El excapitán de la selección destaca que Argentina tiene que darles más velocidad a los ataques ante Polonia, un rival que se cerrará atrás; las señales positivas ante México
DOHA.- Que el desahogo sea la plataforma de despegue. Que la confianza se encargue de los ajustes futbolísticos para devolverle robustez a la selección. Que la Argentina, con el alma en el cuerpo, se reencuentre con el equipo convencido y peligroso que nos atrapó. No es fácil ganarles a los nervios. Traicioneros, siempre bloquean las buenas intenciones. Pasó México, pero dejó innumerables enseñanzas. Del aprendizaje dependerá el crecimiento de la selección. Y quiero detenerme en el principal rasgo que, entiendo, deben corregir los muchachos: aumentar la intensidad. Es imprescindible darles otra velocidad a los ataques para perforar las propuestas defensivas de los rivales. Y Polonia resistirá con un bloque bajo y cerrado, porque está en su esencia, porque suma un punto más en la tabla de posiciones y porque el empate le alcanzará para acceder a los octavos de final. No estará apurada.
La Argentina ha creado hasta aquí muy pocas opciones nítidas de peligro. ¿Recuerdan muchos mano a mano, más allá de la línea adelantada que propuso Arabia Saudita en el debut? No. La selección necesita dinamizar sus ataques, encadenar pases con paciencia pero también con agilidad. Mover la pelota rápido para obligar a que el rival llegue tarde, se desacople, pierda las coberturas, empiece a perseguir desde atrás. Eso, con los minutos, también impacta en el ánimo y, ya lo sabemos, las emociones pueden derrumbar hasta el mejor plan. La velocidad es clave para desbaratar propuestas rocosas, líneas tan numerosas como retrasadas. Cuando el adversario te invita a gobernar los partidos, cuando la responsabilidad es tuya, saber y poder cambiar los ritmos se vuelve determinante para que tengas éxito.
La Argentina superó otra prueba emocional. La tensión fue evidente y se trasladó a la propuesta del equipo, denso. Es muy difícil jugar sabiendo que la cornisa puede esperarte detrás de un pase equivocado. Sin tremendismos, seamos francos: hasta la eliminación de Mundial estuvo en juego contra México. Cargar con esa obligación es pesadísimo. Es la ilusión de un grupo y la expectativa de millones. Es moverte (o intentar hacerlo) con una piedra enorme en la espalda. Parecía, casi, un partido de eliminación directa. Y quedó atrás. Pero como les decía en nuestro encuentro anterior que la amargura por el tropiezo del debut no debía extenderse más allá de la primera noche, ahora tampoco hay que acomodarse en el alivio de un paso que fue trascendente, desde luego, pero sólo se trató de un paso. Ya asoma Polonia, así es la mecánica del Mundial.
Polonia propondrá otro reto, entiende el juego desde otro lugar. Un rival físico, un rival con mucha talla y presencia atlética, pero también con algunas piezas peligrosas, que saben hacer daño. Como Robert Lewandowski en ataque, claro, no descubro nada, y como Piotr Zieliński, el volante de Napoli, que desde el mediocampo entiende las necesidades de un partido y sabe leerlas para ofrecerles opciones a sus compañeros. Polonia subirá la exigencia, invitará a la Argentina a un duelo distinto, un escenario en el que la selección no se prueba hace tiempo, y tendrá que adaptarse. Un rival áspero, sagaz, que la dejará avanzar para contragolpear los espacios. Que aprovechará cada falta para “bombardear” el área de Dibu Martínez. Y que jugará, también, con nuestra búsqueda. Porque otra vez la selección necesita ganar para no depender de lo que ocurra en el choque ente Arabia Saudita y México, y porque la victoria traerá el premio adicional de adueñarse del grupo. Y si nos atrevemos a mirar un poco más allá, espiando unos imaginarios octavos de final, quedar primeros nos depositaría en un sector de la llave que puede tener algunos beneficios. Pero punto, ya sé lo que están pensando. Paremos acá, primero lo urgente.
El nudo de México
Retrocedo unos días y me detengo en algunas imágenes del encuentro contra México para sacar conclusiones. A la selección le costó desanudar el juego, especialmente en el primer tiempo. Martino llevó al campo un planteo inteligente, con exclusivo acento en controlar a la Argentina y lo consiguió. Su propósito lo cumplió. ¿Recuerdan? No hubo ni un tiro al arco del ‘Memo’ Ochoa porque el equipo no encontró ni creó sociedad durante todo ese pasaje del juego. Y, la verdad, el segundo tiempo amenazaba con ser una continuidad del anterior. Incluso, sin reacción, que en estos casos de partidos límite, para mí, es lo más preocupante. Porque te podés equivocar en la búsqueda, desde luego, pero que nunca te paralice la inacción.
Pero apareció el gol de Messi. Una línea aparte: ¿ya entendimos los argentinos la cantidad de veces que nos rescató de situaciones apremiantes en sus 15 años en la selección? Quiero dejarlo asentado por cualquier nueva pérdida de la memoria colectiva. El gol de Leo fue una bisagra; después, el encuentro ya fue otro. El plan de México quedó desarticulado y no tuvo ingenio ni fortaleza para reaccionar, para proponer algo diferente.
Un detalle que no quiero dejar pasar: la concentración defensiva argentina. Solidos atrás, atentos. Cuando jugás mucho tiempo en el campo rival, una distracción en el fondo te puede arruinar tus intentos por despejar los caminos ofensivos. Siempre hablamos de detalles en un Mundial, y esos detalles la selección los viene resolviendo con sobriedad atrás. Quería subrayarlo.
Y finalmente me detengo en otro foco positivo: la profundidad del plantel. Las opciones que pueden ofrecer soluciones desde el banco. Como Enzo Fernández, que oxigenó el mediocampo. Trajo frescura, dinámica, le ofreció otro paso a la selección. Y gol, sí, también convirtió, porque le resulta natural desprenderse y seguir las acciones de su equipo. Las apariciones por sorpresa de los volantes siempre desordenan las marcas del rival. Y también me gustan los ingresos de Julián Álvarez, decidido, implicado, con ganas de tener protagonismo en los minutos que le toca jugar. Sentirse valioso en un Mundial, más allá de cuántos minutos entienda el entrenador que quiere utilizarte en la cancha, es muy importante. Se necesita de todos, y no es un lugar común. Vuelvo al concepto de los detalles: es una oportunidad, un momento. El partido puede haber estado esperando 85 minutos para ese instante. Y el héroe ocasional puede ser cualquiera. Ese abanico de la Argentina puede comenzar a ser trascendente a medida que avance el Mundial.