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En el superclásico de las dos hinchadas, Boca se quedó con todo por juego y actitud y dejó vacío a River
Perdía 1-0 y lo dio vuelta con goles de Merentiel (2) y Cavani para ganar 3-2 y avanzar a las semifinales, donde enfrentará a Estudiantes
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CÓRDOBA (enviado especial).- Un superclásico que le hizo honor a la presencia de las dos hinchadas después de más de cinco años. Clima dividido en las tribunas, espectáculo con las revoluciones a mil en la cancha. Felicidad y dolor. Triunfo y derrota. El folclore en su mejor versión. El superclásico fue un volcán de emociones, adrenalina a raudales. Y con un saldo futbolístico, claro, que para eso se citaron Boca y River, más allá de toda la efervescencia ambiental.
El balance fue que la crecida de Boca tomó la forma de una ola que terminó tapando a River, lo sumió en el desasosiego y la impotencia. Los síntomas de evolución de los últimos partidos no solo tuvieron una ratificación, dio otro paso, pegó un estirón como equipo. Lo hizo con fútbol y carácter, un combo para justificar ilusiones. El 3-2 puede sugerir un resultado apretado que no fue tal porque Boca afrontó la media hora final con el colchón que le había dado los dos revolcones que le provocó a River con los goles de Cavani y Merentiel. Dos golpes de nocaut para el equipo de Demichelis, más allá del descuento de Paulo Díaz en el minuto 52.
Boca se cuelga medallas: revirtió una desventaja, como ya había ocurrido contra San Lorenzo y Racing. Cavani prolongó su plena adaptación al fútbol argentino. Con un cabezazo puso el 2-1, noveno gol en los últimos nueve partidos. Se lleva de la hinchada el “uruguayo, uruguayo” que también tiene como destinatario a Merentiel, autor de un doblete, otro uruguayo, potente y porfiado frente al arco.
Se cortó la racha invicta de Demichelis contra Boca. Fue en una tarde en la que su equipo no asumió el control del juego como acostumbra, no gestionó bien el 1-0 y cayó en errores forzados –de Herrera y González Pirez- ante la presión de Boca que pagó con dos goles.
Cuando el VAR no concedió el gol porque sus autoridades consideraron que la pelota no traspuso en su totalidad la línea en el manotazo de Romero, River se apagó. Con el 1-1, los ingresos de Lanzini y Barco estuvieron lejos de mejorar las prestaciones de Nacho Fernández y Echeverri. Los minutos que le llevó a River acomodarse al reformulado medio campo fueron los que aprovechó Boca para zarandearlo. Lo hizo con el timón de Equi Fernández, el criterio de Pol Fernández, la zurda incisiva de Zenón, las proyecciones de los laterales y, por supuesto, la dupla uruguaya de ataque para disparar con puntería.
Lo atrajo River a Boca en el primer tiempo, lo dejó venir, yendo un poco en contra de su libreto de llevar la iniciativa. Esta versión del equipo de Diego Martínez, que intenta ser más propositivo con la pelota –déficit que se hizo evidente en anteriores superclásicos- aceptó la invitación, se plantó en campo rival. Sus volantes manejaban más la pelota, pero los avances se repetían en centros cruzados que encontraban bien parada a la defensa de River para los rechaces.
El equipo de Demichelis lo hizo caer en la trampa a su rival. Paulo Díaz bloqueó un pase frontal y a partir de ahí perforó a Boca por el eje central, con un notable pase de Nacho González a Echeverri. Boca estaba abierto y desacomodado. El juvenil enganche encaró con opciones de pase a Colidio y Borja, receptor de la asistencia. El colombiano, cuidado durante la semana por una sobrecarga, definió con la certeza que lo tiene como goleador (13) del torneo.
Sintió Boca el impacto, le entraron dudas. Siendo más ambicioso había recibido un cachetazo. Debía hacer ajustes porque en la necesidad de ir a buscar el empate no podía permitirse descomponerse atrás. Rojo tenía una tarde fatal: llegaba tarde a los cruces, estaba inseguro. River se sentía más cómodo con el desarrollo, el repliegue le permitía encontrar espacios para la conducción de Echeverri y los desmarques de Borja y Colidio.
Le llevó un tiempo, pero Boca se recompuso, no se hundió anímicamente, con piernas y cabeza volvió a meterse en el partido. Un tiro libre de Zenón, que había dejado la función de enanche para recostarse sobre la izquierda, salió junto a un poste. El primer tiempo tenía sus rarezas, no abundaban los remates de peligro, pero flotaba una sensación de peligro cuando las acciones se aproximaban al área.
Se empezaba a jugar el descuento del primer tiempo y el superclásico empezó a pegar un giro del que ya no tendría retorno. Todo a favor de Boca, y también por mérito de Boca. Tras comprobar la ineficacia de los centros frontales, aplicó la fórmula que le había dado el gol en el Monumental. Aquella vez fue desborde Blanco y definición de Medina; ahora, llegada al fondo de Advíncula, que se llevó la rastra un par de marcas, y pase a Merentiel, que, rodeado de jugadores rivales, sacó el zurdazo del 1-1. La historia del superclásico comenzaba a reescribirse.
La segunda etapa fue una montaña rusa, desde que a los 3 minutos, el despeje de Pol Fernández que rebotó en Lema parecía que había sido gol en contra, que el VAR, tras una larga deliberación, no convalidó. River se quedó instalado en esa jugada, mientras Boca se movió hacia una victoria a la que llegó por convicción, méritos futbolísticos y las ganas acumuladas que tenía de ganarle a River después no haberlo hecho en los tres superclásicos anteriores (dos derrotas y un empate). Esa fuerza de voluntad, acompañada por una línea de juego más afianzada, lo llevó a las semifinales, donde lo espera Estudiantes. En el superclásico de las dos hinchadas, Boca se quedó con todo.
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