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Enzo Marcelo Daniel Gallardo: la historia del único hincha de River que lleva a dos ídolos gigantes en su DNI
Su padre, fanático del equipo, unió su apellido a los nombres de pila de los dos emblemas de River
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El 6 de junio de 1999 el Boca de Bianchi se coronó bicampeón del fútbol argentino. Perdió 4-0 con Independiente en Avellaneda por tres goles de José Luis Calderón, el último desde casi la mitad de la cancha, y de este modo se cortó en 40 el mayor invicto en la historia de nuestro fútbol, pero la derrota del escolta River, ante Racing, le sirvió el título en bandeja a Boca.
Ese mismo 6 de junio de 1999, en la clínica de San Miguel, Gustavo Daniel Gallardo presenciaba el parto de su tercer y último hijo, el segundo varón.
-Está saliendo Martincito- le hizo un chiste el partero, hincha de Boca, en tiempos de explosión goleadora de Martín Palermo.
-Si es Martincito, dejalo ahí adentro, nomás. Ya te vas a enterar por qué- le respondió el flamante padre, con una sonrisa.
Unas horas después, el bebé recién nacido tenía su camisetita de River en la cuna. Ahí estaba el “por qué”. Y el día siguiente, Papá Gustavo salió a inscribirlo al Registro Civil de San Miguel (Buenos Aires). En las semanas previas, había mantenido algún contrapunto con mamá Lorena, uruguaya de Montevideo, por el nombre del tercer hijo.
-¡Ni se te ocurra ponerle tantos nombres eh!- llegó a decirle Lorena a su esposo, cuando salía de la habitación hacia el Registro.
-No, mi amor, quedate tranquila.
Quedate tranquila.
Enzo Marcelo Daniel Gallardo Kuster.
Tres nombres y dos apellidos, porque los uruguayos usan habitualmente el doble apellido, el del padre y el de la madre. Y porque Gustavo ya tenía la idea fija en la cabeza: la de combinar los nombres completos de sus dos grandes ídolos.
“No me iba a poner a discutir, si igual lo iba a anotar yo. En esa época ese trámite se hacía rápido, así que fui al Registro Civil de San Miguel, lo anoté, volví a la clínica y le mostré el papelito de inscripción a Lorena”, cuenta hoy entre sonrisas Gustavo Gallardo.
-¿Qué te dijo tu mujer?
-Se enojó, “sos un hijo de puta, le cagaste la vida al nene”, me dijo, ja, ja, pero a mí no me importaba. Ya estaba anotado, listo. En fin, a mi señora no le quedó otra que resignarse. No solo al nombre, sino a toda la crianza de los chicos vinculada a River, a llenar de rojo y blanco las paredes de la casa. Éramos compañeros del colegio. Ella se sentaba adelante y yo atrás, ella era la traga y yo el hinchapelotas. Nos llevábamos mal. Más o menos como ahora, sólo que ahora estamos casados, ja, ja- cierra con una carcajada Canoso, tal su apodo, de muy fácil corroboración al observar la foto de perfil de su WhatsApp.
Canoso nació en 1970, se crió en Los Polvorines, los pagos de Norberto Osvaldo Alonso. “Mi ídolo máximo era el Beto, como la mayoría de los hinchas de River de mi edad, de ahí pasé a Francescoli. Y de ahí al Muñeco. Y hoy no hay uno que no te conteste que el Muñeco es su gran ídolo”, repasa Gustavo, quien asegura que las primeras canas le aparecieron entre los 9 y los 10 años.
“Mi viejo era de River, pero tranquilo, no me dejaba escuchar los partidos porque me ponía muy mal cuando River perdía, me escondía la radio. ‘Te vas a enfermar’, me decía. Hoy sigo igual. En casa me cagan a pedos, dicen que soy el Tano Pasman elevado a la enésima potencia, mi hijo mayor me dice: ‘tranquilízate porque un día de estos te vas a quedar duro’. Tengo claro que el loco mayor de la casa soy yo. No fumo, no tomo, mi único vicio es la pasión por River. No sé si está mal o bien, pero lo tengo”, admite Canoso, y no hace falta bucear demasiado más profundo para entender por qué le puso Enzo Marcelo Daniel a su hijo menor.
“El que me llevaba a la cancha y me contagió el fanatismo fue mi padrino -continúa-. Después, cuando hice el servicio militar lo aproveché a full, porque en esa época, si ibas vestido con uniforme de militar te dejaban entrar gratis a las canchas. Así me metí en las tres finales de la Liguilla que jugamos contra Boca en el 89, en cancha nuestra, de ellos y el desempate en Vélez, que ganamos 2-1. Unos años antes, en el 86, me había ido con una frazada a dormir a la puerta del Monumental para comprar la entrada de la final de la Libertadores. Pasé toda la noche ahí”.
