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Entrevista a Jorman Campuzano, figura y campeón en Boca: el chico que vivió debajo de un puente, vio un aviso en Facebook y hoy brilla en el xeneize
Nada es casualidad en la vida de Jorman Campuzano. En su ADN tiene incorporado el chip que le permite saber esperar el momento indicado. Alguna vez consideró que vivir debajo de un puente en Bogotá formaba parte del camino, en su afán por llegar a ser futbolista profesional. También lavó copas y fue delivery de un parripollo. Incluso, es el día de hoy que no sabe qué fuerza sobrenatural le levantó el brazo derecho cuando en su última gran oportunidad con la pelota llamaron a los que habían ido a probarse como volantes centrales, habiendo sido siempre delantero.
Todo eso le sirvió para llegar a este momento en Boca, donde supo tener la paciencia suficiente como para aguardar un año hasta tener la posibilidad de afirmarse como titular y convertirse en una pieza clave en el mediocampo del flamante campeón de la Superliga.
Es verdad: la llegada de Miguel Ángel Russo como entrenador, el bajo nivel de Iván Marcone y la inesperada partida de Daniele De Rossi le ofrecieron un escenario inmejorable al chico nacido hace 23 años en Tamalameque, un pequeño municipio del norte de Colombia, ubicado dentro de departamento de César. Pero sería injusto resumir su actualidad a esa pequeña cuota de fortuna.
La clave está en su fortaleza mental. En no bajar nunca los brazos. En estar siempre preparado y a disposición del entrenador de turno. Así se muestra en la charla con la nacion, en la que exhibe su alegría por el presente que le toca vivir, su ilusión por el futuro promisorio y su agradecimiento por todos los aprendizajes que recolectó frente a las duras experiencias que vivió en el pasado.
–¿Qué ocurrió en tu vida para que termines viviendo debajo de un puente?
–Lo que siempre pasa en toda historia. Cuando tú quieres un sueño te le animás a lo que sea. Y yo me animé a cualquier dificultad, incluso a dormir en la calle, o a acostarme sin comer y solo con agua en el estómago, y aguantar el hambre todo el día. Vivía así para poder quedarme en la capital de Colombia y no volver a mi pueblo. Les decía a mis padres que almorzaba y era todo mentira.
–¿Cómo recordás ese momento tan complicado?
–Es una etapa que jamás olvidaré. Lo que viví fue algo muy duro, y eso me sirvió para ser un ejemplo y para tener siempre los pies sobre la tierra. Me tocó estar en la calle y ahora estoy en la cima, y tengo que ser muy humilde y sencillo con las personas. Y tratarlas siempre con respeto, que es lo más importante.
–¿Qué aprendizaje te dejó aquello?
–Todo eso me hace más fuerte cada día, y me sirve conseguir diversos objetivos, que es lo que quiero, para lograr muchas cosas en esta institución. Y no solo decirlo ante los micrófonos sino hablar en la cancha y demostrarlo con las ganas. Vivir debajo de un puente no es fácil, pero por aquella experiencia es muy difícil que me caiga anímicamente, ya sea porque no me toque jugar o por una lesión.
–¿Creés que el destino está escrito o que uno lo va construyendo?
–La calle te puede llevar por el buen camino o por el malo. Puedes ser futbolista, o caer en la delincuencia y matar o robar. Por eso la disciplina es lo más importante para lograr todas tus metas y todos tus sueños. Me siento un afortunado, pero más allá de la suerte que tuve porque alguien apareció y me vio jugar en la calle, si hubiera sido un indisciplinado esa suerte se hubiera desvanecido.
–Si no eras futbolista, ¿qué hubieras sido?
–Soldado. Por la violencia que había en mi pueblo yo quería servir a la patria de Colombia. Pero mi gran amigo Colo me dijo que tenía el don para ser futbolista.
–¿El hincha de Boca está viendo al mejor Campuzano o todavía no llegaste a tu techo?
–Sé mis cualidades y mis condiciones, y así como creo que estoy en el mejor momento desde que llegue a Boca, sé que puedo dar mucho más. Todavía no han visto al mejor Campuzano. Solo es cuestión de trabajar y hacérsela difícil al cuerpo técnico, sabiendo que hay hombres con muy buen pie, como Marcone, y algunos chicos de las inferiores.
–Igual, sos una de las figuras destacadas del equipo
La verdad es que todos somos importantes.Desde el utilero hasta Carlitos, que lo ganó todo. Aquí hay que aprovechar cada oportunidad. Apenas llegué, recuerdo un muy buen partido contra Lanús, donde me sentí con el ritmo que se juega aquí: choqué, quité y entregué juego. o.
–¿El cambio de entrenador te favoreció?
