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En la venta de jugadores de inferiores, River marca una diferencia apabullante ante Boca
Desde 2011, en Núñez transfirieron por US$ 65.000.000 contra US$ 32.000.000 de su rival
Boca extraña. Sus mejores páginas empiezan a teñirse de sepia. Las vitrinas no descubren nuevos trofeos ni la tesorería desarrolla su musculatura. El resultado del superclásico pierde intriga, se vuelve previsible cuando a los dos los atraviesa el mercado de pases. River se muestra prepotente frente a la subordinación xeneize. La venta de Fernando Gago a Real Madrid, en 20 millones de euros, hay que rastrearla por noviembre de 2006. En enero de 2008, Ever Banega pasó a Valencia por 18 millones. Tevez se había marchado en 2005 a Corinthians, por 15 millones de euros, y Riquelme a Barcelona, en 2002, por 10 millones, pero aunque los dos alcanzaron la cima de la idolatría, ninguno creció en la factoría boquense. La última transferencia destacada desde la Ribera la protagonizó Nicolás Gaitán, en 2010, cuando pasó a Benfica por 8.000.000 de euros. Síntomas de postergación.
No vale abrazarse a joyas que formaron otros y luego anabolizaron las arcas de River y Boca. Por eso no cuenta Walter Samuel. Ni Marcelo Salas. Ni Lucho González, Martín Palermo, Juan Pablo Ángel, Lucho Figueroa, Sorin, Insaurralde, Placente, Emmanuel Gigliotti, Teo Gutiérrez, Federico Carrizo… Sólo vale el auténtico semillero. Con esa restricción, las diferencias son asombrosas.
El rastrillaje por los últimos años revela escaso movimiento en Boca. Apenas la salida de Leandro Paredes, en 2014, cuando pasó por 250.000 dólares a préstamo a Roma, que luego hizo uso de la opción por 4,5 millones de euros. O Juan Sánchez Miño, que esa misma temporada llegó a Torino por 3.200.000 euros. Dos años antes, Pablo Mouche aterrizó en Kayserispor (Turquía), a cambios de unos 3.500.000 dólares. Después, sin demasiada pirotecnia, se marcharon Gastón Sauro (Basilea), Sergio Araujo (Barcelona B; más tarde, Las Palmas), Lucas Viatri (Jaguares), Tiago Casasola (Fulham), Emanuel Insúa (Udinese), Leonardo Suárez (Villarreal) y Guido Vadalá, que ingresó en la negociación por Tevez con Juventus.
La escuela de River se convirtió en la principal exportadora de un commodity internacional único en su clase: jugadores de fútbol. La sucesión de nombres abruma, desde el pase récord de Javier Saviola, hasta Maxi López, un abanico tan rentable que también incluye a Pablo Aimar, Gonzalo Higuaín, Ariel Ortega, Radamel Falcao, Javier Mascherano, Hernán Crespo, Andrés D’Alessandro, Almeyda, Gallardo, Cavenaghi, Juan Pablo Carrizo… en un rápido esfuerzo de memoria de los 90 a la actualidad. Un ejercicio de contaduría indica un traspaso de 13 futbolistas a cambio de 145 millones de dólares.
El histórico predominio rojiblanco en el mercado se afirmó en esta década. En las buenas y, especialmente, en las malas también. Porque ni el descenso interrumpió la secuencia exportadora de River. Después del derrumbe en 2011 fueron transferidos Lucas Ocampos (a Mónaco, por 16 millones de euros, aunque River sólo poseía el 50 por ciento del pase), Diego Buonanotte (a Málaga, por 4.500.000 euros), Roberto Pereyra (a Udinese, por la misma cifra) y Erik Lamela, por quien Roma pagó 12 millones de euros.
La tendencia no se detuvo. En 2013, Benfica depositó 4 millones de dólares para hacerse de los goles de Rogelio Funes Mori y, al año siguiente, Al Jazira, de los Emiratos Árabes Unidos, invirtió 6 millones para llevarse a Manuel Lanzini. Recientemente, la consagración en la Copa Libertadores amplificó la caja de resonancia: antes del título partió Germán Pezzella (a Betis, por 2,25 millones de euros por el 50 por ciento del pase), lo siguió Ramiro Funes Mori (a Everton, por 8 millones de euros) y apenas concluya el Mundial de Clubes, Matías Kranevitter se sumará a Atlético de Madrid, por otros 8 millones de euros.
Las cifras son concluyentes. Desde la fatídica fecha de julio de 2011, River continuó vendiendo jugadores de elaboración propia, esta vez por 65 millones de dólares. En el mismo período, sin haber perdido la categoría, las ventas de Boca de sus productos de inferiores alcanzaron los 32 millones de dólares, la mitad de lo ingresado por su superclásico rival.
El mercado no encuentra equivalencias, quizá se trate del único escenario que no registre el superclásico en un pie de igualdad. El de millonarios, más que un apodo, parece una sentencia.
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