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Fabricio Coloccini: “En la Argentina vas a cualquier cancha y te putean por nada... porque es gratis”
A un paso de cumplir 40 años, secretos y vivencias del defensor que enfrentó a todos los cracks de Europa, vivió de cerca la aparición de Messi, debutó en el Boca de Palermo... y hoy lo dirige Palermo
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Estallaba la tribuna de St. James’ Park, el estadio de Newcastle. “¡¡¡Ohhh Coloccini, you are the love of my life… Ohhh Coloccini… / I want to show you my wife… Ohhhh Coloccini…!!!” Singular letra: la adoración de los hinchas por ese jugador hasta los impulsaba a ‘ofrecerle’ a sus novias y esposas. De simpático mal gusto, la canción se hizo himno y explica la dimensión que alcanzó Fabricio Coloccini en Inglaterra.
Fueron muchos años en la Premier League, pero la cinta no la recibió por antigüedad, sino por elección del club. Él lo explica: “Ser capitán en Inglaterra es como un título honorífico, se respeta muchísimo la figura. Es un galardón. Yo era ‘Colo’ en el club, siempre fui ‘Colo’, pero al día siguiente de ser nombrado capitán, al llegar al club, la gente, los empleados empezaron a decirme “Good morning captain, Good morning captain”. Los fui agarrando a uno por uno, a los masajistas, utileros, cancheros y les dije: ‘No, yo soy ‘Colo’, era ‘Colo’ hasta ayer y seguiré siendo ‘Colo’ para todos”. Había detalles… el capitán tenía su parking exclusivo, al lado de la puerta de acceso, el mejor lugar. Ninguna ubicación tenía nombre ni número, todas rotaban, menos la posición del capitán que estaba personalizada. Y la del entrenador también. Cuando te designan capitán, es porque realmente confían en vos”.
-Alguna vez, ¿alguien te hizo referencia al tema Malvinas?
-Apenas llegué mi hicieron una broma, digamos. Me pegaron en la puerta de mi locker el dibujo de las islas Malvinas con la bandera inglesa. Me hice el tonto, como que no entendía nada… Por adentro explotaba porque el tema Malvinas siempre me movilizó, no sé, porque nací en el ‘82, pero leí mucho. La dejé pasar para no tener líos de movida. Con el tiempo me enteré que había sido un compañero, y como después vino otra broma, sobre otro tema, ya me planté. Como en todos lados, me estaban midiendo. Le recordé que aquella de Malvinas se la había dejado pasar. Pero después, no, jamás tuve problemas. Es más, en la hinchaba había banderas argentinas que las llevaban los mismos ingleses porque coreaban mi nombre y el de Jonás [Gutiérrez, en Newcastle de 2008 a 2015]
La Premier enseguida le hizo una advertencia al futbolista, le impuso sus reglas en la cancha. “Debuté contra el Manchester United, en Old Trafford, y estaba Rooney, que era petisito, pero todo morrudo y muy armado. Estuve toda la semana posterior dolorido en los hombros por chocar con él. Era un toro que venía, te buscaba y te chocaba en todas las jugadas. Te movía toda la estantería. Nunca me habían dolido así los hombros como esa semana. Ahí comprobé que debía que ganar dos kilos de masa muscular, porque de lo contrario iba a perder. Muchos años después, cuando volví a la Argentina, llegué muy armado de arriba, y acá el jugador te frena, te engancha, la pelota se queda mucho, entonces necesitás ser más ágil y perder carga muscular. El fútbol todo el tiempo te recuerda que tenés que estar dispuesto a aprender”.
-Los enfrentaste a todos en Europa, a Cristiano Ronaldo, a Ronaldo el brasileño, a Ronaldinho, a Ibrahimovic…
-Ronaldo, el ‘Gordo’, fue el delantero más difícil que me tocó marcar. Era potente, rápido, habilidoso. Te encaraba al pecho, agarraba la pelota y parecía que te iba a buscar y empezaba con las bicicletas. Vos pensabas: ‘¿para qué lado lo perfilo si le pega excelente con las dos?’. Te dejaba muy pocas chances, se tenía que equivocar él para zafar. Lo enfrenté a Cristiano cuando estaba en el United, a Zlatan también, cuando pasó por Barcelona… Son de otra dimensión, no descubro nada.
