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En Independiente, Erviti demuestra cómo un jugador de casi 37 años es útil en todo sentido
Fue una obsesión de Holan durante el receso hasta que los dirigentes le dieron el gusto; el talento se combina con el liderazgo durante la semana y así se trata de inculcarles valores a los jóvenes
Cada tercer lunes de septiembre en Japón se celebra el Keiro no Hi, el día del respeto por los adultos mayores. Como en pocas partes del mundo, en esa porción de Asia Oriental las personas que cruzan el perímetro de la tercera edad son tomadas como una fuente de inspiración, la voz de la experiencia, la contracara de decenas de países –sobre todo occidentales– en los que la gente mayor queda condenada a un territorio de descarte. Son, de alguna manera, el cimiento desde donde se construyen las próximas generaciones de un país que evoluciona a la velocidad de un rayo. Algo de eso vio Ariel Holan el día que entendió que Walter Erviti tenía que ser una de las banderas de Independiente .
Dentro de todas las particularidades, hay una que se distingue de inmediato, sin necesidad de conocer el juego. El fútbol, como también ocurre en otras disciplinas, es una máquina aceleradora del tiempo. Con una vida profesional de entre 15 y 17 años, cualquier jugador que supere los 35 años de edad queda ante la etapa final de su carrera. A partir de ese momento, la retirada es tangible. El físico pesa. Los esfuerzos se dosifican. Pero la experiencia funciona como factor de contagio, valor que todavía algunos entrenadores consideran determinante.
Erviti, el futbolista más pedido por Holan durante el receso, es la piedra filosofal de un equipo que en plena renovación busca su renacimiento. Cuando faltan menos de tres meses para que cumpla 37, Erviti, de una prolongada trayectoria, es para el fútbol un veterano que ha recorrido gran parte de su camino y que transita sus últimas temporadas. Hace tiempo incluso que coquetea con el retiro. Así se lo reconoció a la nacion en enero de 2015: “Muchas veces pienso: «Éste es el último año». Pero me siento muy bien. Más allá de que tenga un desgaste normal, hay cosas que conviven día a día con el fútbol que no disfruto y que me provocan molestia. Por ahí un día me agarra un fastidio grande y considero que es el día y se terminó la carrera”. Dos años más tarde todavía tiene hilo en el carretel. No se sabe cuánto más, aunque sí es evidente que su traspaso a la institución de Avellaneda le sirvió para oxigenarse y refrescar su sistema operativo. Hay algo que también es cierto: Erviti es un viejo lobo del fútbol ante su última gran batalla, una oportunidad fascinante para los chispazos finales de su talento. “Me enamoré –decía durante los primeros días– de la posibilidad de jugar en Independiente”.
El debut oficial con la camiseta de Independiente se produjo hace poco más de una semana, la noche del sábado 18 de marzo, ante San Martín de San Juan, en un partido que terminó empatado 0 a 0, en el Libertadores de América. Durante los primeros minutos quedó claro que esta vez su función es más bien la de un potenciador, alguien que pretende dejar de lado su lucimiento personal en pos de que el equipo tenga un salto de nivel. Parado como segundo mediocampista central, pero retrasado al nivel de quedar solo en la zona interior, Erviti no se quejó ni un momento del laborioso esfuerzo que tuvo que hacer. En la segunda parte, por cuestiones tácticas, se adelantó unos metros y se paró como un enlace: se lo vio mejor, un tanto más suelto. Mucho más cuando entraron Ezequiel Barco y Martín Benítez, dos jugadores que crecerán a su lado.
Uno de los grandes desafíos de Erviti es guiar a los jóvenes que tiene Holan en el plantel. Aunque por su perfil bajo prefiere no referirse a su condición de líder, sus colegas lo reconocen como alguien que marca el latido del plantel tanto dentro como fuera del terreno de juego. En Banfield, en 2009, supo orientar a James Rodríguez. “Lo veo en cada entrenamiento y para mí va a ser uno de los mejores jugadores del mundo”, decía Erviti cuando el colombiano recién daba sus primeros pasos.
Salvo en Atlante, donde apenas estuvo seis meses, Erviti ganó títulos en cada club donde jugó. San Lorenzo, Monterrey, Banfield y Boca lo tuvieron como protagonista medular. El zurdo mediocampista de 36 años, intérprete sobre el campo de la idea de Holan, todavía tiene una carta más por jugar. En cada entrenamiento de Independiente se lo suele ver entusiasmado, como si fueran sus primeros años.
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