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"El fútbol argentino le tiene miedo a la gambeta": Esteban Cambiasso, entre la crisis interna y las razones por las que no volvería
Alarmado por el derrumbe del fútbol base, el volante rastrilla culpas entre incoherencias e impaciencia; “Los formadores han ido desapareciendo”, advierte
En la biblioteca de Coverciano se encuentran las tesis de Marcello Lippi, Arrigo Sacchi, Giovanni Trapattoni, Fabio Capello, Claudio Ranieri, Roberto Mancini… Egresados ilustres de Il Máster. Rodeado de pinos y viñedos en la toscana italiana, Coverciano tiene un aire de claustro universitario. Se parece más a Oxford que a una sede deportiva, pero es la casa de la Federación italiana de fútbol y la escuela de entrenadores más respetada del planeta. Entre sus graduados célebres también se anotan Massimiliano Allegri (Juventus), Carlo Ancelotti (Bayern Munich), Antonio Conte (Chelsea) y Massimo Carrera (Spartak de Moscú), todos campeones al término de la última temporada. Apuntes en mano, por esos pasillos académicos transita Esteban Cambiasso. “El curso no lo hago pensando en retirarme”, avisa. Aún se siente futbolista, pero el director técnico lo está acorralando.
Después de lograr con Olympiacos el 25° título de su carrera, en mayo, Grecia comenzó a quedar atrás. Dejó Atenas y durante seis semanas vivirá en Florencia. En las afueras de la capital del Renacimiento late Coverciano. Cambiasso concurre ocho horas diarias, de martes a viernes. La carrera tiene tres niveles y está cursando el segundo, que lo habilitará para dirigir desde juveniles hasta la Serie C e, incluso, ser ayudante de campo en primera. Nada lo entusiasma más que el presente, mientras el futuro cercano siembra intrigas. Espiar el pasado le provoca angustia cuando analiza el hundimiento de los seleccionados juveniles de la Argentina. Quizá él sea el diamante mejor logrado de la orfebrería Pekerman: debutó en la selección juvenil con 14 años y jugó un Mundial de mayores. Había un plan, el mismo espíritu con el que hoy Alemania domina el mundo. “Lo primero que hay que preguntarse es cómo está el fútbol formativo en la Argentina”, escarba. No puede ni quiere hacerse el distraído.
Y abre un imprescindible debate: “Ya no es igual el baby fútbol que yo jugaba con el baby que se juega hoy. En el mío, el arquero te la daba en el pie y se empezaba; hoy, en el 90% de los partidos se ve al arquero que la deja picando y un defensor la patea para que la peine el medio y ver qué pasa. Y sumale la locura por ganar. Después, de la boca para afuera dicen que hay que formar, pero mientras echan coordinadores y entrenadores porque dicen: ‘¡Pero mirá la pre-novena! ¡Terminamos atrás de Este y del Otro…!’ Entonces habría que tener una coherencia en materia de fútbol formativo”.
–Pero hoy en las inferiores manda el resultado.
–Sí, lo sé. Me tocó jugar en una de las categorías más recordadas, la 78 de Argentinos, a la que habían subido al ‘Leche’ La Paglia, a los hermanos Islas, a mí… y la gente venía a divertirse. Y no salimos campeones. Los hinchas de Argentinos se acuerdan de ese equipo porque se divirtieron junto con nosotros, y la vuelta no la dimos… Ni me acuerdo quién salió campeón y no creo que a los hinchas que iban a Boyaca eso les importara.
–¿Qué pasó en los últimos 15 años?