-Y a Messi…
-Sí, varias veces lo enfrenté. Y lo disfruté mucho también, lo disfruté más, por suerte. Porque antes, él jugaba por la derecha, tirado a la banda, y yo jugaba de 2. Solo el primer año de Leo lo crucé bastante porque yo jugaba de lateral por izquierda con Depotivo La Coruña. Pero después, en líneas generales, lo tenía del otro lado de la cancha. Y por suerte, lo tuve varios años de compañero en la selección.
-Estuviste en el banco el día de su debut, contra Hungría…
-¿En serio? Soy un desastre para las fechas…, pero sí, sí, yo estuve en todas las convocatorias de José [Pekerman]. Sí, el partido que entra Leo y lo echan, sí, ahora sí, una locura. Estaba quebrado Leo después en el vestuario.
-¿Te imaginabas que ese pibe… iba a ganar 7 Balones de Oro?
-No, no, fue mucho más de lo que creíamos entonces. Obvio que todos veíamos que era distinto, ¿pero cuántos distintos ves y después no llegan? Pero lo que entonces no sabíamos es que este era único, no distinto. Es único, y sin faltarle el respeto a Diego [Maradona], pero cuando ponés todas las virtudes en la bolsa… y, Leo es otra cosa. Por el ejemplo que representa, por su personalidad, por tantos años de vigencia… Diego lo debe superar en algunos puntos, pero en la mirada general, Leo es único.
-¿Que aprendiste en Europa?
-Europa fue la realidad, mientras en la Argentina había estado en el colegio…, digamos. Es como aquel que hace una carrera, estudia, pero todavía no ejerce; cuando se lanza al campo laboral… esa es la verdad. Esto fue algo similar: yo estuve desde los 14 con José y Hugo [Tocalli], e integré las selecciones casi tres años y medio hasta irme a Europa, y con ellos incorporé toda la teoría, el cuidado por la imagen, la conducta… Me acuerdo que con los pibes sentíamos que nos hinchaban las pelotas y decíamos ‘estos viejos cómo joden con la remera adentro de pantalón’. El profe Salorio siempre me decía: ‘Vení Colo, vení, no te fastidies más, no sea gil que yo no te estoy preparando para que juegues en la Primera de la Argentina, no, te estoy preparando para que vayas a jugar afuera’. Cuando pisé Europa empecé a entender todo.
Pero cuando Fabricio llegó a Europa, atravesó una desgracia. Tenía 18 años cuando a principios de 2000 se instaló en Milán, acompañado por su mamá, Silvia. En mayo, un cáncer los separó físicamente, pero el ‘Colo’ va a todos lados con ella tatuada en el pecho. Terapia para aceptar el destino y todo por hacer en… un club como el Milan. “Aparecía Costacurta con sus dos faroles celestes, peinado a la gomina, parecía un muñeco de cera. Cuerpos tallados. Maldini, toda la facha, perfecto… Yo en Argentina iba a entrenar en jogging y con las zapatillas que me daba mi representante. Muy informal, digamos. Fui un par de veces vestido así a Milanello y me miraron: ‘Anda a comprarte un jean, mínimo’, me dijeron. Un día el Guly [Andrés Giglielminpietro] me llevó a comprar ropa… ¡pero a Armani, un calzoncillo salía 45 euros! Me quería morir. Otro día me agarraron entre el Guly y el Ratón [Ayala] y me raparon. ‘Déjate de joder acá con esos rulos’, me dijeron”.
