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Es argentino, integra la clase obrera del fútbol alemán y dona parte de su sueldo: "Yo abrí los ojos"
Giuliano Módica dice que todo lo que vivió le hizo abrir los ojos. Antes de cumplir doce años padeció el abandono de su padre, el desempleo de su madre, la mudanza a la casa de una amiga de la mamá que les dio techo cuando ni siquiera podían pagar un alquiler, y la partida a Alemania con la ilusión de que allí todo sería mejor. Corría 2001, y con su mamá Ivanna huyeron de Córdoba. Necesitaban bajarse de la montaña rusa en la que se había convertido su vida: "Dejamos lo que teníamos, que no era mucho, y nos fuimos a empezar de vuelta", dice.
Ahora, a los 27 años, Giuliano Módica es un hombre casado, padre de dos hijas, marcador central del SV Wehen Wiesbaden –un equipo de la tercera división alemana- y es, también, el único futbolista argentino que colabora con Common Goal, el movimiento que propone que todos los jugadores profesionales de fútbol destinen el 1% de su sueldo a un fondo que colabora con causas benéficas vinculadas con la pelota. "Estoy en este proyecto porque yo sé lo que es estar abajo. Conozco la diferencia. Cuando vivís algo así, como estar tres años sin casa, abrís los ojos: ves las cosas de otra manera", dice y en el Skype aparecen sus ojos bien abiertos: son finos, serenos, color café.
"Yo aplaudo a Giuliano, lo celebro: él es una excepción. Pero queremos que esa sea la normalidad. Su caso es interesante porque es argentino, y es el único que aporta en tercera división. Es una cabeza crítica que piensa mucho lo que hace", lo define Jürgen Griesback, el alemán fundador de Common Goal. La iniciativa busca crear un puente entre el fútbol profesional y el fútbol que genera impacto social. A través de Street World Football, una red que conecta a 125 asociaciones de 80 países que hacen trabajo social mediante el fútbol, buscan recaudar dinero de jugadores, clubes, contratos de patrocinio y premios de campeonatos. Arrancaron en agosto, y ya suman a 50 integrantes: Juan Mata, Giorgio Chiellini, Mats Hummels y el presidente de la UEFA Aleksander Ceferin son las caras más reconocibles de un plantel que también incorpora a jugadoras de fútbol femenino. En lo que va del año ya recaudaron más de medio millón de euros. Aspiran a conseguir 400 millones, el 1% de lo que movió la pelota en 2017: "El porcentaje es simbólico, es una manera de mostrar todo lo que se puede generar con una pequeña parte", cuenta Griesbeck.
Griesbeck le dio aire al proyecto cuando en 2016 escuchó a Mata en una entrevista con la televisión española. Sentado en el sillón azul de su casa, descarnado, Mata decía cosas como: "Los futbolistas vivimos en una burbuja", "lo que cobramos, respecto a la sociedad, es una burrada" y "estaría dispuesto a ganar menos dinero".
Mata aparecía como una luz parpadeando en la oscuridad. Griesbeck lo llamó por teléfono y le ofreció dar el próximo paso: además de promover lo correcto, hacer lo correcto. El español aceptó. Intentaron conseguir a otros diez jugadores dispuestos a lo mismo –a ganar menos, a ceder el 1%- para armar el once titular de Common Goal. La búsqueda fue un fracaso. Griesbeck ni siquiera pudo contactarse con otros futbolistas: "El sistema es protector de sí mismo. Los clubes y los agentes no nos dejaban acercar nuestra propuesta", dice. Recalcularon. Lanzaron el movimiento exclusivamente con el zurdo que brilla en el Manchester United. Mata irrumpió en los medios contando el proyecto y funcionó como una red que atrapó a varios jugadores. El río creció tanto que a mediados de mayo el FC Nordsjælland de Dinamarca se convirtió en el primer equipo en destinarle a la causa el 1% de todos sus contratos.
