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El VAR desfigura el fútbol y el ambiente pierde la paciencia
La Copa América y la Eurocopa, atravesadas por polémicas; voces autorizadas que critican la intromisión de la tecnología, que desvirtúa el juego y no aporta transparencia
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La persiana baja le daba un aspecto más sombrío a la histórica oficina de César Luis Menotti sobre la calle Paraguay. Pero el hombre estaba tan encendido como el tránsito en el microcentro. Se acomodaba mil veces en el sillón porque se hundía entre los resortes vencidos y jugaba con una pelota Tango que iba de un pie al otro. Escuchaba hablar del VAR… y estallaba. “Es un disparate, un disparate que el árbitro esté esperando que le pasen mil repeticiones. Si él vio gol, fue gol. Como el gol de Diego a los ingleses… ¿Qué quieren? ¿Que diga que fue con la mano? Anda a lavarte el culo, esto es un juego y es picardía. La tecnología puesta en el fútbol no sirve para nada. Porque hay un juez, y si la pifia, que la pifie. ¿Cuántos goles en la historia del fútbol se discuten si la pelota pico detrás de la línea? ¿Tres, cinco?... ¿Y cuántos goles se convirtieron en la historia? ¡¡Setenta y siete millones de goles…!! Bueno loco, si te toca en un Mundial es jodido..., pero es jodido si faltan cinco minutos…, sino tengo todo el partido para demostrarte que soy mejor que vos. ¡No jodan más con la tecnología! Le quitan gracia al juego…”, exclamaba la leyenda hace algunos años en una entrevista con LA NACION. Y la última frase sonaba como la queja de un bandoneón.
Un viejo axioma del arbitraje indica que no se puede cobrar lo que no se ve, lo que no existe. Pero el VAR redefinió las reglas y hace lo que se le ocurre. Proyecta líneas, crea perspectivas e induce al juego a una dimensión irreal. Las consecuencias son devastadoras. Pero los atropellos del VAR no terminan en su capacidad de inventiva, sino que redobla la apuesta y en ocasiones no sanciona lo que estalla a los ojos del mundo con sentido común. Ahí, entonces, completa su obra destructiva. La platea global lo observa desde hace tiempo, pero mucho más en estos días de abundante oferta futbolera entre la Copa América y la Eurocopa. Dos certámenes atravesados por groserías en los fallos, aunque con una vital diferencia: por lo menos del otro lado del océano Atlántico son más expeditivos y no adormecen por varios minutos la reanudación del juego.
En la Copa América, el VAR ha crispado los nervios. Sobran los ejemplos. A Brasil le invalidaron un gol legítimo de Marquinhos en el debut ante Costa Rica, y no le otorgaron un penal sobre Vinícius contra Colombia. Y en este partido, a los cafeteros le anularon un gol de Davinson Sánchez de manera inadmisible. Estuvo mal convalidada la conquista de Mathías Olivera, para Uruguay, ante los Estados Unidos. No expulsaron al canadiense Bombito tras darle un codazo al chileno Rodrigo Echeverría, ni le mostraron la roja a De Paul por el pisotón a Gabriel Suazo, ni cobraron un penal de ‘Cuti’ Romero sobre Dávila… Porque si en el Mundial de Qatar fue penal el del arquero polaco Wojciech Szczęsny sobre Messi… Bueno, cualquier mancha es punible de la pena máxima. Pero la vara, claro, siempre la vara… Y el VAR es caprichoso de nacimiento.
“Han convertido en milimétrico un juego métrico, han aplazado el grito sagrado del gol y han metido la tecnología dentro del partido, y eso tiene un peligro que solo acaba de empezar porque la tecnología es invasiva. Lo próximo será un árbitro robot y así sucesivamente, pero bueno, no me gustó la idea desde el inicio y ahora estoy resignado porque sé que no hay vuelta atrás. Me incomoda el VAR como parte del juego. El fútbol es hijo de su tiempo y es casi todo lo contrario a la tecnología, y me parece que es algo que lo fuerza al juego, que lo lleva a un sitio donde este juego no se siente cómodo. Este es un juego al que siempre lo acusaron de inmovilista y ahora le agarró un ataque de velocidad, como los cinco cambios, sin un debate lo suficientemente calmo antes de sacar conclusiones. No me gusta la intervención de la tecnología en el juego salvaje”, analizaba Jorge Valdano para LA NACION.
