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Errores desde hace 20 años: cuando uno de los mejores dirigentes de Independiente anticipó el caos y se fue escupido
El club atraviesa una seria crisis desde hace décadas
- 6 minutos de lectura'
Sólo Fabián Doman sabrá si subestimó la situación de Independiente o si el mundo del fútbol tomó por sorpresa a otro outsider que se vio desbordado y renunció. El entusiasmo le duró poco más de seis meses al periodista para darse cuenta de que se encontraba en un ámbito caníbal, en el que ni siquiera Marcelo Tinelli pudo hacer pie: ni en San Lorenzo ni en la AFA. Es cierto que, desde hace un par de décadas, los Rojos se volvieron autodestructivos y quizá allí esté la primera respuesta a la acefalía que hoy los envuelve. El club está a la deriva entre sinrazones deportivas, una deuda angustiante, la política nacional entremezclada, con la barra brava al acecho y con una preocupante falta de líderes.
Doman comunicó su partida por las redes sociales, poco después de las 15.30. El mensaje cayó como una bomba en el corazón de Avellaneda, por más que hacía días que se advertía un clima turbio. Según pudo saber LA NACION, el conductor ya había comunicado en la mesa chica su decisión, pero había esperanzas de convencerlo para que revirtiera la decisión. El impacto institucional fue notable y todavía nadie consigue recuperarse. Anoche seguían las reuniones para ver cuáles eran los próximos pasos.
A las socias, socios e hinchas de Independiente pic.twitter.com/WwPBHHxGtR
— Fabián Doman (@fabdoman) April 11, 2023
Los argumentos oficiales dejan en claro una grieta en la conducción del club. Aunque Doman fue punzante al hablar de un “todos contra todos”. Se refirió a un respaldo económico que jamás llegó. Al agradecerle el apoyo a Cristian Ritondo, indirectamente, le apuntó a su compañero de fórmula y vicepresidente 1º Néstor Grindetti, que, en los papeles, era el encargado de acercar los recursos para poner en funcionamiento al club.
“Compromisos económicos, que hicieron posible que tuviera lugar el espacio político que sacó a los Moyano, no aparecieron ni aparecen. Como tampoco un proyecto económico-financiero acorde al club. No era mi tarea ni confeccionarlo ni prepararlo. En una comisión directiva los roles se diversifican”, se excusó Doman, que profundizó: “Sin embargo, mi responsabilidad como presidente me llevó a conseguir apoyos financieros sin los cuales el club no hubiera podido pagar los sueldos de diciembre o los aguinaldos”.
A Doman nunca le cayó bien la reprobación, ya sea en el estadio o en las redes sociales. El disconformismo fue difícil de asimilar. Mucho más los insultos. El lunes por la noche hubo una acalorada discusión entre los principales dirigentes. Ya no hubo vuelta atrás.
Así, las cosas, el club quedó en manos de Grindetti, que no quiere saber nada con quedarse al frente de Independiente de manera definitiva. Sus compromisos como intendente de Lanús y su aspiración a la gobernación de Buenos Aires aparecen como prioridades. Se hará cargo del club durante 90 días y luego el futuro se resolverá en una Asamblea. En un claro indicio de que todo había empezado mal, el vice 2°, Juan Marconi, amagó con renunciar en diciembre último, por la poca participación que tenía en las decisiones deportivas. Al final, todo se maquilló y siguió sin modificaciones.
El malestar de los hinchas de Independiente
“¡Qué se vayan todos!”, cantan los hinchas de #Independiente que se van acercando a la Sede Mitre 470. pic.twitter.com/oe9X8J3g35
— Juan Ignacio Egido (@JuanchiEgido) April 11, 2023
Nada es casual, mucho más entre aquellos que buscan en el pasado las razones del presente. Independiente atraviesa repetidas crisis institucionales desde 2001, en una lenta degradación, más allá de algunos espejismos deportivos, que, a la larga, no hicieron más que suavizar los síntomas de una crisis sin fin. Ni siquiera el descenso, en 2013, marcó un punto límite, un renacer, como sí ocurrió en River.