Profesor de plástica y artística en varias escuelas del partido de Malvinas Argentinas desde hace 20 años, Canoso recuerda con precisión el momento en que se enteró de que había un pibe de las inferiores de River con su mismo apellido: “Lo vi en una selección Sub 17 de Mostaza Merlo que jugó un Sudamericano en Paraguay. Era suplente del hijo del Beto Alonso, pero enseguida se lo comió y le ganó el puesto. Ya desde entonces me gustaba cómo jugaba y lo empecé a seguir”.
-¿Por qué no le pusiste estos nombres a tu primer hijo?
-No sé por qué, Gustavo siempre me lo reclama. Cuando nació, yo tenía 19 años, era muy joven, entonces le puse mi nombre, y le agregué Fernando como segundo, por mi mejor amigo. Después nació Julieta y para el último no me iba a privar de nada. De ninguna manera.
Antes de introducirnos en la historia del segundo protagonista de esta familia, le damos un breve espacio a Lorena, para que haga su descargo: “A mí me gustaba el nombre Enzo, y hasta Marcelo estábamos bien, ya meterle Daniel me pareció exagerado. ¡Tres nombres y dos apellidos es demasiado!”, asegura Lorena, aunque frente al escenario actual, acepta con gusto su derrota: “Hoy garpa ese nombre completo, claro que sí”.
Todo por una pregunta
Gustavo Fernando Gallardo Kuster, el hijo mayor, tiene 32 años, es periodista y vive en Barcelona desde 2021. “Trabajaba para la aplicación deportiva One Football, llegué a Barcelona el 24 de julio del año pasado con la idea de cubrir el último año de Messi en Barcelona y a las dos semanas se fue al PSG… pero bueno, al menos pude salir para Canal 9 y Telefé con esa cobertura, y hoy colaboro con Conexión Deportiva, siguiendo el básquet del Barsa. Mi meta es insertarme definitivamente aquí y tener alguna corresponsalía”, detalla Gustavo, quien vive en España con su mujer y su hija de 5 años.
“Estudié en DeporTEA y lo primero que hice fue cubrir la Reserva de River para el sitio ‘River Desde la Tribuna’ -sigue-. Ese mismo año empecé a escribir para Pasión Monumental. Siempre tenía otros trabajos fuera del periodismo, porque eso no me alcanzaba para mantenerme. A Rivercamp solía ir en transporte público: el tren Belgrano Norte de Villa de Mayo a Retiro y de ahí me tomaba una combi a Ezeiza. A veces le pedía prestado el auto a mi viejo y al final tuve el mío. Iba porque me encantaba escuchar las conferencias de prensa de Marcelo. Y me quedaba siempre hasta el final. Nunca pude preguntar, porque les daban el micrófono a los medios más importantes, o a los periodistas que iban siempre. Y eso me daba mucha bronca”.
En 2017, cuando surgió la chance de cubrir Guaraní-River, la ida de los octavos de final de la Copa Libertadores, a los pocos días de conocerse los dopings positivos de Martínez Quarta y Mayada, a Gustavo se le prendió la lamparita y no lo dudó. “Sabía que en el exterior, al haber menos periodistas, iba a tener más chances de preguntar -revela su estrategia-. En Pasión Monumental consiguieron un canje para viajar en micro. Eran 22 horas de ida y fueron 25 horas de vuelta porque nos tuvieron demorados tres horas en la frontera. El periodista Hernán Castillo, que era el director del sitio, me dijo: ‘Gustavo, estás loco, entiendo que sería tu primera cobertura, pero es un montón de horas, pensalo bien’. Ya lo tenía bien pensado”.
Sabía que quería viajar y preguntar. Pero debía analizar bien qué preguntar. Y ahí escuchó la sugerencia de Matías Navarro García, editor del sitio y hoy videoanalista de Carlos Tevez en Rosario Central (las vueltas de la vida): “¿por qué no le preguntás por qué mantuvo a Rodrigo Mora en la lista de buena fe?”. Al uruguayo lo habían operado de la cadera unos días antes y se sabía que tendría por delante una larguísima recuperación.
“River ganó 2-0 con el gol de Scocco en su debut, fue la noche del famoso antidoping masivo para todos los jugadores de River después del partido -retoma Gustavo-. Fui a la conferencia de prensa y lo volví loco a Matías Ghirlanda, el jefe de prensa, para que me dejara preguntar. Y me dio la última. En realidad, se había dado la última y agregó una más, y ahí dije mi nombre y le hice dos preguntas. Fue la única ve que le pude preguntar algo a Marcelo”.
