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La historia de Emérico Hirschl: el DT que luchó en la Primera Guerra Mundial, escapó del Holocausto y ganó seis títulos en River
Emérico Hirschl es recordado por haber sido el primer director técnico extranjero en el fútbol argentino, por conducir el Expreso de Gimnasia, y por haber consagrado campeón a River en seis oportunidades, además de dirigir a otros tres clubes de nuestro país, dos brasileños y uno uruguayo, y también por haber escapado de los horrores del Holocausto. El 27 de enero, día de la liberación del campo de concentración de Auschwitz, se recuerda cada año y en todo el mundo a las víctimas de la Shoá.
Hirschl llegó a Sudamérica a los 29 años para, a través del fútbol, sanar las heridas que le dejó su participación en la Primera Guerra Mundial y ayudar económicamente a su familia. Había nacido el 11 de junio de 1900 en Hungría, uno de los países que vivió el espanto de aquellos años: los judíos como Hirschl eran perseguidos y reclutados para realizar trabajos pesados.
Según publicó LA NACIÓN en 1973, Hirschl se embarcó desde Europa rumbo a América como jugador del equipo Ferencvárosi Torna Club para una gira en la que disputó varios partidos. Uno de los rivales fue Hakoah All-Stars, de Nueva York, que inmediatamente pidió el pase del húngaro y se sumó al plantel, con el que realizó un viaje por Sudamérica.
Las noticias de lo que ocurría en Europa eran desalentadoras, por lo que Hirschl tomó la decisión de no regresar a su tierra natal y, cuando Hakoah se encontraba en Brasil, hizo todo lo posible por quedarse en San Pablo. Así comenzó a colaborar como preparador físico y ayudante de campo. "Sabía mucho sobre el cuerpo humano y los viajes con los equipos eran distintos en esa época. Una vez tuvo que coserle la cabeza a un jugador en el medio de un trayecto", dice Gabriela Hirschl, una de los dos hijos que tuvo el técnico y quien recuerda con orgullo la época dorada de su papá.
En Brasil, llegó a dirigir a Palestra Italia (antiguo nombre de Palmeiras) en el torneo Paulista de 1929. De acuerdo con Fernando Palazzo, historiador del Verdão, Hirschl "tuvo la suerte de conocer al Conde Matarazzo, el hombre más rico de Brasil y que también era el presidente del club" y eso le permitió acercarse a la institución. El húngaro quedó como ayudante de campo de Eugenio Medgyesy, "Marinetti", y le tocó dirigir dos partidos: una victoria por 2 a 1 ante Portuguesa y la derrota frente a Corinthians por 4 a 1, resultados que le permitieron al equipo finalizar en la tercera ubicación.
En aquellas giras con Hakoak, Hirschl conoció la Argentina y buscó volver. La experiencia en Brasil fue clave para aproximarse a Gimnasia y Esgrima La Plata, con el que firmó su primer contrato con un club en 1933 y se convirtió en el primer técnico extranjero en dirigir la primera división de Argentina. El reconocimiento de los hinchas del Lobo y las hazañas del Expreso le valieron el apodo de "El Mago".
En su primera temporada en Gimnasia, el Expreso de Hirschl goleó a Boca y a San Lorenzo por 5-2. Finalizó la primera rueda con 27 puntos, pero el equipo bajó un poco su rendimiento; los malos arbitrajes lo perjudicaron bastante, y terminó por detrás del Ciclón, que fue el campeón de ese año.
Al tiempo que Hirschl dirigía a Gimnasia, Adolf Hitler asumía el poder en Alemania y en Europa los judíos emigraban a otros países escapando del nazismo. Según datos del Museo del Holocausto, 51.747 judíos europeos llegaron a Argentina, Brasil y Uruguay. El "Mago" se asentó en Villa Crespo, en la calle Velasco, entre Juan B. Justo y Thames, según figura en los términos de su contrato de 1932.
En 1935, River le compró el director técnico a Gimnasia por $5.000 moneda nacional: fue el primer caso en el que un club debía abonarle a otro una suma por el pase de un entrenador. En el Millonario, Hirschl fue responsable de la consagración cuatro torneos locales en 1936 y dos internacionales -la Copa Aldao- en 1937, y además dirigió el primer partido de la historia del River en el Monumental, durante la inauguración del estadio en 1938.
Fue entonces cuando Emérico Hirschl arriesgó su permanencia en la Argentina por amor. El canciller José María Cantilo había firmado el 12 de julio de 1938 la Circular N°11 en la que prohibía el visado a quiénes hubieran sido expulsados de su tierra de origen o fueran considerados indeseables. Es decir, prohibía el ingreso a quienes huyesen del régimen impuesto en Europa hacia finales de la década del año treinta, en lo que fue una norma calificada como "estrictamente confidencial", ya que regía por encima del acuerdo de inmigración receptiva.
"Sin perjuicio de las demás disposiciones establecidas para la selección de los viajeros destinados al país, y salvo orden especial de esta Cancillería, los Cónsules deberán negar la visación -aún a título de turista o pasajero en tránsito- a toda persona que fundadamente se considere que abandona o ha abandonado su país de origen como indeseable o expulsado, cualquiera que sea el motivo de su expulsión".