–Es difícil repartir culpas o establecer porcentajes. Creo que nosotros somos así. Quizá el paso del tiempo… los formadores con el paso del tiempo han ido desapareciendo y hoy se confía más en la figura de un entrenador que tiene más ganas de implementar sus ideas tácticas, trabajar la pelota parada… Ya en la pre-novena darle más importancia a ganar con un gol de córner después de dar tres toques y liberar al receptor con un bloqueo, que saber cuántas paredes tiramos. El problema es que cuando llegan más arriba necesitás que tiren paredes. O que sepan gambetear, que es el gesto por excelencia. Yo mucho no la usé, porque no era mi cualidad número 1, pero la gambeta es el gesto más importante del fútbol. Es el gesto que te hace superar al adversario. Y cuando superás a un adversario cambia el panorama, se abren más opciones. Pero en la Argentina hoy le tienen miedo a la gambeta porque la pérdida genera un contragolpe, y si tenés un contragolpe es riesgo de gol… Y bueno, entonces que no gambetee más nadie y no corremos más riesgos. A mí un día el Flaco Menotti, cuando empecé, me dijo: ‘Si tenemos miedo quedémonos en el baño, porque si salimos a la calle se nos puede caer en la cabeza una maceta del balcón del segundo piso y nos mata. O cruzamos la calle y nos mata un colectivo. Entonces, si tenemos miedo de todo, encerrémonos en el baño y no salgamos’. Entiendo que hay momentos y hay lugares para gambetear, pero lo digo como concepto de formación. Para mis maestros de Parque y de Argentinos, lo más importante era el gesto técnico, no dónde lo estabas haciendo ni cuándo... Y mucho menos, el resultado. Lo importante era saber gambetear, saber cabecear con los dos parietales, saber pararla de pecho, saber jugar con los dos perfiles… Porque lo aprendés ahí o ya no…, después es difícil.
–Muchos entrenadores de primera división cuentan que tienen que enseñar cuestiones que ya tendrían que estar aprendidas.
–Claro, porque hoy, cada vez con los más chicos, hay mayor preocupación por el sistema a emplear que por el gesto técnico. Se pasa más tiempo buscando un sistema para encontrar un resultado inmediato que el que se le dedica a enseñar a jugar. Y después, claro, en primera es difícil explicarle a un central que puede jugar con defensa a tres o defensa a cuatro, les suena una locura, y es simplemente cambiar una posición, y sin embargo se hace un drama. A veces los entrenadores, a propósito, para provocarlo, ponen a un central de 9 y les cambia todo el partido, y a un 9 de central ni hablar, y esto es un juego. La idea sería que cada jugador tuviera al menos el conocimiento mínimo de todas las otras posiciones. También para valorizarlo, porque si uno sabe todo lo que hace el lateral derecho, y hasta las obligaciones que tiene un arquero y sus presiones psicológicas, probablemente va a valorar más a ese compañero, en vez de pensar que los que lo hacen ganar son el número 10 y el delantero.
–¿A vos en qué puestos te faltó jugar?
–Me faltó atajar y jugar de 9. Es que a mí me enseñaron muchas cosas de chico, ya en el baby. El club Parque se caracterizaba porque siempre estaban los mejores y coincidentemente por cinco años seguidos, el mejor que venía de otro club, jugaba en mi puesto. Y me toco que venga el mejor wing izquierdo cuando yo jugaba de wing izquierdo y me pusieron de medio, y vino el mejor medio cuando yo jugaba de medio y me pusieron de defensor, y menos mal que no vino el mejor defensor porque a lo mejor me sacaban… Ya desde chico me tocó la adaptación. Así, creo, he tenido más chances de jugar, pero también de alguna manera he sido penalizado por esa versatilidad, ya que en la selección he jugado muy pocos partidos de volante central. Muuuy pocos.
–¿La Argentina va a contramano del mundo?
