Lejos de las luces de la Primera, el club juega en el oeste del conurbano bonaerense sus dos partidos en paralelo: el de contener socialmente y también luchar por escalar en el sacrificado mundo del ascenso
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“Dale, chango, que ya empezó el entrenamiento”, se escucha. Un chico que aparenta 20 años recibe una palmada en su espalda y corre nervioso: llegó tarde. “Chango” se suma apurado al resto de sus compañeros, aunque muchos pueden no ser sus compañeros dentro de poco tiempo. La escena parece guionada: alrededor de 40 futbolistas, todos vestidos diferente, están probándose en Deportivo Paraguayo, un club de canchas apenas demarcadas y azotadas por una lluvia torrencial. A esta hora y en este lugar, ellos sienten que se juegan la posibilidad de hacer del fútbol su forma de vida.
Para estos muchachos, el paso siguiente a ser fichados, su objetivo, representaría un desafío difícil. Es que Deportivo Paraguayo terminó el campeonato de Primera D como el último clasificado de la categoría. O sea: fue el último de la última división. En la tabla anual sumó apenas 13 puntos, ocho menos que el penúltimo, Central Ballester, y disfrutó sólo tres triunfos en todo 2021. El reciente Torneo Clausura lo cerraron con una única victoria. Las circunstancias extraordinarias que vive nuestro fútbol por el cambio de reglas que dejó la pandemia le hizo un guiño: el club no perderá su afiliación a la AFA por un año, como ocurría en años anteriores. Así que en 2022 tendrá la posibilidad de volver a competir en la quinta categoría del fútbol argentino. Una sobrevida.
“Hoy en día somos el peor equipo del fútbol argentino, estamos en el fondo de todas las tablas. A los dirigentes haber salido últimos no les causó gracia, y el cuestionamiento de los hinchas siempre está”, concede Fabián Cabello, recientemente nombrado mánager del club, después de haber sido director técnico entre 2018 y enero de 2021. Su primer objetivo en su nueva función es bien modesto, una muestra de cuáles son las prioridades en el submundo del ascenso: “Nuestra idea es cambiar la imagen de los chicos, que estén todos vestidos iguales para demostrar que somos prolijos”, dice.
Esa meta parece ya encaminada: Deportivo Paraguayo llegó a un acuerdo con la marca Fanáticos como sponsor técnico, para que todos los futbolistas que integren el primer equipo estén uniformados durante los entrenamientos. “La mayoría de los clubes de la D compran la ropa. Nosotros tuvimos la suerte de que, a partir de la gestión del presidente, nos provean una determinada cantidad de indumentaria”, agrega Cabello, satisfecho.
El predio donde hoy se entrena el equipo, ubicado en el barrio Villa Scasso de González Catán, está rodeado de casas bajas con techos de chapa, veredas de tierra -que en un día de lluvia se inundan con largos charcos-, un jardín de infantes, un maxikiosco que exhibe ocho garrafas a la venta, algunos pequeños bares y un corralón del que suele emanar una nube de humo a causa de quemas de basura, que según cuentan desde el club, suelen perjudicar al plantel durante sus entrenamientos. En la profundidad del oeste del conurbano bonaerense, estas postales no llaman la atención de los que lo recorren a diario. Son parte de la escenografía habitual.
Catalino, vendedor de chipá, ingresa al predio con su bicicleta para hacer su primera venta de la mañana. El diluvio no lo desanima. Los aspirantes corren en grupos de diez de punta a punta, mientras que otro conjunto de jugadores más jóvenes, pertenecientes a la cuarta, quinta y sexta divisiones, hace trabajos con pelota en otro campo de juego, aunque todos lucen parecidos: desparejos, con más tierra que césped.
Los que se escaparon de la dictadura de Stroessner
Justo antes de la zona de las canchas hace guardia un hombre cruzado de brazos con pelo canoso y atado, vestido con una gorra y una campera blanca con el nombre del club. Está dispuesto a abalanzarse sobre cualquier persona que intente cruzar la entrada, a no ser que esté autorizada. Esa defensa no debe ser confundida con antipatía; Rigoberto Espíndola, apodado Olimpia -por el tradicional club paraguayo del cual es hincha-, es simplemente alguien que tiene una devoción con Deportivo Paraguayo.
“Olimpia fue siempre hincha y aguatero del club”, señala Cabello. “Él hace algo que al momento de llegar al club me sorprendió: se levanta a las 4 de la mañana, viene desde Ballester y trae un termo de mate cocido y algo que compra en la calle para darles de comer a los jugadores. A él no le sobra, lo hace por amor al club”.
“Yo estoy en el club desde el 1988, y hace 15 años que soy aguatero”, apunta Espíndola. “Antes de eso iba a la cancha como hincha, estuve presente en el ascenso en el 1991/92, cuando salimos campeones contra Liniers”. El aporte de Olimpia al club va incluso mas allá de su presencia y su amor por los colores: también trabajó como albañil en las obras que se realizaron en los vestuarios del predio el año pasado.