-De repente, convivías con Maldini, Gattuso, Boban, Leonardo, Shevchenko…, y después Pirlo, Kaká, Inzaghi, Seedorf, Cafú…
-Yo a Maldini lo tenía lejos, muy lejos de mi vida, y casi de un día para el otro estaba cambiándose delante mío. Imaginate que yo llegué con 17 años al Milan, si él me miraba yo bajaba los ojos. En el vestuario podían estar todos hablando, que cuando él decidía tomar la palabra, todos se callaban. Pero se callaban. No hablaba casi nunca, pero si Paolo decía “a mí me parece..”, listo, nadie más decía nada. Y tengo una historia con Shevchenko…, en 2004, el año que gana el Balón de Oro yo estaba ahí. Yo llegaba temprano a los entrenamientos, pero él ya estaba. Me agarraba y me decía: ‘Colo, vamos al gimnasio’. Cada uno tenía una llavecita personalizada para introducir en las máquinas TecnoGym y ahí te aparecí programada tu rutina. Quedaba grabado ese trabajo y después lo veía el profe en una compu. Andriy era un animal, se mataba, de ahí su éxito. Parecía Iván Drago en Rocky. Terminaba y me decía: ‘Colo, vamos, seguime…’ Ponía dos arquitos y me decía: ‘vos sacame la pelota…’ Mano a mano, y el Loco me encaraba, me encaraba y se armaba un entrenamiento personalizado… Un tipo muy profesional, siempre me inculcaba el valor del esfuerzo, me enseñaba y me marcaba cosas. Y se enojaba también; quizás, algún día no estaba tan bien y yo estaba más fino y le quitaba varias pelotas. Al otro día venía más decido. Después…, quieras o no, te sentís un poquito parte de los logros…, yo me sentía parte de su Balón de Oro, jajaa. Él me agarraba como sparring y yo chocho, imaginate.
-Te dirigieron de Bianchi a Pekerman, de Pellegrini a Aragonés, de Bielsa a Ancelotti, y Sabella, Rafa Benítez, Caparrós, Maradona..
-De todos vas agarrando algo. Tuve muchos con distintos estilos y sistemas, diferente manera de gestionar y motivar. Destaco a José porque fue un docente. Distingo a Bielsa: primero lo tuve como sparring y me volvía loco, no entendía en un carajo todo lo que teníamos que hacer, pero cuando después llegué a la mayor comencé a entender todo lo que hacía yo, lo que hacía mi compañero y ahí empiezo a comprender el juego de manera más integral. Los por qué. Y Bianchi era la gestión del grupo; en aquel Boca que gana todo no había buena relación entre algunos jugadores, y sin embargo, ganaron todo. Y eso es gestión.
⚽💯 Una de las melenas más icónicas de #LaLigaHistory, ¡en modo GOLEADOR!
— LaLiga (@LaLiga) October 21, 2021
🔙🦊 #TalDíaComoHoy hace 20 años, Fabricio Coloccini anotaba este doblete para el @Alaves en #LaLigaSantander. pic.twitter.com/nLneRkhxmB
-Y jugaste el Mundial 2006 con Scaloni. ¿Te sorprendió como técnico de la selección?
-Sorprendente…, pero es una alegría enorme. Al principio tuve temor, y eso alguna vez se lo dije a él: agarró la selección argentina sin haber dirigido ni en un club, con cero experiencia como cabeza de grupo. Era una responsabilidad muy grande. Pero él siempre fue corajudo, fue descarado… y esa personalidad lo ha llevado al éxito. Se atrevió, más allá de las críticas… Se lo atacó mucho, se dijo que no tenía códigos… Y acá en la Argentina, lo que menos tenés que hacer es escuchar. Ni a los periodistas ni a la gente.
-¿Tan malos somos los periodistas?
-El show que hacen algunos me molesta. Escucho a algunos que dicen: ‘Bueno, si no les gusta el show, que no jueguen más al fútbol’. Y no es así. Ese show genera violencia en muchas ocasiones, porque el que consume eso va a la cancha y putea a un jugador, y el hijo de ese jugador quizás está ahí, al lado. Me ha pasado a mí, y mi hijo se ha ido llorando de una cancha. Hasta que entendió que en el fútbol argentino es así, ¿pero te parece que hay que aceptarlo como natural? Hay una vida detrás del tipo que está pateando una pelota. Pero Scaloni fue en contra de todas esas cosas, se sentó en el banco y gracias Dios, porque la Copa América fue una bendición, consiguió eso que tantos años estuvimos buscado.
