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El triunfo invisible de Miguel Ángel Russo: cómo mejoró el clima interno entre los jugadores de Boca
Es otro Boca. En el juego, pero también en el espíritu. No era necesario que levantara el título de la Superliga para ratificar que los aires que se respiran son diferentes por estos tiempos de renovación dirigencial, estructural y futbolística. El cierto que salir campeón siempre potencia las virtudes, pero ya mientras transcurría el sprint final de siete fechas era evidente una transformación en la esencia con respecto al clima interno del plantel.
Eso no sólo se explica a partir del cambio de ideología de un ciclo a otro, con la incorporación de Miguel Ángel Russo a la dirección técnica, su idea tan ofensiva y la transmisión de una mentalidad ganadora más acorde a la historia azul y oro y a las preferencias del plantel actual, sino también con la creación de una convivencia que fortaleció al grupo con mensajes simples, sinceros y sin contradicciones. Aquello fue un envión imprescindible (entre otras cuestiones) para superar en la última curva de la carrera nada menos que a River y coronar un campeonato que los motiva a ganar más. A ir por más.
A los que fueron considerados titulares en medio de las urgencias y le permitieron al DT, con sus niveles y compromisos, encontrar rápido el equipo que se coronó. A los que tuvieron un lugar en el banco de suplentes y sumaron pocos minutos, pero acompañaron desde afuera sin reproches. Y hasta a los que debieron atravesar partidos sin siquiera concentrarse, pero que terminaron festejando alegres como si hubieran sido figuras. Todos tirando de la soga para un mismo lado.
La entrada al vestuario xeneize de un hombre con tanta espalda y sabiduría azul y oro como Russo lo ameritó. Sus mensajes fueron contundentes para levantar a un plantel que estaba, una vez más, desgastado por una nueva derrota de Copa Libertadores con el máximo rival (en las semifinales de 2019) y un funcionamiento colectivo que fue descendiendo a los escalones más bajos de la mano de Gustavo Alfaro.
Esto último había generado un fuerte agotamiento interno: "Tenemos que ser una familia", fue una de las frases de Russo apuntando al día a día. Por supuesto, tantos triunfos en fila también aportaron a la causa.
"El grupo no estaba contento con lo que venía haciendo, los últimos resultados que había sacado. Había que hablar mucho y levantarlos. Muchas cosas juntas y en poco tiempo...", detalló el nuevo entrenador tras los primeros partidos. Desde ahí se construyó el éxito. Lo expresó Jorman Campuzano en las últimas horas en una entrevista con el departamento de prensa del club: "Desde el primer día nos dijo que todo estaba en la confianza y que nos apoyáramos los unos a los otros. Eso es lo que se está viendo en la cancha".
Así, desde enero hasta este gran receso actual por el coronavirus hubo infinidad de ejemplos que demuestran lo unido que está Boca. Como el entretenido encuentro televisivo entre CarlosTevez y WanchopeÁbila, en Santa Fe, tras el 4-0 a Colón que convenció a todo el mundo xeneize de que el título no era algo imposible. Sí, son grandes amigos, pero justamente ahí está el punto: a la vez, son competencia por el puesto de N° 9.
Juntos, contaron entre risas cómo el titular (Carlitos) se preocupa mucho por el suplente (Wanchope): "Lo tengo que poner a dieta yo, si no... Sabe que es verdad lo que digo", lanzó el Apache, mientras que el cordobés ratificó: "Sí, es uno de los rompe pelotas que tengo atrás, taladrándome la cabeza. Empiezo a las puteadas y me frena".
Sin embargo, la unión del grupo es tan fuerte que el propio Ábila, incluso, ha hablado demasiado bien de Franco Soldano, otro de los que puede ser considerado "culpable" de sentarlo del otro lado de la línea de cal: "Hace un desgaste tremendo, necesitamos de sus goles. Es importante para el equipo y, además, un tipazo. Se merece lo mejor y da gusto pelear el puesto con una persona así", lo elogió. Frases así no se dan todos los días en un ambiente tan egocéntrico y competitivo como suele ser Boca.