–Hay países que ha dado un vuelco increíble. Cuando llegué en el 96 a España, ellos no eran una potencia deportiva y mantenían métodos de entrenamiento que nosotros desde la Argentina podíamos considerar muy escolares. Todos los equipos jugaban casi a lo mismo… Y hoy el jugador español es buscado, es un jugador de buen pie, de calidad, que por lo general sabe variar posiciones. Pienso en de qué juega Cazorla, de qué juega Cesc, de qué juega David Silva, de qué juegan Iniesta o Xavi… ¿Qué son? Son jugadores de fútbol. Después la posición depende de lo que el técnico quiera hacer y los ubica, pero por sobre todo son jugadores de fútbol, que saben cuándo acelerar, cuándo frenar, un pase corto, una entrega larga, saben cómo darle la pelota al compañero: al rápido en el espacio y al lento en el pie… Les enseñaron a ser jugadores de fútbol, después les dieron una posición. En aquel momento eso parecía una cosa rara y hoy nos dimos cuenta que así evolucionaron. Apostaron a un modelo formativo, pero se necesita algo que en nuestra mentalidad es muy difícil: paciencia.
–Nico Diez, Aimar y Placente fueron campeones del mundo en Malasia 97 con vos. ¿Te entusiasma que puedan estar al frente de una refundación?
–La verdad… no sé cómo terminará esa historia. Sé que Nico podía tomar la Sub 20 para darle continuidad al proceso de Sampaoli. De Pablo había escuchado algo, de Diego no había escuchado nada…
–¿Qué opinás de la llegada de Sampaoli?
–Apuntar a ser protagonistas es nuestra historia. Después aparece la otra gran palabra del fútbol: equilibrio. Y el equilibrio no es más ni menos que todos estén en la misma sintonía. No se es más equilibrado por tener la misma cantidad de defensores que atacantes…, te hace equilibrado que todos piensen lo mismo, que todos sientan que hay que jugar el mismo partido. Y el mayor obstáculo que tiene Sampaoli, como cualquier otro entrenador de una selección, es el tiempo. Siempre corto para transmitir una idea.
–¿En Europa siguen con asombro qué sucede en la Argentina? La violencia, las elecciones en la AFA, un torneo de 30 equipos, Martino-Bauza-Sampaoli…
–En la Argentina hay una tendencia a atacar al jugador argentino que está en el exterior, en teoría por falta de hambre y esas cosas que se dicen sin mucho sentido, pero hay que agradecerles a éstos jugadores porque son los que mantienen en alto la imagen de nuestro fútbol. Porque son más los españoles que ven todos los domingos a Leo jugar –y digo Leo porque es el ícono, pero podría nombrar a varios– y sienten admiración por él, que los que están analizando que está pasando en el campeonato argentino. La noticia de las elecciones de la AFA duró dos días, en cambio el rebote que tiene el rendimiento de Leo, de Pipita, de Chiquito, de Mercado o del Kun es más continuo. Entonces esto hace que todavía el fútbol argentino, a través de sus exponentes que son sus jugadores, se mantenga en alto.
–¿Nos cubren, enmascaran enfermedad?
–Bueno, peor sería que ni siquiera tuviéramos a éstos exponentes.
–¿Somos ingratos con ésta generación de futbolistas que hace una década está en la selección?
–Se cae en lugares comunes y en críticas sin argumento. Son las mismas que le señalaban a Leo por no cantar el himno. Leo ya era un ídolo a nivel mundial y a la vez era resistido en nuestro país. Increíble. Ejemplo mayor que ése no hay. Pero es así, uno no puede entrar en la cabeza de todo el mundo. Para los jugadores, especialmente los sudamericanos, desde la comodidad, las ventajas económicas y la exposición social, lo mejor es no ir más a la selección. El dirigente de su club se lo agradecería, y hasta planteado el tema en una mesa, pagaría más porque correría menos riesgos con su capital. Pero el futbolista argentino no abandona a su selección.
“Muy pocos disfrutaron la decisión de volver”
En Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque siempre lo dijeron. Tímidamente, Cambiasso les da la razón. “Jugaba mejor al básquetbol que al fútbol, me sentía más determinante. Me divertían los dos deportes y elegí el fútbol, pero a nivel calidad, sí, sin dudas era mejor jugador de básquet que de fútbol”. Cuchuflito, el primer apodo que luego derivaría en Cuchu, salía del jardín de infantes y corría al club de la calle Tinogasta, en la Paternal. Carlos, el jefe de familia, jugaba en GEVP. Federico, el mayor de sus hijos, también. Luego se sumaron Nicolás y el pequeño Esteban, que entre los 4 y los 11 años aprendió los primeros secretos de un buen base. Se escondía del maestro Ramón Maddoni para que no le insistiera con dejar el básquet y venirse al club Parque…, algo que finalmente ocurrió.