Nació en Córdoba, en Alta Gracia. Vivió en Colombia, en Santa Marta y en Bogotá, detrás del impulso de la carrera deportiva de su padre Osvaldo. Cuando Fabricio tomó su brújula, hizo escalas en Milán, Vitoria, Madrid, Villarreal, La Coruña y en Newcastle upon Tyne. Fueron tres países y 17 temporadas en el extranjero. Tiene su casa en Newcastle, en el lluvioso norte de Inglaterra, tierra de praderas verdes y castillos. Ahora está junto al mar, en Mar del Plata, al borde de los 40 años que cumplirá el 22 de enero.
-¿Por qué volviste al país?
-Por sentimientos, por lazos familiares. Pero hice toda una preparación mental: a qué país venía, a qué fútbol venía, a qué desorganización en comparación con la vida que llevaba. En la Argentina vas a cualquier cancha y te putean por nada. Porque sí, porque es gratis. Putean a cualquiera. Porque la gente está nerviosa y va a la cancha a hacer terapia. Todo eso lo trabajé antes de venir y creo que me ayudó. Y siempre respondiendo a mi interior, porque si le haces caso a lo exterior, te arrastra, te intoxica y te retira.
-¿En la Argentina se te ha subestimado?
-Nunca lo pensé… mucho no me importa tampoco. Solo quiero que me traten de igual a igual en todos lados. Nunca pretendí un trato diferente de nadie. Después, yo no puedo cambiarle la opinión a nadie. Si yo vengo al barro, como una manera de decir, es porque yo quiero estar en el barro y quiero seguir compitiendo. Es lo que me mantiene activo y vigente. Cuando ponga el punto final, me sentaré, con unos buenos mates, y haré mi evaluación. Por ahora, sigo escribiendo la historia de mi carrera.
El día después: “Muchos chicos me han dicho que se deprimen”
Dos hijos de Fabricio Coloccini nacieron en España: Agostina tiene 18 años y Tiago, 15. “Es delantero, menos mal, ya se raspó el culo el abuelo y el papá como defensores…”, bromea Fabricio. Y está en camino Kiara. Es decir… llegará a casa el novio de Agostina y lo encontrará a Fabricio cambiando pañales. El paso del tiempo.
-¿Le temés al retiro?
-Por todo lo que escucho de ex compañeros que ya se han retirado, es muy difícil el día después. Muchos chicos me han dicho que incluso se deprimen, y yo no estoy exento. Desde los 5 años que hago lo mismo. Desde entonces que estoy jugando, con la salvedad de que a partir de un momento empezaron a pagarme por jugar. Va ser difícil, lo sé. Lo hablo con el psicólogo Marcelo Roffé, con quien tengo relación desde casi toda la vida, desde la época de los juveniles de José. Pero todavía pienso en las metas cortas, en enfocarme en el hoy.
Este año completará el curso de entrenador y también lleva avanzado otro sobre derecho deportivo en la UCA. “Estoy aprovechando el tiempo, porque al futbolista le sobra el tiempo. Los jugadores entrenamos, descansamos –mucho más yo a esta edad- y después queda espacio. Entonces decidí invertir horas en lo que puede llegar a venir”.
-¿Y qué te imaginás?
-El día a día me va a ir marcando el camino, más allá de cualquier programación. Las ganas de levantarme para entrenar, la mecánica de relación con el entrenador, el momento que atraviesa tu equipo… todo eso es un combo que opera sobre tus decisiones. Yo hoy conservo las ganas para todo. Claro que el horizonte se vuelve cercano, eso es innegable, ya no miro a un año, miro a un semestre, o a un campeonato. Acá lo importante es no mentirte. No te podés dejar llevar ni por la gente ni por el periodismo. Conozco a muchos que se retiraron por lo que les decían los demás, pero al tiempo se dieron cuenta de que se sentían en condiciones de seguir. Y se quedaron con una espina que después es difícil de transitar. Porque también te puede pasar, como me sucedió a mí en San Lorenzo, donde la situación era un desastre desde lo institucional, y esa coyuntura te puede llevar a pensar ‘¿tan mal estoy?, tal vez me deba retirar’. Y sin embargo cambiás de club, y les ha pasado a varios chicos, y parece que resucitás. Había algo más entonces, era el entorno el que podía estar precipitando una mala decisión.