Espíndola es un mero ejemplo de la profunda conexión que tiene este club con la comunidad paraguaya, que se remonta a sus inicios. Fue fundado en 1961 por inmigrantes que escaparon de la dictadura militar de Alfredo Stroessner, y desde entonces le dio cobijo a toda una diáspora. “Llama la atención porque hoy en día el club representa una de las colectividades mas grandes de la Argentina”, remarca orgulloso Cabello. “Hay más de un millón de paraguayos, y cerca de 4 millones de hijos de paraguayos. Acá se le da de comer a la gente, hay chicos de bajos recursos que se llevan una bolsita de alimentos”, puntualiza.
"El club te atrapa, la gente y la comunidad te atrapa con su cariño"
Maximiliano Mazzoni, Secretario de Deportes del club
El sentido de pertenencia en Deportivo Paraguayo alcanza hasta a los cargos más altos dentro de la institución. El presidente, Abel Cárdenas, es doctor y jefe de terapia intensiva en dos hospitales de la zona sur del conurbano: “Le gusta servir a la gente, capaz que otro dirigente no lo hace”, valora Cabello. “Si se tiene que arremangar para hacer algo, lo hace”.
La identificación con el Paraguay está presente en cada rincón del predio. El club recibe a quienes lo visitan con un mural que ocupa casi toda la cuadra, decorado con una mirada variopinta: se observa a una comunidad guaraní practicando un juego precursor del fútbol, el manga ñembosarái; la bandera Wiphala; los próceres paraguayos Francisco Solano López y José Félix Bogado, junto a José de San Martín; y el futbolista Arsenio Erico, máximo goleador de la historia del fútbol argentino y considerado el mejor de todos los tiempos del país vecino. La única figura no relacionada con la cultura paraguaya con un lugar en el mural es, por supuesto, Diego Armando Maradona.
A la izquierda de la entrada del predio hay un oratorio dedicado a la Virgen de Caacupé, la Santa Patrona del Paraguay. “La veneramos todos los 8 de diciembre acá”, cuenta Espíndola. “Tenemos misas, vienen sacerdotes de Paraguay y la gente de la colectividad con su imagen. Después hacemos fiestas y celebramos”. Además de sus actividades en González Catán, para estas celebraciones Deportivo Paraguayo abre las puertas de su sede social en el barrio de La Boca. También lo hace para familias de la comunidad que necesiten un techo o alimento.
Esta solidaridad se extiende incluso hacia quienes llegan al club desde afuera, sin pertenecer a la colectividad paraguaya. “El club, la gente y la comunidad te atrapan con su cariño”, reconoce Maximiliano Mazzoni, secretario de Deportes del club desde hace siete años, que trabaja como gerente de un banco en el conurbano bonaerense. “Cuando presenté mi proyecto, lo primero que me dijeron es ‘Ahora ya tenés sangre guaraní’. Trabajamos para que los chicos de Villa Scasso tengan la posibilidad de salir a la sociedad, que el club sea su segunda casa y los aleje de la calle”.
Las dificultades de ser jugador de la Primera D
Sobrevivir día a día no es sencillo para un club así. Hoy la AFA le envía un cheque de 450 mil pesos por mes a cada club de la categoría D. De allí salen los viáticos de los chicos y los gastos de los partidos. Al no tener estadio propio, Paraguayo alquila el de Liniers para sus partidos, a razón de 15.000 pesos cada vez, y a eso deben se suman los gastos de ambulancia y de policías. Al mes, los dos partidos como local le generan un gasto de 140.000 pesos.
Los viáticos son todo lo que el club puede pagarle a sus jugadores. Por su calidad de amateur, la división no permite a los futbolistas firmar contratos profesionales, por lo que los acuerdos económicos solo se pueden mantener de palabra. “No vamos a ser el equipo que más paga. No tenemos el presupuesto de otros equipos más grandes, como Sportivo Barracas o Cambaceres, pero lo que se dice se va a cumplir”, saca pecho el mánager.
Para los jóvenes que están probándose, entrar en el primer equipo representa el comienzo de su sueño, pero el trabajo necesario para alcanzarlo requiere duros sacrificios. “Muchos son de la zona y otros no. Hay gente que tiene que viajar bastante, desde Sarandí, Florencio Varela, Lomas de Zamora”. Por ejemplo, para Luciano Grosso, volante de 23 años, jugar en Paraguayo implica largos viajes todos los días desde Avellaneda: “Me levanto a las 5 y media de la mañana, desayuno algo rápido y camino unas 10 cuadras hasta encontrarme con mis compañeros para venir en auto hasta acá. Tenemos una hora y media de viaje y dividimos entre todos los gastos de la nafta y el peaje”, comenta.
"El jugador del ascenso no puede vivir solo del fútbol. Necesita buscarse un laburo o una changa para sobrevivir"
Luciano Grosso, jugador de Deportivo Paraguayo
Los viáticos que reciben los jugadores suelen ser menores a 10.000 pesos, por lo que la gran mayoría debe recurrir al apoyo de sus padres, o bien a trabajar por fuera del fútbol para mantener vivo el sueño. Rubén Barrionuevo, volante por derecha de 23 años, se dedica a podar en jardines. Manuel Bastos, de 22 años, vende bicicletas desde que sale del entrenamiento hasta las seis de la tarde. William Giménez, delantero de 26 años, atiende un almacén con su madre. Y Silvio Gutiérrez, flamante director técnico y exjugador del equipo, tiene un emprendimiento familiar de calzado, que le vende suelas a algunos de los productores más importantes del mercado local.
