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Emoción a flor de piel: Bochini, Bertoni y todo Independiente, en el mejor tributo a Maradona
Ricardo Bochini, Daniel Bertoni, Pepe Santoro, el Chivo Pavoni. Están todos. Las copas, trofeos de todos los colores, los más prestigiosos del mundo, se posan sobre una mesa enorme, en el medio del estadio Libertadores de América. Los que supo ganar Independiente en otra era; también la copa mundial, la que consiguió la selección en 1978, en 1986. La antesala del choque con Gimnasia fue un canto a la emoción, a los recuerdos. Esos bonitos fantasmas que de vez en cuando vuelven, reaparecen.
Un video lacrimógeno, con Diego, con el Bocha. Frases, recuerdos. Los hinchas se olvidaron por un rato de las penurias de hoy, los puñales del presente. Se levantaron de las butacas, aplaudieron. El pequeño Pelusa alguna vez reconoció que Bochini era su ídolo. Y, en sintonía, era simpatizante de los Rojos. Por eso, tal vez, Diego Maradona tuvo un homenaje especial en el Libertadores de América. No fue una tarde más. La mejor de este tiempo.
"Pase, maestro, lo estábamos esperando", es una bandera que refleja todo un símbolo, por la relación entre los dos 10. Miles de hinchas conmovidos, un sentimiento que no tenían por su equipo desde largos años atrás. A las 18.32, El Diez llegó al estadio y lo recibió el Bocha. Y enseguida se sumaron en la antesala del vestuario visitante Pavoni, Bertoni, Santoro y Hugo Moyano, el presidente de Independiente. La historia grande del Rojo y el polémico dirigente de hoy.
No pudieron estar Jorge Burruchaga, símbolo de Independiente y figura en el Mundial '86 y Andrés Calamaro, el Salmón, hincha de Independiente y enamorado de Diego desde siempre. Hasta le dedicó una canción. "Maradona no es una persona cualquiera. Es un hombre pegado a una pelota de cuero. Tiene el don celestial de tratar muy bien al balón. Es un guerrero", dice una de sus estrofas.
Le dieron una plaqueta con la camiseta del Rojo, una pintura enorme y una foto enmarcada con el Bocha, cuando de enfrentaron. Bochini, en Independiente. Maradona, en Argentinos. A las 19.41, abrazado con el Bocha, entra en el pasillo rumbo al círculo central, ovacionado por todos. "El que no salta, es un inglés". Y Diego, salta, con la copa entre sus manos. "Bo, Bo, chini", es el grito de guerra. "Gracias a Independiente por este homenaje. Y yo voy a seguir cantando en el mundo, que Bochini es mi ídolo. Bocha es el más grande del mundo, maestro", asegura el símbolo del fútbol argentino, con la voz entrecortada.
"Te voy a dar la copa y la tenés que levantar", le dice Bertoni, por una réplica de la del 86. "La que ganaste vos", le susurra Bochini. Allí, cuando levanta la copa, la cancha estalla en un solo grito. Pero Diego tenía reservada una carta más: "Este estadio tiene que llamarse Enrique Bochini, ¡Enrique Bochini!", dice, eufórico, por el segundo nombre del viejo crack.
Se sienta en el sillón especial y empieza el partido. Pero esa es otra historia.
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