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Filpo Núñez, la historia del argentino que dirigió a la selección de fútbol de Brasil
Mañana se cumplen 50 años del único partido en el que un entrenador extranjero estuvo al frente del conjunto verdeamarelo
SAN PABLO.- Aquel rejuvenecimiento de ideas que atraviesa el fútbol argentino con la llegada de una nueva generación de entrenadores, aún no tiene su versión en portugués. El campeonato brasileño conoce un puñado de nombres, los de siempre, que se pasan la batuta de los equipos más populares desde hace un buen tiempo. Mano Menezes, Oswaldo de Oliveira, Marcelo Oliveira, Levir Culpi y Wanderlei Luxemburgo circulan de Flamengo a Cruzeiro, de Cruzeiro a Palmeiras, de Palmeiras a San Pablo, de San Pablo a Flamengo, y vuelta a empezar.
En la selección está Dunga, en su segundo ciclo. Con el mismo coraje que tenía cuando jugaba, el ex mediocampista agarró la papa más caliente post 1-7 ante Alemania, en el Mundial en casa. Pero ese coraje no alcanza para agradar a millones de torcedores que, envalentonados por éxitos como el de Jorge Sampaoli en Chile y con la perspectiva de este escaso menú de la casa, se cuestionan si no es momento de que un extranjero tome las riendas. Aseguran que Pep Guardiola estuvo a un paso, pero el orgullo de los dirigentes de la CBF pudo más.
La pregunta, lejos de apagarse, tomó forma de debate en Brasil. Están los que "de ninguna manera" aceptarían técnicos importados y los otros, los del "habría que intentarlo". Son opiniones. Pero estos últimos son los que se equivocan ya que, técnicamente, sería la segunda vez que Brasil dejaría el timón en manos de un extranjero. El primero (y único) fue un argentino.
Nacido en Buenos Aires en 1920, Nelson Ernesto Filpo Núñez intentó ganarse la vida como jugador a fines de la década del 30, pero no logró destacarse. En 1948, a los 28 años, decidió colgar los botines para dedicarse a ser entrenador y consiguió su primer empleo en Independiente Rivadavia, de Mendoza. Ganó algunos torneos municipales y un cierto prestigio que le permitió cruzar la Cordillera para dirigir a Santiago National, un extinguido equipo de la capital chilena.
Siguió nutriéndose de experiencias en Perú, Bolivia, Venezuela y Ecuador, donde incluso entrenó a la selección nacional. Su puente hacia Brasil comenzó a cimentarse en el momento menos pensado, mientras estaba a cargo del Deportivo Municipal, de La Paz. En una excursión del Bangú a la capital boliviana conoció a su DT, el recordado Tim, quien a su vez lo llevó hasta Martim Francisco, otro técnico que, a pura insistencia, arrastró a Filpo Núñez con él.
En 1955, sin saber una palabra de portugués, Filpo llegó a golpearle la puerta -literalmente- a José Greco, presidente del Cruzeiro de Belo Horizonte que, preso de una angustia demencial por el pésimo momento que vivía aquella institución, decidió contratarlo. A pesar de que el porteño duró poco y nada en el cargo, la incursión le abrió el crédito en Brasil. Poco después, ya brillaba en los torneos estaduales de San Pablo, con equipos como Guaraní, America, Portuguesa Santista y Jabaquara. Con estos últimos, incluso, se dio el lujo de ganarle 6-4 al Santos de un muy joven Pelé, ganándose el apodo de Don Nelson.
En 1960 tomó el comando del Vasco da Gama. "La espontaneidad y la naturalidad son condiciones esenciales para jugar al fútbol", dijo Don Nelson, al Jornal do Brasil, apenas pisó Río de Janeiro, oponiéndose a la militarización en el entrenamiento. Su rostro comenzó a popularizarse y lo apodaron de Milongueiro, por su extravagante manera de vestir, sus gestos opulentos -casi pasos de baile- y sus alaridos en portunhol. En la capital fluminense ganó más de una amenaza de muerte, pero ningún título. Pasó algunos meses desempleado, mientras esperaba la mejor ola.
