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Esteban “Pollo” Herrera, el exfutbolista que fue campeón del mundo Sub 20 con Argentina, jugó en Boca y ahora les dice a los futbolistas cómo invertir el dinero
Se retiró los 32 años sin tener resuelto su futuro y pudo encontrar una actividad en la que se relaciona con los jugadores de fútbol, pero desde afuera
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“A mi carrera como futbolista la describo como la de un laburador”. A Esteban “Pollo” Herrera el deporte le dio muchísimo y sobre todo de muy chico. Sus ojos brillan y una mueca de sonrisa se dibuja en su rostro cuando le cuenta a LA NACIÓN un sinfín de recuerdos de lo que fue ser campeón del mundo sub 20 con la selección argentina, con Pekerman como entrenador. También, al transmitir lo que significó haber debutado en primera de la mano de Bianchi, en Boca, el club que le dio la posibilidad de desarrollar una carrera.
Habiendo sido un jugador trotamundos y que luego de su retiro de muy joven, intentó transmitir su enseñanza a los niños y también a los adultos, su vida en la actualidad corre por fuera del fútbol. Sin embargo, sigue vinculado de alguna manera y con la misma premisa de siempre: la de un trabajador que se comporta como un consejero o como una asistidor para los futbolistas en actividad. “Con lo que hago trato de transmitir algunos asuntos económicos que conozco por mi experiencia, por lo que viví. Con los años, quiero que los jugadores a los que asesoré me agradezcan por lo que les hice hacer con su dinero”. Ese es el objetivo claro de Herrera, que trabaja para una empresa norteamericana de asesoramiento financiero a la que llegó de la mano de un excompañero en el Xeneize.
A sus 41 años, su contextura física, acorde a la de un futbolista en ejercicio, dice que tranquilamente puede seguir jugando. Lo hace, pero en el equipo senior de Boca, cuando puede viajar a Buenos Aires. También, despunta el vicio del deporte que ama con el alma todos los sábados, en Rafaela, la ciudad en la que vive actualmente, porque el amor tocó la puerta de su corazón. Allí también lleva a cabo su vida laboral, sin las rutinas de un oficinista y adaptándose a un nuevo lugar en su vida.
La selección, el título y Pekerman
Son muy pocos los futbolistas en el mundo que logran jugar un Mundial con la camiseta de su país. Muchos menos los que levantan la Copa del Mundo. En eso, Herrera es un privilegiado y tuvo la oportunidad de hacerlo en el Mundial Sub 20 disputado en 2001 en nuestro país. “Cuando recuerdo esos momentos me da mucho orgullo. Lo festejé muchísimo, me puse muy contento, pero después de mucho tiempo te das cuenta de que hiciste algo muy importante y que son pocos los que pueden lograr eso, y más todavía con la selección de tu país que es algo con lo que soñás desde chiquito”.
Herrera no ahorra calificativos para describir lo que significó para él haber vestido la camiseta de la selección: “Cuando me ponía la ropa de Argentina, sentía que era el sueño logrado, me miraba y tenía el escudo de la selección, los colores”. Y en una interrupción a su propia explicación, agrega: “Más allá de que uno es hincha de un club, la selección no tiene comparación con nada. Muchas veces Messi, Di María, Agüero, Higuaín hablaron de que se sienten cosas diferentes en la selección, y es así, se siente diferente en serio, y hacer un gol, ni te cuento: todo un país gritando el gol que vos hiciste, es increíble”, detalla el Pollo, que en aquella competencia marcó tres tantos: dos a Jamaica en la fase de grupos y uno a Paraguay en las semifinales.
En aquel Mundial tuvo como compañeros a futbolistas de la talla de Javier Saviola, Andrés D’Alessandro, Maxi Rodríguez, Fabricio Coloccini y Nicolás Burdisso, entre otros. “Eran todos muy buenos chicos. Seguimos en contacto entre todos, tenemos un grupo de WhatsApp y siempre nos saludamos para los cumpleaños”, cuenta el exdelantero sobre la intimidad de ese equipo que tuvo un torneo perfecto, ya que ganó los siete partidos con 27 goles a favor y tan solo cuatro en contra: “Al haber buenos jugadores y buena química, eso fue gran parte del éxito para mí y para todos”.
Pero para conquistar ese Mundial hubo un líder que guio a ese grupo de jóvenes que comenzaban a aparecer en los primeros planos del fútbol argentino: José Néstor Pekerman, que ya había logrado el mismo éxito con otros combinados juveniles en los mundiales de 1995 y 1997. “José es una persona muy sencilla, que nos transmitió muchísimo conocimiento -relata Herrera-. Futbolísticamente nos decía que jugáramos corto, siempre pases cortos, y que estemos unidos. Siempre exigía que mantuviéramos la pelota al piso, salvo en algunas ocasiones, y eso nos quedó claro. Además, nos daba libertad para jugar. Y desde lo humano era uno más, como cabeza tenía un gran liderazgo con nosotros, siempre con respeto, y ese respeto siempre fue mutuo. La sintonía que teníamos con José facilitaba mucho todo”.
