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Nunca lo vieron así: un Messi desolado y que se llamó a silencio tras la debacle de Barcelona
BARCELONA.– Llegó a Liverpool con todo. Volvió a Barcelona sin nada. El cielo está a un paso del infierno, cuando en el camino se cruza un equipo endiablado como el de Jürgen Klopp. Y entonces, el silencio. Ese silencio ruidoso, brutalmente incómodo, que se apoderó del Barcelona y de Lionel Messi en Anfield. La sensación no era nueva para el Nº10. El Barça había desperdiciado (una vez más) una ventaja de tres goles y se despedía de la Liga de Campeones. Otra campaña más, antes del partido decisivo. Ya no hubo necesidad de organizar lo que quedaba de semana entre el capitán azulgrana y el preparador físico, José Antonio Pozanco. Ernesto Valverde dio día libre para todos. Era optativo, claro. No apareció nadie por la Ciudad Deportiva Joan Gamper: las familias como analgésicos para los pesos pesados del Barça.
A Messi le costó digerir un nuevo desengaño. A su salida del césped, negaba con la cabeza. Por la zona mixta pasó sin decir nada. Después de un control antidoping que lo relegó del resto de sus compañeros, Messi se encontró con la furia de los hinchas del Barça más desencantados en el aeropuerto John Lennon. "Le reclamamos que como capitán no viniera a dar la cara. Sólo se acercó Ter Stegen", explicó uno de los hinchas enojados con el Nº10. Desde la dirigencia minimizaron el asunto: "Un par de tontos. Se escucharon más los aplausos".
Un disgusto tras el gran disgusto. La copa linda y deseada, seguirá siendo igual de linda, esencialmente muy deseada para Messi. La caída vislumbra consecuencias en Barcelona. Un equipo frágil, sin liderazgo para revertir un esperpento mayúsculo, después de caer en las últimas tres Champions por goleada: 3-0 en Turín ante la Juve (cuartos), 3-0 contra la Roma en la ciudad eterna (cuartos), 4-0 frente el Liverpool en su casa.
Angustia azulgrana
En el club azulgrana se enquista una sensación: como se desperdicia una temporada más con el mejor jugador del mundo en su plantel sin conquistar la Champions. Con la rabia en la boca, en la dirigencia meditan como rejuvenecer al grupo, mientras el puesto de Valverde está en el aire. El presidente Josep Maria Bartomeu ya había amagado con despedirlo tras la caída ante la Roma en cuartos la temporada pasada. Lo salvó el grupo. "Es un técnico cómodo para estos jugadores a los que no les gusta que les toquen mucho los hue...", subrayan en los pasillos de Barcelona.
Valverde quiso homenajear al equipo que goleó al Liverpool en el Camp Nou sin percatarse en los errores. En la ida, la superioridad táctica del Liverpool había desnudado al cuadro azulgrana, solo abrigado bajo el genio de Messi, de nuevo presente en esta Champions para firmar dos goles y sumar un total de 12 en la competición. Pero en Anfield, el Nº10 no apareció al rescate. El capitán había tocado la pelota en 71 oportunidades en el Camp Nou, cuando en la temporada tiene una media de 80. Su estadística cayó hasta 63 en Anfield.
Sin Xavi e Iniesta, Messi perdió a los tipos que le permitían jugar cerca del área rival, esos que nunca encontró con la selección argentina. Hoy, preso de una situación similar con Rakitic y Arturo Vidal en la contención, sin ninguna noticia de Coutinho. Busquets, que no es un jugador de grandes desplazamientos, se quedó desamparado en el medio del campo. Los números del Nº5 del Barça son reveladores. En la Champions de 2011, con Guardiola en el banco, tuvo una media de 99 pases por partido. Está la cerró con 79. Un 20% menos. "Han cambiado muchas cosas, no solo en el Barcelona sino también en el fútbol. Antes arriba no te presionaba nadie y ahora son muchos equipos los que plantean un duelo uno contra uno y hay que jugar en largo", explica Valverde el fútbol más vertical del Barça.
