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El uruguayo Campaña se adueñó del Nº 1 justo en una escuela de arqueros
El guardavallas se metió en la cadena productiva de jugadores que actúan en esa posición criados en las inferiores; cómo piensa y qué siente el nuevo referente de Independiente
Durante sus primeras semanas en la Argentina, Martín Campaña solía conducir su coche por las fabriles calles de Avellaneda como un completo forastero, un total desconocido. Era el amanecer del año pasado y su contratación fue la respuesta de los directivos al desmedido aullido popular: Diego Rodríguez, arquero titular por ese entonces, otro buen producto de las inferiores, era el centro de las críticas por algunos errores no forzados. Mauricio Pellegrino, testigo del escarnio público en cada partido, concluyó que la llegada de un competidor directo desembocaría en un veredicto: Rodríguez –hoy destacado en Rosario Central– levantaba su nivel o, de lo contrario, perdía su puesto. El uruguayo firmó su contrato el 11 de enero de 2016. Esa tarde era un completo anónimo para el fútbol argentino. Faltaban 54 días para la conquista de la titularidad.
Campaña era un gurí esmirriado cuando su padre, también arquero, le dijo que mejor no, que el arco era todo un drama, que se parara de delantero. Sabía de lo que hablaba y quería que su hijo eligiera una posición en la que estuviera menos expuesto a la crítica destructiva. “Es un puesto ingrato”, fueron las palabras. El pequeño Martín apenas se inmiscuía en el fútbol cuando intentó jugar de nueve. Lo hizo un tiempo, sobre todo en partidos informales, pero no pudo detener el impulso de ser arquero. El consejo de su padre sonó más bien a mecanismo de protección, de autoprotección. Por dentro estaba encantado.
La historia de Campaña pudo haber sido otra. Luego de dar sus primeros pasos en Deportivo Maldonado, equipo de su ciudad, se marchó a Montevideo, la gran urbe uruguaya, en busca de las luces del fútbol. Defensor Sporting, el tercer equipo charrúa con más títulos –detrás de los gigantes Peñarol y Nacional–, aprobó su fichaje para las inferiores. Ahí fue donde hizo gran parte de las categorías formativas. Hasta que una mañana le dijeron que quedaba libre. Armó su bolso y se fue.
Lo que vino luego fue un largo transitar por el interior de Uruguay. Campaña siguió con rumbo errático sobre los márgenes del deporte profesional, aferrado como un lobo a su presa. En 2007 volvió a Deportivo Maldonado –el club de su infancia–, para reiniciar su camino. Un año más tarde fue transferido a Atenas de San Carlos, en el que sólo jugó seis meses. De ahí pasó a Cerro Largo de Melo. Todos de la segunda división. Su primer roce en la primera fue en Racing de Montevideo, en 2010, cuando tenía 21. En 2011 volvió a Cerro Largo, pero todo era distinto: el equipo jugaba en la primera y las exigencias eran otras. Campaña tuvo un campeonato extraordinario y su crecimiento terminó en la cuarta posición, lo que los clasificó a la Copa Sudamericana. Estaba en su esplendor. El Maestro Tabárez, con olfato de elefante africano, tomó nota y lo llevó como primer arquero a los Juegos Olímpicos de Londres.
Seis meses después de su experiencia en tierras británicas, le llegó el turno de cerrar una herida. Defensor Sporting, en donde lo habían dejado libre, contrató a Campaña a préstamo por seis meses. Antes de que terminara el vínculo, cautivados por su alto nivel, le compraron el 50 por ciento de su ficha. La misma institución que lo descartó cuando era joven tuvo que pagar para volver a tenerlo. Fue uno de sus grandes triunfos. A Defensor se sumó como suplente; se ganó el puesto. Se hizo enorme. Un adelanto de lo que pasaría en Independiente.
Sus pasos empezaron a escucharse al otro lado del Río de La Plata. Con Pellegrino como entrenador, los Rojos habían tenido un buen segundo semestre de 2015, pero la relación entre el público y Diego Rodríguez seguía sin cicatrizar. Los directivos, con la aprobación del entrenador, salieron a buscar a un arquero. El Cebolla Rodríguez lo recomendó y Campaña se incorporó durante el receso de verano. En la primera mitad del año siguiente el equipo dejó de funcionar, las individualidades empezaron a desvanecerse y el Ruso perdió el puesto. El 5 de marzo de 2016, en el Libertadores de América, se produjo el debut de Campaña. Aquella noche Independiente le ganó 4 a 1 a Colón y el uruguayo, con tres intervenciones simples, se fue ovacionado.
Campaña, de esa manera, logró meterse en el medio de la cadena productiva de arqueros criados en las inferiores de Independiente. Pepé Santoro, con ojo de lince, ya había formado a buenos especímenes. Fabían Assmann, Adrián Gabbarini y Rodríguez compartieron plantel durante varias temporadas. Antes había sido el turno de Ustari. En el medio estuvo Emiliano Martínez, que no llegó a debutar pero que fue vendido al Arsenal inglés, donde es una de las principales alternativas para Arsene Wenger. El futuro está en manos de dos promesas: Gonzalo Rehak y Franco Vélez.
Todo eso sin contar a Lucas Molina, que falleció de muerte súbita en 2004, y a Emiliano Molina, que murió en un accidente de tránsito en 2005, en el Puente Pueyrredón.
Tras la renuncia de Pellegrino, Milito se hizo cargo del plantel y mantuvo a Campaña en el arco. El ex defensor, sin embargo, tomó una polémica decisión al contratar a su amigo Damián Albil, quien se formó en el club pero que, con 37 años, ni siquiera es suplente. Holan, se sabe, no dudó ni un segundo en dejar al uruguayo entre los titulares.
Hace tiempo que en Avellaneda dejó de ser un desconocido. Su camiseta es una de las más vendidas.
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