La final exige el partido perfecto, en el que Argentina debe tomar precauciones y ser oportunista; las claves para enfrentar a un rival muy inteligente y astuto
DOHA.- Francia es el campeón del mundo, respeto. Francia sabe administrar distintas fases del juego: puede ser letal atacando los espacios, corriendo al vacío, y también sabe crear peligro desde la administración de la pelota. Pero en estos partidos no hay favoritos. Francia no es invencible. El equipo de Didier Deschamps ofrece ventajas detrás de su línea de volantes, aparecen espacios en esa zona que la Argentina tendrá que detectar y explotar. La final exige el partido perfecto: precauciones para que el adversario no te sorprenda y oportunismo para leer esos metros descubiertos.
Cometemos un error si creemos que la final se tratará, solamente de controlar a Mbappé. No. A Mbappé también lo abastecen sus compañeros, o pueden descubrir otras vías de ataque. La influencia de Olivier Giroud, Antoine Griezmann, Dembelé… Es un grupo que hace mucho tiempo que viene trabajando junto. Deschamps hace una década que diagrama sólidas estructuras; es muy inteligente, astuto, estratego… Francia ha sufrido demasiadas bajas, y sin embargo se recompuso y alcanzó al partido decisivo por segundo Mundial consecutivo. Hace años que no ocurría. Son futbolistas físicos, atléticos y técnicos. Y también cuentan con un gran arquero, como Hugo Lloris, siempre templado, siempre responde. Repito: son el equipo campeón del mundo. Respeto.
Está bien preocuparse en cómo detener a Mbappé. Es lógico y necesario hacerlo. Convendrá jugar muy juntos, en bloque, no ofrecerle metros por delante e intentar aislarlo, es decir, que quede como un extremo izquierdo desconectado del ritmo de la final. Que no pueda meter diagonales ni centralizar sus corridas. Que se frustre, futbolísticamente hablando, porque comience a sentir que la pelota no le llega. Que la final no pasa por sus pies. Pero no tengan dudas de que, en el campamento francés, por estas horas también están pensando en cómo controlarlo a Leo. Y, sabemos, no hay muchas respuestas.
Será una final equilibrada, pareja e intensa. Pero no me imagino a ninguno de los dos, salvo que un accidente rompa el partido, buscando de manera avasallante el arco del rival. Los detalles tomarán una función preponderante: o para abrir el juego o directamente para cerrarlo. Forzar el error y no cometer ninguno es una obviedad, pero también puede ser el resumen más preciso.
Tengo mucha confianza. Siento una energía especial. Percibo que desde hace semanas se han ido encadenando varias situaciones favorables, giros, momentos, golpes de suerte, sí, también, hacen falta… Hay algo en la atmósfera, ¿no lo sienten ustedes? Difícil explicarlo, pero acompaña a la selección un aura única. El equipo se muestra comprometido, implicado. Guiado por su capitán: Lionel Messi está jugando la Copa de sus sueños, y si este será su último partido, como dejó entrever, el destino le debe la mejor despedida.
Quiero detenerme unas líneas en el cuerpo técnico. Los conozco a todos, jugué con ellos, compartí alegrías y frustraciones. Con algunos somos amigos. Primero quiero saludar su valentía: tomaron a la selección cuando nadie la quería. En un momento desastroso, después de la Copa de Rusia 2018, cuando reinaba el caos y el desprestigio. Fueron audaces, estaban convencidos. Y después, armaron un grupo y los convencieron también a sus jugadores. Ese es el arte de todo entrenador. Los jugadores se entregaron a ellos, ¿y saben qué significa eso? Que podés perder y nada va a cambiar.
Walter [Samuel] y Fabián [Ayala] han hecho un gran laburo con los comportamientos defensivos del equipo. Pablito [Aimar] que tan bien conoce los secretos del juego de la mitad de la cancha hacia adelante, contribuyó al crecimiento del equipo, y Scaloni tiene varios méritos: eligió bien, detectó piezas clave donde nadie más las veía, y fue sencillo, nunca inventó nada. Nunca complicó la propuesta. Entre los cuatro conformaron un gran grupo de trabajo. Y están en la antesala de un logro histórico. Se lo ganaron.