“El jugador de ascenso no puede vivir del fútbol, necesita buscarse un laburo o una changa para sobrevivir”, acepta Grosso. Bastos concuerda y agrega: “Esto lo hago por la pasión, si fuera por lo económico no seguiría viniendo”.
La realidad de la división expone todos los días a dirigentes, entrenadores y futbolistas a situaciones que pueden llegar a ser incluso extremas. “Me acuerdo que un día, un compañero de Avellaneda vino y dijo que tenía un malestar”, recuerda Gutiérrez. “Yo lo tomé como algo normal, que esté mal del estómago o de cansancio. Pero cuando comenzó el entrenamiento se descompensó. Me acerqué y pregunté qué pasó, porque me dijo que se sentía mal, nada más. Y ahí me confesó que no había comido la noche anterior, ni desayunado esa mañana. Le dije que esas cosas me las tenía que decir, porque más allá del viático el club tiene que hacer el esfuerzo”, rememora. Y se enorgullece de que su bajada de línea haya generado un vuelco: “Hoy el chico terminó el colegio, está mejor físicamente, aprendió cosas básicas de la alimentación”.
Objetivos a la vista
Considerando los desafíos que se le presentan día a día a Deportivo Paraguayo, sumado al hecho de haber sido el último equipo en la última división del fútbol argentino, el club encara el 2022 con expectativas renovadas, pero también ambiciosas. Mazzoni cuenta, por ejemplo, que este año el club quiere dejar de alquilar estadio y poder al fin jugar en González Catán: “Hoy podemos llegar a decir que para jugar en la división estamos en un 50%. Lo que tenemos que hacer es poner una muralla que vaya de calle a calle y divida con las casas que se ven enfrente, completar el vestuario local y también los de los árbitros, médicos y visitantes. Con eso, limitado también con rejas, podemos jugar de local”, comenta, interrumpido por el sonido invasivo de las amoladoras.
Un paseo por los vestuarios deja ver que están ya en las últimas etapas de su construcción. Los pisos y las duchas están terminados, por lo que el objetivo de tener todo pronto antes de 2023 suena alcanzable. Y lo que es más importante todavía, lo están logrando con gente del club, dispuesta a colaborar: “Tenemos buenas perspectivas y mucha gente que se quiere sumar al proyecto”, señala con orgullo Cabello, mientras observa a los que siguen trabajando en las obras. “Estos son hinchas del club, de la comunidad paraguaya. Cobran un precio más barato, pero con amor a la camiseta están haciendo la obra”.
"Todos soñamos con poder salir de la primera D y firmar un contrato"
Luciano Grosso, jugador del club
En cuanto a lo deportivo, el club no sólo quiere dejar atrás la campaña anterior, sino ir más allá: “El objetivo es poder armar un equipo competitivo para pelear, juntar un buen plantel como para estar metido entre los primeros puestos”, sostiene Cabello. “Hemos traído chicos que son importantes para lo que es la categoría, que vienen porque confían en el trabajo. La idea es tratar de que haya entre 22 y 26 jugadores en el plantel, y después acompañar con chicos de inferiores”. Gutiérrez comparte las sensaciones de su manager: “Me incentivó la campaña mala que se hizo, yo siempre me preparo para ser competitivo y para apuntar a lo más alto”.
Los futbolistas también confían en que la temporada 2022 puede ser la que los catapulte a la Primera C por primera vez en 22 años: “Creo que con el cuerpo técnico que tenemos y los jugadores que vinieron podemos pelear”, opina Bastos. Y más allá de lo que puedan conseguir este curso, los jugadores esperan poder asegurarse un futuro más prometedor a partir de lo que demuestren en Catán: “Mi sueño es volver a la máxima categoría. Primero jugar bien acá y demostrar, ahí te van a ver los grandes clubes y los representantes, que te pueden llevar a la B Metropolitana o la Primera Nacional”, reflexiona Grosso, que hizo las inferiores en Lanús y Racing antes de quedar libre en Liniers. “Soñamos con salir de la D, poder firmar un contrato, ir a un club mejor”, se esperanza. “Aspiramos a vivir de esto”, cuenta Giménez.
Deportivo Paraguayo comenzó 2021 a las puertas de regresar a la Primera C, pero perdió la final del segundo ascenso contra Atlas, otro equipo que también sabe lo que significa ser el último clasificado de la D. De esa derrota vinieron las más pesadas, que lo arrumbaron en el fondo de la pirámide de la AFA. Ahora trabaja para volver a los días gloriosos que vivieron durante la década del 90, cuando militaron por ocho años consecutivos en la cuarta categoría. Pase lo que pase, siempre tendrán a la colectividad de su lado.
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