Módica leyó a Mata hablar sobre Common Goal en noviembre en un diario deportivo alemán. Hace años que comprende el idioma. Cuando llegó era incapaz de comunicarse. La elección de afincarse en Alemania fue una idea del hermano de su madre. Él trabajaba en una heladería en Offenbach, una ciudad a escasos kilómetros de Frankfurt, y podía conseguir un empleo para Ivanna. Se fueron con una posibilidad como única certeza porque nada podía arder más que en Córdoba. Ivanna llevaba tres años sin trabajar y Giuliano era un niño transformándose en adolescente que compartía la habitación con dos chicas que no eran sus hermanas. Emigraron, como miles de argentinos en 2001, para construir sobre tierra arrasada. "Nos instalamos en una pieza de diez metros cuadrados. Mi mamá trabajaba todo el día, y yo iba a la escuela para ver qué podía hacer. Al principio me mandaron a un curso especial para chicos que no hablaban alemán, pero al mes me cambiaron a un aula normal. Tomaban dictados y yo metía 60, 70 errores. Fue muy difícil", relata.
En esa habitación de diez metros cuadrados lloraban juntos. La madre trabajaba en la heladería desde las ocho de la mañana hasta las diez de la noche. Giuliano colaboraba los fines de semana para ganar su plata. El resto del tiempo deambulaba solo por la ciudad. El fútbol apareció como un bálsamo. Empezó a jugar en el equipo de su barrio. Lo demás fue una escalada atroz hasta llegar a la segunda Bundesliga, donde lo contrató el Kaiserslautern. Esta temporada disputó cinco partidos. El equipo fue una anarquía, una especie de modelo argentino: pasaron cinco entrenadores en el año, cada uno con una propuesta futbolística diferente, y el resultado fue anunciado: descendieron.
El cordobés es uno de esos jóvenes cuyas carreras no le garantiza un bienestar económico. De hecho, para la temporada que comenzó en agosto eligió sumarse a un equipo de la tercera división. Después del fútbol le espera una vida normal. La nebulosa del futuro, sin embargo, no le impidió donar 2.000 euros a Common Goal, un porcentaje mayor al sugerido por el movimiento, un dinero que no le sobra: "A mí me vendría bárbaro tener esa plata en el banco. Pero es importante ayudar a los que no tienen. Yo lo viví, y si tengo la posibilidad de ayudar un poco, lo hago", afirma Módica. Luego de leer el artículo de Mata, mandó un mail a las oficinas de Common Goal. Les comentó que, en comparación con Mata y Chiellini, el aporte que podía hacer era ínfimo; pero que de todos modos quería sumar. Ahí lo recibieron y le contaron lo esencial: que toda colaboración sirve, que podía desafiliarse sin ninguna atadura, que podía elegir a qué institución donarle el dinero.
A mí me vendría bárbaro tener esa plata en el banco. Pero es importante ayudar a los que no tienen. Yo lo viví, y si tengo la posibilidad de ayudar un poco, lo hago
Eligió asistir en su país, en la Asociación Civil Andar. Es la única organización argentina afiliada a Street Football World. Ubicada en Moreno, provincia de Buenos Aires, Andar trabaja hace 21 años en el desarrollo de personas con discapacidad mediante el fútbol: "Es que el fútbol es una herramienta para transformar a la sociedad", dice Martín Lucero, el responsable de comunicación de la entidad. Organizan escuelitas y torneos para personas con y sin discapacidad. La plata que aportó Módica sirve para que puedan alquilar las canchas donde entrenan chicos de 8 a 16 años. No es el único profesional que impulsa el proyecto: Juan Mata también decidió donar allí.
A pesar de su elección de colaborar en Argentina, Módica no planea volver al país. La última vez que vino de visita fue en 2015, y el panorama lo espantó: "No me gustó la forma en cómo viven. Vi mucha pobreza, mucha inseguridad. No volvería a vivir, y menos ahora que tengo dos hijas. Pero soy un argentino orgulloso, y siempre voy a estar agradecido a lo que viví allá", dice con un acento cordobés fresco, sin polvo. Ivanna tampoco regresó. Consiguió un trabajo de limpieza en un geriátrico hace diez años y todavía trabaja ahí. Ahora vive en un departamento de 50 metros cuadrados. En mayo Módica se casó con una alemana hija de padre chileno, y en mayo también nació su segunda hija. En esa casa se habla alemán y se entiende el español. Hace un esfuerzo para que las nenas lo aprendan, para que sepan de dónde viene su padre. Es que su padre viene de allá, de abajo, de donde abrió los ojos.
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