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Coronavirus y fútbol: el escepticismo de Valdano, el optimismo de Menotti, la autocrítica de Rummenigge
A falta de acción en las canchas, al fútbol, a su futuro, a su larga salida del túnel del coronavirus que por ahora no tiene fecha segura, se los piensa desde varias tribunas de opinión calificadas. César Luis Menotti y Jorge Valdano comparten, además de la nacionalidad argentina, la condición de ser campeones del mundo. Uno, como director técnico, en 1978, y el otro, como futbolista, en 1986.
Cada uno les pone su firma a artículos que periódicamente publican El País, de España, y Sport, de Barcelona. El fútbol en tiempo de coronavirus es un tema que los obliga a visualizar lo que vendrá, a arriesgar sensaciones de acuerdo con sus experiencias e intuición. No necesariamente se muestran coincidentes. Valdano deja entrever cierto escepticismo sobre la deriva económica que lleva este deporte: "Hay que confiar en que el fútbol salga de esta especie de retiro espiritual con una lección aprendida. Encontrar talento y formarlo siempre resultó barato. El dinero que los grandes clubes multiplicaron en las últimas décadas no fue, entonces, para crear más y mejores jugadores, sino solo para encarecerlos en una dinámica que solo el coronavirus supo frenar. ¿Cuánto tiempo durará la prudencia después de este susto? Lo que la pasión tarde en alocarnos de nuevo".
Menotti deja una puerta entreabierta a la esperanza: "Como hombre de fútbol tengo la ilusión de que esta situación que vivimos nos lleve a replantear los calendarios y una organización mundial del fútbol que sea más humana, más equitativa y menos influenciada por las decisiones de los hombres de negocios".
Subcampeón del mundo en la final de México '86 que consagró a Valdano, Karl-Heinz Rummenigge, director general de Bayern Munich, aboga "por un fútbol más racional". Y el ganador del Balón de Oro en dos ocasiones (1980 y 1981, cuando se tenía en cuenta sólo a los futbolistas europeos) agregó: "Debemos corregir los errores del pasado. Desde la aprobación de la ley Bosman en 1995, el gran error de nuestra industria fue que cada año tuvimos un incremento en el volumen salarial y en las transferencias. ¡Cada año más, más, más! Hicimos todo para que eso fuera así. Incluyendo a Bayern. Los futbolistas ganan lo que ganan, y los grandes clubes estuvieron dispuestos a elevar sus salarios y sus ventas. Pero al riesgo lo asumieron exclusivamente los clubes".
En su columna en el diario La Stampa, de Turín, el ex volante Marco Tardelli, campeón del mundo por Italia en 1982 y de cinco scudetti y una Champions League por Juventus, apuntó a Gabriele Gravina, el máximo directivo de la Federación Italiana de Fútbol: "El presidente Gravina habla sobre salvar los campeonatos, también interviniendo en los súper salarios, porque es una emergencia para todos. Bueno, querido presidente, estoy seguro de que los jugadores y entrenadores harán su parte con orgullo, y como siempre sabrán probarlo con hechos". El fuerte alegato del mediocampista, que se enfrentó con Diego Maradona en el Mundial de España y en el calcio, continuó: "Presidente Gravina, recuerde que fueron ustedes los que enviaron a los jugadores al campo, sin escuchar sus pensamientos, olvidando que detrás de una camiseta también hay un hombre, con fortalezas, debilidades y su propia dignidad. Y sobre todo con su derecho a sentirse bien ".
El incierto día en el que vuelva el fútbol reaparecerá despojado del componente emocional y sentimental del hincha en la tribuna. Esa ausencia deja descolocado a Menotti: "Se habla de que los dirigentes analizan que las competiciones se terminen este año sin público, y me produce una gran tristeza. Siempre les recordé a mis jugadores en un vestuario que jugamos para la gente. Que si queremos jugar para nosotros nos vayamos a jugar a un campito".
Valdano aventura las consecuencias que las puertas cerradas traerán en el juego: "El público es la esencia de cualquier espectáculo y, en el fútbol, lo condiciona todo de una manera muy especial. Porque al estadio no van espectadores, sino aficionados que participan con su aliento en la dinámica del juego condicionando los estados de ánimo. Por esa razón el futbolista, antes de desafiar a un público, no sabe qué jugador es. Tampoco el arbitraje puede justificar su tradición de casero ante la ausencia de presión. Sin público el partido se desinfla sin remedio, el campeonato se desnaturaliza y la misma televisión quedará condicionada porque tendrá que hacer malabarismos con las imágenes para disimular la desnudez del espectáculo".
Y el ex delantero santafesino estima que en esa condición crecerá el intervencionismo de los directores técnicos: "Hay partidos que dejan de pertenecer a los entrenadores, porque la pasión ambiental los desboca arrastrando a los futbolistas hacia un juego menos pautado. A los entrenadores les desespera ese descontrol".
Tostão, uno de los cinco números 10 del Brasil campeón del mundo en 1970, es desde hace varios años columnista en el dario Folha de São Paulo. Su última publicación lleva el título "Establecer una fecha para la vuelta del fútbol, en este momento, es inconcebible". En el cuerpo de la nota advierte: "Cuando las cosas vuelvan a la normalidad, las personas deberán tener cuidado, cambiar los hábitos y evitar las multitudes. Incluso con tribunas vacías, existe el riesgo de confusión entre los fanáticos fuera de los estadios. También será imposible mantener los horarios de todas las competiciones".
Como muchos amantes del fútbol, Tostão cuenta que mata parte del tiempo mirando partidos viejos por televisión. Los de Brasil en México 1970 le refrescaron una anécdota de su compañero Pelé: "Cerca de la Copa del Mundo, una compañía de artículos deportivos ofreció una pequeña cantidad de dinero a todos los jugadores para jugar con sus botines. Pensamos que era genial, ya que eran los botines que usábamos regularmente. Pelé había firmado un contrato con otra empresa competidora. El problema es que a Pelé le gustaba jugar con los botines que todos usábamos, ya que eran más cómodos. Para resolverlo, quitó la marca que identificaba a la compañía y colocó la de la competencia, y Pelé jugó con los botines que quería. Antes de que Brasil comenzara los partidos, Pelé se agachaba cerca de la pelota, en el centro del campo, se ataba los cordones y la televisión mostraba a todo el mundo la marca de la compañía que lo patrocinó. Pelé confirmó que él era el Rey eterno, Brasil fue campeón y las dos compañías se beneficiaron mucho".
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