Los cronistas de aquella época lo definían como un gran "motivador", un tipo que sabía usar como pocos la psicología con sus dirigidos. En 1964 selló su acuerdo con Palmeiras, que necesitaba un poco de diván para romper aquel complejo de inferioridad frente al Santos de Pelé.
Debutó, justamente, visitando al equipo de quien ya era O'Rei en Vila Belmiro. Ganó el Palmeiras, 3-2. Después del partido, los micrófonos buscaban explicaciones del derrotado Pelé. Algunos flashes se quedaban con los cautivantes gestos de victoria del entrenador argentino. "Mi táctica es simple: pim, pam, pum, gol", dijo Núñez, al ser consultado sobre su exitoso planteo. "A mí me gusta el juego ofensivo. Mis equipos pueden recibir hasta cinco goles en un partido, pero tienen que ser capaces de meter siete", declaró, un tanto encandilado, Don Nelson.
Nombres como el de Tupã, Dudú, Zequinha, Valdir, Ademir da Guia y Julinho, ayudaron a que Filpo Núñez sea considerado como el responsable de la primera Academia Palmeirense; como el gran creador de un estilo. En 1965, consiguió de punta a punta el Torneo Río-Sao Paulo.
Palmeiras era, sin dudas, el equipo del momento. Por eso, la CBD (hoy CBF) decidió homenajearles con una invitación: el plantel completo del verdão representaría a la selección de Brasil por un partido. Y no cualquier amistoso, sino la inauguración del estadio Mineirão, en Belo Horizonte, ante Uruguay. Mañana se cumplirán 50 años del hito. Aquel 7 de septiembre de 1965, los palmeirenses que vestían la camiseta amarilla de Brasil le ganaron a la Celeste por 3 a 0, con goles de Rinaldo, Tupãzinho y Germano.
Así, Filpo Núnez se convirtió en el primer -y hasta hoy, único- técnico extranjero en dirigir solo a la canarinha, ya que el portugués Joreca lo había hecho en dupla con un brasileño, Flávio Costa, en 1944. Un mes después de aquella tarde de gloria, Don Nelson fue desplazado por la dirigencia, debido a que había perdido "el prestigio y el respeto del plantel". A partir de allí pasó sin pena ni gloria por varios equipos, incluido el poderoso Corinthians, y Vélez.
Hacia fines de la década del 70 se puso al mando de varios clubes menores del interior de Brasil, que lo contrataban casi como un número circense. "Adonde sea que vaya, es la atracción. Divierte e impresiona con su excentricidad", escribió la revista Placar, mientras Filpo Núñez dirigía en Araçatuba, una ciudad ubicada al noroeste del estado de São Paulo. "Hace poses, grita mezclando el portugués con el español, interrumpe jugadas, da instrucciones abrazando a los jugadores y lanza frases de efecto: ?Si no patean al arco, no le van a hacer un gol ni al arco iris'".
No alcanzaba a tocar fondo Don Nelson. En Bahía, duró apenas 45 minutos como técnico del Catuense. Llegó a 1986 mechando pasos en falso (la mayoría) con éxitos efímeros. A modo de despedida, dirigió al modestísimo Fabril, de Minas Gerais. En apenas una semana, se dio el gran gusto de tumbar a los gigantes del estado, Cruzeiro y Atlético, en el campeonato Mineiro. "Yo soy un ídolo. Si aceptase todas las invitaciones para almuerzos y cenas que tengo, ya estaría pesando 120 kilos", decía casi a los gritos.
Las luces se apagaron de una buena vez. "Le metimos tres a Uruguay. A partir de ahí, sentí que no tenía nada más que hacer en el fútbol", dijo alguna vez Núñez, ya retirado, quien aseguraba haber "inventado" el fútbol total antes que la mismísima selección de Holanda. "Pim, pam, pum, gol" era lo suyo. Como si hubiese nacido sólo para eso, para ser el gran protagonista de aquella tarde de fiesta.
Jamás volvió a la Argentina. Mientras repetía una y otra vez sus proezas, aquellos que reían a su lado lo talaban sin piedad, aprovechándose del árbol ya caído. Perdió todo su dinero en el juego. Murió, pobre, en 1999, en la favela de Heliópolis, al sudeste de São Paulo. Hasta ese último día, con 79, entrenó a un grupo de niños en una escuelita de fútbol.
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