Messi asoma cada vez más por el círculo central. Un riesgo para un futbolista acostumbrado a jugársela en el mano a mano. En Anfield probó dos veces a Alisson y perdió 17 pelotas, números similares a los que promedió en Rusia: 2,2 y 20. En la ida en Barcelona la eficacia se apoderó del cuadro azulgrana, en Liverpool la fortuna no se alió con el cuadro azulgrana. Si en el Camp Nou cada moneda al aire cayó de cara; en Anfield, seca. No fue casualidad. Al menos, no en Liverpool que creían en el equipo de Klopp.
La fiesta, sin embargo, empezó con decepción. Quizá como comienzan las grandes historias. Pegado a The Cavern, el mítico club de Liverpool en que The Beatles comenzaron a forjar su leyenda, está el SGT Peppers. El lunes por la noche, a 24 horas de recibir al Barcelona de Leo Messi, la hinchada de Liverpool abarrotó el bar que rinde homenaje al revolucionario disco de The Fab Four. No parecían preocupados por la visita del astro argentino. De fondo, una banda local tiraba covers de los grandes hits de pop británico de los 90. Nadie le prestaba atención, las miradas estaban abrochadas a las pantallas de la TV: el Manchester City le robaba ante el Leicester el liderato de la Premier al equipo de Jürgen Klopp. Si el duelo por la liga inglesa está nivelado en una disputa histórica ante el City, la vuelta de la Champions, con un 0-3 en contra, se antojaba una quimera. Sobre todo, ante un gigante como el Barcelona.
Pero los muchachos de Klopp sabían que no estarían solos. Ya en la mañana del martes, frente a las puertas de The Globe, un bar anclado en el siglo XIX, unos niños sordomudos interpretaban "You’ll never walk alone" (Nunca caminarás solo). Mientras Messi y los suyos descasaban en el Hilton, algo se estaba cociendo en las calles de Liverpool y el Barça ni siquiera había olido Anfield. Una vez más, el Nº 10 lideró la charla final en la cancha de Liverpool. En la ida, en el Camp Nou, el rosarino soltó un discurso emotivo, según sus compañeros. La charla, en la vuelta, fue más breve. Ningún azulgrana dejó el círculo con aplausos. La liturgia de The Kop se impone ante tipos curtidos, la mayoría fríos, como es el equipo de Ernesto Valverde.
Un grupo de lujo invitado a la fiesta mayúscula como la de Anfield. Esa que había empezado con una decepción del Camp Nou y había continuado con la victoria del City. La victoria ante el Barça ya está entre los grandes partidos de Champions. Y había que celebrarlo. El martes por la noche, de nuevo en The Globe, las pantallas revivían la hazaña de los jugadores de Klopp. Cuando llegó el minuto del cuarto gol, la avivada de que terminó en el tanto de Origi, se bajó la música y se dejó el relato de la TV. Los hinchas entonaron Allez, Allez, Allez de Jamie Webster. Y volvió la música. Se repitió la secuencia en el final del partido. Esta vez los aficionados de los Reds entonaron su himno, ese por el que los conocen en todo el mundo: "You’ll never walk alone". En Anfield, el que se quedó solo fue Messi.
Lágrimas en el vestuario
La mayoría de los medios europeos trató de reconstruir cómo se vivió la dura derrota en el vestuario de Barcelona. Los más punzantes fueron "Marca", de España, y "The Guardian", de Inglaterra. Ambos afirmaron que Lionel Messi estuvo desolado y hasta que el argentino se mostró entre lágrimas. "Nunca había vista nada igual, un vestuario así, con tanto silencio", agregó el diario catalán "Sport". De hecho, Sergio Busquets casi se quiebra durante la conferencia de prensa. El mediocampista y el atacante uruguayo Luis Suárez fueron los únicos que dieron la cara ante los medios. Una de las pocas críticas que recibió Messi, como capitán, fue no haber enfrentado los micrófonos una vez consumada la dura derrota de Barcelona ante Liverpool por 4-0.
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