Ya no hay malas caras de los suplentes en los ingresos al campo. Es inolvidable el rostro enfurecido de Tevez en el pasillo del Monumental cuando Alfaro definió su suplencia en el superclásico ante River, por el torneo pasado y, horas más tardes, la caminata desganada con la que entró al campo a disputar los últimos 15 minutos: ese semblante se repitió en los siguientes partidos. Ahora el panorama está invertido: cuentan, por ejemplo, con un Emanuel Reynoso que había jugado con Russo los dos amistosos de preparación y soñaba con la titularidad, pero siguió como recambio.
Bebelo podía sentirse algo defraudado y alicaído por otro semestre sin poder explotar su potencial, pero frente a Independiente Medellín, en la Bombonera, entró a jugar los últimos 20 minutos con una sonrisa de oreja a oreja y, en una de sus primeras intervenciones, convirtió un tiro libre espectacular para cerrar el 3-0.
También, como pidió el entrenador, el apoyo general a uno de los más observados con desconfianza en las tribunas: Marcos Díaz. Se puso los guantes en los primeros tres partidos por la ausencia por lesión de Andrada y tapó las críticas con grandes actuaciones, que incluyeron participaciones activas en los goles conseguidos en Córdoba, ante Talleres (2-1), con salidas rápidas que activaron el vértigo letal que tiene hoy el equipo: automáticamente, muchos compañeros lo fueron a abrazar.
Ese compañerismo fue lo que llevó al técnico a generalizar en los méritos del título: "Valoro mucho a este grupo". Y es algo recíproco. Eso quedó demostrado en la conferencia de prensa que finalizó abruptamente a poco de haber iniciado en la noche de la coronación.
¿Qué pasó? Aparecieron jugadores con botellas y un tacho lleno de agua para tirarle a Russo en la cabeza a modo de festejo. ¿Quiénes estaban? Izquierdoz, el subcapitán, Soldano y Capaldo. Pero también estaban Weigandt y Mas, dos jugadores que no habían sido tenidos en cuenta en ningún partido y en varios encuentros no fueron ni al banco. Ellos también se retiraron al grito de "¡Es el equipo de Miguel!". Todo dicho.
Casi en simultáneo, en el vestuario había una fiesta protagonizada por los colombianos del plantel y un baile de su país al que se sumaron Andrada, Buffarini, Hurtado, Mas, el juvenil Ávila e Izquierdoz, mientras muchos otros los filmaban con una sonrisa. Sí, el Cali se involucró en muchas cosas siendo uno de los dueños de la capitanía. De hecho, en estos tiempos de cuarentena y mucha red social, se pudo observar cómo le puso un "Like" a uno de los posteos de Frank Fabra, en la cual el colombiano porta la cinta.
Izquierdoz, junto a Tevez, fueron las principales voces de mando del vestuario. Sin embargo, según cuentan, uno que tomó un rol importante fue "Pol" Fernández, el nombre que buscaron Juan Román Riquelme y Russo por el pasado que tuvo en Boca: justamente fue eso lo que transmitió, aportando mucha experiencia para un sprint final superclásico que obligaba a no parar de ganar. Pol suele tener un perfil bajo, pero suma bastante internamente.
Entrenar todos juntos en el predio de Ezeiza también sumó muchísimo para el grupo. Así lo explicó Russo: "Somos nosotros, estamos ahí todos. La primera, la reserva de Battaglia, las inferiores. Si hay una necesidad, se habla, se charla de los temas serios, también se bromea, pero todo queda ahí, entre nosotros. Esa privacidad ayudó mucho también en la preparación grupal, para que cada uno pueda decir lo que siente, y en la lucha por el título".
Eduardo Salvio, uno de los más bromistas, también se encargó de preparar una coreografía distinta de Dragon Ball para cada festejo de gol y hasta lo retaba a Buffarini (uno de sus principales socios) cuando el lateral se olvidaba de lo ensayado. "Un día tuve que hacer dos goles en un partido para poder hacer el festejo que habíamos preparado porque en el primero se olvidó y salió corriendo para otro lado, me dejó solo", reconoció entre risas Toto.
Boca vive al compás de las pretensiones que Russo exigió desde el comienzo: que su plantel sea una gran familia. Eso no sólo le permitió conquistar el título en la Superliga, sino también animarse a proyectar que lo conseguido sea sólo el comienzo. Los triunfos ayudaron a consolidar al grupo, pero (sobre todo) el factor que los jugadores se sintieron representados por las formas de conducir de un DT que es el primero en disfrutar del trabajo en el día a día.
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