El Mundo Boca, las dificultades, Palermo y Bianchi
Pero para que Esteban Herrera pueda haber vivido momentos como los de la selección, debió enfrentar la vida del chico que se va muy temprano de la casa de sus padres para encarar el sueño de ser futbolista profesional. Oriundo de Villa Constitución, Boca fue el club que le abrió las puertas. “Al principio tenía la vida del jugador de inferiores: vivía en la pensión, me levantaba, desayunaba, me iba a entrenar, dormía la siesta y a la noche iba a la escuela; de hecho, tengo el secundario completo”.
Sus buenos rendimientos en las inferiores del Xeneize le dieron la soñada oportunidad de subir al platel de primera con 17 años: “Entrenaba con Palermo, Riquelme, Samuel, Bermúdez, Córdoba y decía “puta madre, mirá dónde estoy”. Después eso se hace cotidiano, te das cuenta que estás en una burbuja, pero que es hermosa, obviamente”. El Mundo Boca de aquel equipo ganador tenía sus condimentos y Herrera ilustra cómo era: “A los entrenamientos iban los hinchas, había muchos periodistas expectantes de todo lo que pasaba. Además, empecé a ser reconocido de un momento para otro y en la calle me pedían autógrafos. Son cambios bruscos y que tenés que saberlos controlar porque Boca te exige y yo en ese momento tenía 17, 18 años. Ya a esa edad tenés que estar preparado porque ese mundo te come. Éramos chicos, pero teníamos mucho apoyo y contención de los grandes y experimentados”.
Muchos buenos jugadores en su puesto compartían plantel con Herrera y para poder ser titular tenía una consigna muy difícil: “Tenía que ser mejor que ellos”, responde entre risas. “En aquel momento estaban el Chipi Barijho, el Rifle Pandolfi, el Chango Moreno, grandísimos delanteros de los que había que aprender y mejorar porque si no quedaba afuera”. Otro de los que también estaba era nada más y nada menos que Martín Palermo: “Él estuvo muchos años y el tipo hacía goles de todos lados y con él adelante nos costaba muchísimo jugar. Encima le pegaba con la rodilla y hacía goles, le pegaba con la oreja y hacía goles. Lo veías como un jugador sin técnica, pero, todo lo contrario, tenía muchísima técnica”.
El recuerdo de Herrera también incluye a Carlos Bianchi, el DT multiganador con Boca: “Está demás decir lo que es. Sus números y sus títulos lo dicen todo. Fue un referente en todo sentido, me hizo debutar en primera, tengo palabras de agradecimiento para él y un gran recuerdo. Cada tanto le escribo... El otro día lo saludé por su cumpleaños. Fue un grande en todo sentido para mí”. Sobre la parte futbolística también se deshizo en halagos ante el Virrey: “Antes de cada partido te marcaba diferentes situaciones como “cuidado con este rival que te puede anotar un gol; este es peligroso; este puede marcar la diferencia”... Puntos claves que al fin y al cabo en el partido se daba tal cual lo había dicho, es un tipo que veía más allá que otros, por eso logró tanto”.
Su carrera fuera de Boca
Su deseo y sus ganas de jugar hicieron que Herrera vaya en busca de otros rumbos: “Fui un trotamundos del fútbol, cuenta sonriendo sobre lo que fue su carrera. “Estuve en Messina de Italia, en Chacarita, también jugué en Grecia, que fue mi punto de inflexión, donde mejor me sentí, en los futbolístico y en lo familiar: allí nació Valentino, mi hijo. Después estuve en Perú, volví al país para jugar en Deportivo Italiano, también tuve un paso por Ñublense de Chile y hasta llegué a jugar en Indonesia”, detalla.
Por los equipos en los que jugó, su paso por el fútbol no fue lo que soñó mientras pasaba sus días en las inferiores de Boca y vistiendo la camiseta de los seleccionados juveniles. Sobre eso, no dudó en hacer un análisis: “Me faltó suerte en el fútbol, tengo videos donde en Boca me erro goles increíbles, con tiros en los palos, con arqueros que me taparon pelotas terribles, defensores que me la sacaron en la línea. También me faltó continuidad y sin eso la confianza era diferente”. Además, se sinceró: “Nunca me conformé con mi carrera, mi sueño era jugar en España y no pude hacerlo. También me quedaron las ganas de jugar más partidos en Boca con 25, 26 años, con otra madurez y con más experiencia, para ver cómo podía rendir”.
