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Figura en Manchester United y suplente en la Argentina: cómo conviven los dos Alejandro Garnacho, el explosivo y el cerebral
El pichón de crack de la Premier League solo jugó 66 minutos en el campeón de la Copa América; del protagonismo excesivo a integrarse con humildad
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Se supo el 26 de mayo pasado. Alejandro Garnacho estaba en la cúspide: la Premier League, la mejor liga mundial, lo distinguió como el autor del mejor gol de la temporada 2023/2024, una tijera en una victoria de Manchester United por 3 a 0 ante Everton. Horas antes, “Bichito”, según lo conocen algunos por su devoción por Cristiano Ronaldo, estaba de fiesta por la consagración de su equipo en la FA Cup, un histórico triunfo sobre su vecino, el agigantado City. Había convertido un gol, en el eléctrico 2 a 1.
La chilena del premio fue descomunal; fue a los 2 minutos, para que Manchester United se pusiera en ventaja ante Everton y como visitante, en un encuentro correspondiente a la 14ª fecha de la Premier League 2023/24. El partido terminó 3 a 0.
“No puedo creerlo, para ser honesto”, opinó Garnacho en su oportunidad. El delantero fue más allá: “Simplemente lo hice y no vi cómo anoté, sólo escuché a mi alrededor... dije: ‘Dios mío’, y para mí, por supuesto, fue uno de los mejores goles que marqué en mi carrera”, insistió. En la celebración el pequeño crack le hizo honor a su excompañero Cristiano Ronaldo y saltó con los brazos estirados frente a los hinchas rivales.
Enseguida, se dio vuelta y recibió a los jugadores de Los Diablos Rojos que fueron abrazarlo con un gesto en su rostro de ‘más o menos’, en referencia al gran tanto que anotó. Mientras enfilaba hacia su campo para que se reanudara el juego, repitió el ademán con su mano derecha y, de vuelta, mirando hacia las tribunas.
El pibe de oro nacido en Madrid, de padre español y madre argentina, que entre 2018 y 2020 vistió los rojos colores de España, apostó y ganó. Claro: ahora cuesta verlo, contemplarlo, disfrutarlo. Fina ironía, de un modo u otro, iba a jugar la Finalísima, que será con España, el campeón de la Eurocopa.
Si elegía definitivamente a la Roja o, en cambio, a la Argentina (como sucedió), iba a jugar esa final. Antes, mucho antes, en la descontrolada Miami o en la pulcra Berlín, tendría la corona de campeón. Cambia el rival (Inglaterra, en donde vive o Colombia), el contexto, la forma de vida. Cambia todo, en realidad.
El mundo del fútbol es enorme. Sin embargo, en el fondo, todos se conocen. A la distancia o en la intimidad más profunda. Se presumía que el joven maravilla iba a tener un perfil excesivamente alto. Extravertido, pisando los talones, nada de pedir permiso. A imagen y semejanza de Cristiano Ronaldo, el ídolo de su vida, el antihéroe de Lionel Messi.
Fue un error conceptual. Una presunción de culpabilidad. Aceptó rápidamente su lugar en el grupo, no en cualquier conjunto: el de un campeón del mundo, con intérpretes que ya llevan el perfil alto, caciques de hoy y de siempre. Aceptó su rol: el de estar dando los primeros pasos en la selección. El de acompañar, experiencias y aprendizajes.
Los gestos, a veces, valen por sí mismos: una imagen, un momento. Mostrarse con un mate en mano (más allá de que pudo parecer un golpe de efecto), confirmó la teoría de que jamás se arrepintió de su lado argentino y, sobre todo, de su rol en el equipo. De prácticamente no haber jugado y, sin embargo, sentirse parte. Sin excesos de protagonismo, algo que hubiera sido tomando por el equipo nacional, ganadores de pura cepa, como un mensaje fatal. Es más: los “muchachos” le abrieron la puerta, de par en par.