–Estoy muy agradecido al profe (Miguel Russo) porque me está brindando confianza y me siento muy cómodo. También motiva mucho tener cerca a Román (Riquelme), que este siempre pendiente de nosotros y nos saca presión. Lo mismo ocurre con (Jorge) Bermúdez, que me dio muchos consejos para que aproveche mis oportunidades, y los valoro.
–¿Qué te dijo Russo apenas asumió?
–No tuve el mejor comienzo porque, por un cambio de horario, perdí el vuelo en Colombia y llegué tarde al inicio de la pretemporada. Pero me dijo que querían contar conmigo. Y esa llegada tarde me hizo esforzarme aún más para enmendar y dejar atrás ese error.
–¿La partida de De Rossi te allanó el camino?
–Yo aprendí mucho de De Rossi, ojalá esté viendo este lindo momento por el que estoy pasando. Él me decía siempre que no bajara los brazos. Es un gran padre y consejero del futbol. Me dijo que me entrenara siempre como si fuese el último entrenamiento. Extraño sus consejos y cómo nos entendíamos en la cancha.
–La historia reciente de Boca está muy vinculada a Colombia. Cuando llega un futbolista de ese país ya lo quieren antes de que pise la cancha. ¿Sentís eso?
–Sí. Desde el primer momento que comenzaron los rumores de mi llegada ya sentía eso. Y todo eso es gracias a lo que hicieron mis compatriotas que pasaron por este club en mi puesto. Como Chicho (Serna), o últimamente Wilmar (Barrios). Ese amor que tienen con nosotros los colombianos es muy grande y se agradece siempre de una sola manera: dejándolo todo en el campo cada vez que toca jugar.
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–¿Hablás con ellos?
–Con el primero que hablé del Mundo Boca fue con Chicho, que me recomendó que no dude en venir. Y cuando llegué me crucé con Wilmar, que me abrió sus brazos aún cuando a lo mejor nos tocaba competir por el mismo puesto. Desde el primer día me dijo que siempre podía contar con él.
–Pero tu estilo es diferente al de Barrios
–Sí, es cierto. Yo tengo un estilo que quizás es más cercano al de Sebastián Pérez. Soy de distribuir más el juego. En cambio Wilmar mete mucho, que es lo que le gusta al hincha de Boca. Pero si tengo que meter, pues también lo hago. No hay ningún problema.
–¿Le cuesta al colombiano adaptarse al fútbol argentino?
–Últimamente no nos ha costado mucho. En los últimos años se hicieron las cosas muy bien, y es algo muy lindo que vive el fútbol de nuestro país gracias a las oportunidades que nos dan acá.
–¿Son de juntarse con los colombianos que forman parte de otros clubes?
–Apenas llegué a Boca, hace ya un año, tuve la oportunidad de juntarme con Andrés Roa, que estaba en Huracán, con Loaiza, de San Lorenzo, con Gustavo Torres, que había sido compañero mío. Incluso coincidimos con Rafael Borré y Juanfer Quintero en un cumpleaños de Frank (Fabra). Pero lógicamente con quien más relación tengo es con él y (Sebastián) Villa.
–¿Se puede comparar la pasión de los hinchas de Atlético Nacional con la que muestran los de Boca?
Hay un parecido, pero sabemos lo que es Boca a nivel mundial y es único lo que se vive acá.
–¿Qué se siente al pisar la Bombonera?
–Es algo único. Jamás viví en el fútbol lo que viví la primera vez que pisé la Bombonera.
–¿Es verdad que se mueve el suelo?
–Es terrible. Cuando la gente comienza a cantar es imposible que el rival no sienta temor. Y el jugador se contagia y siente que cada pelota es para ir a disputarla y ganarla.
–¿Qué es lo que más se extraña cuando uno deja el país donde nació?
–Algo que es muy importante para el futbolista: la alimentación. Me hace falta la comida colombiana, pero me fui acostumbrando a las costumbres argentinas. A los asados argentinos, a las milanesas. Aquí también se trabaja de otra manera en lo físico. Yo no tenía tanta masa muscular, y debí hacer un trabajo específico para ganar musculatura.
–¿Cuáles son las diferencias entre el fútbol colombiano y el argentino?
–¡Muchísimas! En Colombia te dejan pensar con el balón. Hay espacios, te dejan jugar. Aquí no. Aquí hay muchísima fricción y me gusta mucho estar acá porque si me puedo adaptar a este fútbol, me puedo adaptar al fútbol europeo.
–¿Cómo es aquella historia de que cuando llegaste a la Argentina en 2014 no te querían dejar pasar?
