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Emiliano Martínez, el “pibe normal” que se convirtió en Dibu, respeta las cábalas y está en la puerta de la gloria con la selección argentina
El arquero es una pieza determinante para el proceso de Lionel Scaloni
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DOHA (Enviado especial).- Se le nota todo. No quiere disimularlo, no le pone nada de energía para que sea diferente. Se le humedecen los ojos, porque está hablando de su esencia, de su hermano, de sus sueños, de la lucha, de las noches sin pegar un ojo buscando las formas para poner su nombre dentro del radar de la elite deportiva. Está sentado en el medio de un escenario gigante, con todas las luces sobre él, con una pantalla brutalmente grande con la leyenda “Final”. Y está ahí, Emiliano Dibu Martínez como una figura, como una pieza vital, como una cábala, como uno de los hombres que sirvió para consolidar la identidad de un equipo, como engranaje de un grupo que llegó al último capítulo de la Copa del Mundo y que está a un paso de conseguir su máximo sueño.
Nada queda librado al azar, había anticipado Lionel Messi tras la clasificación a este último acto. Por eso, hasta se repitió la previa de lo que fue la coronación en la Copa América. Aunque nadie hable abiertamente del tema, hoy apareció Dibu Martínez por una razón en particular. Es que antes del duelo con Brasil, en el Maracaná, en la Copa América 2021, el que enfrentó los micrófonos para charlar de ese duelo definitorio fue el arquero, y en esta oportunidad volvió a dejar su sello antes de la definición ante Francia. Aquí, más allá de su frescura para hablar, Martínez puso sobre la mesa su corazón.
Es un personaje ideal para este tipo de asuntos. Parece que nada lo afecta, como si este tipo de instancias le permitiesen sacar toda su personalidad. Sus palabras hasta pueden resultar cargadas de exceso de confianza, pero en esta última función ante los medios de comunicación, abordaron un costado más profundo. Así también les suma a sus compañeros, lo saben todos, por eso no cambia ni un ápice de sus formas. Siempre está pendiente en cómo puede ayudar a los suyos, sólo eso le interesa: estar al servicio de sus compañeros. Por eso se mortificó cuando le convirtieron ante Arabia Saudita y tuvo la chance de pagar sus cuentas con esa pelota que tapó ante Australia, en la última jugada, con el encuentro por 2-1. Y después, terminó por sentirse pleno porque ante Países Bajos, tras haber sufrido dos goles en 18 minutos, se elevó por encima de la escena, con una tarea soberbia en la definición por penales.
“Es difícil no pensar en todo lo que me costó llegar hasta acá. Soy un luchador, desde que me fui a los 12 años a Independiente, después cuando a los 17 me fui a Inglaterra para jugar en Arsenal y hasta a los 26, cuando el publico argentino recién me empezó a conocer como yo quería. Necesitaba ayudar a mi familia, por eso tomé muchas determinaciones. Y ahora cuando veo que tengo a el pueblo argentino detrás... Estar defendiendo el arco para tratar de ser campeones del mundo es algo enorme. Estoy frío mentalmente, y cuando empieza el partido me enfoco en atajar cada pelota. Siento que es algo que mejoré en mi carrea”. La frase que suelta Dibu Martínez, bien podría encajar en la corrección política del caso, sin embargo, cuando él las pronuncia se advierte que es genuino.
Mira hacia el frente, pierde la mirada en cualquier punto, sabe que está a nada de quebrarse, porque si hay temas que lo llevan a ese lugar, es cuando lo invitan a recordar cómo comenzó su historia en el fútbol: “Soy un pibe normal. No se me van los humos cuando las cosas van bien, ni me hundo cuando las cosas van mal. Mi familia me lleva a los mismos lugares de siempre. Cuando voy a la Argentina trato de estar con chicos, haciendo cosas de caridad porque vengo de un lugar de Mar del Plata que me marcó”, dice Martínez y se hace un silencio profundo porque los cientos de periodistas que lo observan pueden advertir que la emoción es contagiosa.
Martínez es mucho más que un arquero que le dio garantías a la selección. Dibu, por así se lo identifica en el mundo de la pelota, logró que con su forma de ser se enamore hasta el menos futbolero. Porque sus formas, que por momentos están lejos de ser las correctas, son las que también hicieron que los hinchas se metiesen dentro de este equipo y sintiesen que los representan. Entonces, cuando habla de que él es uno más de los tantos argentinos que desean llegar a la gloria, su sonrisa lo dice todo: “En la final de 2014 estaba comiendo asado con mis amigos, como en todos los mundiales que vi por TV. He sufrido cuando nos quedamos afuera en la etapa de grupos en 2002 con Suecia, o cuando nos eliminó Alemania en 2006. Lo vivo con la intensidad del hincha, por eso me siento tan identificado con ellos. Nosotros nos sentimos locales en todas las canchas, sentimos a la gente muy cerca. Eso es una gran ventaja”.
Su búsqueda por ser reconocido se amplificó desde que tomó el arco de la selección argentina. Sus actuaciones lo elevaron por encima de cualquier lógica. Y desde que Messi lo arropó con sus abrazos y con sus palabras, la figura de Emiliano Martínez tomó otra dimensión. Por eso también, cuando él habla del capitán de la selección, no hay tibiezas: “A Leo lo veo feliz. Vi un gran jugador en la Copa América, como nunca antes vi. Pero dio un paso más en el Mundial. Está en un nivel altísimo, pero tambié disfrutando, con ganas y con alegría”.
Exuda confianza, incluso, si no la tiene, no se le advierte para nada. Emiliano Martínez se convirtió en Dibu, porque lo transmite excede cualquier mala energía. Y cuando deja alguna palabra no es más que un mensaje que hace que se amplifique la ilusión: “Cuando fuimos a Brasil, el favorito era Brasil, ahora pueden decir que es Francia, nosotros tenemos la ventaja, porque tenemos al mejor jugador del mundo. Nos gusta que digan que el otro es favorito, nosotros no nos sentimos inferior a nadie ni mejor que nadie. Pero sí que tenemos al mejor de todos. Entonces, ¿cómo no ilusionarse?”.
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