No todo fue bueno y positivo en su carrera. Los momentos malos también existieron: “Hubo clubes en los que no jugaba, a veces no me pagaban el sueldo estando afuera del país, vivía al límite con la plata y encima muy lejos de mi familia”. Una anécdota que nunca olvidará le sucedió vistiendo los colores de Chacarita: “Los hinchas invadieron la cancha en un partido que jugamos de local en San Martín, contra la CAI, y hubo varios que entraron con navajas. Solo querían las camisetas, pero la pasé muy mal y me asusté mucho”. Las exigencias también forman parte de este deporte e hizo una autocrítica sobre algunos momentos de su carrera: “Tuve años que no fueron buenos. Pero nunca pensé en dejar, no me quedaba otra que seguir e ir para adelante”.
El difícil momento del retiro y su vida laboral
A lo que fue su recorrido como jugador lo describió como el de un laburador del fútbol: “Cada año necesitaba jugar para tener trabajo al año siguiente, sea para renovar en el club o para jugar en otro lado. Además, tenía que ganar dinero para sostenerme porque la carrera del jugador es corta y para eso tenés que trabajar día a día”.
Con 32 años decidió ponerle fin a su carrera, en el club Camioneros, y mientras jugaba no tenía ningún plan para lo que podía ser su futuro: “En su momento nadie me asesoró y yo jamás pensé qué hacer, sólo me pasaba por la cabeza jugar en el año la mayor cantidad posible de partidos para tener trabajo al año siguiente, tenía metas cortas. Cuando me di cuenta era muy joven y me choqué con la difícil realidad del exjugador, porque dejas de hacer lo que te gusta, tenés que empezar a trabajar y si no fuiste prolijo con el dinero que ganaste en el fútbol, se hace difícil”, dice, expresando la realidad. Uno de los aspectos que sí se imaginó mientras jugaba fue el de continuar vinculado con el fútbol: “Me imaginaba como director técnico, de hecho, hice el curso”, agrega. Gracias a eso, pudo expresar sus conocimientos: “Apenas dejé, di clases de fútbol amateur en un country, empecé con chicos muy chicos y después con grandes hasta que un día se terminó. Me gusta la enseñanza, amo enseñar, me gusta transmitir enseñanza”.
Convivir con la realidad, con el desarraigo del fútbol, pero con esa enseñanza que tanto ama como uno de los pilares de su vida, Esteban Herrera comenzó a desarrollar su “segundo tiempo”. Lo hizo a través de una vida laboral diferente, fuera del ambiente duro del fútbol, pero a través de las vivencias que le dejó su profesión: “En el año 2015 me contactó el Pampa José María Calvo, amigo mío y excompañero en Boca, para trabajar de esto. Es una compañía de Estados Unidos que brinda asesoramiento económico. Yo por mi experiencia me incliné para hacerlo con jugadores de fútbol”, explica, y gesticula con sus manos. “Lo que quiero hacerles entender es que el dinero no es para siempre, que la etapa productiva del jugador justamente es cuando juega y que tiene que ahorrar dinero para el día de mañana tener un buen retiro, una buena jubilación y para que siga manteniendo el mismo nivel de vida que lleva ahora. Porque dejás de jugar y te encontrás con la realidad de que no te entra más dinero y si no te preparaste y no fuiste prolijo en lo económico, podés sufrir mucho”. Un verdadero mensaje a través del conocimiento para alguien que lleva a cabo la misma profesión que tuvo Herrera y de la que todavía se siente parte.
“A mí me hubieran gustado que de joven me dijeran ‘che, preparate porque el día de mañana te puede pasar esto’, entonces yo ahora tengo y siento la obligación de transmitirles eso a los chicos. Y por más que esté fuera del fútbol, esto me gusta”. Uno de los propósitos que lo motiva para seguir con su actual profesión es claro: “Mi objetivo, con el pasar de los años, es que los jugadores a los que asesoro y asesoré me agradezcan por lo que les hice hacer con su dinero”, cuenta, generando confianza y seguridad plena en todos sus conceptos.
Actualmente, Esteban el “Pollo” Herrera está radicado en Rafaela. La tranquilidad de esa ciudad santafesina, le gusta más que la vorágine de Buenos Aires: “Me vine en el año 2020 porque conocí a mi actual pareja, María Emilia, que es de acá. De a poco me voy adaptando, voy conociendo gente y los sábados juego al fútbol, que es algo que me encanta”. Tiene tres hijos Alma, Valentino y Bianca, que con frecuencia viajan a La Perla del Oeste santafesino a visitarlo.
Sin la rutina de horarios que le disgusta, lleva la vida laboral a su ritmo: “Mi parte laboral es muy independiente, estoy alejado de Buenos Aires, que era mi punto fuerte, pero el teléfono y la computadora hacen que todo sea mucho más fácil. Tengo muchas libertades y no me gustan las rutinas”.
Muchos exjugadores tuvieron que buscar algo diferente al fútbol para ocupar la cabeza porque lo que sabían hacer ya pasó y Esteban Herrera, pudo darse cuenta y ahora lo tiene claro: “Cuando me retiré tuve que aprender muchas cosas, sobre todo cambiar cosas en mi cabeza porque yo no sabía hacer otra cosa que jugar al fútbol”.
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