¿Qué pasó en Independiente para que se llegara a esta situación en la que la gobernabilidad siempre estuvo en juego? Transcurría junio de 2001 cuando uno de los mejores dirigentes de la historia, Pedro Iso, triste y a tientas, se retiró salivado de la sede de la avenida Mitre 470. “La estoy pasando muy mal, me alejo del club definitivamente. Esto no da para más. Desgraciadamente todo esto es muy grave”, advertía Iso a LA NACION. Por entonces, nadie suponía la profundidad ni los alcances de esa frase.
Don Pedro, desesperadamente, apelaba a una comunión que jamás se dio en la institución. Temía por dos cosas: que los capitales privados se devorasen el concepto de club social, en una creciente ambición, y que la política nacional metiese sus narices y arrasase con el orgullo nacional. Ese que, aún con diferencias, habían edificado apellidos de la talla de Bottaro, Sande y Grondona. Un visionario. Nadie lo escuchó.
No fue casual, entonces, que ninguno de los siguientes gobiernos en Independiente tuvieran un final tranquilo. Andrés Ducatenzeiler, hombre de la tribuna, -al principio con el respaldo de Daniel Grinbank-, y último presidente campeón en un torneo local, el Apertura 2002, de la mano de un inolvidable equipo de Américo Gallego, renunció en 2005, ya enemistado con la AFA y un equipo en declive.
Un empresario exitoso, Julio Comparada, ya manejaba los destinos de la entidad mucho antes de su elección en 2005. Tras dos mandatos y una cancha inconclusa, el poder fue desgastándolo a medida que se debilitaba la economía en la Argentina. Todo tuvo que ver con todo. Desde el título en la Copa Sudamericana 2010 hasta el último puesto en el Apertura de ese año, la primera piedra en el tropezón que lo llevó a la B Nacional. A duras penas Comparada terminó el segundo mandato. También quedó en el recuerdo el llamado a la convocatoria de acreedores.
En 2011, con una escoba en la mano, símbolo de aquel que buscaba limpiar los viejos vicios del fútbol, llegó Javier Cantero. Al principio, con las sanas intenciones de acabar con la barra brava, cayó simpático en un mundo que se asombró con su presencia. A medida que se sucedieron las desventuras deportivas, su lucha se volvió una piedra en el zapato para un ámbito viciado. El equipo cayó en el precipicio del descenso y, en 2014, antes de que recuperara la categoría, el dirigente que fue considerado un “Quijote” renunció ante la presión interna, mediática y de la barra brava, que supo rodear su casa y agobiar a su familia.
Hugo Moyano arrasó en las elecciones de 2014, el equipo volvió a la A, se terminó la obra en el estadio y todo parecía encarrilarse poco a poco con el líder sindical al frente. La conquista de la Copa Sudamericana 2017, con Ariel Holan a la cabeza, parecía la frutilla arriba de la crema. Hasta que por enésima vez llegó el desbarranco. Cuentas impagas, deudas crecientes, pases dudosos y representantes con demasiado poder en Villa Dominico. El creciente malestar y un año de postergación de las elecciones, por distintos vericuetos legales, le despejaron la pista a Doman, Grindetti y Marconi para el aterrizaje. El resto es conocido, entre la herencia y la propia impericia del piloto.
Independiente no tiene presidente ni entrenador; debe más de 20.000.000 de dólares; no juega torneos internacionales y está incómodo en las posiciones de cara al descenso. “Cuando termine mi gestión, aspiro a ser uno de los pocos presidentes de los últimos tiempos que pudo volver a la cancha”, deseó Doman cuando ganó las elecciones. Lo que jamás tuvo en cuenta es que su mandato terminaría por propia decisión en poco más de seis meses. Los socios que lo votaron aún se miran entre sí.
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