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Federico Valverde, el capitán de Uruguay, y sus crudas revelaciones: creció casi pobre, se la creyó, dejó amigos por la fama y atravesó un infierno en familia
El futbolista nacido en Montevideo y figura de Real Madrid utilizó la plataforma The Players’ Tribune para realizar un relato inédito sobre sus vivencias
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Federico Valverde es un guerrero del mediocampo del equipo más poderoso del mundo: Real Madrid. Con 25 años es, también, el capitán del seleccionado uruguayo al que conduce Marcelo Bielsa. Y este jueves será uno de los rivales de la Argentina, en la Bombonera, por las eliminatorias para el Mundial 2026. Nacido en Montevideo y formado en Peñarol, es una referencia del fútbol sudamericano. Apasionado en la cancha y de perfil bajo cuando sale del campo de juego, no suele exhibir mucho sus sentimientos. Pero eligió The Players’ Tribune, una plataforma en la que los deportistas profesionales publican historias en primera persona, para hacer revelaciones inéditas.
Titulado “El Milagro”, el relato de Valverde es sobre lo más importante de su vida, seleccionado en “tres días perfectos”. “El primero fue el día en que me vino a buscar el Real Madrid. El segundo fue el día en que nació mi hijo Benicio. Y el tercero fue el día en que nació mi hijo Bautista”, comienza el futbolista. Y añade: “Para ese tercer día perfecto, con mi familia tuvimos que pasar por un infierno. Quiero contarte esa historia. No soy uno que normalmente se abre mucho. Me gusta guardarme las cosas. Pero siento que necesito contarlo, porque sé que puede ayudar a algunas personas. Especialmente a tipos como yo, que se hacen los duros y prefieren guardarse el dolor para ellos mismos. Y para que sepas, hay muchos como nosotros en Sudamérica. Pero para contártela bien, tenemos que empezar desde el principio. Si voy a hablarte como el hombre que soy, entonces tenés que entender el niño que fui”.
Radicado en una de las ciudades más importantes de Europa, Valverde pone en escena su infancia, en Uruguay, donde “las cosas son simplemente diferentes”. Y avanza en el relato: “La lucha está en nuestra sangre. No me gusta decir que en mi casa éramos pobres. Prefiero decir que mi madre y mi padre eran muy trabajadores [...] Mi padre trabajaba como guardia de seguridad en el casino. Mi madre trabajaba en un local de ropa y también vendía ropa y juguetes en ferias callejeras [...] La peor parte era que al final del día, mi madre tenía que doblar toda la ropa y volver a guardar todas las cosas y empujar el carrito de vuelta a casa. ¡Y después, cocinar! ¡Y lavar mis medias sucias! ¿Te imaginás? Te lo digo, mi madre es mi ídola”.
Valverde recuerda que su mamá trabajaba desde las 8 de la mañana hasta las 7 de la tarde y su papá entraba a las 8 de la noche y salía a las 6 de la mañana. “Podemos hacer el cálculo. Nos quedaba una hora para sentarnos todos juntos y comer un pedacito de carne entre los tres. Y lo que es increíble para mí ahora, mirando cómo estaban las cosas, es que mi madre siempre se aseguraba de que yo tuviera mi Coca. Era todo un niño mimado con la gaseosa [...] Lo que ella a veces sacrificaba para que yo pudiera tener mi latita, ni siquiera lo sé. Y no sé si quiero saberlo. De niño, uno es muy inocente. Ves a tu madre que se saltea una comida y quizás pensás: ‘Fuaaa, ¿no tiene hambre? Qué raro, yo me muero de hambre’. Ahora uno entiende lo que hacía”.
El uruguayo contó que canalizaba las emociones en el fútbol y que fue a través del deporte como pudo cambiar “la situación” de su familia. Pero cometió errores. “Lamentablemente, también me cambió un poco a mí. Cuando me convertí en profesional en Peñarol a los 16 años, me creía Dios. No sé si la gente de verdad puede entender lo que significa pasar de ser nadie a alguien que camina por la calle de tu barrio y de repente los adultos se te acercan porque quieren una foto. Recibís mensajes de chicas que la semana anterior ni siquiera te miraban. Todos quieren ser tu amigo. Incluso si tuviste padres como los míos, que te inculcaron los mejores valores, es imposible no desviarse un poco y agrandarse”.