En el video de la conferencia, que se puede ver en Youtube, Gustavo Gallardo se presenta con nombre, apellido y medio, y enseguida, mientras va haciendo la pregunta, el Muñeco pone cara de sorprendido y al arranque de “Buenas noches” le agrega un “tocayo”. Luego explica que le mantuvieron el lugar a Mora de forma simbólica, porque era un futbolista que había estado desde el comienzo del ciclo y la estaba pasando mal.
“Era la última pregunta, por adentro pensaba ‘seguro tiene ganas de irse’, y cuando me dijo ‘tocayo’, yo seguí preguntando como si nada. Me quedé helado, paralizado por esa cercanía que me demostró, y parecí un cortado y mala onda. Después me quería matar, pero bueno, al fin de cuentas sentí una alegría inmensa de al menos haberle podido preguntar algo una vez. Y ni hablar cuando unos años después mi mamá me regaló tu segundo libro, Gallardo Recargado, y aparecí nombrado con esa pregunta y su respuesta”.
Para cerrar y darle paso al tercer y último protagonista de esta familia, el principal protagonista, Gustavo cuenta que tiene una hija de 5 años llamada Clara, y que si hubiera sido varón le hubiera gustado ponerle Lionel. Por Messi. “Pasa que los nombres de River, mi viejo ya se los había gastado todos”, se queja el hijo mayor de la familia, antes de dejar su última frase: “Te voy a contar algo: a mi hermano, al principio no le gustaba ese nombre tan largo y usaba solo Enzo. Después, cuando agarró el Muñeco como técnico, empezó a chapear con Marcelo Daniel. En estos 8 años y medio chapeó a lo loco. Si no te lo cuenta él, ya te lo conté yo”.
Nombre corto, nombre largo
Como contamos en el inicio, Enzo Marcelo Daniel Gallardo Kuster nació el 6 de junio 1999, el día que Boca se coronó bicampeón argentino y 4 días después de que Marcelo Gallardo bajara el telón a su primer ciclo como futbolista de River: el 2 de junio, en el Parque de la Independencia, Newell’s derrotaba 3-1 al equipo de Ramón Díaz y el Muñeco se ponía la banda por última vez, antes de partir al Mónaco.
Enzo trabaja hoy en una tienda de ropa en el shopping Terrazas de Mayo, en Villa de Mayo, partido de Malvinas Argentinas, pero antes hizo de todo: carga y descarga en comercios, atención en una tienda de comida rápida y seguridad en un hipermercado de San Fernando. Tiene 23 años y un hijo de 5 meses, además de las dos hijas de Micaela, su pareja, de 9 y 5 años de edad, con las que convive.
“Micaela no es futbolera, la estoy llevando para el lado de River, en su juventud decía ser de Boca, por la madre, ahora le pongo la camiseta cuando vemos los partidos, acompaña. También a las nenas, cuyo padre es de Boca, las hice de River”, arranca Enzo calentando motores. Y enseguida le da validez a la “acusación” de su hermano: “Tres nombres y dos apellidos era muy largo, en la escuela me cargaban con que no me entraban los nombres en una hoja, esas cosas de chico, entonces siempre decía que me llamaba Enzo Gallardo. Ahora, cuando me presento, por lo general digo el nombre simple, y cuando se sorprenden, ahí les subo la apuesta. ‘¡Y eso que no sabés mis otros nombres!’, les digo. Y les tiro sobre la mesa el Enzo Marcelo Daniel Gallardo y se caen de espaldas”.
Enzo recuerda que a los 6 o 7 años se interesó por el fútbol y que viendo los partidos de River notó que había un jugador que tenía su mismo apellido. “Le pregunté a mi viejo y me dijo que me había puesto el nombre por él. Cuando fui creciendo, en los clubes que jugué, como era 9 o 10 y metía goles seguido, los festejaba haciendo la visera como buscando a alguien, que era el festejo que usó Marcelo en un momento de ese segundo ciclo en River, creo que hacía que lo buscaba a su hijo Nahuel en la platea”, recuerda.
La carrera de Enzo como futbolista se frustró rápidamente: cuando estaba por fichar en Fénix sufrió una lesión grave en la espalda a la que no le encontraron la vuelta por un año y medio, volvió a jugar en la liga escobarense, recuperó ritmo y de allí saltó a Muñiz. Largó en Cuarta, porque agarró como técnico el coordinador de inferiores y empezó a poner al hijo de titular. Y el hijo jugaba en su misma posición. Acomodo, un vicio frecuente en inferiores.
