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Binacional-River. El último invento de Gallardo en la goleada en Lima: un inesperado, útil y ofensivo doble 5
Enzo Pérez recupera el balón, en el círculo central. Levanta la cabeza y se encuentra con Nacho Fernández, un par de metros más adelante. O un par de metros a la izquierda. Más tarde, puede haber un pelotazo, una asistencia, una gambeta o, seguramente, una combinación audaz con Nicolás de la Cruz. La fotografía, desde las alturas, es aún más gráfica: Enzo y Nacho son los dueños del equipo. Como siempre, Pérez está delante de los zagueros, de Martínez Quarta y de Pinola. Lo nuevo, la táctica que descubre Marcelo Gallardo por estos días, es la posición de Fernández, más retrasado. Ese primer pase, el de Enzo a Nacho, lo es todo: es el prólogo de cada construcción de ataque millonario.
Es la nueva sociedad que se refleja en el pizarrón del Muñeco. Imprescindibles, en el festival de goles de River frente a Binacional, por una nueva fecha de la Copa Libertadores, que incluyó otra participación argentina: el agrio empate de Tigre y Bolívar, en Victoria.
"Las pequeñas sociedades crean grandes equipos", solía transmitir César Menotti, uno de los fundadores de nuestro fútbol. Ampliaba Angel Cappa, un continuador de esa ideología: "Las pequeñas sociedades son la reunión de talentos complementarios. Jugadores con un mismo concepto futbolístico, pero de características diferentes que, si se juntan, pueden alcanzar un elevadísimo rendimiento en beneficio del equipo". Lo son Pérez y Fernández, que en el tiempo exacto de la madurez se encontraron con todo el repertorio recorrido en el camino. Con 34 años, Enzo, en Europa y en la selección. Nacho, en nuestro medio, con cuatro años menos.
El hoy clásico número 5, que no juega al lado de Leo Ponzio porque se confunden, se marean, se replican en la misma función –más allá de que el símbolo millonario está en el tramo final de su carrera-, supo ser volante por el sector derecho, libre y hasta delantero por sorpresa. Ignacio es el que más se arriesga: pierde peso en el área, queda al menos 10 metros más atrás, participa poco en la elaboración final de los atacantes. Fue volante defensivo, fue enganche cuando Pity Martínez dejó el vacío, fue titular casi siempre con el Muñeco, que lo considera uno de los imprescindibles. Fernández sueña con el pase a Europa que refleje el salto definitivo de su carrera. En el mientras tanto, acepta el nuevo mandato. El sacrificio de un jugador influyente, que ahora trabaja más de lo que deslumbra, como cuando lo elogiaba Juan Román Riquelme, por ejemplo. "Es muy bueno. Tiene una zurda increíble, piensa más rápido que los demás y golpea la pelota diferente. Si estuviéramos en un entrenamiento de River, cuando le pega a la pelota él, debe sonar distinto a cuando lo hacen sus compañeros. Esas cosas no se ensayan, no se preparan", contaba.
En realidad, Román se equivoca en la última parte del relato: esas cosas sí se preparan, se ensayan. Nacho es otro Nacho en el mismo envase. ¿Hay que retroceder unos metros? ¿Pierde fuego, prepotencia ofensiva? ¿Lo precisa el equipo, sobre todo, este equipo, que se impone en el espectáculo con tres delanteros? Nacho lo sabe. Y lo hace. Porque, ahora, la elaboración es, en realidad, la explosión de De la Cruz, más hábil para la gambeta y el recorrido que para la pausa y el pensamiento.
En los minutos finales, resuelto el misterio del resultado y del desarrollo, Nacho se soltó aún más, no mantuvo la idea original, esa del 1-2, el tac, tac, de la construcción de cada ataque. Viajó hacia la derecha, se adueñó de un par de tiros libres, no conservó la rigurosidad táctica de su nuevo compañero de aventuras, allá atrás. Marcó con un derechazo cruzado, de frente al arco, como clásico número 9, luego de un centro atrás el cuarto gol. Y hasta dispuso de un zurdazo desviado. ¿Otro Nacho dentro del mismo Nacho... en el mismo encuentro? Así fue. Pero el rival, limitado, rústico y lejos de su casa, en la altura, lo permitió. La base es el nuevo doble cinco, que nada tiene que ver con el pasado millonario. Por ejemplo, con el viejo pac man: Astrada-Zapata. Otros tiempos.
Este es otro asunto. Este doble cinco es tan inesperado como audaz. Se complementan para atacar. Llevan el espíritu del River de Gallardo, que ya es una marca registrada en América.
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