Valverde reconoce haber reemplazado a muchos de sus amigos con nuevas compañías. “Era un maleducado. Me acuerdo de ver a los niños que esperaban por un autógrafo mío detrás del tejido y yo dudar: ‘Ufff… ¿Me paro o voy directo pa’casa? Hoy estoy recansado’. Y los niños pidiéndote: ‘Fede, Ey, Fede, Por favor’. Y quizás eran dos minutos, pero yo capaz seguía de largo. Me mata recordarlo, porque esa no fue la manera en la que me educaron mis padres. En verdad, yo no era nadie. Era un b... más que jugaba al fútbol, que peleaba por sus sueños. ¿Qué le había pasado al niño que estaba contento con una Coca? La única manera de explicarlo es que quizás estaba cegado por la fama tan repentina. Allí es también cuando empecé a entender el negocio del fútbol”.
Hubo un momento, a los 16 años, en el que estuvo cerca de emigrar al inglés Arsenal, pero el pase no se dio. “Nunca quise irme a Inglaterra. Y por ese entonces, el negocio del fútbol trataba de imponerse, por encima de lo que pudieran decir incluso mis padres. Había gente que me decía: ‘¿Quién no querría irse al Arsenal? ¿Te querés quedar en Uruguay? ¡Estás loco!’. Lo que en realidad querían decirme sin decirlo, era: ‘Podemos hacer un montón de plata si te vas’. Y ahí te das cuenta de que tu vida no es realmente tuya en el fútbol. Sobre todo cuando sos joven, te sentís más bien un rehén”.
El “llamado que cambió” la vida de Valverde fue el de Real Madrid. “Estaba en Paraguay, jugando el Sudamericano Sub 17 y venía rompiéndola”, rememora. Se trataba del club más exitoso de la historia, nada menos. Esa vez, el interés de la institución sí iba de la mano con el deseo del jugador.
“Puedo contar el momento exacto cuando me di cuenta de lo b... que era yo. A ver, hay que entender una cosa. En verdad imaginate por un segundo que sos yo. Tenés 17 años. Un par de años atrás, dormías en la cama en el piso. ¿¡Y ahora estás por firmar para el Real Madrid!? O sea, ¿cómo no vas a perder un poco el rumbo? Cuando llegué a Madrid, me sentía como si fuera Messi y Cristiano Ronaldo unidos. ¡Jajaja! ¡En serio! En mi defensa, a los 17 años no tenés idea de lo tonto que sos, especialmente cuando te dan un poco de dinero y te elogian un poco. Esa combinación es una droga muy dañina”.
Durante su primer entrenamiento en Real Madrid Castilla, la filial del equipo principal, Valverde entró al vestuario sintiéndose “como si caminara en las nubes”. “Después, cuando todos se estaban cambiando, yo los miraba y trataba de asimilar todo... hasta que de repente me empecé a fijar en lo que estaban usando. Cinturones Gucci. Zapatos Nike nuevos. Sin un rasguño. Billeteras Louis Vuitton. Riñoneras Louis Vuitton. Y ni siquiera eran las leyendas, ¡eh! No estamos hablando de Benzema, Modrić ni Marcelo. ¡Estos eran los niños! [...] Entonces me hizo el click:: ‘Pa, b... ¡Vos acá no sos nadie!’”.
Valverde tomó consciencia de dónde se encontraba y entró en pánico. “Estoy ahí sentado, con la ropa sucia y no me quiero sacar ni los zapatos. Todos empiezan a irse para las duchas y ahí yo veo calzoncillos Gucci. ¡Calzones Gucci, carajo! ¿Hasta eso inventaron? ¿Cuánto puede costar algo así? Y yo lo único que pensaba era: ‘Espero que los míos de hoy no tengan agujeros. Le pido a Dios que mi mamá los haya controlado cuando los lavó'. Me quedé ahí sentado por 20 minutos haciéndome que miraba algo realmente importante en el teléfono. Lo único que quería era perder el tiempo. Empezaron a mirarme con cara de ‘¿Todo bien, hermano? ¿Te pasa algo?’. Nunca me sentí tan chiquito”.
El capítulo más importante de la historia de Valverde fue convertirse en padre. “Porque incluso cuando tenía 19, 20 años, jugaba al fútbol, ganaba dinero, manejaba buenos autos, yo seguía siendo un niño. Recién cuando nació mi primer hijo, a los 21, mi vida realmente cambió. Ese fue mi segundo día perfecto. Hasta ese día, yo me obsesionaba con mis actuaciones. Si jugaba mal, quizás no hablaba ni con mis padres por 24 horas. Me quedaba solo en mi habitación masticando mis errores. No sé si era saludable, pero cuando estás en el Madrid, la presión es la más intensa del mundo. Sólo cuando nació Benicio es que pude sentirme como un ser humano cada vez que volvía a casa después de un mal partido. Cuando ya empezó a caminar, venía corriendo a abrazarme en la puerta de entrada con su juguete de Toy Story. No le importa nada del partido. Ni siquiera sabe lo que es el fútbol”.
