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Eurocopa: Inglaterra reduce su favoritismo a niveles preocupantes y Dinamarca ya es una piedra en sus zapatos
El seleccionado británico, el máximo candidato antes del torneo, cae en rigideces y pierde frescura; los escandinavos están bien perfilados para pasar a los octavos de final
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El historial, las estadísticas, todo aquello que pasó antes de que una pelota comienza a rodar sobre el césped (incluso si se trata del blando y descuidado manto verde que presentó el Frankfurt Arena) no debería repercutir en lo que se sucede a continuación, pero...
El cara a cara entre ingleses y daneses marcaba –y sigue marcando– una amplia ventaja de los británicos (13-4), aunque se trata de una diferencia engañosa. Si se afina la mirada a lo acontecido en este siglo, el margen se estrecha (4-3), y si se tiene en cuenta cómo se produjo el desempate se aprieta aun más. Hay que retroceder al alargue de una semifinal de la Eurocopa 2020 (disputada en 2021), en Wembley, cuando con el 1-1 en la chapa, Joakim Maehle rozó a Raheem Sterling en el área, intervino el VAR y la acción derivó en un muy polémico penal que Kasper Schmeichel le atajó a Harry Kane antes de que el hoy 9 de Bayern empujara a la red en el rebote.
Primera conclusión: desde hace un cuarto de siglo, Dinamarca viene convirtiéndose en una piedra en el zapato que a Inglaterra le cuesta mucho quitarse.
Hay arqueros que cuando ven un delantero lloran, y atacantes que, en sentido contrario, festejan antes de salir a la cancha cuando saben quién se parará entre los tres palos. Ningún número 1 ha sufrido más a Kane que Schmeichel. Fueron compañeros durante un año en Leicester, pero cuando el “Huracán” inglés ganó su puesto en Tottenham cumplió inexorablemente con la ley del ex: 16 veces obligó al danés a ir a buscar la pelota al fondo de su arco. Aquella de Wembley fue la primera ocasión en la selección, y esta vez en Fráncfort demoró 17 minutos en estirar la racha. Kyle Walker le ganó la cuerda a Victor Kristiansen por la derecha, viajó hasta el final de la cancha, tiró el centro raso, hubo un par de rebotes, la pelota le cayó a Kane. Zurdazo y gol.
Segunda conclusión: las brujas no existen, pero que las hay, las hay.
Jordan Pickford no tiene a ningún delantero danés como villano favorito, pero no lo necesita: el arquero de Everton tiende a complicarse la vida por su cuenta. Eléctrico en sus movimientos, rápido de reflejos y valiente en las salidas, sin embargo tiene incorporados a su repertorio algunos errores de concepto que con frecuencia le juegan en contra. Uno de ellos es retroceder cuando percibe que un rival se dispone a rematar (algo, por otro lado, bastante común en muchos de sus colegas y en cualquier país del mundo). A los 33 minutos, Morten Hjulmand recibió la pelota a 30 metros del arco con tiempo para acomodarse y apuntar. Pickford, situado en medio de su área chica y avisado de la inmediatez del disparo, dio dos saltos hacia atrás, al contrario de lo que indican los libros. El danés remató seco, fuerte, abajo; el disparo fue trazando una curva de dentro hacia afuera; el inglés, ágil y veloz, se estiró todo lo que pudo. No llegó. Su retroceso había abierto demasiado el plano hasta favorecer que el remate se hiciera inalcanzable. Palo y gol. Uno a uno.
Tercera conclusión: los defectos que no son corregidos en las primeras etapas de aprendizaje se tornan muy difíciles de extirpar a medida que pasan los años, incluso pese a ser un futbolista de élite.
Antes y después de esas emociones, y al margen de las constataciones estadísticas, Inglaterra no hizo más que multiplicar las dudas sobre su verdadero potencial que había dejado flotando en el debut. Cuando en 2016 Gareth Southgate tomó las riendas de la selección mayor, tras sus éxitos con los juveniles, se ganó los elogios dotando de aire fresco al tradicional estilo de los inventores del fútbol. Ocho años más tarde, el mismo aire se antoja contaminado por rigideces, distintas a las que regían antaño, pero igual de dañinas.
Tiene el equipo inglés individualidades superlativas, desequilibrantes de tres cuartos de cancha en adelante; no le resulta complicado encontrar goles fuera de contexto, pero carece de juego. No funciona la dupla formada por Declan Rice y Trent Alexander-Arnold en el medio, en el abastecimiento de fútbol ni en la recuperación; se pierden Jude Bellingham y Phil Foden en zonas intermedias y sin socios fiables en las cercanías. Les cuesta a Kane y Bukayo Saka imponer sus virtudes ante adversarios que acumulan piernas en defensa.
Entonces el ritmo es entrecortado en los avances y los pases no fluyen cuando la jugada se aproxima al área ajena. Tampoco, como consecuencia de los mismos desajustes, muestra seguridad en la retaguardia. Peor aun, Southgate tampoco exhibe imaginación para alterar el rumbo de las cosas con los partidos en marcha.
Compacto de Inglaterra 1 vs. Dinamarca 1
Dinamarca necesitó quedar abajo en el marcador para sacudirse el exceso de respeto y enseñar sus virtudes. Comandados por el descomunal trabajo de Pierre-Emile Hojbjerg en la mitad de la cancha, los daneses jugaron más y mejor durante prácticamente el resto del partido. Tuvieron firmeza atrás y muy buena elaboración en ataque. Les faltó el toque final. En ese punto, fueron más claras las chances inglesas en la segunda mitad, con un remate al palo de Foden, y un mano a mano que Schmeichel le ganó a Ollie Watkins.
Últimas conclusiones: Dinamarca tiene en sus manos las cartas para meterse en octavos, y en sus pies, el fútbol que necesita para lograrlo. Dependerá de la fortaleza de su mente creer que puede llegar más lejos. Inglaterra, en apenas dos partidos, ha reducido su favoritismo a niveles preocupantes. Las estadísticas, que no deberían servir de nada con la pelota en juego, dicen que no gana un trofeo desde 1966, pero ¿quién se atreve a descartar a un equipo que tiene llena de pólvora la delantera?
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