La Eurocopa también sufre y se queja del VAR. El fuera de juego semiautomático (10 cámaras especializadas que monitorearán 29 puntos diferentes en el cuerpo de cada jugador), al menos, permite resolver con inmediatez algunas polémicas. Pero el juego queda sometido a sentencias que rozan el ridículo: posiciones adelantadas por una rodilla, un talón, un brazo extendido… En un juego tan dinámico, milímetros no pueden torcer el rumbo de un resultado. Se detectan pequeñeces… y la mano del español Marc Cucurella contra Alemania no la observan ni en veinte repeticiones. Ahí, se instala la sospecha. La inutilidad del VAR o su manipulación. Cualquiera de los casos es grave.
El entrenador de Dinamarca, Kasper Hjulmand, consultado sobre la validez del VAR, fue directo: “En mi opinión, no es como debería ser el fútbol. Y el francés Willy Sagnol, técnico de Georgia, ofreció su mirada: “Las decisiones las toman siempre las mismas personas, pero que de un partido a otro no toman las mismas decisiones. Si no sabemos usar bien el VAR, vamos a tener problemas”. Los problemas llegaron para quedarse.
Diego Simeone, en diálogo con LA NACION, propuso justamente un cambio en quienes controlan el VAR para darle transparencia. “No tengo dudas de que va a mejorar el día que no lo manejen los árbitros que son consecuentes con sus pares. Los que están en el VAR tienen que ser ex árbitros, no tienen que ser pares de los que están dirigiendo en la cancha. Porque puede generar la sospecha de ‘yo no te expongo, vos no me exponés’. Con gente que ya no dirige sería mejor, porque si te equivocás, te saco y pongo a otro, total hay un montón de árbitros”, aportó.
Tanto en la Eurocopa como en la Copa América hay decisiones que van mucho más allá del espíritu inicial de la herramienta, que solo se iba a utilizar para modificar o corregir aquellos fallos “claros y notorios, no comprometer la autoridad del árbitro de campo y tomar decisiones en menos de 10 segundos”. El enunciado quedó hecho añicos.
Las voces en contra del VAR se han multiplicado. De todas las generaciones. “A mí no me gusta…, prefiero la equivocación del árbitro. Que no me corten el juego, que el tipo vaya a ver… Prefiero el riesgo de la injusticia. Sí esa señal de alarma, la que les avisa si la pelota cruzó la línea”, le aclaraba Alfio Basile a LA NACION. “Los árbitros son seres humanos y se pueden equivocar. Prefiero que pase eso en una jugada rápida, a que alguien desde una computadora, que no está en el lugar, tome una decisión. Se ven imágenes con líneas trazadas en diagonal, son cosas que no dejan nada y hace que el fútbol pierda su esencia. Ese tipo de cosas son las que dañan el fútbol y no le hacen bien. En vez de traer una solución, trajeron una herramienta que no la hemos sabido usar o no la estamos utilizando como la tenemos que usar”, aportó el goleador uruguayo Edinson Cavani.
‘Herramientas de burócratas que poco a poco está matando la pasión’, escribió hace un tiempo el exzaguero uruguayo Diego Lugano en su cuenta en Twitter. ¿A qué se refiere? “El VAR desfiguró al fútbol. Por empezar, no es un elemento para traer justicia, tiene un inicio político: después del FIFAgate y para no perder toda la credibilidad, la FIFA creó el VAR de urgencia para intentar trasmitir transparencia. Ya empezó mal. Segundo, de tecnología no tiene nada, es un televisor que repite una imagen. Es un desastre. En realidad, multiplicó la incidencia del factor humano, multiplicó las dudas, el favorecimiento para los equipos fuertes, las sospechas, les da trabajo a cuatro o cinco jueces más y por eso al sindicato le encanta, y a la prensa le da tema para el circo”, argumentó ante la consulta de LA NACION.
La reflexión final pertenece a Gabriel Batistuta, que aunque no sufrió quedarse atragantado con sus gritos de gol a la espera de una definición, sí se hartó como espectador. Y si lo confió a LA NACION en una charla en el medio del campo en el norte santafesino. “El VAR me aburre en los partidos… No estoy de acuerdo con el VAR. Me hinchó los huevos. Si lo usan para interpretar, es más de lo mismo y vamos a discutir toda la vida. Si la pelota entró o no entró, está bien, pero si es para interpretar… no sirve para nada”. Sentencias de un ambiente que pierde la paciencia.
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