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Estados Unidos y el Mundial 2026: mejor hablemos de Qatar
Algunos de los videos en la web impresionan. Mujeres y hombres, jóvenes y mayores, arrojados al piso, golpeados con bastones y arrastrados por el asfalto. Las protestas, pacíficas, fueron reprimidas con gases lacrimógenos en Phoenix. Puñetazo policial en la cara de una candidata demócrata negra en Rhode Island. Pistolas taser en Carolina del Sur. En Los Angeles, la policía apuntó sus armas contra periodistas que filmaban las escenas. Megan Rapinoe, estrella mítica de la multicampeona selección de fútbol de los Estados Unidos, lloró en una inesperada conferencia de prensa. Sucedió el último fin de semana en diversas ciudades de Estados Unidos, tras el fallo judicial que ilegalizó el derecho al aborto. Apenas unos días antes, la FIFA había confirmado a este país como fiesta futura del fútbol. Once ciudades que serán sede del Mundial 2026 (más tres de México y dos de Canadá). Un negocio de 14 mil millones de dólares.
Conmovido en estas horas por la muerte de medio centenar de migrantes hacinados en un camión, el Estado de Texas venía de celebrar la inclusión de Dallas y Houston como sedes del Mundial 2026. Cuatro días después, Houston celebró la Convención del dominante Partido Republicano. Los congresistas aprobaron desconocer a Joe Biden como presidente, que las personas peligrosas también tienen derecho a comprar armas y que haya oración y enseñanza antiaborto en las escuelas públicas (los docentes de Texas deben ser “informantes obligatorios” y denunciar cualquier tratamiento médico para sus alumnos transgénero).
En Florida (Miami también será sede del Mundial), otra ley estatal prohíbe a los docentes de hasta tercer grado hablar ante sus alumnos de identidad de género y orientación sexual. “No digas gay”. En cientos de distritos escolares de ciudades que también serán sede del Mundial, fueron prohibidos estos meses más de 1500 libros. La mayoría, según denunció PEN America, se centra en autores o personajes negros o en temática LGBTQ+. Uno de ellos fue escrito por la Premio Nobel Toni Morrison. Otros son libros para niños sobre Martin Luther King y Rosa Parks y uno más trata sobre el Holocausto. No es Qatar. Es Estados Unidos 2022.
Después del FIFAgate que el FBI estalló en 2015, Estados Unidos, sabemos, se convirtió en nuevo y poderoso actor del fútbol mundial. El nuevo presidente Gianni Infantino contrató asesores y abogados de Estados Unidos (incluyendo a la entonces fiscal general Loretta Lynch). Sudamérica cedió el negocio de la TV a Disney (ESPN-FOX), TNT, Amazon, Facebook y Paramount. Y las principales Ligas de Europa vendieron un tercio de sus clubes a capitales de los Estados Unidos. En 2018, la FIFA “reparó” la humillante derrota de 2010 (cuando designó a Qatar sede de 2022) y le entregó a Estados Unidos la Copa de 2026. No hubo objeciones por su condición crónica de país en guerra, pena de muerte, tiroteos masivos y miles de trabajadores sin sindicato. Aún ausente (a último momento debí cancelar el vuelo), y gentileza mediante del colega Federico Teijeiro, presenté ayer este nuevo vínculo de Estados Unidos con el fútbol en el Congreso Play the Game, que cierra mañana en la ciudad de Odense, Dinamarca, y con Qatar como villano central.
James Dorsey, notable especialista de Medio Oriente, habló el lunes de “prejuicios” y eurocentrismo, de falta de mirada global hacia el mundo árabe y del mismo Qatar que se debate entre el reformismo y viejos orgullos y se defiende mal ante las denuncias, como las que formuló en el mismo panel el periodista alemán Benjamin Best sobre sus entrevistas a trabajadores migrantes impagos y explotados y con dos Jeeps controlando cada uno de sus movimientos en Doha. “Sportswashing” fue la palabra más escuchada en Odense. Pero las autocracias del Golfo Pérsico no son las primeras en usar al deporte para “lavar imagen”. Allí están los Juegos Olímpicos de Hitler en Berlín 36, el Mundial 78 de Videla y la Guerra Fría, entre tantos otros ejemplos. Sucede que al viejo poder siempre le incomodó que otros nuevos ricos también quieran comer del mismo pastel.
Infantino, según correos filtrados, siempre tuvo claro que el Mundial 2026 debía ser para Estados Unidos. El anuncio la semana pasada de las ciudades-sedes incluyó sin embargo la crónica de tres cartas supuestamente decisivas, que el entonces presidente Donald Trump envió a Infantino antes de la votación, ofreciendo garantías de visas y hospitalidad para todos los visitantes, “sin discriminación”. Eran tiempos en los que Trump hablaba de un Muro y no de un Mundial conjunto con México. Y era despectivo sobre inmigrantes, africanos y musulmanes.
Trump llegó a decir que Estados Unidos observaría la votación “muy de cerca” y que sería una pena que países “amigos” no apoyaran su candidatura. Ya presidente, fue su discurso de odio, coinciden los analistas, el que abrió la puerta al Estados Unidos hoy cada vez más oscuro. El que sigue aferrado a la mentira de que Joe Biden ganó en elecciones fraudulentas y que en 2023 Trump volverá al poder y, por qué no, inaugurando el Mundial 2026. “Será la primera Copa de la FIFA”, dice Human Wrights Watch, “cuyas ciudades sedes firmaron un compromiso de defensa de los derechos humanos”. Nada permite pensar lo contrario.
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