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Emiliano ‘Dibu’ Martínez, el impacto más estruendoso del fútbol argentino en el exitoso 2021 de la selección argentina
¿Qué le falta? ¿Cuál es el próximo paso? Simplemente, no resignarse con lo que alcanzó
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Creo que es por todos sabida mi afición por el Arsenal inglés, y esa condición me ha dado una ventaja en relación a Emiliano Martínez: la de haber seguido toda su evolución, mucho antes que se convirtiera en el gran arquero que es hoy, un proceso que explica con elocuencia lo que suele ser el fútbol para quien empieza bien abajo.
El camino que debió atravesar Martínez con los gunners fue muy duro y lleno de obstáculos. Conoció el barro y las decepciones, sintió la indiferencia de los demás, la frustración de no ser titular, de ser cedido a préstamo, de vivir en una prueba permanente en la cual cada error y cada oportunidad perdida implicaba volver a fojas cero. Pero en toda esa ruta, me llamaba la atención que Arséne Wenger, cuya característica era pedir arqueros de experiencia, lo dejase siempre ahí, aunque fuese en un segundo o tercer lugar del escalafón. Cuando un entrenador admirado y respetado como el francés apoya y respalda de esa manera a un arquero es porque ve que algo hay en ese jugador y que se trata de esperar que le llegue el momento para que sus condiciones acaben por explotar.
Ese momento tuvo su primera estación hace un par de temporadas, cuando la lesión del alemán Bernd Leno le abrió las puertas de la titularidad en el Arsenal. El Dibu fue gran responsable de los éxitos finales del equipo londinense en esos meses y dio plena garantía de que su ascenso recién estaba empezando. Aquella impresión demoraría un tiempo más en hacerse realidad para el gran público de la Argentina, y estallaría en este 2021, provocando un impacto como hacía mucho, mucho tiempo no ocurría en la selección.
Hay partidos que pueden quebrar un proceso dentro de la trayectoria de un futbolista, para bien o para mal, que acaban siendo simbólicos dentro de su carrera. Más aún para los arqueros, dueños de una posición muy cruel, porque nadie sufre más que ellos la decepción de un gol en su contra. Ni hablar si ese gol fue consecuencia de un error propio. En el caso de Martínez, ambos factores se unieron el 30 de octubre de 2012 en un encuentro por la Copa de la Liga inglesa.
Wenger había decidido que el Dibu sería el arquero en ese torneo. A los 20 minutos de juego, el Reading ganaba 3-0, y en dos de los tantos el marplatense había tenido responsabilidad directa. Al final, el Arsenal acabaría ganando esa noche por un épico 7-5 y el técnico, manteniendo a Martínez en su puesto. Le dio la confianza que necesitaba y con aquel gesto sin duda colaboró para forjar la personalidad que hoy demuestra en cada actuación el hombre que se adueñó del arco argentino.
Cualquiera que haya pasado por la selección argentina sabe que lo logrado por Martínez es muy difícil de conseguir, porque en la selección no se trata solo de sumar las virtudes suficientes como para ser convocado. Es un lugar donde no suele haber segundas oportunidades y hay que estar preparado para jugar con eso en la conciencia sin que desestabilizarse emocionalmente y sin dejar que eso se refleje en dudas cuando le toca intervenir.
El aplomo con el que Martínez afrontó ese primer paso ya dio a entender que estábamos ante un jugador diferente. El Dibu ingresó al equipo para no salir. Transmitió una seguridad y una confianza en el entorno como hacía mucho tiempo no se veía, y su presencia en el equipo -y en el grupo, donde se transformó en uno de esos líderes imprescindibles que se necesitan en un vestuario- fue tomando otra dimensión. Dijo “el arquero soy yo” desde el minuto uno, y todos entendimos el mensaje.
Las cualidades del chico surgido de las inferiores de Independiente están a la vista. Dominio del área, fuerza y agilidad de piernas, personalidad, voz de mando, presencia para intimidar a los rivales, conocimiento para hacer lo que pide la jugada, concentración para estar siempre enfocado en el juego… ¿Qué le falta? ¿Cuál es el próximo paso? Simplemente, no resignarse con lo que alcanzó, no pensar que ya todo está hecho y continuar entrenando con la misma ilusión que le hizo llegar donde está ahora, para superarse y seguir creciendo. Cuenta a su favor con saber que su éxito es resultado del esfuerzo y la paciencia, y con el hecho de haberlo alcanzado con una edad lo suficientemente madura como para no modificarle los hábitos.
Las últimas consideraciones obligan a mirar a Qatar2022. En un fútbol cada vez más global, el puesto de arquero mantiene su carácter diferencial. Es vital para la salud del equipo porque puede determinar si un partido se gana o se pierde; y en un torneo corto muchas veces decide en una jugada puntual si su equipo vuelve a casa o sigue en carrera. O si gana o pierde un Mundial. Basta con recordar la atajada de Iker Casillas a Arjen Robben en la final de Sudáfrica 2010.
Hoy resulta imposible saber si el Dibu es o no un arquero para ganar un Mundial, porque ese logro depende de múltiples factores, pero sin dudas ha demostrado estar en esa línea. La comparación con Ubaldo Fillol no es casual. Todos recordamos o hemos visto las grandes atajadas del Pato en 1978, vitales para alcanzar aquel título.
Martínez ha conquistado en 2021 alturas muy complicadas de alcanzar. Sabe que es dueño de un poder que empodera a sus compañeros y agranda a su defensa, que ha generado en la selección un consenso sin lugar para el debate, incluso que se encuentra a salvo de cualquier error que pudiera cometer. Por eso, y por el estruendo generado por su aparición, merece ser considerado personaje del año en el fútbol argentino.
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