En cuanto a las simpatías futboleras, a Enzo se le hubiera complicado bastante elegir otros colores que no fueran rojo y blanco. Imaginate llamarse Enzo Marcelo Daniel Gallardo y ser hincha de Boca. Siempre hay algún amigo, vecino o tío preparado para modificar ciertos mandatos familiares. “No tenía chance de ser otra cosa que hincha de River -se sincera-. Si no, mi viejo no me daba de comer. Uno de mis mejores amigos de la infancia, Isaías, es hincha de Boca. Es el padrino de mi hijo. Hizo un intento en algún momento, algo del estilo: ‘si te hacés de Boca, te presto la play’, pero no pasó de ahí. La verdad es que tenía cero chances”.
Enzo empezó a ir a la cancha en 2005 y le quedaron guardadas un par de postales de uno de sus primeros partidos. “Fue contra Lanús, en 2007, ganamos 1-0 con gol de Tuzzio sobre la hora. Nosotros íbamos a la Centenario media, todavía estaban los visitantes, y los hinchas de Lanús arrancaron las butacas y las empezaron a tirar para abajo. Tenía 7 años pero me acuerdo patente de eso, porque a un señor le dieron la butaca en la nariz y quedó sangrando. Después, más de grande, ya fui a la Sívori alta, con amigos, abajo del tablero”, repasa Enzo, quien tuvo como ídolos de infancia al Muñeco y al Burrito. A Gallardo y Ortega.
En 2013, se produjo el gran encuentro. El doble gran encuentro, porque Enzo tuvo la ocasión de sacarse una foto con cada uno de quienes inspiraron a su padre para bautizarlo. Fue la única vez.
“Yo iba a la escuelita de fútbol de Pedro Vega, un ex N°8 de River que jugaba al Senior en la cancha auxiliar del Monumental -explica-. Vega nos decía que lo fuéramos a ver, que nos hacía pasar. Fuimos con mi hermano y mi viejo y justo los agarramos a Enzo y al Muñeco por los pasillos para una foto. Las sacó mi viejo. Yo no dije nada, estaba muy nervioso, mi papá les tiró a los dos algo del nombre, que me llamaba Marcelo Daniel por él, y el Muñeco se reía. También le dijo algo así a Enzo. Después no tuve la oportunidad de verlos personalmente”.
Las vueltas del destino: el 6 de junio de 2014, exactamente el día en que Enzo Marcelo Daniel cumplía 15 años, en el salón auditorio del Monumental se sentaron Gallardo, Francescoli y D’Onofrio para presentar el inicio de una nueva era. Estaban sus dos mentores ahí sentaditos uno al lado del otro. Y en el día de su cumpleaños. Parecía guionado.
“Apenas me enteré de que asumía ese día, me puse a ver la tele. Se había ido Ramón y estábamos todos bajoneados, pero ver que venía mi ídolo de la infancia fue una alegría inmensa. A Marcelo yo lo seguía desde que dirigía a Nacional. Desde muy chico me gustó ver fútbol, entonces me fijaba por internet los resultados de Nacional, cómo le iba al equipo, recuerdo que vi los cruces con la U de Chile de Sampaoli en la Sudamericana. Además, como mi mamá es uruguaya, lo seguía más de cerca, era la excusa perfecta”.
En mayo de 2022, Enzo fue papá de Gianluca. El tema del nombre, por supuesto, fue materia de debate: “Mi idea era ponerle Juanfer, por Quintero, pero no Juan Fernando, sino Juanfer, pero a mi mujer no le gustó la idea y lo acepté, sé que es una locura mía. También me hubiera gustado ponerle Enzo, pero mi mujer tampoco quería que padre e hijo tuviéramos el mismo nombre, así que fuimos por Gianluca, que nos gustaba a los dos”, concede.
¿Cómo vivió el anuncio reciente del Muñeco? “Fue un baldazo de agua helada, yo estaba seguro de que seguía. En los medios y en las redes hablaban de que había planificado la pretemporada, eran señales positivas. Cuando se anunció que había conferencia de prensa justo me fui a cortar el pelo, pero había más gente de la prevista y la terminé viendo en la barbería. Al darme cuenta de que había cuatro sillas y ver la cara tan seria de Marcelo al entrar, pensé ‘se va’. Había dos hinchas de Boca en la peluquería que se pusieron a festejar, dijeron ‘bien ahí, se va, qué bueno’. Yo me quería matar por dentro, tenía una tristeza tremenda. La tengo todavía, no sé cuánto durará”.
Enzo Marcelo Daniel Gallardo. El que lo eligió y el que la rompió. Todo en el mismo paquete. En el mismo DNI. Canoso sí que tenía visión de futuro.
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