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Entre tanto fervor, Boca no pudo imponer el orden
El conjunto xeneize estuvo dos veces arriba en el marcador y no supo cómo sostener la ventaja ante Atlético Tucumán, que con mucho empuje terminó por confundirlo
TUCUMÁN.– El fervor es un buen ingrediente para el fútbol, incluso indispensable. Le pone colorido, calor y color a las tribunas. Es reflejo de carácter y dientes apretados. Puede generar, a veces, partidos emotivos, tensos, peleados. Pero en ningún caso alcanza para completar un espectáculo futbolístico redondo, porque cuando pasa de ser un complemento a convertirse en elemento principal del juego, domina el desorden. Y en el desorden nunca hay brillo.
La presencia de Boca aquí generó una revolución digna de un estudio sociológico. Desde el mismo momento del aterrizaje el sábado, la locura se apoderó de la ciudad y buena parte de la provincia. El contagio se fue extendiendo por las calles, inundó el estadio Monumental y afectó absolutamente a todos, jugadores incluidos. Y alteró cualquier planificación previa que pudieran hacer los técnicos.
Porque Atlético, llevado en andas por un recibimiento fuera de lo común y el envión anímico de su triunfo una semana atrás ante Independiente, se quiso llevar por delante a Boca. Y al conjunto de los Barros Schellotto no le quedó más remedio que ponerle el pecho al empuje local, más allá de estar dos veces en ventaja en los primeros compases de cada tiempo.
No resulta sencillo explicar el encuentro que jugó Boca. Porque si se mira desde el lado del resultado podrá decirse que tuvo todo para ganarlo y terminó regalando dos puntos. Pero si se observa con algo más de detenimiento, si se levanta la alfombra de la doble ventaja desaprovechada, aparecerán cuestiones que vuelven a extender las dudas sobre la firmeza en las convicciones y la solidez individual y colectiva de un equipo que lejos de la Bombonera lleva diez partidos sin ganar. Y a esa cifra no se llega por casualidad.
Los rivales juegan. Y aunque el Decano arrancó 1-0 abajo, durante una larga media hora condicionó y mucho a su rival. La sociedad Acosta-Leyes, el retraso de la Pulga Rodríguez, la habilidad de Zampedri para jugar de espaldas y la garra de todos emborronaron cualquier pretensión de Boca por manejar la pelota de manera coherente y fluida.
Pero ahí mismo surge la primera debilidad. Es sobre todo en esos momentos cuando más necesario se hace que se imponga el carácter y la pausa, el control y la precisión. Y los xeneizes carecieron casi de todas estas virtudes (salvo el temperamento, como ya quedó dicho). La idea de que el colombiano Pérez fuese la primera puntada en la salida por abajo se diluyó demasiado rápido, por su poca capacidad para variar el juego pero básicamente porque los del fondo prefirieron en demasiadas ocasiones los pelotazos de 50 metros para saltar líneas y sacudirse por un ratito el entusiasmo local.
Contó a favor Boca con la poca claridad de Atlético, que salvo la vía Zampedri no supo encontrar un modo de hacerle cosquillas a Vergini y compañía.
Hubo que esperar a que el equipo del Vasco Azconzábal diera los primeros síntomas de agotamiento para que en la vereda de enfrente se apreciaran muestras de la existencia de un plan para jugar por abajo.
Los dos Pérez, Bentancur, Tevez moviéndose libre y los de afuera encarando en velocidad prometen –si esa es la línea elegida– un circuito que si bien apareció apenas un par de veces hace pensar en un conjunto con sanas intenciones de jugar. El tema es insistir, aferrarse al modelo y no renunciar al primer contratiempo.
Durante el último cuarto de hora del primer tiempo y un buen rato del segundo, Boca empezó a darle forma a esa propuesta en formación, y pareció que se quedaba con el partido. Pero justo en esos momentos, Atlético lo sacudió con dos goles fuera de libreto.
Entonces, el encuentro volvió al reino del fervor, ese que gobernó Tucumán durante todo el fin de semana y que puede servir para organizar una fiesta pero que no es suficiente para jugar bien al fútbol.
Dos impactos de entrada
Salir ganando desde el túnel siempre da ventaja. Hacerlo dos veces ya es demasiado. Un prematuro error de Canuto, a los 3 del primer tiempo; y otro colectivo de la defensa local, al minuto de la segunda etapa, permitieron sendos toques de Pavón y le dieron a Boca la posibilidad de manejar siempre el trámite. No hacerlo lo condenó al empate final, para prolongar a 9 los partidos sin éxitos como visitante en torneos locales.
Favorable y práctico
Boca fue dos equipos en uno, según lo que le pidiera el partido. El tan conversado 4-3-3 apenas dijo presente. El colombiano Pérez, para ser salida entre los centrales, y Tevez, tirado atrás moviéndose libre, modificaron el dibujo con el balón en su poder. Un 4-1-4-1 con Carlitos exento de obligaciones de marca sirvieron para entorpecer el juego local.
Le sobraron fe y pelotazos
Los tucumanos fueron puro nervio. A la hora de defender, donde cometieron errores de todos los colores. Y a la hora de empujar, donde Guillermo Acosta fue un náufrago tratando de darle orden a un ataque que tuvo más de fe y de empuje que de fútbol. Se llevó un punto y fue demasiado premio.
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