Charlas internas, palabras íntimas. Con Lionel Scaloni, el conductor, que lo sigue esperando. Con Lionel Messi, el líder, que le dio un espacio necesario. Lo arropó, a su manera. Explosivo, figura, (casi siempre) titular en Manchester United y una pieza de recambio a futuro (futuro... futuro), en el campeón mundial. No debe ser fácil tantas emociones mezcladas, la adrenalina que puede confundirlo todo, la ansiedad que lo asalta por atrás, cuando los dos mundos se contraponen tan drásticamente.
Lo advierte el DT: “Está bien, está entrenando con nosotros. Es un chico que, como dije el otro día, no sólo no debe quemar etapas sino además va a entrar cuando creamos que pueda hacerlo en un partido”. Paso a paso. A Scaloni le agrada, evidentemente: “Es un chico en el que tenemos muchas expectativas. Hay que llevarlo de la manera que creemos con todo el cuerpo técnico, hablándole e insistiéndole que hay cosas que tiene que hacer más seguido. Tiene uno contra uno, es rápido y eso es lo que tiene que hacer más seguido. Es lo que intentamos hablar con él para que lo lleve a cabo”.
Tiene 20 años (recién cumplidos), es padre, furor en las redes sociales. Al mismo tiempo, un Garnacho auténtico... y terrenal, que acepta la realidad. Y apuesta a tener su oportunidad. Vale 45 millones de euros, es pretendido por otros gigantes de Europa, su vida y obra se consume al minuto en la inmediatez y, sin embargo, sólo actuó 66 minutos en el 2-0 sobre Perú. Y nada bien, por cierto. Fue suplente, integró el banco de sin gestos desafiantes, ni reproches al aire (y hasta le dio ánimo a un Messi abrumado por la lesión en el tobillo) en los cinco partidos restantes.
Resulta indispensable refrescar los datos para entender esa realidad secundaria. Sólo actuó cinco minutos (ingresó por Nicolás González) en el 3-0 sobre Bolivia, en la Paz, por las eliminatorias rumbo al Mundial de 2026 (suplente con Ecuador, Paraguay y Perú) y no fue citado en el 0-2 con Uruguay ni en el 1-0 histórico frente a Brasil, en el Maracaná. Todo aquello, en 2023, en el arranque de la clasificación y por los puntos.
¿Y en cuanto a los amistosos, tuvo más participación? Poca, verdaderamente. Apenas 162 minutos repartidos en cuatro partidos amistosos, Australia, Indonesia, El Salvador y Costa Rica. En los últimos dos, Ecuador y Guatemala, antes de la Copa América, no jugó un minuto.
Su explosión no siempre va de la mano del equipo, que suele ser rápido, punzante y por las bandas, solo en determinados momentos del partido. Un ejemplo: Di María le aportaba tantas otras virtudes (en sus últimos años, enamoró a todos) y Nicolás González se ofrece como un titán del esfuerzo. Puede jugar de 9 y hasta de volante retrasado. El “europibe” brilla por los extremos, un velocista que debe adaptarse a otros contratiempos del juego. A veces, además, bajar un cambio. Pisar la pelota, levantar la cabeza.
En un “vivo” de Instagram de Nicolás Otamendi, se lo invitó a bailar en la intimidad del vestuario, con la copa en el centro de su imagen. “¡Dale Garnacho!”, le impuso. De fondo se escucha la voz de Nicolás González, que bromea: “Estás festejando que salió campeón España...”. Lo tomó a gusto.
También, aceptó el juego de la argentinidad. Del mate pasó al truco y esta última noche, unos sorbos de fernet con cola. Garnacho es parte de la Scaloneta. Y acepta su pequeña porción de gloria, con un perfil que parecía imposible un puñado de meses atrás, pero -claro-, en su esencia está siempre superarse. En un vivo de Instagram de Nicolás Occhiato, le preguntaron si era consciente de lo que generaba en los hinchas su presencia con la camiseta albiceleste y sacó pecho: “Ahora hay que ganar otra copa más, pero conmigo siendo figura”, dijo entre risas.
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