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Estación victoria
Con un juego jovial y atractivo, conquistó a todos, se salvó del descenso y casi logra el título; ahora, con el futuro en sus manos, Tigre busca dar el salto de calidad; Pato Galmarini, Cachete Morales y Javi García, los pilares, cuentan lo que pasó y vislumbran lo que vendrá
Martín Galmarini es el capitán, la mejor radiografía del sentimiento autóctono. Diego Morales es la imaginación, el viaje perfecto entre el círculo central y la otra frontera. Javier García es el arquero, ejemplo ideal de que el fútbol reserva desquites insospechados. Galmarini es Patito, 30 años crecidos bajo el calor de Tigre. Vida y obra de los recovecos de un club de ascenso con potencia de primera. "Acá viví los mejores momentos de mi vida. Sufrí mucho, también, pero por suerte en otros tiempos. Tigre es parte de mi vida, por eso lloré tanto cuando se terminó todo. Porque nos salvamos, es cierto, pero estuvimos tan cerca de lograr algo tan deseado por todos", cuenta el hombre de pelo castaño y sonrisa incorporada. Morales es Cachete, 25 años forjados en la vereda de enfrente, Chacarita mediante. Un intruso convertido en un nuevo amigo, de esos que dejan huella. "Yo siempre supe que me tenía que ganar a la gente, pero desde que llegué sentí esa sensación. Me entregué al máximo y siempre fui reconocido por eso. La última temporada fue sensacional", rubrica un personaje que no abunda: clase de diez, de los de antes. García es Javi, 25 años de espera sin lunas ni soles en el gigante de la Ribera. Angustias, tropiezos y esperanzas recortadas. "Acá me hice reconocido, logré la continuidad que algunos no vieron en Boca", advierte el chico desfachatado, el amigo de Román Riquelme, el compañero de todos.
La estación Victoria es justamente eso: un punto exitoso en el mapa. Tigre no sólo se salvó del descenso: con el subcampeonato y más allá de Arsenal, descubrió algo mucho más valioso: se convirtió en el equipo de la gente. El más respetado, el que mantuvo una filosofía de amistad con el balón. Ante la urgencia, serenidad. Frente a la angustia, confianza. Cuando el promedio flaqueaba, sentido de pertenencia. "La gente que no era de Tigre nos decía en la calle que hinchaba por nosotros", recuerda Morales. "Para mí, las claves fueron el compromiso, el buen juego y el equilibrio", grafica García.
El sistema es frenético. La pelota, indomable, ya vuela hacia delante. El querible equipo que dirige Rodolfo Arruabarrena, desnudo sin los goles del Chino Luna y a medio vestir con la casi descontada salida de Román Martínez, debe descubrir nuevos desafíos. El torneo doméstico y la Copa Sudamericana. "No hay que cambiar, no debemos sacarnos esta mentalidad ganadora para lo que viene", señala Pato, requerido por San Lorenzo. "El equipo demostró que se podía jugar con la presión del promedio. Con algo de alivio, tal vez, el juego mejore aún más", analiza Cachete, buscado por Racing y Flamengo. "El grupo siempre estuvo bien de la cabeza, pero la definición fue insoportable. Ahora, sin esa locura, se puede mejorar. En mi caso, bajé de 19 goles en el primer torneo a 15. Y en el próximo no me gustaría que me hicieran más de 10", desafía Javi su propia huella.
El arquero es una debilidad del Vasco: hay que negociar con Boca. El Diez es una prioridad del entrenador: caen propuestas hasta del más allá. El referente tiene nuevo vínculo, pero el mundo Tigre es oro en bruto: sus quilates valen el doble que en el semestre que pasó. Tres pilares, tres historias; un arquero, un defensor y un volante que pueden permanecer… o no. "Boca es tentador, pero no sé si voy a volver. Tigre me abrió la puerta, me siento reconocido", relata García.
Javi es el líder musical: a donde el plantel vaya va con su música. "Me gusta de todo", aclara. Cachete prefiere la cumbia, y Pato, el rock. Son amigos: la estación Victoria lo hizo posible. Los entrometidos cuentan que "son enamoradizos" y que su debilidad es el cuidado personal. "Muchas cremas", insisten en retratarlos. Pato va a seguir una carrera universitaria, seguramente: cuando habla, parece un diplomático. Cachete no se olvida de su humilde origen, ni cuando miraba por la tele al Burrito Ortega, su viejo ídolo. A Javi le gusta soñar. Con la llegada de Riquelme y algunos otros retos (casi) imposibles.
Galmarini, Morales y García, cada uno con su estilo, le dieron forma a una vieja estación, hoy moderna, exitosa y querible.
DIXIT
Martín Galmarini (Defensor)
- "Todos, de algún modo u otro, llevamos esta camiseta en la piel. Nos sentimos identificados con Tigre; jugamos como hinchas"
- 14 Goles marcó el capitán en 200 partidos en Tigre; tuvo un paso fugaz en River
Diego Morales (Volante)
- "Acá estoy genial, pasé un par de años increíbles, pero no sé cuál puede ser mi futuro. Por ahora, sólo disfruto de lo que pasó"
- 15 Tantos anotó el número 10, en dos temporadas; el último significó el de la permanencia
Javier García (Arquero)
- "La gente nos reconoció, porque en realidad nunca pensamos en salir campeón, por eso no quedaron cuentas pendientes"
- 37 Partidos jugó el guardavalla en Tigre en apenas un año; dos juegos más que en Boca
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