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Enzo Pérez, leyenda de River: la última función de un emblema como jugador-hincha
El volante que llegó como refuerzo millonario el 30 de junio de 2017 ganó 10 títulos, 6 goles y 10 asistencias
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La Real Academia Española tiene siete acepciones de la palabra sueño, pero hay dos que se ajustan a un claro concepto: “sucesos o imágenes que se representan en la fantasía de alguien mientras duerme” y “cosa que carece de realidad o fundamento, y, en especial, proyecto, deseo, esperanza sin probabilidad de realizarse”. Se trata de algo espiritual, atado a la imaginación, poco realista y con tintes utópicos. Pero en los últimos años del fútbol argentino apareció un apasionado mendocino que se aferró a su creencia, rompió todos los esquemas e hizo trizas todas las definiciones posibles. Aferrado a su ilusión y a su profundo amor por la banda roja, hace seis años y medio decidió apostar por sus deseos de cosas imposibles. Y escribió con sangre y sudor una historia de incondicionalidad con River que será difícil de igualar. Enzo Pérez, el último ídolo, dijo adiós en Santiago del Estero con un nuevo trofeo alzado luego del triunfo ante Rosario Central por 2-0. Su imagen ya está en la bandera. Lealtad por los colores.
La última foto suya fue cuando se dio un abrazo con Jonatan Maidana, a los 38 minutos del segundo tiempo, tras el reemplazo que dispuso Martín Demichelis y antes de saludar a todos los futbolistas que integraban el banco. “No es una conferencia de prensa, vengo a anunciar algo que ya se sabía: hoy ha sido mi último partido con esta camiseta. Tengo muchísimas cosas en la cabeza. Vengo también a agradecer... Hoy tuve la posibilidad de agradecer a la gente que me trajo allá por le 2017, que me mandaron un mensaje y que pudo hablar con ellos. Gracias por haberme dado la oportunidad de jugar en esta institución, en este club vine por amor y por sentimiento”, dijo Enzo Pérez entre lágrimas. No aceptó preguntas.
Y agregó: “Hoy se termina una gran etapa de amor, la cual soñé de chico. Siempre soñé jugar con esta camiseta. A esa gente de por vida le voy a estar agradecido. Me quiero ir en paz, como me voy, con la tranquilidad de haberlo dejado todo, de vaciarme como jugador. Además me dieron la posibilidad de ser capitán, pero si ellos no me querían, hubiera sido todo más difícil. A todos agradecerles de corazón por estos seis años y medio. ¿A la gente? Que voy a extrañar cada ovación, el cariño y respeto que me dieron siempre”.
Se fue con la frase que había llegado. “Jugar en River era un sueño que tenía yo y toda mi familia. Quería cumplirlo en este momento porque no sabía si tendría otra oportunidad. Es el paso más importante de mi carrera: voy a pertenecer al club del que soy hincha. Tendré ansiedad y nerviosismo, pero siempre tratando de hacer las cosas bien. Y el esfuerzo por estar acá no fue sólo mío, sino de todos: la dirigencia de River, de Valencia y mi familia. Trataré de aprovechar esta oportunidad y disfrutar el día a día”.
Las primeras palabras de Enzo como refuerzo millonario fueron el 30 de junio de 2017 en el anfiteatro del Estadio Monumental. Ese día firmó su primer contrato y transformó en realidad su anhelo más profundo. Sus palabras se quedaron cortas: no solo pudo sobrellevar la ansiedad y el nerviosismo, sino que superó la enorme expectativa de su llegada con 241 partidos (uno como arquero), 10 títulos, 6 goles y 10 asistencias. Leyenda.
ENZO ES DE RIVER, DE RIVER DE VERDAD ❤️ pic.twitter.com/5gF67jp3TB
— River Plate (@RiverPlate) December 23, 2023
Enzo es la emoción hasta las lágrimas antes de su debut en el Monumental contra Guaraní. Es el festejo de su primer gol ante Instituto señalando y mirando el escudo con admiración. Es el golazo a Jorge Wilstermann de arco a arco para sellar un histórico 8-0 en el Monumental. Es la bronca del “inventaron el VAR” y del “pisala ahora”. Es el cantito con la hinchada en el banco de suplentes en Mendoza mientras River le ganaba la Supercopa Argentina a Boca. Es la mirada fija a los hinchas xeneizes al ingresar a la Bombonera. Es el paternalismo del festejo con sus hijos Santiago y Pía en Madrid la gloria eterna en la Copa Libertadores 2018. Es el dolor por el penal errado en el Mundial de Clubes. Es la transformación de su juego en pos del equipo para reemplazar al histórico Leonardo Ponzio.
