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Emiliano Dibu Martínez: “¿Tenés miedo, gordito?”, ¡Pateame más fuerte!”, la reveladora historia del arquero campeón del mundo con la selección cuando tenía 11 años
El marplatense ya demostraba, desde chiquito, tener una gran personalidad; su recorrido por los clubes de barrio y cómo lo ayudó la familia
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Emiliano Martínez no le da la espalda al arco. Pone los ojos en la pelota que tiene por delante, a pocos metros. No es el único arquero dentro del área. El otro, el rival, lo mira mientras da algunos saltos sobre la línea, así como hacen en la tele. Respira hondo. No necesita pensar ni decidir. No le pesa que lo hayan puesto a patear el primer penal de la serie para asegurar. Es sólo cuestión de afirmarse sobre la pierna izquierda y descargar toda la fuerza de su botín derecho sobre la pelota. En lo posible romper el arco. Como cuando patea hasta la mitad de la cancha pero con menos altura. Toma carrera, deriva toda la energía acumulada en un gajo de la pelota y ve cómo sale disparada hacia adelante.
En la tarde marplatense sólo se escucha el impacto del balón contra el travesaño, acompañado del festejo de sus rivales. Casi sin frenar su carrera pega la vuelta hacia la mitad de la cancha. Se acerca a sus compañeros y grita, para que los contrarios escuchen:
-Atajo dos y pasamos.
Uno de los personajes futbolísticos del momento, sobre todo por el imán que generó en los más chicos luego de que la selección se consagre campeón del Mundo en Qatar a fines del año pasado fue Dibu Martínez. El arquero le agregó carisma a sus aptitudes bajo los tres palos. Tuvo atajadas determinantes para las vueltas olímpicas del equipo de Lionel Scaloni y hace tiempo es codiciado por los equipos poderosos de Europa. Mientras tanto, él aguarda su tiempo, como hizo en el seleccionado, y palpita lo que será la nueva temporada de Aston Villa, su club de la Premier League.
El comienzo del texto responde al capítulo dedicado a Dibu Martínez en el libro “Semilleros. La historia de los campeones del mundo en sus clubes de barrio”, bajo el título “El triunfo de la locura”, escrito por Juan Stanisci. Cuenta la historia de un arquero que ya desde chico mostraba personalidad y, en los tiempos en donde todos querían hacer goles, él prefería evitarlos. Ni siquiera lo amedrentaba tener que atajar contra jóvenes más grandes que él. Cada “cañonazo” dolía pero no lo ponía como excusa. Al contrario.
Una gran atajada ante Países Bajos
El primer arco que defendió en Mar del Plata fue imaginario. En el patio de su casa, Alejandro, su hermano dos años mayor, jugaba de delantero y ponía al pequeño Emiliano a intentar tapar sus pelotazos.
Su primer club fue General Urquiza, fundado en 1914. Tiene los colores blanco, verde y granate. No había categoría para él, se sumó en la de su hermano. “Cuando hacíamos los picaditos nadie quería atajar y él se ponía en el arco”, contó Joaquín Salinas, quien fuera su compañero en Urquiza: “Eso es ser bueno ya y tener un destino”.
Hoy muchos chicos se pueden ver representados en Dibu Martínez. Hay videos que se hacen virales, y se ve cada vez una mayor adhesión en los chicos por las atajadas y los bailes del arquero. Después de dejar Urquiza, a los 10 años, Emiliano ingresó en el baby fútbol de Talleres. Roberto Gonzalo, un exfutbolista marplatense, descubridor del Burrito Ortega, era coordinador de las divisiones inferiores del club. Junto a él trabajaba otro exjugador de la ciudad devenido en entrenador de juveniles: Jorge Peta.
Peta describe a Dibu Martínez en “Semilleros”, que tiene una historia de cada campeón del mundo en sus clubes de barrio: “Lo que más te impresionaba era la contextura física que tenía, era enorme. Había veces que en algún partido lo pusieron de 9, pero él no quería saber nada. ‘Yo quiero ser arquero’, decía”. Arrancó en el Baby, al poco tiempo pasaron a la cancha de nueve jugadores.
Juan Manuel Vuoso, DT de la categoría 92 de Talleres, afirma: “Era un chico al que le encantaba entrenar, siempre predispuesto a lo que cualquiera le pudiera decir, no tenía problema en que le pateen después del entrenamiento una hora más. Y a veces lo poníamos de 2 porque es un chico que sabe con la pelota. Según el rival, había partidos que atajaba y partidos en los que jugaba de dos, pero donde lo ponías lo hacía bien”. Bruno Trubbiano, que también nació en 1992, llegó a Talleres un tiempo antes que Dibu, agrega: “Cuando pasamos a cancha de césped, en las grandes canchas, era lo que demuestra hoy. Siempre confiado en lo que iba a hacer, siempre demostrando esa seguridad”.
Los hermanos Martínez pasaron a jugar a San Isidro. “Entrenábamos con tres o cuatro pelotas, no teníamos conos, los arcos los hacíamos con buzos”, recuerda Jorge Peta sobre aquellas tardes. “Los técnicos que tenía el Dibu no cobraban un peso, Peta y Cacho Gonzalo. Y nunca nos pidieron nada. Se trabajaba todo a pulmón”, explica al libro “Semilleros” Ricardo Leofanti, el presidente que firmó la salida de Emiliano Martínez a Independiente. “Con el pase de Emiliano a Aston Villa cobramos 60.000 dólares, pero en cuotas. Es una ayuda muy grande. Es un extra que nadie esperaba. Ni a mí, que hace cincuenta años que estoy trabajando en el club, se me hubiese ocurrido que íbamos a tener un campeón del mundo y encima la actuación que tuvo este loco”, afirma Leofanti.
Ya era profesional de chico. Y caía siempre antes a entrenar. Y seguía en la casa con su padre y su hermano. A los 11 años, Alberto y Alejandro se turnaban para patearle en el patio de la casa. “¿Qué, tenés miedo gordito? ¡Pateame más fuerte!”, le gritaba al padre. Alberto fue fundamental para que Emiliano equilibrara sus fuerzas. Como veía que le costaba tirarse hacia su izquierda, le ponía un colchón y pasaba toda la tarde pateando hacia ese lado. Así aprendió a volar de la misma forma hacia los dos palos, cuenta el texto de Stanisci.
En su paso por San Isidro Emiliano Martínez empezó a mostrar la capacidad para atajar penales: “Ya atajaba desde chiquito. Por la contextura física que tenía, era muy grandote, tenía mucha fuerza de piernas. Volaba de palo a palo. Muchas veces jugaban por la gaseosa con los compañeros y él les decía: ‘Yo vuelo de acá para allá’, y todos lo cargaban con que no iba a poder”, recuerda Peta y agrega: “Parecía un pájaro”.
Mientras ahora se habla del interés de clubes poderosos de Europa y ya demostró sus condiciones (técnicas y de personalidad) en la Copa América, la Finalíssima con Italia y el Mundial de Qatar, ya desde chico era capaz de errar un penal en una definición y decirles a sus compañeros: “Atajo dos y pasamos”.
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