"La historia de Hirschl nos cuenta sobre la persona que, más allá de su profesión, no se olvida de la humanidad", explica a LA NACION Leonardo Albajari, periodista y voluntario del Museo del Holocausto y quien dio vida al proyecto "No fue un juego" de concientización sobre las víctimas de la Shoá y los perpetradores del régimen nazi. "Era el técnico de River en ese entonces y puso en riesgo su libertad para salvar gente", resume Albajari.
Las organizaciones judías en el país aprovecharon la fascinación popular por el fútbol para ayudar a bajar de los barcos a los "indeseables", según la calificación de la norma dictada en secreto, y cooperar con la admisión de refugiados políticos. En ese contexto es que Hirschl se arremangó para colaborar con esta causa. Hablaba con los portuarios para convencerlos con historias de fútbol para que puedan bajarlos de los barcos. "Mi papá ayudó a mi mamá a bajar del barco que venía con varias personas que huían del nazismo", le cuenta Gabriela a LA NACION.
Hirschl conoció a Heddy Steimber no bien ella bajó del barco Cap Arcona que había zarpado desde Genoa en 1939. "Él dice que ya cuando la vio por primera vez inmediatamente se enamoró ¡Un romántico!", expresa Gabriela Hirschl, y recuerda: "Era muy carismático y un gran contador de historias. Venían grupos de húngaros a casa y él siempre los dejaba boquiabiertos con todo lo que les narraba".
Cuando él llegó por primera vez a América, su nombre era "Imre Hirschl", pero una vez en la Argentina lo anotaron como Emérico, y su profesión "carnicero", porque su familia era del campo y los padres le enseñaron a faenar las vacas. "Eran como diez hermanos y no quedó ninguno. Cuando los húngaros venían a Buenos Aires después de la guerra les preguntaba si tenían alguna novedad. Pero nunca pudo reencontrarlos", recuerda su hija. "No pudo ayudar a su familia: la mayoría falleció en campos de concentración", agrega Albajari.
Emérico y Heddy tardaron 16 años en formar una familia propia, con el nacimiento de Gabriela en 1955 y de su hermano en 1958, quien falleció hace algunos años en un accidente. "Parecía mi abuelo. Yo fui hija de su ocaso futbolístico", explica Gabriela, quien conoció el Monumental de la mano de su papá, una vez que Hirschl se retiró del fútbol.
Luego de sus años en River, volvió a dirigir a Gimnasia dos veces más, y también entrenó a San Lorenzo, Rosario Central -en su primer año en primera división- y Banfield. En una columna en LA NACION firmada por Lito Gonza el 29 de julio de 1942, cuando Hirschl dirigía al Ciclón, tituló: "Ha dado de cien, noventa y nueve en el clavo".
Además, había sido designado técnico de la selección argentina en 1938. Iba a comandar la suerte del equipo en el Mundial de ese año, pero la AFA decidió que Argentina no participe. Sin embargo, el cariño más grande por él quedó del otro lado del Río de la Plata. Dirigió a Peñarol de Montevideo con el que conformó la base del equipo que en Uruguay 1950 salió campeón del mundo con Roque Máspoli, Obdulio Varela y Juan Schiaffino, entre otros.
Falleció el 23 de septiembre de 1973 a los 73 años: "Hirschl se dedicó al comercio y en los últimos tiempos abandonó definitivamente toda labor para fallecer de insuficiencia cardíaca", publicó aquel día LA NACION.
No fue un juego
La muestra museológica "No fue un juego" trata sobre 11 historias de vida de jugadores, entrenadores y clubes sucedidas durante el nazismo y el Holocausto. Mediante el ejemplo de cada una de ellas, los organizadores pretenden concientizar a los futbolistas, estudiantes y público en general sobre los peligros del racismo y antisemitismo en el deporte.
Albajari, uno de sus fundadores, explica que Emérico Hirschl "es el personaje central de la muestra, porque une a la Argentina, el fútbol, el nazismo y el Holocausto".
"No fue un juego" tiene un espacio permanente en el Museo del Holocausto (Montevideo 919, CABA). Además, el programa recorrió el mundo y Albajari recibió el premio de honor Julius Hirsch 2018 que entrega la Federación Alemana de Fútbol por su compromiso en la difusión de biografías del Holocausto, que fueron presentadas públicamente y de manera comprensible para los jóvenes.
Favaloro, hincha de Hirschl
El doctor René Favaloro era un reconocido hincha fanático de Gimnasia y un memorioso del Expreso de Emérico Hirschl de 1933. Su historia con el club está guardada en el museo del Lobo y en la memoria de Gabriela Hirschl: "Un día estábamos en el supermercado con mi marido y vimos que venía Favaloro caminando hacia nosotros", relata sobre su encuentro con el cardiólogo y recuerda que él exclamó "-¡Qué gran honor para mí es saludar a la hija de Emérico Hirschl!-. Pero el honor era mío, que lo estaba saludando a Favaloro".
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