–Tenía 17 años y tuve la oportunidad de venir a probarme a Banfield. Yo era muy chico y tuve un pequeño problema en Migraciones. Me preguntaron cuánto dinero traía y como yo nunca había tocado dólares, dije un valor que no servía ni para vivir dos días en la Argentina.
–¿Y cómo se resolvió?
–Me hicieron problema, les expliqué la situación, que estaba llegando para tener una prueba, una oportunidad como futbolista. Y finalmente me dejaron pasar. Me colocaron un sello que decía que a los 10 días tenía que dejar el país. Finalmente me quedé dos meses y tuve que volver a Ezeiza y pagar una multa.
–Se viene la Copa América, con el plus de que tu país será uno de los anfitriones. ¿Te ilusiona una posible convocatoria?
–La ilusión está, pero estoy muy mentalizado en hacer las cosas bien en Boca y por ejemplo ya estoy pensando en el partido de este martes contra el Medellín (por la Libertadores. Me encantaría defender mis colores ante mi gente, como todos mis compatriotas. Pero también soy de esa clase de jugador que comprende que las cosas se van dando a su debido tiempo. Así fue todo en mi vida..
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De vender pollos a aquella prueba mágica que encontró en Facebook y lo cambió todo
En Tamalameque no había espacio para negociaciones. Don Arístides Campuzano era profesor de química en la escuela de su pueblo y quería que sus hijos estudiaran. Jorman sabía que allí no encontraría el futuro que soñaba junto al balón. Por eso a los 15 años, y apenas un día después de la muerte de Enrique, su abuelo paterno, armó las valijas y se fue a Bogotá. Solo.
Se instaló a la casa de Asneyer, su tío. Hasta que no lo pudo hospedar más y comenzaron los problemas. Se alojó temporalmente en la habitación de Jhon Fredy, un amigo suyo del pueblo. Sin dinero, una noche pidió alimento en La Chispita Dorada, un parripollo de la zona de Venecia, en el sur de la capital cafetera.
El dueño, Úber Neira, le dio de comer y lo invitó a jugar en el equipo de la pollería. Jorman la rompió. Cobraba 50.000 pesos colombianos (US$ 15) por partido jugado.También lo contrató para que lavara los platos y realizara el delivery. Gracias a su compromiso, el chico se ganó la confianza del hombre, a quien consideró un segundo padre.
En 2014 llegaron buenas noticias desde la Argentina: alguien se había fijado en sus cualidades y en 2014 viajó a Buenos Aires, para probarse en Banfield. Quienes lo vieron quedaron maravillados. Jorman volvió a Bogotá a armar sus valijas para emigrar, pero el dinero que mandó el club del sur se perdió en el camino y nunca más lo contactaron. Fue un golpe muy duro de asimilar. Por primera vez dudó de que fuera a convertirse en futbolista profesional. Sin dinero, durante un tiempo debió vivir en la calle. El menú diario era lo más barato: arroz con huevo.
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Pero a pesar de todo, su mentalidad inclaudicable se mantuvo firme. Una noche, a comienzos de 2015, vio en Facebook que el club Deportivo Pereira convocaba a una prueba. Vendió su celular por $200.000 colombianos (US$ 60), compró el pasaje y se subió al micro. En ese viaje tomó la decisión: si no quedaba, volvería al pueblo.
Cuando llegó, además de él había otros 400 sueños. Siempre había jugado de delantero. Pero cuando el DT argentino Hernán Lisi dijo: "Levanten la mano los centrales", una fuerza inexplicable le hizo alzar su brazo derecho. Su mente no entendía lo que había hecho su cuerpo. Fue otra señal del destino.
Pasó cada una de las pruebas hasta que quedó entre los 11 que enfrentaron al Sub-20 del Deportivo Pereira. En ese partido dejó todo, como siempre. De reojo, veía que los integrantes del equipo titular lo señalaban ante cada acción. De aquellos 400 chicos, Lisi nombró solo a uno: Jorman Campuzano. Y le dio el mejor de los elogios: "En usted veo un volante de marca. Para mí, trabajando, puede convertirse en el mejor volante central de Colombia. Lo espero mañana".
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Jorman se puso a llorar. Quiso llamar a sus padres, pero el número había quedado en el celular que había vendido para llegar a Pereira. Rubén Darío Marín, jefe de seguridad del equipo, lo trató como un hijo. Lo sacó de la calle y le consiguió una habitación. "Yo a usted lo voy a joder todos los días hasta que llegue a la selección", le dijo. Hizo su debut profesional a los pocos días.
Campuzano se convirtió en una de las figuras destacadas del Pereira, al punto que Atlético Nacional se fijó en sus condiciones y a comienzos de 2018 lo sumó a su plantilla, donde el argentino Jorge Almirón le dio plena confianza.
