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En la cocina de la FIFA: cómo se toman las decisiones en la Era Infantino
La intimidad del reciente 66° Congreso de la entidad en Ciudad de México: voto electrónico, sorpresas a granel y 1,25 millones de dólares anuales para cada federación miembro.
CIUDAD DE MÉXICO.- La alfombra roja de la FIFA es azul. Por allí desfila el jefe del fútbol sudamericano, el paraguayo Alejandro Domínguez. Son las 8 de la mañana del viernes 13 de mayo. Domínguez se acerca a hablar con La Nación. Saluda y se prepara para la reunión del Consejo de la FIFA, el órgano que reemplazó al Comité Ejecutivo. "Tres temas", dice el ex presidente de Olimpia y la Asociación Paraguaya de Fútbol. Ese cónclave es la primera sorpresa: no estaba previsto. Domínguez da media vuelta y divisa al jeque bahreiní Salman Al Khalifa, presidente del fútbol asiático. Asia y América del Sur se funden en un abrazo antes de subir por la escalera mecánica que los depositará en la sala de reuniones. Un anillo celeste brilla en el dedo anular de Salman.
El cónclave del Consejo en la previa del Congreso, un órgano supremo con más poder de convocatoria que Naciones Unidas, es toda una sorpresa. De repente, un africano de 180 centímetros baja de un colectivo cinco estrellas. Es el jefe de comunicaciones de la Confederación Africana. Otro continente; la geopolítica se mezcla con el fútbol. Está preocupado por la posible admisión de Kosovo y Gibraltar a la "gran familia" de la FIFA. Dice que el próximo enclave en intentar ingresar es Zanzíbar, cuyos futbolistas ahora integran el seleccionado de Tanzania.
Mientras la prensa se acomoda en el salón Montejo, el Consejo de la FIFA celebra su reunión dos pisos más abajo. Habrá pocos momentos para que los periodistas puedan acercarse a los dirigentes, que estarán casi blindados durante la mayor parte del Congreso. Gianni Infantino, el presidente de la FIFA, les habla a los representantes de las asociaciones continentales. Tiene un anuncio para hacerles: ha elegido a la senegalesa Fatma Samoura como nueva secretaria general. Es la segunda sorpresa de la mañana. Nadie reprueba su nombramiento. Después, Infantino juega sus fichas. Sabe que las confederaciones no pueden ver a Domenico Scala, el suizo que comandó el proceso de reformas y preside el comité de auditoría. Infantino decide pedirle al Congreso que faculte al Consejo para remover y contratar a los ejecutivos que quiera. Tanto del comité de auditoría, como el de ética. Scala, entonces, se irá solito.
Afuera del recinto en el que lo más granado de la FIFA decide lo que más tarde votará el Congreso se agolpan los delegados. Son tres por país. Se lo ve a Alfredo Dagna, el presidente de Olimpo de Bahía Blanca. Parece estar en Disneylandia: pide que le saquen una foto con el logo del Congreso detrás. Junto a él están Jorge Miadosqui (San Martín de San Juan) y José Lemme (Defensa y Justicia). Ellos representarán a la AFA en el Congreso. Habrá otros tres compatriotas en el pabellón principal del Centro Banamex: Luis Segura (integrante del Consejo de FIFA por Conmebol), Alejandro Marón y César Martucci, ambos en calidad de invitados.
El centro de exposiciones, que está pegado al hipódromo de las Américas, es una Torre de Babel. Se mezclan idiomas, culturas e idiosincrasias. Cientos de personas unidas por una pelota. Todos, periodistas y delegados, tienen que caminar unos cien metros para llegar al pabellón principal. Allí hay pantallas por todos lados, como para que ninguno de los 621 delegados (205 países miembro,ya que hay dos ausentes y dos suspendidos, más Kosovo y Gibraltar, que se integrarán a la familia FIFA) se pierda ningún detalle. En la entrada al recinto, la tercera sorpresa: un dispositivo para el voto electrónico. No más mano alzada ni tarjetas verdes o rojas. Ahora, tabletas. Una por país, que deberá ser devuelta luego del evento. "Se les avisa a los señores delegados que el Congreso comenzará en diez minutos", dice la locutora oficial. Las sillas están desnudas. Los dirigentes prefieren hacer sociales antes que sentarse en sus lugares. Los ejecutivos top tampoco dan el ejemplo: en el estrado, reservado para los integrantes del Consejo, sobran carteles y faltan personas.
Cuando se apagan las luces y Markus Kattner, el secretario general interino, toma el micrófono, lo hace para probar el dispositivo electrónico. Las tabletas funcionan, pero las neuronas de los presentes no. "¿El Mundial de Rusia es en 2017?", pregunta la FIFA. Quince segundos después de la votación aparecen los resultados: 25 países (es un voto por delegación) responden que sí. Pero el Mundial, como todo el mundo sabe, es recién en 2018.
Infantino anuncia a Samoura, su nueva CEO, la flamante secretaria general que reemplazará al despedido Jerome Valcke. Podría ser la próxima presidenta de la FIFA: ése fue el cargo que usó Sepp Blatter como trampolín para quedarse con el sillón de Zurich. Luego llegará el turno de hablar de dinero. O, lo que es lo mismo, del "plan Infantino" para el desarrollo del fútbol. Se llama "Forward" (en inglés, adelante). Pero para eso, primero hay que aprobar las cuentas. Hecho. Por unanimidad. "¿Alguna pregunta?", inquiere Infantino. Nadie responde. Ahora hay que aprobar el presupuesto del año próximo, que impactará en forma decisiva en las nuevas remesas para los planes de desarrollo. Hecho, ¡y con el 100% de los votos! En lugar de preguntas, el auditorio aplaude. Todos palmean: las federaciones nacionales pasarán a recibir US$ 1,25 millones por año. Cobraban US$ 400 mil. "Este es su derecho. Es su dinero. No nos traicionen. Inviértanlo en el fútbol", aconseja Infantino.
Hay quince minutos de cuarto intermedio. La mayoría de los delegados escapa al refrigerio VIP. Abundan los cholulos, como un delegado de Nigeria que se saca una foto con el jeque Salman. El bahreiní que le disputó la presidencia de la FIFA a Infantino es toda una celebridad, pese a los problemas por presuntas violaciones a los derechos humanos en su país. En la zona de Conmebol, el español Gorka Villar (director general) conversa animadamente con otro delegado. El hijo de Ángel María es el único representante del fútbol sudamericano que no fue a comer siquiera un bocadito.
La organización se esmera por echar a la prensa del lugar. Ha comenzado la cuenta regresiva para la reanudación. Hay periodistas remolones que todavía hablan con los dirigentes. Preguntan por la nueva secretaria general. Por el mundial de 2026, lo único que parece importarles a los mexicanos, extasiados con la posibilidad de organizarlo. Vuelven a apagarse las luces y regresa la sonrisa de Infantino. En ella hay algo del Guasón, el archirrival de Batman. El Congreso aprueba los ingresos de Kosovo y Gibraltar, y faculta al Consejo para despedir y contratar cuando quiera a los miembros de los comités de Ética y Auditoría, entre otros. Domenico Scala, el suizo que ideó las reformas para salvar a la FIFA de la crisis de credibilidad, abandona el recinto, furioso. Pocos lo ven. El show sigue.
"La crisis ha terminado", cierra Infantino. Aplausos y más aplausos. Los delegados se van del país con más dinero para sus federaciones. Y un viático de mil dólares.
ac/gs
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