cárcel. Yo les digo que si hacemos las cosas como corresponde no deberíamos tener problemas, y así estamos más libres, sin ningún dirigente o alguna otra persona controlándonos". La independencia de las chicas llega incluso hasta la cocina: "Tenemos la opción de retirar lo mismo que le dan a los chicos, pero ellos comen pasta todos los días y a nosotras nos engorda, entonces decidimos cocinar. El club nos da dinero para comprar lo que necesitamos y así podemos comer lo que creemos que nos hace bien". "¿Y quién cocina?". "Todas. Nos vamos turnando, no hay problemas por ese lado".
La vida de una futbolista de Primera División, incluso de una multicampeona, poco y nada guarda relación con algún par masculino. Eliana vuelve de trabajar al mediodía, come, descansa y sus tardes son a puro entrenamiento: "Lunes, miércoles y viernes, en campo; martes y jueves, futsal". Y además, la dirección técnica de la cuarta y la coordinación de una escuelita formativa para chicas de entre 5 y 18 años. "El crecimiento del fútbol entre las mujeres es imparable. Hasta los clubes de barrio ya tienen escuelas. Por suerte, a nivel familiar o de amigos ya dejó de ser raro ver una chica jugando al fútbol, eso ya pasó. Y aunque todavía la organización no es nada buena, para la disciplina es importantísimo que una nena de 5 años o una mujer de 20 que nunca había jugado se anime a probar".
Todo fue muy diferente en la niñez de Eliana, allá por los años '90. La pelota le atrajo desde siempre, impulsada por sus tres hermanos y sus muchos primos varones. "Pero en Marcos Juárez era complicado, no siempre me dejaban jugar", recuerda echando la vista atrás: "Hasta que un día una señora armó un equipo solo de mujeres. Yo tenía 12 años y mis compañeras, 30 o 40. Me trataban como si fuera su hija. Era fútbol 7, íbamos por los pueblos de la zona a participar en torneos relámpago. Un año después, en mi pueblo crearon el primer club de fútbol femenino, Villa El Panal, y entonces ya empecé a jugar de manera un poco más organizada".
Fue más o menos por esa época que en un amistoso entre Independiente y una selección cordobesa representada por Belgrano la descubrió el técnico "rojo", convenció al padre para que le diera permiso a hacer la aventura, y dos meses después Eliana recaló en Avellaneda: "Éramos muchas del Interior, eso me ayudó en la adaptación. A todas nos pasaba lo mismo: extrañábamos. A veces veías a alguna llorando en un rincón. Por eso hoy trato de estar atenta a las más chicas, de que humanamente no les falte nada".
En 2004 se produjo el cambio que empujó al arraigo definitivo: comenzaron los torneos de futsal en AFA, San Lorenzo se incorporó de inmediato y le dio a sus mujeres del fútbol grande la opción de integrar ambos equipos: "El cuerpo técnico era el mismo, yo tenía las tardes libres, me anoté para estar en los dos y ahí sigo tantos años después".
Aunque quienes están ajenos puedan creer lo contrario, las diferencias entre el fútbol "de 11" y el futsal son enormes -"Dos deportes muy diferentes", resalta Eliana- y no solo por las dimensiones de la cancha. "La pelota es distinta, la manera de jugar, las reglas, la cantidad de compañeras... Al principio me costó adaptarme pero me ayudó mi posición en la cancha. Soy enganche y tener que pensar más rápido en el futsal me vino muy bien para el fútbol de campo. En general es más fácil llevar cosas de la pista a la cancha que al revés. Las que vienen del fútbol grande quieren controlar con borde interno en lugar de usar la suela; gambetear en vez de tocar; la tiran larga... Yo ya cambio el chip de manera automática".
El partido de Primera arranca y, efectivamente, las pequeñas tribunas del gimnasio están mucho más vacías. El choque, además, tiene menos emoción. El equipo local impone su superioridad desde el arranque, y aunque las chicas de All Boys oponen resistencia, el 5-1 final se queda corto para explicar las distancias entre los dos equipos.
Los que aguantaron hasta el final de la jornada se dispersan enseguida. Nadie espera en la puerta del gimnasio. No hay periodistas, no hay autógrafos. Eliana Medina, la capitana, la multicampeona, la "jefa", la máxima coleccionista de títulos que cada semana viste la camiseta de San Lorenzo, se va con sus amigas camino de la pensión del club, como una más mientras el frío se adueña de la noche del domingo.
LAS GRANDES OLVIDADAS DE AFA
La elección de modelos para presentar la nueva camiseta de la selección de fútbol femenino y la exitosa participación del equipo en la reciente Copa América de Chile hizo girar por unos días la atención del fútbol hacia sus mujeres. Pero muy posiblemente haya sido solo una brisa pasajera. La actividad de ellas es, desde siempre, una de las grandes olvidadas en la AFA.
"Jugué en la selección argentina de futsal desde 2007", señala Eliana Medina, "y recién el año pasado pudimos preparar una competencia internacional con cuatro meses de antelación; antes nunca fue más de un mes". Sus quejas sobre la marginación que sufren desde el punto de vista organizativo son iguales a las que pueden enumerar cualquiera de sus colegas en otros clubes. "De la boca para afuera dicen que el femenino es importante pero no lo demuestran", dice la capitana de San Lorenza, y relata: "Lo nuestro es todo a pulmón, todo amateur, gastamos de nuestro bolsillo para ir a entrenar. El viático que dan los clubes no alcanza para vivir, hay que trabajar, pero cuando salís a competir afuera representando al país perdés el día de trabajo, te lo descuentan y nadie te da un peso para compensarlo".
El último desaire es reciente. La semana pasada, la selección sub20 preparaba en el predio de Ezeiza su participación en los Juegos Odesur que comienzan en Cochabamba este sábado cuando llegaron los primeros jugadores de la selección mayor para empezar sus trabajos para el Mundial de Rusia. "Eran cinco y ocupaban una cancha de todas las que hay en Ezeiza, pero a las chicas se las llevaron a otro lado, a un lugar donde el piso estaba tan mal que no podían ni trotar. Así va a ser muy difícil mejorar".
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