Cuando se confirmó el pase, llamó a don Aristides: "Papi, usted que no creía en mí. Estoy en el equipo de su alma. El que tiene pintado en las paredes. ¡Cumplí su sueño!".
Un año y 32 partidos en uno de los equipos más populares de Colombia le bastaron para ser citado a la selección de Colombia y ser transferido a Boca, donde en este 2020 se convirtió en una de las figuras destacadas del equipo. Y aunque la vida le sonríe, sabe que aún tiene una deuda familiar pendiente: terminar los estudios y recibirse de bachiller.
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"Crecí en mi pueblo viendo por TV a Román y a los colombianos"
Jorman Campuzano es un verdadero embajador de Tamalameque, el pueblo donde nació el 30 de abril de 1996. Gozó con el título, pero su objetivo es claro: "hacer un nombre en Boca".
Se ríe. Gesticula. Frena ante cada micrófono. Para Campuzano este campeonato con Boca es muy especial. Y no lo oculta.
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–¿Cómo vivis este momento?
–Como uno de los grandes. A la altura del día en que nació mi primer sobrino. Aunque espero que no sea lo más importante de mi vida porque espero ganar muchas más cosas con Boca.
–¿Es un plus habérselo ganado a River?
–Si, claro. Por la rivalidad. Tengo a dos compañeros de selección allá (Quintero y Borré) y nos deseamos lo mejor. Antes del partido le escribí a Juanfer y le dije que hiciera tres goles, pero que salieran 3 a 3.
–¿Qué título le pondrías a esta consagración?
–Único. Soy el único del Departamento donde nací que llegó a esta institución. La cancha en la que jugaba era de tierra. Y en mi calle hicimos una llamada La Bombonera. Crecimos viendo a Boca, a Román, a los colombianos. Esto es realmente un sueño.
–¿Cada cuánto volvés a Tamalameque, tu pueblo?
–Siempre. Todas mis vacaciones son allá. Prefiero ir a mi pueblo que a Santa Marta, San Andrés, o visitar otro país. Compartir momentos con todos esos grandes compañeros que me ayudaron a ser quien soy, con los que estudié en el bachiller. Con mis tíos, lógicamente. Tengo una familia muy numerosa, así que me gusta compartir tiempo con ellos. Y si hago un viaje, me llevo a todos los que puedo.
–Son los que siempre están
–Claro. Pase lo que pase, son los que están apoyándote al 100 por ciento.
–¿Cómo es Tamalameque?
–La gente es muy amable, muy humilde. Gente muy descomplicada, que no te va a armar problemas por nada. Un pueblo muy alegre, de muy buena alimentación, se come un sancocho muy sabroso. Hay muchos animales de montaña. Es muy caluroso, siempre estamos con 30 o 35 grados.
–Por tu entusiasmo, debe ser un lugar muy lindo
–Esos pequeños pueblos tienen muchas cosas para entretenerse, mucho contacto con la naturaleza, y por eso disfruto mucho de ir allá. Hay quebradas, cascadas, ríos. Para los que tienen espíritu aventurero pueden explorar la selva, porque tenemos selva y no es nada peligrosa. Puedes caminar por el campo, por el bosque. Realmente amo mi pueblo.
–¿En Buenos Aires estás solo?
–Estuve solo los primeros meses, hasta que llegó mi señora, Melissa, quien me acompaña en los momentos buenos y malos. Siempre es muy sano tener a tu lado alguien con quien compartir, con quien dialogar cuando llegas a tu apartamento, con quien reír, contar chistes, hablar de tu familia. No es lo mismo tener un celular y hablar con personas a la distancia que hacerlo a cara a cara con los que están siempre contigo.
–Son las cosas que realmente importan de la vida
–Sin dudas. Y compartir todo lo que fuimos viviendo, lo que hemos construido, lo que construiremos de aquí en adelante. Tenemos una hermosa relación. Ella es de Pereira, donde tuve la oportunidad de debutar como profesional.
–¿Hijos?
–No pienso en eso por el momento. Soy muy joven y no tengo el tiempo suficiente para compartir con él ya que estoy enfocado en hacer mi carrera y hacerme un nombre en el fútbol. Luego sí, seguramente vendrán los hijos y poder disfrutarlos, y que sepan que el papá es un ejemplo a seguir.
–¿Cuál es tu próximo sueño?
–Lo que yo quiero hoy es construir mi carrera, que ella también estudie y se prepare, así también es un ejemplo para el hijo, y creo que se irá dando con el tiempo. Hoy mi deseo es dejar un nombre en Boca y durar mucho tiempo aquí como hicieron mis compatriotas.
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