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Francia y Bélgica: dos casos exitosos que se nutrieron de un plan y de los que la AFA debiera tomar nota
El presidente de la Federación Francesa de Fútbol, Noël Le Graët, defiende ahora a Didier Deschamps con una convicción que no tenía cuando lo contrató, en 2012. El máximo dirigente es el que elige al director técnico del seleccionado y lo propone a un comité ejecutivo de 14 miembros, compuesto por presidentes de clubes, exjugadores y abogados, entre otros, quienes votan para su aprobación.
Luego de los fracasos de Raymond Domenech, con escándalo incluido en el Mundial 2010 a partir de la expulsión del plantel de Nicolás Anelka, y de Laurent Blanc (eliminación en cuartos de final en la Eurocopa 2012), la opción número 1 de Le Graët era Arsene Wenger, que rechazó el ofrecimiento por su fidelidad al Arsenal.
Por la vía del descarte, el presidente llegó a Deschamps, que por entonces había ganado seis títulos (una Liga y el resto copas locales) con Olympique de Marsella en el término de dos años. Le Graët también trataba de evitar a Deschamps porque debía negociar con Jean-Pierre Bernes, el mismo agente que llevaba la carrera de Blanc.
El primer contrato que firmó Deschamps estaba sujeto a que Francia se clasificara al Mundial 2014, en el que Francia llegó hasta los cuartos de final. La reticencia inicial de Le Graët hacia Deschamps fue cediendo. La decepción por perder de local ante Portugal la final de la Eurocopa 2016 no impidió que en octubre de 2017 se renovara el vínculo hasta 2020, con un salario de 3,4 millones de euros por año.
Le Graët pasó a ser un escudo protector del entrenador contra algunas críticas, como las del campeón del mundo 1998 Christophe Dugarry, que dijo que Francia lo aburría porque el estilo del equipo era más parecido a uno de Mourinho que a uno de Guardiola. El presidente adoptó la mirada pragmática de su empleado: "Sé que hay gente que dice que no jugamos bien, pero hicimos una buena clasificación al Mundial de Rusia en un grupo que no era sencillo".
Obtenido el título mundial en Rusia, Le Graët ratificó a Deschamps hasta 2020 para desactivar una corriente que proponía a Zinedine Zidane. "Es un trabajador que no deja espacio a la improvisación, armó un equipo casi invencible en el Mundial", elogió a Deschamps, a quien muchos le auguran un futuro en el sillón de Le Graët.
Bélgica: Integración, el mismo modelo y largo plazo
La revolución de Bélgica, basada en un meticuloso trabajo a largo plazo, se construyó en tres pasos. Todos los seleccionados, a partir de los jóvenes de 15 años, deben jugar con el sistema 4-3-3. Los menores desarrollan –más allá de la táctica y lo físico–, un exclusivo trabajo técnico con el balón, individual y colectivo. Seducidos por el Estado y la Federación, los hijos de inmigrantes fueron incorporados a los clubes de fútbol, una situación que provocó un trauma, primero y, tiempo después, una aceptación global.
El Gobierno, la Federación y hasta los clubes inyectaron una enorme cuota de dinero, para que hoy, a 18 años del primer capítulo de esta historia –sí, 18 años–, germinaran los frutos de un trabajo que tuvo como recompensa el tercer puesto en el Mundial de Rusia. "We are Belgium" ("Todos somos Bélgica") es el eslogan, en inglés, que identifica el concepto global, de crisol de razas, que hoy define al plantel y que es, de algún modo, otro de los triunfos elocuentes del proyecto del fútbol.
Michel Sablon, un exentrenador, de 71 años, es el creador de este proceso, pero no se trata de una figura excluyente: es solo la cara visible del proyecto. El fracaso en la Eurocopa 2000, que Bélgica organizó con Holanda, fue el mejor aprendizaje para el futuro. Sablon, con el respaldo de especialistas, comprendió que los jóvenes belgas no sabían parar el balón, levantar la cabeza y pasarla a un compañero. El triunfo nació, sobre todo, en la integración de niños que solo podían jugar en las calles, apartados del sistema por motivos políticos y sociales.
De pronto, surgió un problema frente al éxito momentáneo: las promesas empezaron a ser transferidas al exterior: Holanda, Francia e Inglaterra, en ese orden. Se dio un caso curioso: Eden Hazard, el mejor jugador del Mundial, se presentó en Lille a los 14 años.
Los resultados deportivos no fueron una consecuencia rápida. No participó en el Mundial de Sudáfrica 2010 ni en la Eurocopa 2012 de Polonia y Ucrania. Marc Wilmots ocupó el lugar de Georges Leekens. Cuartos de final en el Mundial de Brasil –la Argentina le ganó por 1 a 0– y la misma instancia en la Eurocopa 2016 de Francia tuvieron sabor a poco, ya con la mayoría de las incipientes figuras que luego se destacarían en Rusia. Hubo paciencia. En ese camino, el arribo de Roberto Martínez fue vital: le agregó lo que le faltaba a Bélgica. "Mentalidad ganadora", fue el último paso.
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