Cambiasso habla de básquetbol con autoridad. Acompaña la Liga Nacional a la distancia y consume la NBA, pero esta vez no siguió la definición que consagró a los Warriors de Kevin Durant ante los Cavaliers de LeBron James. “La NBA se terminó en la final de la Conferencia Oeste digamos…, soy un gran admirador de Manu y con la eliminación de San Antonio no quise ver más. Manu es un tipo admirable, y lo mismo toda la generación: Chapu, Luis [Scola], Delfino, Montecchia, Lucas Victoriano que es un amigo, Oberto, Pepe Sánchez…, toda gente que nos ha dejado muy bien parados”, cuenta con admiración.
Y se apoya en el básquetbol para intentar explicar por qué él, un volante central lento, ya convirtió más de 100 goles en su carrera. “El que pasa al ataque no tiene que pensar más en nada defensivo. Tiene que haber una estructura para confiar, y después el optimismo y la determinación influyen mucho. Ahí lo tenés a Gaby Mercado. Tiene muy pocos goles de remate directo, pero tiene muchísimos de segundas pelotas. Y sí, le caen a él, pero porque va. Es como el tipo que en el básquet va a todos los rebotes y la gente dice ‘mirá, le cayó’. ¡No, le cayó nooo!’. El pobre saltó 20 veces: hubo 18 que saltó al pedo y dos fueron suyas. Mentalmente creo en eso, y aunque jugué toda mi vida en el medio, sé que los partidos se ganan en las áreas, entonces uno tiene que tener la capacidad de defender a muerte en su área y creer que es un delantero en el área rival”.
De alguna manera, Cambiasso pertenece a otra época. Construyó una sólida carrera en tiempos tan líquidos. Recuerda con alegría haber disfrutado de los River-Boca e Independiente-Racing con público visitante. También jugó Real Madrid-Barcelona y Olympiacos-Panathinaikos, pero por encima de todo elije los Inter-Milan. En agosto cumplirá 37 años y el final se acerca. Pero no se desespera. “Hoy disfruto de jugar. Y como físicamente me siento bien, trataré de seguir jugando. Veré qué opciones aparecen y qué ganas tengo. No es lo mismo a los 19 años, que vas adónde te lleva el fútbol, que a 36 y con dos hijos, porque mi decisión afecta a toda una familia”.
–¿No descartás el retiro?
–Y..., no hay muchas opciones: es jugar o no jugar. No hay un impase, no creo en el impase. Hoy me siento jugador, veré. El tema es que el razonamiento y la elección son mucho más complejos que cuando tenía 18 años. Me fui de Inter hace tres, me tocó jugar estos años en dos países diferentes, y eso genera crecimiento pero también adaptación. Y adaptación es estrés, personal y familiar. Veremos en algunas semanas.
–¿Y volver a la Argentina?
–Es una situación mucho más compleja. ¿Por qué? Porque me fui hace mucho. Vuelvo todos los años, tengo familia y amigos, es cierto. Pero Argentina es un país que requiere volver con una fuerza importantísima. Yo soy una persona que no hace nada a menos del 100%, pero para una readaptación al fútbol argentino y en el rol que me tocaría cumplir a mí, necesito el 120%. Y para eso hay que estar muy, pero muy preparado porque no es fácil. La tentación es grande, siempre, pero si analizamos cuántos jugadores han vuelto y cuántos han sido felices, ese porcentaje es muy bajo. Y no digo que hayan ganado, como tuvieron la suerte Diego [Milito] o la Bruja [Verón], digo felices, que hayan disfrutado con su decisión…, han sido muy pocos.
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