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Estudiantes le ganó a Independiente Santa Fe, pero se quedó con sensaciones encontradas
El Pincha ganó 2 a 1 en La Plata; la diferencia la sacó en el primer tiempo y en el segundo jugó muy mal
LA PLATA.- Jugaba muy bien. Ganaba por 2 a 0, con una actuación de primer nivel. Presión, rotación, audacia. Estudiantes era un equipo serio, decidido, sin puntos bajos. Pero se cayó. Dejó pasar su cuarto de hora. No mantuvo ni la concentración ni la confianza. Se desinfló. Y su adversario, que pasó de una débil expresión a una formidable transformación, marcó un tanto, que en estos tiempos de goles de visitante con sabor especial, recobra su valor. Estudiantes superó a Independiente Santa Fe por 2 a 1, en el primer partido de los octavos de final de la Copa Libertadores. El desquite será el martes próximo, en el Campín, de Bogotá.
No hubo que aguardar para saber de qué se iba a tratar el espectáculo. No hubo necesidad. Si Estudiantes iba a acorralar a su adversario, si iba a esperarlo con el cuchillo entre los dientes o, si por el contrario, iba a disponer de una presión alta, pero sin demasiada profundidad. Rápidamente, el León exhibió sus cartas, con una presencia pocas veces observada en este primer semestre, antes con Mauricio Pellegrino y ahora, con Gabriel Milito. Apenas sonó el pitazo inicial, Estudiantes se convirtió en un león que salió en ese mismo instante de una jaula imaginaria. Atacó, con convicción. Presionó, como si fuese un arte. Defendió lejos del arquero Navarro. Estudiantes acorraló a Independiente Santa Fe como si se tratara de una cuestión de Estado. Por el centro, por las bandas, con fervor, con énfasis, con ímpetu. Convirtió al noble equipo colombiano, dirigido por Gustavo Costas, en una miniatura, suerte de caricatura de su propia versión. Y le sacó dos goles de ventaja en la primera mitad, aunque pudieron ser dos más.
Una de las señales de esa partitura fue el esquema con tres delanteros, con Carrillo en el centro y los pibes Acosta y Auzqui por las bandas. No hubo posiciones fijas: aparecían por aquí y por allá, indescifrables para los vulgares defensores colombianos. La presión fue una suerte de asfixia para el rival, que cuando tomó el balón fue por etapas aisladas. Ni el Pelado Pérez, el capitán argentino (con una curiosa cinta, con la imagen del club Güemes de Santiago del Estero, parecida a Boca), pudo imponer su estilo de categoría. Estudiantes se lo llevó puesto en casi todo momento. Y así se presentaron los goles.
El primero fue convertido por Auzqui, de cabeza, tras un desborde del uruguayo Álvaro Pereira desde la izquierda. La acción había comenzado con un saque lateral rápido, que sorprendió a los colombianos. El 2 a 0 fue señalado por Guido Carrillo, al definir frente al arco la pelota que le bajó Sebastián Domínguez, como consecuencia de un córner que lanzó Luciano Acosta desde la derecha.
A medida que los minutos transcurrieron Estudiantes se afirmó aún más, sin la fortaleza de los metros finales, aunque con la convicción de mantener el juego psicológico del espectáculo. La cabeza siempre fue del León, la pelota, tiempo después, estuvo dividida, entre las ganas renovadas del equipo colombiano y la templanza del elenco platense.
Y cuando el asunto se complicó, cuando Independiente creyó que el descuento era posible, surgió la imagen de Hilario Navarro, seguro y decidido, en varios tramos de la última parte del desarrollo. Sobre todo, en una fantástica doble tapada.
Al final, Estudiantes sufrió demasiado, se le cayeron las medias y quedó a mitad de camino, sobre todo, por la interesante primera mitad. Por eso, el valor de no recibir goles tenía una importancia superlativa, sobre todo, porque no respondió de la misma manera que en los primeros minutos.
El golpe, a diez minutos del final, fue tremendo: el tiro libre de Pérez derivó en un toque sutil de Morelo, conocido como el Demonio Negro. Y Estudiantes pasó de una victoria cómoda, auspiciosa, a un triunfo apretado, incómodo. Pero ganó. Lo que no es poco.
El gol de Auzqui
El gol de Carrillo
El descuento de Morelo
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