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A los 85 años, Silvio Berlusconi sigue celebrando votos y goles
Llevó al modesto Monza a la Serie A, mientras su influencia política sigue generando movimientos en Italia
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A sus 85 años, Silvio Berlusconi ya no es más presidente de Milan. Su ciclo fue brillante: 29 títulos, cinco Champions. En 2018, pagó 3 millones de euros por el modesto Monza, un club de 112 años siempre en el ascenso, situado a tres kilómetros de Arcore, la mansión de sexo y poder en la que el hombre más rico de Italia, cuando era primer ministro, celebraba sus famosas fiestas con prostitutas que bailaban el “bunga-bunga”. Berlusconi subió al Monza de la C a la A.
Esta temporada, tras lograr solo un punto en seis partidos, Berlusconi echó al DT. Dijo que, “como en Milan”, volvería él mismo a ocuparse del equipo. El domingo le ganó 1-0 a la poderosa Juventus de la familia Agnelli. Si Milan fue trampolín, Monza es el juguete. Tres veces primer ministro, también sigue jugando en política. Ahora como socio minoritario. Casi como un moderado en la alianza de derechistas y posfacistas que seguramente ganará las elecciones del domingo en Italia.
Ya popular, Berlusconi exhibió al Milan cuando en 1994 irrumpió en la política. “Ganá primero dos Champions como yo”, desafió a su primer rival. “Dios, Patria y Familia”. Muchas otras fuerzas lo copian hoy en Europa. En Italia, un país que lleva 67 gobiernos diferentes en los últimos 76 años, Berlusconi acompaña ahora a Giorgia Meloni, madre soltera de 45 años, que fue su ministra de Juventud y que es clara candidata a ganar el domingo. Si de joven elogió a Benito Mussolini, Meloni se aleja ahora del fascismo. Hace unas semanas, eso sí, tuiteó el video de una violación en Piacenza contra una mujer ucraniana destacando que el agresor era un negro solicitante de asilo. La mujer, aun cuando su rostro fue pixelado, se declaró horrorizada por la difusión. Las redes retiraron el video. Algunos especialistas se preguntan si acaso el neofascismo volverá a mandar en Italia. Los estadios lo viven todos los fines de semana.
El mismo domingo que Monza sorprendía a Juventus, Milan caía en San Siro ante Napoli. Berlusconi lo compró en 1986 con dineros de origen dudoso. Más polémica parece hoy la venta reciente del Milan del fondo estadounidense Elliot, de Paul Singer, al RedBird de Gerry Cardinale, por algo más de 1.200 millones de dólares. Fútbol siglo 21. Dueños yanquis e hinchas xenófobos.
El domingo, en pleno minuto de silencio por las víctimas de lluvias e inundaciones en la provincia de Ancona, la Curva Sud del Milan cantó contra los napolitanos. Coros de odio como los que alguna vez también cantó Matteo Salvini (el otro socio de la alianza de Berlusconi y Meloni). “Sentí cómo apesta/ hasta los perros escapan/ llegan los napolitanos”. Se lo cantaban al Napoli de Diego Maradona. Tres fechas atrás, lo cantaron también hinchas de Fiorentina. Y a la jornada siguiente en el clásico Milan-Inter. Los de Inter pedían la erupción del Vesubio. “Para que se laven los napolitanos”. Y luego cantaban contra Milan: “Qué vergüenza, los campeones de Italia son judíos”.
Justamente la ciudad de Milán fue escenario del insólito desfile callejero con saludo nazi. Lo hicieron cientos de fanáticos del Dinamo Zagreb el miércoles pasado antes de jugar contra Milan por la Champions. Los ultras croatas irrumpieron en un supermercado. Fueron atacados por hinchas encapuchados del Milan. Uno de ellos fue apuñalado. Quemaron telas en la tribuna y sufrieron gases al salir. La policía detuvo a varios y les incautó bengalas, bastones y cuchillos. También hicieron saludos nazis hinchas alemanes de Eintracht Frankfurt en Marsella y fanáticos de Juventus en París. La UEFA ya anunció procedimientos disciplinarios. Pero contra el Celtic escocés. Porque sus hinchas matizaron el luto por la muerte de la reina Isabel II con carteles que decían “Fuck the Crown” (A la mierda la Corona).
Dynamo Zagreb pic.twitter.com/wGcIq8dCHn
— altravita 🔱 (@articolo71) September 14, 2022
Son tiempos complejos. El año pasado, al albanés Elseid Hysaj se le ocurrió cantar “Bella Ciao” en su “bautismo” como nuevo jugador de Lazio. “Hysaj, gusano, la Lazio es fascista”, le advirtieron ultras del equipo romano. Días atrás, la cantante Laura Pausini evitó cantar esa misma canción en la TV española. “No canto canciones políticas”, explicó luego, “ni de izquierda ni de derecha”. En rigor, Bella Ciao es un símbolo que celebra la liberación del fascismo en 1945. A Berlusconi, que aun hoy llama “comunistas” a jueces y fiscales que investigaron su fortuna offshore, se lo cantaron en 2011, cuando se creyó que una derrota electoral era su despedida de la política.
No fue así. Sigue celebrando votos y goles. Días atrás, le preguntaron por Monza. “Al fútbol -respondió-, no hay que mezclarlo con la política, son dos cosas diferentes”. El lunes, para mostrar que, pese a tanto bótox, sigue en forma, mató una mosca en plena entrevista de TV. “Ahora”, dijo sonriendo, “lo subiré a Tik Tok”. El colega Iñigo Martínez recordó una vez en el diario El País que Indro Montanelli, periodista mítico, definió a Berlusconi como un “raro ejemplar de mentiroso sincero”. Creía tanto sus mentiras que acababa tomándolas como ciertas. El otro día, enojado con el árbitro Marco Di Bello, Berlusconi afirmó que “Di Bello debería llamarse Di Brutto”. No pudo ser sancionado porque no ocupa cargo dirigencial en Monza. El presidente del club no es él. Es Paolo, su hijo.
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