Hay una porción del texto dedicado a su esposa, Mina Bonino. “¿Mi mujer? ¡Ella está en otro nivel! Conoce mucho de fútbol, y es argentina, y ya se sabe cómo son. Jajajaja. Lo que sea que yo haga, nunca es suficiente. ¿Te acordás de cuando el Ajax nos eliminó de la Champions? Nos subimos al auto después del partido, yo estaba que volaba, y lo primero que ella me dice es: ‘¿De verdad, Fede? ¿Qué fue eso? ¿Así es como pensás jugar en el Real Madrid?’. Le dije: ‘¿Y te creés que no lo sé?’. Y ella siguió: ‘No arriesgaste nada. No le pegaste al arco, que es lo mejor que tenés. Tenés que pegarle’. Tuve que subirle la ruedita del volumen al máximo para no seguir escuchando sus críticas. La peor parte es que tenía razón. Jajajaja. ¡Qué lo parió! Somos una auténtica familia futbolera: un uruguayo más una argentina, lo que nos lleva a un nivel de auténtica locura”.
En junio pasado, Bonino y Valverde tuvieron su segundo hijo y compartieron la noticia de manera pública. El embarazo atravesó difíciles momentos y a principios de año la prensa española dio a conocer que la comunicadora y modelo argentina había perdido al bebé, pero ello no era cierto.
En abril, tras un partido entre Real Madrid y Villarreal, en un momento muy angustiante de la familia Valverde, el uruguayo vivió en un episodio muy duro. Según revelaron medios españoles, Federico fue a la zona de los ómnibus, fuera del estadio, para esperar al jugador Alex Baena y darle una trompada en la cara, mientras el futbolista de Villarreal miraba su teléfono. “Dime ahora lo que me has dicho sobre mi hijo”, le espetó, supuestamente, el sudamericano.
Al principio el motivo por el que el uruguayo fue a atacar a Baena no era claro, pero con el tiempo surgieron detalles que otorgaron contexto a la situación. La disputa se había gestado cuando que ambos clubes se encontraron en los octavos de final de la Copa del Rey en enero. En un triunfo del merengue por 3-2, Baena cometió una infracción contra Valverde, y luego le dijo “llora ahora, que tu hijo no va a nacer”, acompañando la frases con gestos de llanto. Aludía a las severas complicaciones que sufría la mujer de Valverde durante su segundo embarazo.
“En una cancha de fútbol, podés decirme lo que quieras, y no me va a molestar. Soy uruguayo, por Dios. Pero hay ciertas líneas que no hay que cruzar. No como futbolista, sino como ser humano. Hablá sobre mi familia, y esto ya no es más fútbol. Ese día se cruzó una línea. ¿Debería haber reaccionado? Quizás no. Pero soy un ser humano, y a veces tenés que saber plantarte por vos mismo y por tu familia. Me dolió ver que los medios me describieran como un tipo violento, se dijeron muchas mentiras que luego se probaron que no eran verdad. Pero puedo decir que no me arrepiento de nada, porque me hizo crecer todavía más como persona, e hizo que nuestra familia estuviera más unida que nunca. Gracias a Dios, después de ese día negro, las cosas empezaron a mejorar”, narra el volante en el texto de The Players’ Tribune.
“Después de un mes y medio de un infierno absoluto, recibimos la mejor noticia de nuestras vidas. Las ecografías estaban mucho mejor, y por suerte parecía que el embarazo estaba en condiciones de continuar. Por supuesto, para llegar a término fue un periodo increíblemente tenso. Hasta que finalmente pudimos tener a nuestro hijo en los brazos, no queríamos ni respirar. Pero gracias a Dios, en junio, nuestro hijo Bautista llegó al mundo. Saludable y feliz. Nuestro milagro. Un tercer día perfecto. Sabés una cosa... No soy fácil conmigo mismo, en el fútbol y en la vida. Creo que hasta entonces nunca me había sentido satisfecho con nada. Nunca me había sentido como si realmente lo hubiera logrado, o hecho lo suficiente. Pero esa mañana en el hospital, cuando mi mujer tenía a Bautista en sus brazos, pensé: Miralos, Fede. Ahora sí. Ganaste”.
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