Es la imagen del alumno que se abrazaba entre risas y lágrimas con su maestro Marcelo Gallardo. Es el liderazgo de no descolgarse la medalla en Lima en medio de la desazón por perder la final con Flamengo en 2019. Es el compañerismo de levantar la mano para ir al arco a pesar de estar desgarrado y transformarse en superhéroe con un buzo verde en medio del brote de Covid-19 en 2021. Es el llanto al entrar al Monumental en la despedida del Muñeco. Y es el grito desaforado arriba del alambrado festejando su último superclásico en Núñez. Enzo es todo.
Al llegar a River, el club invirtió unos cuatro millones de dólares para comprarle al Valencia su ficha y el volante resignó una importante diferencia económica salarial para regresar al país. Ese compromiso con el club se tradujo en dos renovaciones de contrato: en 2020 y 2021 hasta llegar al actual vínculo con cierre el 31 de diciembre. Miembro del Equipo Ideal de América en 2019 y 2020, durante su estadía en River conquistó la Copa Argentina 2017, la Supercopa Argentina 2017, la Copa Libertadores 2018, la Recopa Sudamericana 2019, la Copa Argentina 2019, la Supercopa Argentina 2020, la Liga Profesional 2021, el Trofeo de Campeones 2021, la Liga Profesional 2023 y el Trofeo de Campeones 2023. Sin dudas, la Libertadores fue el gran objetivo cumplido: jugó 12 de los 14 partidos en esa Copa, fue titular en los dos juegos contra Boca y disputó los 120 minutos en el Santiago Bernabéu.
Su futuro ahora podrá tener algún capítulo extra en Estados Unidos, Malasia, Arabia Saudita, La Plata o Mendoza, pero la película de su vida la escribió con cuerpo y alma en Núñez. Ese loco que se tiraba a la madrugada a la pileta en España para celebrar el triunfo en un superclásico apostó, sufrió y celebró. Porque sus primeros nueve meses fueron de una profunda adaptación al fútbol argentino. Le costó cambiar el chip para entender cómo jugar. Hasta que a partir de marzo de 2018 se acopló por completo para estar siempre a la altura de la camiseta: Enzo nunca perdió el puesto porque siempre fue competitivo. Y escribió páginas doradas por su voluntad de nunca perder contra la relajación.
“Yo no sabía si iba a poder tener otra oportunidad en mi vida de poder cumplir el sueño de jugar en River, y los sueños están para cumplirlos. Jugué con mi cabeza y mi corazón”, le confesó a LA NACION antes de enfrentar a Boca en la primera final de 2018. “Yo quería cumplir el sueño de jugar en el Monumental, con la gente, la Copa… pisar el césped con la camiseta de River y salir campeón, que lo logré con la Copa Argentina. Ese era mi sueño personal, así que lo que venga a partir de ahora, es de yapa. No puedo pedir más de lo que he logrado y he querido. Porque el objetivo grupal no depende de uno, sino de muchos factores. Los personales que yo me propuse, los cumplí. Ojalá pueda ganar la Supercopa, la Copa o un torneo argentino, pero ya estoy conforme”. Una vez más: se quedó corto.
Cabeza fría y corazón caliente. Con la camiseta 24 que siempre tendrá un lugar de privilegio, Enzo Pérez logró combinar de forma perfecta su talento innato para tratar la pelota y ocupar los espacios en el campo con su mentalidad competitiva y la pasión incontenible por el club de toda su vida.
El jugador-fanático que mejor representó el ADN futbolístico de la institución y se metió rápidamente en el corazón del hincha. Voz de mando, jerarquía, coraje, disciplina, orden, compromiso, dedicación, pasión… Pérez siempre fue un líder coherente con lo que dice y lo que hace. El mendocino construyó un camino que será un legado para la historia riverplatense. Una forma de vivir, sentir y disfrutar el sueño que el niño que escuchaba y miraba los partidos en Maipú pudo cumplir.
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