Se apasiona con dos temáticas ajenas al fútbol: la Segunda Guerra Mundial y la revolución cubana. Mantiene desde hace años una costumbre en señal de gratitud: los 40km de caminata desde Córdoba capital hasta la capilla de la gruta, en Alta Gracia, donde está la Virgen de Lourdes.
-¿Cuáles han sido los mejores momentos de tu carrera?
-El primer puesto en mi podio es el debut profesional, con Boca frente a Unión, en 1999. Fui mi único partido en Boca, en ese Boca que ganaba todo, y para hacer la noche más soñada hice un gol. Lo elijo porque mi gran sueño era jugar en Primera, y ese día se concretó. Todavía tengo las sensaciones: ese partido era toda mi carrera futbolística. Creía que me jugaba todo el futuro. Después vino el resto, sí, la medalla de oro en Atenas porque nunca se había ganado en los Juegos, el campeonato con San Lorenzo en 2001, que para un hincha como yo fue único. Y también sumaría haber jugado un Mundial de mayores.
Cuando habla del primer lugar en el podio, se refiere al 2-2 contra Unión, una noche en Santa Fe de junio de 1999. Era el Boca de Bianchi, ya campeón, que entre Córdoba, Matellán, Battaglia, Gustavo Barros Schelotto y Barijho, también le dio la titularidad a ese chico de 17 años. No jugó Martín Palermo..., hoy su entrenador, el jefe. “Bueno, son las vueltas y esas cosas lindas del futbol. Cuando yo me entrenaba con Martin en Boca era un pibe y ni hablaba. Lo máximo que decía era ‘buenas días’. En ese momento, la relación de grandes y chicos no era como ahora; entonces éramos más sumisos, sacando a uno o a dos. Los grandes eran ídolos. Ahora, tenerlo adelante a Martín es lindo. Antes, me pasó también con el ‘Beto’ Acosta, que jugó con mi viejo. Yo, con 5/6 años era la mascota de ellos, entraba a la cancha de la mano del ‘Beto’, y después el ‘Beto’ me dirigió en la Primera de San Lorenzo.
-Y en esos casos, ¿cómo se establecen los límites?
-El jugador tiene que ser consciente de que el técnico es el que toma las decisiones. Y que las va a tomar en función de la conveniencia del equipo. No va a tomar decisiones personales, desde el cariño, porque no corresponde. Cuando jugué mi último partido en San Lorenzo me saqué una foto con el Beto, y la sensación fue hermosa. Cuando el Beto y mi papá fueron compañeros, las familias compartieron muchas cosas; yo he tenido a la hija del Beto en brazos, la hacía dormir…, pero adentro del vestuario, cuando el Beto estuvo como interino, todo eso uno se lo guarda. Esos sentimientos no se ponen en juego. De chiquito lo veía al Beto como un superhéroe, al lado de mi viejo, por eso solo cuando supe que me iba de San Lorenzo me permití sacarme esa foto y subirla a las redes.
-¿Qué es San Lorenzo para vos?
-Y… cómo explicarlo, es difícil. A mí me tocaron cosas muy feas que nunca se van a saber, pero en un momento también tenés que poner un límite para no quedar como un cómplice de lo que pasa. Porque no respetan a nadie. La situación de San Lorenzo es muy complicada. Hay muy buena gente en San Lorenzo, el delegando, el utilero, el canchero, gente que llora por San Lorenzo. Yo me fui diciéndole todo en la cara a quienes correspondía. Y tristemente, los resultados están a la vista. No hay que confundir quién es el enemigo ni invertir la carga del problema.
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